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miércoles, 22 de agosto de 2012

Intento de asesinato de la reputación. Quien es Anna Cherubini?


por Carlos Alberto Montaner
Montaner
(Diario de Cuba) Ignoro si Anna Cherubini existe, o si es el nombre real o el seudónimo de una comunista italiana que escribe al dictado de los servicios cubanos de inteligencia. Da igual. Lo importante no es la persona, sino lo que ha escrito. Es una muestra perfecta para explicar cómo funcionan las llamadas "medidas activas" contra los demócratas de la oposición desarrolladas por el Departamento Ideológico del Comité Central del Partido Comunista de Cuba dirigido por el coronel Rolando Alfonso Borges, versión caribeña de Joseph Goebbels.
El 17 de agosto pasado, en las páginas de TellusFolio, un exitoso site italianocon motivo de la presentación en Italia de la traducción de mi novela La mujer del coronel (Edizioni Anordest),una persona que firma como Anna Cherubini me pide que responda un cuestionario (Le domande da fare a Montaner).
En realidad no se trataba de una legítima entrevista, sino de lo que los abogados llaman, en español, un intento de "asesinato de la reputación" y en inglés "character assassination". No obstante, voy a responder extensamente el cuestionario y, al mismo tiempo, me gustaría que la señora Cherubini, o quienquiera que se esconda tras ese nombre, responda, a su vez, las preguntas que deseo hacerle.
En todo caso, para entender en qué consiste esta medida activa desarrollada por los servicios de inteligencia, muy utilizada por la Unión Soviética y sus satélites cuando existía el comunismo en Europa (no hay que olvidar que el gobierno de los Castro, y en especial el Ministerio del Interior, fueron modelados por el KGB y la Stasi en la década de los 60), a continuación sigue una definición escrita por el Dr. Juan Antonio Blanco, profesor e historiador quien era, hasta hace una década, analista del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, y hoy vive exiliado y al frente de un departamento de estudios latinoamericanos en el sur de la Florida. Dice Juan Antonio Blanco en la segunda edición del libro El otro paredón:
"El asesinato de reputación (character assassination) es un proceso deliberado y sostenido dirigido a destruir la credibilidad y reputación de una persona, institución, grupo social o nación.
Los promotores del asesinato de reputaciones para lograr sus fines emplean una combinación de métodos abiertos y encubiertos como son la formulación de acusaciones falsas, fomento de rumores y la manipulación de informaciones.
El asesinato de reputación persigue la finalidad de anular la capacidad de influencia de la víctima, silenciar su voz y lograr su rechazo por la sociedad. Al transformar a sus víctimas en no-personas las hacen vulnerables a abusos aún más graves como pueden ser la agresión física, el encarcelamiento, la expropiación de bienes, el destierro, asesinato e incluso genocidio de todo el grupo social al que pertenecen.
La propaganda nazi antisemita y el Holocausto que le siguió son el ejemplo más extremo de los peligros asociados con las campañas estatales de asesinato de la reputación. Cuando un gobierno se vale de ese recurso para justificar agresiones y abusos contra sus víctimas puede considerarse a esas campañas como una forma de terrorismo estatal. Por lo general, las masacres, crímenes de lesa humanidad y genocidios son precedidos por una campaña de este corte.
En el siglo XXI, con el arribo de las Web 2.0 y las redes sociales virtuales, la diseminación de falsedades se realiza de modo mucho más rápido y efectivo. Los prejuicios sociales sembrados contra la víctima terminan por arraigarse gradualmente en la memoria social colectiva y las personas —en especial las nuevas generaciones— los aceptan como la historia verdadera o la biografía real.
Con el paso del tiempo, las percepciones falsas que fueron deliberadamente fabricadas y difundidas por diversos medios de comunicación, pueden ser incluso incorporadas a los sistemas de educación, y se convierten en parte de la historia oficial que se acepta socialmente y resultan entonces difíciles de revertir".
