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jueves, 23 de abril de 2015

La Biblia del perfecto idiota progre #espana #venezuela

LIBERTAD FRENTE A POPULISMO

La Biblia del perfecto idiota progre




Libertad Digital publica el cáustico capítulo que Plinio Apuleyo Mendoza, Carlos Alberto Montaner y Álvaro Vargas Llosa dedicaron a Eduardo Galeano.


Libertad Digital por gentileza de Plaza & Janés recupera el capítulo del libro Manual del perfecto idiota latinoamericano y español que sus autores, Plinio Apuleyo Mendoza, Carlos Alberto Montaner y Álvaro Vargas Llosa dedicaron a la obra más popular del escritor uruguayo Eduardo Galeano,fallecido esta semana. Las venas abiertas de América Latina, es la Biblia del populismo izquierdista.
Reproducimos a continuación extractos de dicho capítulo, el tercero, titulado: La Biblia del Idiota.
En el último cuarto de siglo el idiota latinoamericano ha contado con la notable ventaja de tener a su disposición una especie de texto sagrado, una Biblia en la que se recogen casi todas las tonterías que circulan en la atmósfera cultural de eso a lo que los brasileros llaman "la izquierda festiva".
Naturalmente, nos referimos a Las venas abiertas de América Latina, libro escrito por el uruguayo Eduardo Galeano a fines de 1970, cuya primera edición en castellano apareció en 1971. Veintitrés años más tarde -octubre de 1994- la editorial Siglo XXI de España publicaba la sexagésima séptima edición, éxito que demuestra fehacientemente tanto la impresionante densidad de las tribus latinoamericanas clasificables como idiotas, como la extensión de este fenómeno fuera de las fronteras de esta cultura.
En efecto… hay bastantes posibilidades de que la idea de América Latina grabada en las cabecitas de muchos jóvenes latinoamericanistas formados en Estados Unidos, Francia o Italia (no digamos Rusia o Cuba) haya sido modelada por la lectura de esta pintoresca obra ayuna de orden, concierto y sentido común.
¿Por qué? ¿Qué hay en este libro que miles de personas compran, muchas leen y un buen por ciento adopta como diagnóstico y modelo de análisis? Muy sencillo: Galeano -quien en lo personal nos merece todo el respeto del mundo- , en una prosa rápida, lírica a veces, casi siempre efectiva, sintetiza, digiere, amalgama y mezcla a André Gunder Frank, Ernest Mandel, Marx, Paul Baran, Jorge Abelardo Ramos, al Raúl Prebisch anterior al arrepentimiento y mea culpa, a GuevaraCastro y algún otro insigne "pensador" de inteligencia áspera y razonamiento delirante. Por eso su obra se ha convertido en la Biblia de la izquierda. Ahí está todo, vehementemente escrito, y si se le da una interpretación lineal,fundamentalista, si se cree y suscribe lo que ahí se dice, hay que salir a empuñar el fusil o -los más pesimistas- la soga para ahorcarse inmediatamente.
Acerquémonos a la Introducción, dramáticamente subtitulada "Ciento veinte millones de niños en el centro de la tormenta", y aclaremos, de paso, que todas las citas que siguen son extraídas de la mencionada edición sexagésima séptima, impresa en España en 1994 por Siglo XXI para uso y disfrute de los peninsulares. Gente -por cierto- que sale bastante mal parada en la obra. Cosas del historimasoquismo, como le gusta decir a Jiménez Losantos.
Es América Latina la región de las venas abiertas. Desde el descubrimiento hasta nuestros días todo se ha trasmutado siempre en capital europeo, o más tarde norteamericano, y como tal se ha acumulado y se acumula en los lejanos centros de poder. (p. 2)
