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martes, 21 de febrero de 2012

ORLANDO ZAPATA TAMAYO: UNA ANTORCHA PARA TODOS LOS TIEMPOS

Orlando Zapata Tamayo 
15/05/1967 - 23/02/2010


Por Ernesto Aquino Montes/Hablemos Press.


Un mercenario, es un soldado de nadie. Inescrupuloso y vil; siempre dispuesto a negociar sus riesgos en beneficio de sus utilidades. Su destino es incierto.

Nadie puede asegurarle que se cumplan sus afanes torcidos y egoístas.

Sabe que puede morir, PERO NO ATENTA CONTRA SU PROPIA VIDA: Esa posibilidad no forma parte de su patrimonio. La muerte es una consecuencia que está explícita en la naturaleza de la guerra, no en la conciencia del guerrero.

El mercenario, es un hombre que sólo ve la muerte del otro. Su contrato no es para morir, sino para matar; siempre está preparado para escapar por la puerta miserable de la mejor oferta. Su lucha tiene sentido si se salva, porque su ideología es el beneficio propio; y su causa última, el premio.

Un hombre ha muerto en una huelga de hambre, en defensa propia.

Lo mató el heroísmo mientras luchaba contra el odio de sus verdugos, que no lograron hacerlo claudicar.

Un ser humano cedió su derecho a la vida porque no podía aceptar la peor de las muertes: La humillación de vivir sin libertad -y un hombre que muere en una huelga de hambre, ya probó su inocencia. Esa forma de morir, deja sin efecto cualquier argumento acusatorio que pretenda fomentar su descrédito.

Ya no tiene un pasado que lo obligue a reconocer que alguna vez pudo estar equivocado; ya no tiene un presente donde existe la posibilidad de transformarse en otra cosa; ya no tiene un futuro que lo asuste con la incertidumbre de que quizás sus sueños no se cumplan.

Ahora es intemporal. Indestructible. Ahora es un grito acusador; una antorcha para todos los tiempos. Ahora es ETERNO.

Y el absurdo malvado de atacar su integridad para descalificarlo, es una inmoralidad que sólo puede justificar la cobardía.

Orlando Zapata Tamayo, pesará en la conciencia culpable de la tiranía, como la inmensidad insoportable de la razón y la justicia pesan, gravosamente, sobre el crimen; pero Orlando Zapata Tamayo, también es una muerte que TODOS tendremos que cargar sobre nuestras conciencias, porque cada vez que un hombre va a prisión por reclamar sus derechos; cada vez que un hombre muere defendiendo su libertad, una voz, desde lo más profundo de nuestra vergüenza nos dice, que cada vez somos menos inocentes.

ORLANDO ZAPATA TAMAYO no quiere que lamentemos su muerte, para que no sea inútil el sacrificio de su vida. Él fue al encuentro con la eternidad, iluminado por la honra de quien cumple ese deber lleno de orgullo.

Él nos ofrece la oportunidad de contagiarnos con su ejemplo.

No lo defraudemos.


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