La ‘entrevista’ de Anna Cherubini
A continuación reproduzco las preguntas de la señora Cherubini en Le domande da fare a Montaner, así como mis respuestas:
Ya han pasado unos días desde que Gordiano Lupi moderó, el pasado viernes, en el marco incomparable de las islas Tremiti, la presentación de un libro de Carlos Alberto Montaner Suris. No pude asistir a este interesante evento, así que encomiendo a continuación a Tellusfolio las preguntas que quería hacerle al señor Montaner.
¿Cree usted que es éticamente aceptable que alguien que dice ser periodista reciba pagos regulares del gobierno de EE UU a través de la Oficina de Transmisiones a Cuba, para producir noticias negativas contra Cuba, como se descubrió en 2006?
Este escándalo llevó a la destitución de tres periodistas del diario The Miami Herald(Pablo Alfonso, Olga Connor, Wilfredo Cancio Isla) y se han puesto al descubierto las conexiones entre la administración de EE UU y los periodistas en el sur de Florida, incluyendo a Montaner, destinatario de miles de dólares.
El Nuevo Herald y The Miami Herald jamás me han pagado por publicar noticias negativas sobre Cuba. Son dos publicaciones serias y objetivas. Yo no hago esa clase de periodismo sectario, semejante al de Granma, que es el órgano de un partido político. Los dos diarios, en inglés y español, como muchos periódicos del mundo, compran y me pagan mi columna semanal.
Radio Martí es, como sucedía con Radio Free Europe, una emisora financiada por la sociedad norteamericana para burlar la censura totalitaria de los Castro. Es una reliquia de la Guerra Fría, sencillamente porque el gobierno de los Castro es una reliquia de la Guerra Fría. Esa entidad, como todos los medios en donde aparecen mis escritos, había contratado mi columna para que la leyera semanalmente. La columna podía ser sobre Cuba, la Unión Europea o sobre cualquier cosa, porque escribo a propósito de múltiples temas, y por esos artículos pagaban el mínimo que autorizan las normas (cien dólares). La razón por la que ellos me ofrecieron ese espacio para reproducir mis columnas, y por la que yo acepté pese a la ridícula remuneración que pagaban, era porque Cuba, mi país, es el único de América Latina en el que no aparecen mis columnas debido a la censura estalinista que allí impera. Era la única forma de compartir mis puntos de vista con mis compatriotas.
Tampoco es verdad que los periodistas de The Miami Herald que colaboraban con Radio Martí —como los que en Europa trabajan en otros medios y esporádicamente colaboran con la BBC o con Radio Exterior de España, ambos medios pagados con fondos públicos— resultaran expulsados del periódico. Quienes salieron del diario fueron el presidente de The Miami Herald, Jesús Díaz, como consecuencia del absurdo reportaje publicado, y el periodista autor de la información, Oscar Corral, este último por un penoso delito de carácter sexual en el que incurrió poco después.
Olga Connor continúa escribiendo en el periódico semanalmente. Pablo Alfonso y Wilfredo Cancio fueron readmitidos cuando se comprobó la injusticia que habían cometido con ellos, y luego decidieron marcharse. A mí, muy cordialmente, me llamó Humberto Castelló, director deEl Nuevo Herald, para ofrecerme excusas y jamás dejaron de publicar mis columnas.
Radio Martí, por cierto, está obligado por la ley a mantener los mismos altos estándares informativos de La Voz de América, entidad que controla sus emisiones. En esos micrófonos no se puede mentir ni difamar, como hacen Granma y los otros voceros del régimen. Por eso, una parte sustancial del pueblo cubano escucha Radio Martí con la misma avidez que en época del Telón de Acero los pueblos sojuzgados por el comunismo escuchaban Radio Free Europe.
¿Cómo se justifican los contactos con el terrorista Juan Felipe de la Cruz, en julio de 1973 en Madrid?
Juan Felipe de la Cruz, autor del atentado realizado en Montreal en 1972 contra el diplomático cubano Sergio Pérez Castillo, murió en el Avrain Hotel, cerca de París, víctima de la bomba que se prepara para golpear la Embajada de Cuba, pocos días después de la reunión en España con Montaner, quien le dio un coche de alquiler, según lo confirmado por Orlando Bosch en su libro Los años que he vivido.