Aunque la introducción no comienza con esa frase, sino con otra que luego citaremos, vale la pena acercarnos primero a ese párrafo porque en esta metáfora hemofílica que le da título al libro hay una sólida pista que nos conduce exactamente al sitio donde se origina la distorsión analítica del señor Galeano: se trata de un caso de antropomorfismo histórico-económico. El autor se imagina que la América Latina es un cuerpo inerte, desmayado entre el Atlántico y el Pacífico, cuyas vísceras y órganos vitales son sus sierras feraces y sus reservas mineras, mientras Europa (primero) y Estados Unidos (después) son unos vampiros que le chupan la sangre. Naturalmente, a partir de esta espeluznante premisa antropomórfica no es difícil deducir el destino zoológico que nos espera a lo largo del libro: rapaces águilas americanas ferozmente carroñeras, pulpos multinaciones que acaparan nuestras riquezas, o ratas imperialistas cómplices de cualquier inmundicia.
La división internacional del trabajo consiste en que unos países se especializan en ganar y otros en perder. (p. 1)
Así, con esa frase rotunda, comienza el libro. Para su autor, como para los corsarios de los siglos XVI y XVII, la riqueza es un cofre que navega bajo una bandera extraña, y todo lo que hay que hacer es abordar la nave enemiga y arrebatárselo. La idea tan elemental y simple, tan evidente, de que la riqueza moderna sólo se crea en la buena gestión de las actividades empresariales no le ha pasado por la mente.
Lamentablemente, son muchos los idiotas latinoamericanos que comparten esta visión de suma cero. Lo que unos tienen –suponen-, siempre se lo han quitado a otros. No importa que la experiencia demuestre que lo que a todos conviene no es tener un vecino pobre y desesperanzado, sino todo lo contrario, porque del volumen de las transacciones comerciales y de la armonía internacional va a depender no sólo nuestra propia salud económica, sino la de nuestro vecino.
Cualquier observador objetivo que se sitúe en 1945, año en que termina la Segunda Guerra Mundial y Estados Unidos es, con mucho, la nación más poderosa de la tierra, puede comprobar cómo, mientras aumenta paulatinamente la riqueza global norteamericana, disminuye su poderío relativo, porque otros treinta países ascienden vertiginosamente por la escala económica. Nadie se especializa en perder. Todos (los que hacen bien su trabajo) se especializan en ganar.
(…)
La región (América Latina) sigue trabajando de sirvienta. Continúa existiendo al servicio de las necesidades ajenas como fuente y reserva del petróleo y el hierro, el cobre y las carnes, las frutas y el café, las materias primas y los alimentos con destino a los países ricos, que ganan consumiéndolos mucho más de lo que América Latina gana produciéndolos. (p. 1)
Este delicioso párrafo contiene dos de los disparates preferidos por el paladar del idiota latinoamericano, aunque hay que reconocer que el primero –"nos roban nuestras riquezas naturales"- es mucho más popular que el segundo: los países ricos "ganan" más consumiendo que América Latina vendiendo.
Vamos a ver: supongamos que los evangelios del señor Galeano se convierten en política oficial de América Latina y se cierran las exportaciones del petróleo mexicano o venezolano, los argentinos dejan de vender en el exterior carnes y trigo, los chilenos atesoran celosamente su cobre, los bolivianos su estaño, y colombianos, brasileros y ticos se niegan a negociar su café, mientras Ecuador y Honduras hacen lo mismo con el banano. ¿Qué sucede? Al resto del mundo, desde luego, muy poco, porque toda América Latina apenas realiza el ocho por ciento de las transacciones internacionales, pero para los países al sur del Río Grande la situación se tornaría gravísima. Millones de personas quedarían sin empleo, desaparecería casi totalmente la capacidad de importación de esas naciones y, al margen de la parálisis de los sistemas de salud por falta de medicinas, se produciría una terrible hambruna por la escasez de alimentos para los animales, fertilizantes para la tierra o repuestos para las máquinas de labranza.
