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miércoles, 14 de marzo de 2012

#Fidel Castro, el asesino #SavetheWorld


Fidel Castro, el asesino

Desde que ingresó a la Universidad de La Habana para estudiar la carrera de Derecho, Fidel Castro demostró una gran habilidad para eliminar a sus enemigos políticos.
El primero que asesinó por la espalda en, 1947, fue Leonel Gómez, su rival en las elecciones para la presidencia de la Facultad de Derecho. En 1948, participó en el asesinato de Manolo Castro. Ese mismo año asesinó a Oscar Fernández Caral, sargento de la policía universitaria. En 1949 asesinó a Justo Fuentes y a Miguel Sáez.
Pero si Castro demostró ser hábil y despiadado eliminando a sus enemigos, lo ha sido aún más deshaciéndose de sus amigos cuando dejan de serle útiles. Entre los que perdieron la vida debido a Fidel Castro están: Frank País, principal líder del Movimiento 26 de Julio, el Comandante Camilo Cienfuegos, primera figura en importancia en el Ejército Rebelde; Rafael del Pino Siero, su amigo de juventud; Osvaldo Sánchez, líder del Partido Comunista tradicional; Comandante Manuel Piñeiro alias “Barbarroja”, Jefe del Departamento América de los servicios de inteligencia; Comandante René Rodríguez, Director del Instituto de Amistad con los Pueblos; Comandante Arnaldo Ochoa, héroe de la guerra en Angola; Coronel Antonio “Tony” de la Guardia, su hombre de confianza y asesino personal; Comandante José Abrahantes, ex-Director de los servicios de inteligencia, y muchos más, incluyendo al “Che” Guevara, que harían esta lista interminable.
Sin embargo, en lo que Fidel Castro más se ha destacado en su larga carrera criminal es en asesinar jefes de estado.

