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jueves, 12 de abril de 2012

Cuba, Calderón, el pastel y los mercaderes

Todos se arriman a la mesa y ahora le ha tocado el turno a Felipe
Calderón. Tan sencillo como el apetito. El pastel, suponen, va a ser lo
suficientemente suculento como para saciar a gobiernos y empresarios,
latinoamericanos y europeos, tirios y troyanos. Cada vez queda más claro
que la famosa "apertura raulista" es un espectáculo para mercaderes, una
carretera de doble vía en la que sistemáticamente se cruzan los
intereses no necesariamente encontrados del capitalismo de Estado cubano
y el capital internacional, Vaticano incluido.

Por una de las vías transita el castrismo tardío, con la esperanza de
que el pastel en oferta le genere la suficiente complicidad
internacional como para mantenerse en el poder indefinidamente. Un
supuesto que poco a poco toma cuerpo. Por la otra arrolla la comparsa de
los inversores extranjeros, convencida de que el raulismo sabrá
implantar el llamado modelo chino sin mayores sobresaltos
–aparentemente, todo apunta en esa dirección-- y/o de que el pueblo
cubano ha caído lo suficientemente bajo como para permitírselo. Como
telón de fondo, la eventual entrada en escena del capital
estadounidense. Tarde o temprano, suponen los comensales, Estados Unidos
y el poderoso exilio del sur de la Florida (con Carlos Saladrigas como
conejillo de Indias mediático) pondrán sus dineros en juego y entonces
la paciencia de quienes ahora mismo arrullan al raulismo se verá
recompensada. Tiempo al tiempo.

Todo comenzó --o todo se agudizó-- en 2004, cuando el ejecutivo español
de José Luis Rodríguez Zapatero inició sus políticas de acercamiento al
régimen. Su primera medida, a petición de la dirigencia castrista, fue
interrumpir la participación de los opositores cubanos en las fiestas
nacionales españolas, celebradas en su embajada en La Habana. Luego,
tras irrumpir en el escenario la enfermedad que inhabilitaría a Fidel
Castro, la expectativa exacerbada de algunos gobiernos sirvió de
coartada a otros para refocilarse en su doblez.

El canciller español, Miguel Angel Moratinos, visitó la Isla a finales
de 2007, pero sin dignarse a recibir a la disidencia interna. El
subsecretario de Relaciones Exteriores italiano, Donato Di Santo,
declaró por esas mismas fechas que vistas las "novedades" que se estaban
registrando en Cuba resultaba oportuno superar las sanciones europeas e
instaurar un "diálogo constructivo" con la dictadura. Otro tanto hizo el
secretario de Estado del Vaticano, Tarcisio Bertone, quien durante su
estancia en La Habana se atrevió incluso a rectificar a Juan Pablo II:
no es tanto que Cuba se abra al mundo, es "sobre todo que el mundo se
abra a Cuba" (la acepción de Bertone calcaba el concepto oficialista,
esto es, Cuba y castrismo también eran sinónimos para el cardenal).

Otro tanto aportó en 2008 Louis Michel, comisario de Desarrollo y Ayuda
Humanitaria de la Comisión Europea. Según su delegación, las sanciones
aprobadas a propósito de los sucesos de la Primavera Negra constituían
un gran error político. Y la tapa al pomo la puso el gobierno mexicano
esa misma primavera, oficializando en La Habana su regreso a los años
oscuros del priísmo, cuando éste temblaba ante la posibilidad de que el
castrismo recreara sus hábitos injerencistas en México. En este sentido,
la visita de Felipe Calderón esta semana se limita a mantener viva la
esperanza del banquete. No quita ni aporta nada. Es más de lo mismo.

Los comensales calculan que el carismático Barack Obama asumirá otros
cuatro años de presidencia y ese hecho, unido a la complicidad de la
Iglesia y algunas medidas adicionales del castrismo, de naturaleza
conciliadora, precipitará la entrada del capital norteamericano a Cuba.
Cuba importa más del ochenta por ciento de los alimentos que consume y
su infraestructura económica y de servicios, desbastada por medio siglo
de totalitarismo, es campo virgen para la explotación y la inversión a
gran escala, entienden los comensales.

Falta capital, ciertamente, pero el capital aguarda a noventa millas de
las costas cubanas, dispuesto a fluir torrencialmente. Hay unas leyes,
hay un embargo, pero eso puede ser desmontado por piezas. El tiempo todo
lo puede, y la vacuidad de los hombres. Y el pastel seguramente lo amerita.

http://neoclubpress.com/opinion/articulos/3295-cuba-calderon-el-pastel-y-los-mercaderes.html

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