Incluso, si el señor Galeano o los idiotas que comparten su análisis fueran consecuentes con el antropomorfismo que sustentan, bien pudieran llegar a la conclusión inversa: dado que América Latina importa más de lo que exporta, es el resto del planeta el que tiene su sistema circulatorio a merced del aguijón sanguinolento de los hispanoamericanos. De manera que sería posible montar un libro contravenoso en el que apasionadamente se acusara a los latinoamericanos de robarles las computadoras y los aviones a los gringos, los televisores y los automóviles a los japoneses, los productos químicos y las maquinarias a los alemanes y así hasta el infinito. Sólo que ese libro sería tan absolutamente necio como el que contradice.
(...)
Por un lado, Galeano no es capaz de entender que si los latinoamericanos no exportan y obtienen divisas, a duras penas podrán importar. Por otro, no se da cuenta de que los impuestos que pagan los consumidores de esos productos no constituyen una creación de riqueza, sino una simple transferencia de riqueza del bolsillo privado a la tesorería general del sector público, donde lo más probable es que una buena parte sea malbaratada, como suele ocurrir con los gastos del Estado.
Hablar de precios justos en la actualidad es un concepto medieval. Estamos en plena época de la libre comercialización. [Y de ahí concluye Galeano que:] cuanta más libertad se otorga a los negocios, más cárceles se hace necesario construir para quienes padecen los negocios. (p.1)
Aquí está -en efecto- la teoría del precio justo y el horror al mercado. Para Galeano, las transacciones económicas no deberían estar sujetas al libre juego de la oferta y la demanda, sino a la asignación de valores justos a los bienes y servicios; es decir, los precios deben ser determinados por arcangélicos funcionarios ejemplarmente dedicados a estos menesteres. Y supongo que el modelo que Galeano tiene en mente es el de la era soviética, cuando el Comité Estatal de Precios radicado en Moscú contaba con una batería de abrumados burócratas, perfectamente diplomados por altos centros universitarios, que asignaban anualmente unos quince millones de precios, decidiendo, con total precisión, el valor de una cebolla colocada en Vladivostok, de la antena de un sputnik en el espacio o de la junta del desagüe de un inodoro instalado en una aldea de los Urales, práctica que explica el desbarajuste en que culminó aquel experimento, como muy bien vaticinara Ludwig von Mises en un libro —Socialismo— gloriosa e inútilmente publicado en 1926.
(…)
¿No se da cuenta el idiota latinoamericano de que Rusia y el bloque del Este se fueron empobreciendo en la medida en que se empantanaban en el caos financiero provocado por las crecientes distorsiones de precios arbitrariamente dispuestos por burócratas justos, que con cada decisión iban confundiendo cada vez más al aparato productivo, hasta el punto en que el costo real de las cosas y los servicios tenían poca o ninguna relación con los precios que por ellos se pagaban?
Pero volvamos al esquema de razonamiento primario de Galeano y aceptemos, para entendernos, que a los colombianos hay que pagarles un precio justo por su café, a los chilenos por su cobre, a los venezolanos por su petróleo y a los uruguayos por su lana de oveja. ¿No pedirían entonces los norteamericanos un precio justo por su penicilina o por sus aviones? ¿Cuál es el precio justo de una perforadora capaz de extraer petróleo o de unos «chips» que han costado cientos de millones de dólares en investigación y desarrollo? Y si después de llegar a un acuerdo planetario para que todas las mercancías tuvieran su precio justo, de pronto una epidemia terrible eliminara todo el café del planeta, con la excepción del que se cultiva en Colombia, y comenzara la pugna mundial por adquirirlo, ¿debería Colombia mantener el precio justo y racionar entre sus clientes la producción, sin beneficiarse de la coyuntura? ¿Qué hizo Cuba, en la década de los setenta, cuando realizaba el ochenta por ciento de sus transacciones con el Bloque del Este, a precios justos (es decir, fijados por el Comité de Ayuda Mutua Económica -CAME - ), pero de pronto vio cómo el azúcar pasaba de 10 a 65 centavos la libra? ¿Mantuvo sus exportaciones de dulce a precios justos o se benefició de la escasez cobrando lo que el mercado le permitía cobrar?