Es posible, y su vida ulterior parece confirmarlo, que sus preceptores jesuitas lo familiarizaran con la Teología del padre L’Amy, en la que se expone el principio por el que la Orden concede a sus miembros el derecho de eliminar físicamente a sus adversarios. También es probable que, como alumno de los jesuitas en el Colegio de Belén en La Habana, el joven Fidel haya escuchado de boca de sus preceptores de la Compañía el principio de la legitimidad del asesinato de los tiranos, así como de “cometer, sin pecado, actos considerados criminales por las masas ignorantes.”
Prueba de lo anterior es que, en su apasionada autodefensa durante el juicio por el ataque al cuartel Moncada, Castro mencionó la teoría del jesuita español Juan Mariana, quien, en su libro De Rege et Regis Institutione, comenta que cuando un gobernante usurpa el poder, aún si ha sido electo democráticamente, pero gobierna en forma tiránica, es lícito que un ciudadano ejerza el tiranicidio, ya sea directa o indirectamente, usando un subterfugio.
En 1947, cuando tenía tan sólo 21 años, Castro se unió a un grupo de estudiantes universitarios que visitaban al Presidente Ramón Grau San Martín en el Palacio Presidencial. Durante la visita, el Presidente y los estudiantes se acercaron a uno de los grandes ventanales del segundo piso del Palacio. En ese momento Castro le sugirió a uno de ellos que asesinaran al Presidente. “Tengo la fórmula,” le susurró, “para tomar el poder ahora mismo y deshacernos para siempre de este hijo de puta. Lo agarramos y lo tiramos por el balcón. Cuando esté muerto, le hablaremos al pueblo por la radio y proclamaremos el triunfo de la revolución estudiantil.”
En el verano de ese mismo año, Castro se unió a un grupo de aventureros que planeaban invadir la República Dominicana, asesinar al presidente Rafael L. Trujillo, y dar un golpe de estado para tomar el poder. Castro participó en el entrenamiento militar, que se llevó a cabo en Cayo Confites. Pero las autoridades descubrieron el complot y arrestaron a la mayoría de los participantes. Castro logró escapar.
En Abril de 1948, durante la celebración de la Novena Conferencia Panamericana, estallaron en Colombia unos violentos disturbios que destruyeron gran parte de la ciudad de Bogotá y causaron más de 5,000 muertos y miles de heridos. Fidel Castro, que se hallaba de visita en la ciudad, se unió a la turba. Testigos presenciales afirman que vieron a Castro al frente de una turba que gritaba “A palacio”. Según los testigos Castro portaba un rifle y gritaba histéricamente que iban al palacio a matar al presidente colombiano Mariano Ospina Pérez.
En 1949, mientras Castro hacía los preparativos para un viaje que pensaba hacer a los Estados Unidos, visitaba casi diariamente el apartamento de su amigo Max Lesnick, situado en la calle Morro, muy cerca del Palacio Presidencial. Lesnick le contó a Tad Szulck que un día, mientras miraba desde el balcón hacia el Palacio, Fidel tomó una escoba y, apuntándola como si fuese un rifle, le dijo a la abuela de Lesnick: “Mire, si Prío sale a la terraza del Palacio a echar un discurso, lo mato desde aquí con una sola bala de un rifle con mira telescópica . . .”
En Marzo de 1953 Fidel Castro y un grupo de conspiradores se confabularon para asesinar al Presidente Fulgencio Batista. La oportunidad se les presentó cuando Batista decidió asistir a una reunión que se celebraría en el mes de Julio en Santiago de Cuba. Castro y algunos de los conspiradores obtuvieron documentación falsa, uniformes del ejército, y placas de auto oficiales y viajaron a Santiago para hacerle un atentado a Batista. Pero al parecer Batista sospechó que algo andaba mal, y canceló la visita. La policía tuvo sospechas de que Castro tramaba algo y lo detuvo. Pero poco después lo dejaron en libertad por falta de pruebas.
Existen rumores de que el ataque al Cuartel Moncada, que Castro y su grupo realizaron unos meses después, el 26 de Julio de 1953, iba a coincidir con una visita que Batista iba a hacer al cuartel. Pero de nuevo Batista canceló la visita en el último momento. Puede que los rumores tengan algo de cierto, porque la estratagema que Castro y sus hombres usaron para que los guardas abrieran la puerta de entrada fue gritar: “¡Abran la puerta. Llegó el General [Batista]!”
La obsesión de Castro por asesinar presidentes no terminó cuando tomó el poder en Cuba en 1959. El 26 de Abril de ese mismo año, Castro infiltró en Panamá un grupo de 84 cubanos y panameños residentes en Cuba. El objetivo de este grupo era asesinar al presidente Ernesto de la Guardia y encender la chispa de una revolución en ese país. Pero las fuerzas militares panameñas neutralizaron la fuerza invasora pocas horas después de haber desembarcado.
Poco después de la frustrada aventura panameña, otro grupo militar partió secretamente de Cuba el primero de Junio de 1959 con destino a Costa Rica, desde donde pensaban infiltrarse en Nicaragua para ultimar al presidente/dictador Luis Somoza, enemigo jurado de Castro. La invasión fracasó y, por supuesto, Castro negó su participación en la misma.
Menos de dos semanas más tarde, el 14 de Junio de 1959, Castro envió un grupo similar a la República Dominicana, con la misión de asesinar al Presidente Rafael L. Trujillo. La animadversión de Castro hacia el dictador dominicano se remontaba a sus días en la Universidad de La Habana, cuando, en 1947, se unió a un grupo de cubanos que se entrenaba en Cayo Confites para invadir la República Dominicana y asesinar a Trujillo.
Ambas operaciones, en Nicaragua y la República Dominicana fracasaron, y Castro se apresuró a negar que él personalmente las hubiese ordenado. Pero, dada su afinidad por tal tipo de hechos, todo indica que fue Castro quien las ordenó.
Tan sólo un par de meses más tarde, a mediados de Agosto de 1959, Castro envió una grupo militar a Haití. Su misión consistía en asesinar a François “Papa Doc” Duvalier, el dictador haitiano. El grupo se componía de 30 cubanos, había sido organizado por Che Guevara, y lo comandaba un argelino que había luchado en las fuerzas de Castro en la Sierra Maestra. Pero, tal como había sucedido con las operaciones contra Panamá y República Dominicana, esta también resultó en un desastre, y la mayoría de los atacantes perecieron. Castro nunca respondió a las acusaciones del gobierno de Duvalier de su complicidad en la operación.
En 1962, Castro intentó asesinar al presidente electo de Panamá, Roberto Chiari. Según un informe del FBI, fechado el 25 de Octubre de 1962, Humberto Rodríguez Díaz, uno de los asesinos enviado por Castro, en complicidad con un ex-embajador cubano en Panamá, trató de atentar contra la vida del Presidente panameño.
El próximo año, en la primavera de 1963, Castro envió varias toneladas de armas y municiones a un grupo revolucionario, para que asesinaran al presidente de Venezuela Rómulo Betancourt. La obsesión de Castro con asesinar al Presidente Betancourt, quien inicialmente lo apoyaba, ha sido ampliamente documentada.
Ese mismo año, los periódicos colombianos publicaron reportajes informando que los aviones que habían transportado a un grupo de asesinos desde Cuba a la península de La Guajira, en Colombia, habían sido proporcionados por Fidel Castro. La misión de este grupo era asesinar al presidente León Valencia y derrocar su gobierno. Esta información fue corroborada el 17 de Octubre de 1963 por el propio Presidente Valencia, en una nota que envió a todas las misiones diplomáticas en Bogotá en la que acusaba a Castro de ser responsable por la operación.
Unos pocos meses después, el 26 de Febrero de 1964, un nuevo complot fue descubierto con motivo de la visita que Valencia pensaba hacer a Cali. Valencia señaló a Castro como el instigador de ambos intentos de asesinato.
En Julio de 1979, el dictador nicaragüense Luis Somoza fue derrocado por efectivos del Frente Sandinista de Liberación Nacional, que contaba con el apoyo de Castro, y escapó del país para convertirse en un exiliado político en el Paraguay. Pocos meses después Somoza fue asesinado en una calle de Asunción por un grupo Sandinista que usó ametralladoras y bazucas. Algunos miembros de la inteligencia castrista se jactaron públicamente de que el equipo de asesinos había sido entrenado en Cuba.
Aunque la mayoría de los intentos magnicidas iniciales de Castro fracasaron, sería erróneo pensar que tan sólo fueron elucubraciones producto de una mente juvenil. Por el contrario, Fidel Castro ha tenido una larga experiencia en la profesión de asesino, tanto directa como indirectamente, y la evidencia indica que algunas veces ha tenido éxito en su empeño no sólo en cometer el asesinato, sino en hacerlo impunemente. La mayor prueba de su habilidad en ese campo probablemente sea el asesinato del presidente norteamericano John F. Kennedy y del presidente chileno Salvador Allende.

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