Yo no tengo absolutamente dada que ver con esos hechos. El Dr. Orlando Bosch, en su libro dice lo siguiente: "Acción Cubana recibió de su gente en Cuba informes confidenciales sobre la visita de un alto funcionario castrista a Francia. Se planeó un atentado. La misión fue encomendada a Juan Felipe de la Cruz, quien voló a Madrid y se trasladó a París en auto alquilado que le propició, sin conocimiento de causa, Carlos Alberto Montaner".
¿Qué fue lo que realmente ocurrió? Algo que sucedía con alguna frecuencia. Muchos cubanos de Miami, como yo tenía cierta popularidad entre los exiliados, vivía en España y mi teléfono estaba en la guía, cuando viajaban a Madrid llamaban para pedir informaciones de cualquier tipo (hoteles, pensiones baratas, restaurantes, médicos, y hasta colegios para sus hijos). Pues bien, hace 40 años, creo recordar, alguien, presumiblemente el señor Felipe de la Cruz, invocando el nombre de un periodista amigo, llamó a mi oficina de Madrid para preguntar qué agencia alquilaba coches a buen precio. Como era habitual, lo atendí cortésmente y le pasé la llamada a mi secretaria, quien le dio los nombres y teléfonos de tres agencias, como solía hacer. Eso fue todo. Por ello el Dr. Bosch aclara que, el alquiler del auto lo "propició, sin conocimiento de causa, Carlos Alberto Montaner". No tenía la menor idea de nada.
Dejémoslo claro: me repugna profundamente el terrorismo. Me parecía abominable cuando lo practicaba abundante y cruelmente el Movimiento 26 de Julio, la organización creada por Fidel Castro durante la lucha contra la dictadura de Batista (hubo noches en las que hicieron estallar cien bombas en La Habana), y me siguió repugnando cuando la oposición, en los primeros tiempos de la dictadura comunista, integrada casi toda por personas que procedían de la revolución, recurrió a ese método de lucha.
También, por supuesto, y en mayor medida, me resulta aún más injustificable el terrorismo de Estado practicado por el gobierno de Castro, cuando adiestra, ayuda y alienta a terroristas como el venezolano Carlos Ilich Ramírez, El Chacal, formado en Cuba y preso en Francia por numerosos crímenes, así como en el pasado hizo con los tupamaros uruguayos, los montoneros argentinos y los etarras españoles. Si es condenable que existan organizaciones terroristas, más lo es que existan gobiernos terroristas, como sucede con el de los Castro, que así figura en la lista que compila anualmente el Departamento de Estado norteamericano.
Si a la señora Anna Cherubini le interesan los vínculos de Bosch con otras personas que practican el terrorismo, no debe señalarme a mí, sino a Fidel Castro. Además, debe tener en cuenta la afectuosa relación que existió entre Bosch y Fidel Castro desde fines de los años cuarenta. Ambos fueron amigos y ambos militaron en la Unión Insurreccional Revolucionaria (UIR) que dirigía Emilio Tro. Por eso, Orlando Bosch, cuando triunfó la revolución en 1959, se convirtió en el coordinador del Movimiento 26 de Julio en la provincia de Las Villas y Fidel le ofreció el cargo de Ministro de Salubridad, distinción que no aceptó porque era, realmente, anticomunista.
De paso, como veo que tiene interés en los hechos de sangre originados en las riñas políticas cubanas, la señora Cherubini debe averiguar y contarles a los lectores italianos por qué en la época en que Fidel y Bosch eran amigos y militaban en la UIR, Castro trató de matar al estudiante Leonel Gómez (lo hirió por la espalda) el 12 de diciembre de 1946. Y por qué asesinó al sargento de la guardia universitaria Oscar Fernández Caral el 4 de julio de 1948, si éste no mentía al acusarle de dispararle, poco antes de fallecer. Asímismo, podía aclarar, de una vez por todas, la responsabilidad de aquel joven Fidel Castro en el asesinato del líder estudiantil Manolo Castro (no estaban relacionados) el 22 de febrero de 1948, entonces acusado de ser el autor intelectual del crimen.