Es tan infantil, o tan idiota, pedir precios justos como quejarse de la libertad económica para producir y consumir. El mercado, con sus ganadores y perdedores —es importante que esto se entienda —, es laúnica justicia económica posible. Todo lo demás, como dicen los argentinos, es verso. Pura cháchara de la izquierda ignorante.
El modo de producción y la estructura de clases de cada lugar han sido sucesivamente determinados desde fuera, por su incorporación al engranaje universal del capitalismo. (p. 2) ... A cada cual se le ha asignado una función, siempre en beneficio del desarrollo de la metrópoli extranjera de turno, y se ha hecho infinita la cadena de las dependencias sucesivas, que tienen mucho más de dos eslabones, y que por cierto, también comprenden dentro de América Latina la opresión de los países pequeños por sus vecinos mayores y, fronteras adentro de cada país, la explotación que las grandes ciudades y los puertos ejercen sobre sus fuentes interiores de víveres y mano de obra. (p. 3)
El acabose. (…) Dice Galeano que el "modo de producción y la estructura de clases de cada lugar han sido determinados desde fuera". En esa palabra –determinados- ya hay toda una teoría conspirativa de la historia. A Galeano no se le puede ocurrir que la integración de América Latina en la economía mundial no ha sido determinada por nadie, sino que ha ocurrido, como le ha ocurrido a Estados Unidos o a Canadá, por la naturaleza misma de las cosas y de la historia, sin que nadie -ni persona, ni país, ni grupo de naciones- se dedique a planearlas.
(…)
Pero si en lugar de quejarse de algo tan inevitable como conveniente, el idiota latinoamericano se dedicara a estudiar cómo algunas naciones antes paupérrimas se han situado en el pelotón de avanzada, observaría que nadie ha impedido a Japón, a Corea del Sur o a Taiwán convertirse en emporios económicos.
La lluvia que irriga a los centros del poder imperialista ahoga los vastos suburbios del sistema. Del mismo modo, y simétricamente, el bienestar de nuestras clases dominantes -dominantes hacia dentro, dominadas desde fuera- es la maldición de nuestras multitudes condenadas a una vida de bestia de carga. (p.4)
Quienes opinan una atrocidad de este calibre no son capaces de entender que el concepto clase no existe, y que una sociedad se compone de millones de personas cuyo acceso a los bienes y servicios disponibles no se escalona en compartimientos estancos, sino en gradaciones casi imperceptibles y móviles que hacen imposible trazar la raya de esa supuesta justicia ideal que persiguen nuestros incansables idiotas.
Tomemos a Uruguay, el país del señor Galeano, una de las naciones latinoamericanas en que la riqueza está menos mal repartida. (…) Pero ¿hasta dónde puede llegar esta cadena de verdugos y víctimas? Hasta el infinito: hay uruguayos con aire acondicionado, lavadora y teléfono. ¿Les han robado a otros uruguayos más pobres estas comodidades propias de los grupos medios? ¿Se ha puesto a pensar el señor Galeano a quién le roba él su relativa comodidad de intelectual bien situado, frecuente pasajero trasatlántico?
El ingreso promedio de un ciudadano norteamericano es siete veces mayor que el de un latinoamericano y aumenta a un ritmo diez veces más intenso. Y los promedios engañan (...) seis millones de latinoamericanos acaparan, según Naciones Unidas, el mismo ingreso que ciento cuarenta millones de personas ubicadas en la base de la pirámide social. (p. 4)
Lo que Galeano no es capaz de comprender -y demos sus cifras por ciertas- es que ese norteamericano promedio también crea siete veces más riqueza que su vecino del sur, pues -de lo contrario- no podría gastar lo que no tiene.
