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viernes, 10 de febrero de 2012

#Cuba, los barracones que se repiten


Por Eriberto Liranza Romero*


ARTEMISA.- Es como si nos remontáramos a aquellos tiempos de cepos y barracones, de esclavos harapientos que trabajaban bajo el sol abrasador, en condiciones infrahumanas, en el siglo XIX.



CAMPAMENTO AGRÍCOLA EL JAGÜEY EN ARTEMISA. FOTO: HABLEMOS PRESS


Ha llovido mucho desde entonces pero el ciclo parece repetirse. Tal es el caso de los obreros que convivían en el Campamento Agrícola El Jagüey, perteneciente a la cooperativa (CPA) “Augusto Cesar Sandino”, en el municipio San Antonio de los Baños, provincia Artemisa.
Es el entorno de cientos de jóvenes cubanos que huyendo de la miseria imperante en las provincias orientales, buscan algún trabajo cerca de la capital en los denominados “contingentes”, “campamentos agrícolas” o las “cooperativas”. Como en la mayoría de los casos no tienen familias en el occidente del país, son albergados en pésimas condiciones de vida.

Según Raúl Parada Ramírez, quien además convivió en unos de estos albergues, el presidente de esta cooperativa y el gobierno de San Antonio de Los Baños, autorizaron el desmantelamiento del Campamento El Jagüey, donde vivían unos 40 trabajadores, algunos de ellos con más de 16 años en el lugar.
Parada declaró que las autoridades vendieron todo el techo del local, las luminarias, así como las instalaciones sanitarias y de electricidad.

Los trabajadores fueron obligados a moverse a otro albergue bajo la amenaza de que si no acataban la orden serían deportados para sus provincias de origen, en el oriente del país.

“Después de más de una década de trabajo, hicieron caso omiso a la petición de los cooperativistas de utilizar EL Jagüey como vivienda particular... lo que hicieron fue venderlo todo y lucrar con los materiales”, dijo un trabajador que no quiso revelar su identidad por miedo a perder en empleo.
Baños en campamento agrícola El Jaguey en Artemisa. Foto: Hablemos Press
BAÑOS EN CAMPAMENTO AGRÍCOLA EL JAGUEY EN ARTEMISA. FOTO: HABLEMOS PRESS
El local asignado no reúne las condiciones mínimas de habitabilidad.
"Las camas están destrozadas y en ocasiones hay que amarrar con alambres para que no se desarmen", narró Parada. "Algunos privilegiados logran hacerse un mosquitero con telas de tapar cultivos, los colchones son de saco y pajas, las instalaciones sanitarias están tupidas y las heces fecales de decenas de personas se amontonan en los baños turcos [letrinas]".
Los trabajadores se visten con harapos para el trabajo y calzan remiendos de zapatos viejos. Las jornadas superan las ocho horas diarias y el salario no se ajusta al trabajo realizado en el campo, agravado por la pésima alimentación.
Una cierta mejoría

Muchos de estos hombres y mujeres viven en condiciones peores en sus respectivas provincias. Vienen a La Habana con la esperanza de encontrar “una vida mejor”. Mirando a lo que dejaron atrás y comparándolo con lo que tienen ahora, realmente obtuvieron cierta “mejoría”.
Las autoridades del territorio lo saben y por eso no hacen nada por mejorar las condiciones de vida de estos trabajadores.

Las cosechas de estos contingentes van a parar a la mesa de lujosos hoteles para el turismo y a los encarecidos Mercados Agropecuarios Estatales de la capital, con  importantes ingresos para la economía del país.
A un lado van quedando la cacareada “justicia social” y el papel de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) en defensa de los derechos de la clase obrera.

*Colaborador de Centro de Información Hablemos Press.

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