Sin embargo, como italiana que es, o dice ser, o se supone que sea, si de verdad está interesada en el terrorismo y la violencia revolucionarias, acaso le interesará explorar las relaciones entre el aparato subversivo cubano y las Brigadas Rojas, y, sobre todo, el Gruppi di Azione Partigiana fundado por Giangiacomo Feltrinelli, un millonario comunista totalmente deslumbrado por la figura de Fidel Castro, como me contó el periodista italiano Valerio Riva, quien viajó a La Habana en los primeros tiempos de la revolución junto a Feltrinelli.
¿Cómo responde usted a quienes dicen que estaba al tanto de la preparación del asesinato del rector de la Universidad Centroamericana, el jesuita Ignacio Ellacuría, que tuvo lugar en noviembre de 1989 en Salvador? ¿Y cómo se explica el hecho de que, justo una semana antes, en el curso de un programa de Mercedes Mila, amenazó a Ignacio Ellacuría?
En noviembre de 2009, el diario español El Mundo informó que, de acuerdo a los documentos desclasificados de inteligencia de EE.UU. y la CIA y el CESID (servicio secreto español), sabían que el sacerdote salvadoreño Ignacio Ellacuría y cinco de sus compañeros serían asesinados por escuadrones de la la muerte del ejército salvadoreño.
Solamente la mala fe y la voluntad de difamar pueden llevar a Anna Cherubini —o sea, a los servicios secretos cubanos— a repetir una infamia que ya he desmentido con pruebas que están al alcance de cualquiera que busque en YouTube.
Mi debate con el jesuita Ignacio Ellacuría en el programa de Mercedes Milá ocurrió cinco años antes del monstruoso asesinato de éste y otros sacerdotes y colaboradores. Y fue un debate intenso, pero respetuoso, como correspondía a dos personas decentes. Por supuesto que no existió por ninguna de las dos partes la menor amenaza. Fue un simple intercambio vigoroso de ideas.
Es interesante analizar cómo el aparato de difamación del gobierno cubano monta la mentira que ahora repite Anna Cherubini: 1) aparece una información en un diario español que dice que los servicios de inteligencia de ese país sabían que iban a matar a Ellacuría el 16 de noviembre de 1989. 2) Con el mayor descaro, mienten y afirman que una semana antes del asesinato, yo había discutido con el sacerdote en la television y lo había amenazado de muerte. El gobierno cubano oculta que el debate había sucedido cinco años antes, y que en él, por supuesto, no había existido ninguna amenaza. 3) Hacen la afirmación canallesca de que, como yo vivía en España, sabía que los militares salvadoreños iban a matarlo y por eso lo amenacé.
Con lo que no contaba el aparato de difamación castrista es que existía una copia del debate que se puede ver en YouTube o en mi blog. No obstante, el gobierno de los Castro continúa repitiendo la mentira, como ahora ha hecho Anna Cherubini.
¿Cómo se definen las actividades dirigidas a bloquear las inversiones extranjeras en Cuba, como las visitas a las oficinas de las compañías extranjeras que operan en Cuba por los miembros de la PDC (Plataforma Democrática Cubana) y por el propio Montaner? ¿Es verdad que por ese tono amenazante Montaner fue expulsado de las oficinas de Tryp Hoteles? ¿Es cierto que Montaner y el PDC amenazaron con elaborar el "Salón de la Vergüenza", una lista negra de las compañías extranjeras que operan en Cuba?
Jamás en mi vida he estado en las oficinas de Tryp Hoteles, así que es absolutamente falso que fui expulsado de ellas (ni siquiera sé dónde se encuentran). Por el contrario, hace unos años, unos ejecutivos de esa empresa, muy amablemente, me invitaron a cenar en Madrid para conocer mi opinión sobre estas inversiones de los hoteleros españoles o de cualquier nacionalidad en Cuba.
Tras escucharlos durante veinte minutos quejarse y burlarse de la realidad política cubana, les dije, y ahora reitero, que por dos razones fundamentales esas inversiones en hoteles pueden tener consecuencias penales, cuando se restablezca en Cuba la democracia.