El consumo (querido idiota) es una consecuencia de la producción. (....) ¿Cómo puede un agricultor ecuatoriano esperar la misma remuneración por su trabajo que un agricultor norteamericano, cuando la productividad del estadounidense es cien veces la suya? En Estados Unidos menos del tres por ciento de la población se dedica a la agricultura, alimenta a 260 millones de personas, y produce excedentes que luego exporta. Por eso los agricultores gringos ganan más. Básicamente por eso.
(…)
Pero donde los razonamientos de Galeano -y me temo que de los idiotas latinoamericanos, a los que, con cierta melancolía, va dedicado este libro -alcanzan el nivel de la paranoia y la irracionalidad más absolutas es en el tema del control de la natalidad. De acuerdo con Las venas abiertas de América Latina, la alta tasa de crecimiento de esta región del mundo no es alarmante porque:
En la mayor parte de los países latinoamericanos, la gente no sobra: falta. Brasil tiene 38 veces menos habitantes por kilómetro cuadrado que Bélgica; Paraguay, 49 veces menos que Inglaterra: Perú, 32 veces menos que Japón. (p. 9)
Es como si Galeano y sus huestes no pudieran darse cuenta de que la necesidad de controlar los índices de natalidad no depende del territorio disponible, sino de la cantidad de bienes y servicios que genera la comunidad que se analiza y las posibilidades que posee de absorber razonablemente bien a su población. ¿De qué le sirve a una pobre mujer habitante de una favela en Río o en La Paz saber que el séptimo hijo que le va a nacer -al que difícilmente le podrá dar de comer y mucho menos podrá educar- vivirá (si vive) en un país infinitamente menos poblado que Holanda?
(…)
Y aquí viene una de las frases más increíblemente bobas de todo un libro que se ha ganado, muy justamente, su carácter de Biblia del idiota latinoamericano:
En América Latina resulta más higiénico y eficaz matar a los guerrilleros en los úteros que en las sierras o en las calles. (p. 9)
De manera que los pérfidos poderes imperiales, con Wall Street y la CIA a la cabeza, asociados con la burguesía cómplice y corrupta, distribuyen condones para impedir el definitivo trallazo revolucionario. Lucha final que Galeano otea en el ambiente y cuyo paradigma y modelo encarna Castro, puesto que:
El águila de bronce del Maine, derribada el día de la victoria de la revolución cubana, yace ahora abandonada, con las alas rotas, bajo un portal del barrio viejo de La Habana. Desde Cuba en adelante, también otros países han iniciado por distintas vías y con distintos medios la experiencia del cambio: la perpetuación del actual orden de cosas es la perpetuación del crimen. (p. 11)
(…)
El problema es que Cuba, tras la desaparición del Bloque del Este, da muestras desesperadas de querer abrirse las venas para que el capitalismo le succione la sangre, mientras afronta su crisis final con medidas de ajuste calcadas del recetario del FMI.
(…)
Y mientras hace esto, contradiciendo el recetario de Galeano, la Isla mantiene, a base de abortos masivos, la tasa de natalidad más baja del Continente, y la más alta de suicidios, pese a que es catorce veces más grande que la vecina Puerto Rico y proporcionalmente mucho más despoblada.
Por último, ese paraíso propuesto por Galeano como modelo -del que todo el que puede escapa a bordo de cualquier cosa capaz de flotar o volar- de un tiempo a esta parte ya no exhibe como atracción su gallardo perfil de combatiente heroico, sino las sudorosas y trajinadas nalgas de las pobres mulatas de Tropicana, y la promesa de que ahí -en esa pobre isla- se puede comprar sexo de cualquier clase con un puñado de dólares. A veces basta con un plato de comida. Menos, mucho menos de lo que cuesta en una librería el libro del señor Galeano.
Manual del perfecto idiota latinoamericano... y español. Presentación de Mario Vargas Llosa. Escrito por Plinio Apuleyo Mendoza, Carlos Alberto Montaner y Álvaro Vargas Llosa. (Ed. Plaza & Janés, 1996)