La primera: las multiples violaciones de las normas establecidas por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), institución a la que pertenecen tanto España como Cuba. En esa Isla, el Estado, de común acuerdo con su socio inversor extranjero, les confisca a los trabajadores el 95% del salario mediante un cambio de moneda tramposo, y le prohibe todos los derechos sindicales, comenzando por el de huelga. Eso constituye delito.
La segunda razón: la complicidad entre la gerencia extranjera de esos hoteles y las actividades ilegales de espionaje a que someten a muchos de los huéspedes. La cadena Tryp, Meliá y el resto de los empresarios hoteleros son cómplices en la colocación de cámaras de video y grabadoras de audio en las habitaciones, y saben que entre sus empleados hay policías dedicados a esos menesteres. Incluso aplicando la propia ley cubana actual, esas actividades son ilegales.
Téngase en cuenta que no se trata de empresarios que invierten en países controlados por dictadores, sino de empresarios que se asocian con la dictadura para ganar dinero sin importarles los derechos de los trabajadores o la intimidad de las personas que utilizan sus servicios. Si en Madrid o en Roma un hotel oculta micrófonos o cámaras en las habitaciones de los huéspedes, los responsables de ese delito pueden acabar en la cárcel y resultar severamente multados.
Lo que entonces les dije a los hoteleros de Tryp, en el tono cordial que suelo utilizar, porque me pidieron mi opinión, es que esa colaboración es profundamente inmoral, y les recordé lo que les sucedió en Alemania a empresas como Bayer, Krupp y Volkswagen por colaborar con la dictadura nazi: además de pedir perdón públicamente por lo que ahora llamaríamos "irresponsabilidad moral coorporativa", hasta hace unos años estuvieron pagando altas multas por su comportamiento contrario a la ética.
¿Está de acuerdo de haber apoyado, como admitió ("… porque nos detuvieron casi en el momento en que planeábamos ayudar a las guerrillas campesinas de las montañas del Escambray…", en Havana Journal, 16 de agosto de 2005), el trabajo de las bandas terroristas que aterrorizaron a la Sierra del Escambray en los años 60 y que cometieron crímenes atroces como el del alfabetizador Manuel Ascunce Domenech?
1960. Situémonos en Cuba. Apenas ha pasado un año de la fuga de Batista y ya se ha constituido una dictadura comunista. La revolución, hecha para restaurar la libertad, ha sido traicionada por Fidel Castro. Todos los periódicos, medios de comunicación y escuelas privadas fueron confiscados por el Gobierno en los primeros 18 meses. Sorpresivamente, Fidel entregaba la revolución a la Unión Soviética y calcaba esa manera siniestra de organizar la sociedad. La diversidad, incluso el homosexualismo, se convertía en un crimen. Cualquier crítica se pagaba con la cárcel. En ese momento, ya había unos 19.000 presos politicos en el país y no cesaban los fusilamientos.
Ante esa traición, numerosos revolucionarios que habían luchado contra Batista, vuelven a tomar las armas contra la nueva dictadura. En las montañas del Escambray, en el centro de la Isla, se produce una verdadera rebelión campesina dirigida por el comandante Plinio Prieto, el capitán Porfirio Remberto Ramírez, presidente de los estudiantes de la Universidad de Santa Clara y el comandante Evelio Duque.
Todos son oficiales del ejército revolucionario que derrocó a Batista. Quieren y piden democracia. Han visto con horror cómo apresaron y condenaron a 20 años de cárcel al comandante Huber Matos, uno de los héroes de Sierra Maestra, por escribirle una carta privada a Fidel Castro denunciando la entronización del comunismo.
El ala democrática del primer gobierno de la revolución, tiene que huir del país o esconderse para volver a la lucha. El Dr. Manuel Urrutia, primer presidente de la revolución, debe buscar refugio en una embajada junto a toda su familia. Se sabe que hay poco tiempo para evitar que la dictadura de corte estalinista arraigue en el país. Todas las universidades se convierten en focos de conspiraciones contra la nueva tiranía.
Es en ese contexto en el que yo, a los 17 años, hace más de medio siglo, junto a un grupo de estudiantes, como hicimos miles de muchachos, nos integramos a la Resistencia, como hicieron los franceses o los italianos honorables y patriotas contra los nazis y los fascistas.