lunes, 26 de enero de 2015

5 errores de #Obama en #cuba x CARLOS ALBERTO MONTANER

CARLOS ALBERTO MONTANER: Los cinco errores de Obama en su nueva política cubana

¿Para qué hacer reformas democráticas, dirán los herederos de Castro, si ya se nos acepta tal y como somos? Varios bicitaxis circulan por una calle de La Habana. ALEJANDRO ERNESTO EFE


La visita a Cuba el 21 de enero de Roberta Jacobson, subsecretaria del Departamento de Estado de EE.UU. para Asuntos del Hemisferio, encaminada a retomar oficialmente el diálogo con la dictadura de los Castro, será problemática. La diplomática, siempre muy preocupada por los temas de Derechos Humanos, llega a la Isla en una posición muy débil debido a que Obama entregó previamente todas las bazas de negociación con que contaba Estados Unidos. La señora Jacobson tendrá en su contra, por lo menos, los cinco peores errores de Barack Obama en su nueva política cubana.

El primer error de Barack Obama es suponer que le puso fin a una política que no había funcionado.

Eso no es cierto. El propósito de liquidar el régimen comunista no existe desde 1964, cuando Lyndon Johnson terminó de un plumazo las operaciones subversivas contra Castro y puso en marcha una estrategia de “contención”, en alguna medida similar a la utilizada frente a la URSS, basada en tres elementos primordiales: propaganda, restricciones a las relaciones económicas y aislamiento diplomático.

Eran medidas de Guerra Fría contra un país que nunca ha dejado de combatir a Estados Unidos. Washington desde entonces no ha tratado seriamente de eliminar el castrismo. En la primera mitad de los noventa, cuando había desaparecido la URSS y el castrismo carecía de aliados, hubiera sido muy fácil ponerle fin a la dictadura cubana, pero a Bill Clinton no le interesaba erradicar el régimen vecino.

Pudo hacerlo, con el apoyo o la indiferencia de aquella Rusia de Boris Yeltsin y su canciller Andrei Kozyrev, cuando Castro desató el “balserazo” en 1994. Pudo hacerlo después en 1996, cuando derribó las avionetas de Hermanos al Rescate y autorizó el asesinato de varios norteamericanos en aguas internacionales. Pero Clinton ni siquiera consideraba a Cuba un país enemigo y se limitó a firmar la Ley Helms-Burton.

Cuba le parecía un anacronismo histórico, un fenómeno de Parque Jurásico, pero no estaba interesado en eliminar a ese gobierno de la faz de la tierra. Entonces prevalecía la idea de que se trataba de una tiranía decrépita que colapsaría con el tiempo. Era, pensaba, una verruga que se caería sola. No había que extirparla.

Tal vez Obama debió decir que cancelaba unas medidas de Guerra Fría contra un país que había superado ese periodo de la historia, pero ¿cómo explicar que en julio del 2013 detuvieran en Panamá un barco clandestinamente cargado en Cuba con 250 toneladas de pertrechos de guerra? ¿Cómo reclasificar como “país normal” a una nación calificada como terrorista, aliada de las peores tiranías islamistas –Irán, la Libia de Gadafi– que se confabula con Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua para articular una gran campaña antinorteamericana, como en los peores tiempos de la Guerra Fría? ¿No continúan en Cuba, protegidos por las autoridades, decenas de delincuentes norteamericanos, políticos y comunes?

Cuba no era un ex enemigo. Mantenía intacta su virulencia antiamericana.

 El segundo error ha sido cancelar esa política de contención sin tener una visión estratégica que defina con qué sustituirla y cuáles son los objetivos que se persiguen.

Es obvio que lo que debiera interesarle a Estados Unidos es que en esa isla tan cercana a sus fronteras, y que tantos percances le ha causado, haya un gobierno democrático, pacífico y políticamente estable, para que no se produzcan espasmos migratorios como los que ya han trasladado al 20 por ciento de la población cubana a territorio norteamericano. Costa Rica es un buen ejemplo de ese modelo de nación tranquila latinoamericana que describo.

Asimismo, lo conveniente para todos, y especialmente para los cubanos, es que en Cuba haya una sociedad próspera, desarrollada y amistosa, con la cual realizar muchas transacciones comerciales, mutuamente satisfactorias. La tonta “teoría de la dependencia”, caracterizada y resumida en Las venas abiertas de América Latina, carece de sentido. Para Estados Unidos lo preferible es una Cuba rica y sosegada, antes que una Cuba tumultuosa y empobrecida.

¿Se consiguen esos objetivos democráticos y estabilizadores potenciando a una dinastía militar empeñada en el colectivismo, el partido único y la falta de derechos humanos? ¿Se logra fomentar una sociedad rica ignorando que Raúl y sus militares se han dividido el aparato productivo a la manera mafiosa de Rusia? ¿No es obvio que, al no crear instituciones de derecho capaces de absorber los cambios y transmitir la autoridad ordenada, pacífica y democráticamente, esa isla está abocada a nuevas confrontaciones y conflictos a medio plazo?

Obama cree que ha resuelto un problema enmendando las relaciones con Raúl Castro. Falso: lo que ha hecho es aplazarlo. En el futuro próximo se presentarán otras crisis que arrastrarán a Estados Unidos. Así ha sido desde el siglo XIX. Es lo que ocurre cuando no se curan permanentemente las heridas.

▪  El tercer error es el daño que le ha hecho a la oposición democrática. Tal vez es el más grave de todos. Durante décadas, el mensaje de los disidentes más acreditados a la dictadura fue muy claro: “Sentémonos a conversar y entre cubanos busquemos una salida democrática. El problema es entre nosotros, no entre Washington y La Habana”.

A ese planteamiento –que, con matices, fue el de Gustavo Arcos, de la Plataforma Democrática Cubana, de Oswaldo Payá– el régimen respondía con represión y acusaciones de que se trataba de una maniobra de la CIA. Pero ese desenlace, como en Europa del Este, como en el Chile de Pinochet, como en la Nicaragua de 1990, era el mejor para todos, incluido Estados Unidos, y era el camino obvio para cualquiera que heredara el poder de los Castro, ambos ya en su etapa final por razones biológicas.

No obstante, para lograrlo, Washington debía mantenerse firme y remitir a la dictadura a la aduana opositora, cada vez que directa o indirectamente se insinuaba la posibilidad de la reconciliación. El problema era entre cubanos y debía solucionarse entre cubanos. Esto lo entendieron muy bien Bill Clinton y George W. Bush, los dos presidentes norteamericanos de la era postsoviética, y es lo que irresponsablemente acaba de invalidar Obama, eliminándole a la oposición toda posibilidad de ser un actor importante en la forja del destino de la Isla.

¿Para qué hacer reformas democráticas, dirán los herederos de Castro, si ya se nos acepta tal y como somos? ¿No declaró Roberta Jacobson, a nombre del gobierno norteamericano, que no se hacían ninguna ilusión con respecto a que los Castro permitieran las libertades? A los 13 días exactos de anunciada la reconciliación, el 30 de diciembre del 2014, la policía política cubana detuvo o inmovilizó en sus casas a unas cuantas decenas de intelectuales y artistas que trataban de realizar un performance en la Plaza de la Revolución. ¿Cuál es el incentivo que le queda a Washington para inducir el respeto a los derechos humanos, si ya ha hecho la mayor parte de las concesiones unilateralmente?

Lo dijo con toda claridad el alto oficial de inteligencia Jesús Arboleya, diplomático y experto cubano en las relaciones con Estados Unidos y Canadá, respondiendo a una entrevista que le hicieran en El Nuevo Día de Puerto Rico el 30 de diciembre del 2014. El periódico le preguntó si temía a la nueva política de Obama: “¿Por qué si antes, que tenían todo el poder para imponer sus valores, no les funcionó, les va a funcionar a partir de ahora?”.

La dictadura está eufórica. Siente que tiene carta abierta para aplastar a los demócratas sin pagar por ello el menor precio. Obama ha contribuido insensiblemente a debilitar a la oposición.

▪  El cuarto error es de carácter moral. Desde la época de Jimmy Carter, en Estados Unidos se fue generando una doctrina democrática para América Latina. Se planteó la excepcionalidad de la región a los efectos de defender la democracia y la libertad.

Estados Unidos, por razones estratégicas, o por realpolitik, podía no exigirle a China que tuviera un comportamiento democrático, pero, de la misma manera que América Latina podía ser declarada región libre de armas nucleares, era factible declararla libre de dictaduras y de abusos contra los Derechos Humanos.