Fue en ese contexto en el que planeábamos ayudar a las guerrillas campesinas del Escambray para evitar la tiranía que se cernía sobre el país y rescatar la democracia negada por Castro pese a sus previas promesas.
Lamentablemente, los cuatro amigos (entre miles de estudiantes que conspiraban) fuimos apresados y condenados a largas penas. A uno de ellos, a Alfredo Carrión Obeso, lo asesinaron los guardias en la cárcel. Yo logré escaparme al poco tiempo de haber sido apresado.
No dudo que algún grupo guerrillero antitotalitario haya cometido excesos condenables, pero los fusilamientos en masa de los detenidos los cometía el Gobierno. Como me contó un médico, oficial del ejército de Castro que luego desertó en España, mataban inmediatamente a los prisioneros de un tiro en la cabeza, para abrirles rápidamente el estómago y los intestinos con el objeto de averiguar cómo se alimentaban.
En el Escambray, en efecto, hubo crímenes lamentables. De cada 100 crímenes, 99 los cometió la dictadura. Esta historia ya le he contado en alguno de mis libros.
Estas son las preguntas que me gustaría hacerle al señor Montaner. Una vez dicho esto, me pregunto: ¿le compraría un coche usado a este hombre? Un coche que no lo sé, pero no es un libro!
Mis preguntas a Anna Cherubini
Este final de la señora Cherubini sirve para demostrar, con sus palabras, por qué miente y difama, por qué intenta asesinar mi reputación: su propósito —que es el de la policía política cubana— es intentar impedir que se publiquen o se lean mis libros o los escritos de cualquier demócratas de la oposición. A eso se dedican las dictaduras totalitarias: a censurar, a impedir que las personas se expresen libremente. En eso consiste el "asesinato de la reputación". Afortunadamente, es inútil. Un día los pueblos derriban los muros.
Por último, en vista de que yo he respondido las preguntas de la señora Anna Cherubini —o de quien las haya formulado—, me gustaría que en justa reciprocidad me respondiera las mías. Son muy sencillas:
1) ¿Por qué en Cuba, después de 53 años de dictadura de partido único, no se les pregunta a los cubanos, como proponía Oswaldo Payá, si quieren seguir con ese fallido sistema, o si prefieren un modelo de Estado multipartidista en donde haya diversas opciones, como existe en las 20 naciones más prósperas del planeta y, además, en toda América Latina?
2) ¿Por qué los cubanos no pueden organizarse y reunirse libremente para defender las ideas y los intereses que comparten? ¿Por qué no pueden crear sindicatos que no dependan del Estado-patrón? ¿Por qué no pueden escribir y debatir sus ideas y propuestas con libertad?
3) ¿Por qué los cubanos no pueden leer los libros y los diarios que desean, o escuchar las emisoras internacionales de radio que les plazca, o tener antenas parabólicas para ver televisión de otros países, o acceder libremente a internet? ¿No han bastado 53 años de adoctrinamiento y pensamiento único, infligidos a tres sucesivas generaciones de cubanos, para convencerlos de las bondades de un sistema que tiene que dedicarse a ocultar la realidad exterior como mecanismo de defensa?
4) ¿Por qué los cubanos no pueden entrar y salir libremente de la Isla, sin necesidad de permisos? ¿Son esclavos o menores de edad?
5) ¿Por qué se les niega a los cubanos la posibilidad de enriquecerse con el producto de su esfuerzo, como se autoriza a los extranjeros? ¿Por qué los cubanos talentosos, capaces de crear riqueza si los dejaran, no pueden aspirar a vivir con las comodidades con que viven, por ejemplo, Raúl Castro o Ramiro Valdés?
Si Anna Cherubini no desea o no puede responder estas preguntas, tal vez el coronel Rolando Alfonso Borges se anime a hacerlo. Al fin y al cabo, en su condición de Jefe Ideológico del Comité Central del Partido Comunista de Cuba no solo le corresponde la tarea vil de intentar asesinar la reputación ajena. Entre sus funciones está defender la maltrecha reputación de la revolución. Aquí tiene una oportunidad de hacerlo.