Este espíritu culminó en la firma de la Carta Democrática Interamericana, suscrita por todos los países del Hemisferio en Lima el 11 de septiembre del 2001, el mismo día del ataque de los islamistas a Nueva York y Washington. En el documento, se describían los rasgos y comportamientos de las naciones aceptables para formar parte de la OEA. Cuba no cumplía con ninguno de esos requisitos. Era una despreciable dictadura calcada del modelo soviético-estalinista.

De alguna manera, el texto de esa Carta, en la que trabajó arduamente Estados Unidos, ponía fin a la tradición vergonzosa de permanente componenda entre Washington y las peores dictaduras latinoamericanas a lo largo del siglo XX: Trujillo, Stroessner, Somoza, Batista y un largo etcétera. Ya no tendría validez el cínico dictum de “es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”.

Tras la reconciliación entre Obama y Raúl Castro, Estados Unidos vuelve a las andadas. Hace en casa el gran discurso de la libertad, pero lo desmiente en su conducta diplomática. Es verdad que eso es lo que deseaban muchos países latinoamericanos, pero no deja de ser una pena que en las relaciones interamericanas no haya espacio para las consideraciones morales. Estados Unidos ha sacrificado inútilmente su posición de líder ético y ha regresado al peor relativismo moral. Una gran pena.

▪  El quinto error de Obama es de carácter legal. Estados Unidos es una República dirigida por los delegados de la sociedad seleccionados por medio de elecciones democráticas. Entre ellos el presidente es el principal representante de la voluntad popular, pero no el único. Hay un poder legislativo que comparte muchas de las funciones con la Casa Blanca, y existe una Constitución, interpretada por el poder judicial, a la que todos deben atenerse. Como sabemos, la esencia de la República es la división de poderes para evitar la dictadura y para obligar a la dirigencia a buscar fórmulas de consenso.

Es posible que las encuestas reflejen que una mayoría de la sociedad norteamericana apoya coyunturalmente la reconciliación con la dictadura cubana –como en 1939 la mayoría apoyaba la neutralidad frente a los nazis–, pero ese dato tiene una importancia relativa. Estados Unidos, insisto, es una República ajustada a derecho y es una democracia representativa. Eso es lo que cuenta y tiene muy poco que ver con las encuestas o con las decisiones asamblearias.

Pues bien: es muy posible que una parte sustancial de los dos años de mandato que le quedan al presidente Obama tendrá que dedicarlos a defender en la Cámara y en el Senado por qué engañó a la opinión pública y por qué engañó a los otros poderes del Estado, diciéndoles, hasta la víspera del anuncio junto a Raúl Castro el 17 de diciembre del 2014, que no haría concesiones unilaterales, a menos que la dictadura cubana diera pasos hacia la libertad y la apertura. No fue una maniobra diplomática silenciosa. Fue engañosa.

En las dos cámaras hay cinco congresistas y tres senadores cubanoamericanos, republicanos y demócratas que tienen un enorme expertise en el tema. ¿No debió el Presidente conversar previamente con ellos sobre su política cubana en busca de opiniones y consejos? ¿No existe la cordialidad cívica en la Casa Blanca? ¿Ni siquiera le merecía ese tratamiento el senador demócrata Bob Menéndez, chairman del Comité de Relaciones Exteriores del Senado?

Es verdad que la política exterior es una prerrogativa de quien ocupe la presidencia, pero los legisladores tienen un claro papel que desempeñar en ese campo y todos sienten que el presidente los ha estafado. Algunos legisladores, además, suponen que el presidente violó la ley y tratarán de demostrarlo.

Lo que Obama piensa que es parte de su legado –tener relaciones plenas y cordiales con una dictadura militar–, tal vez se le convierta en una pesadilla. Por lo pronto, es un terrible error en el que no había caído ninguno de los 10 presidentes que lo precedieron en el cargo. Por algo sería.

http://www.elnuevoherald.com/noticias/septimo-dia/article7049828.html

miércoles, 6 de marzo de 2013

#venezuela Noticias urgentes para enterrar a Chávez


CÓMO ENTERRAR A CHÁVEZ
Noticias urgentes para enterrar a Chávez

Carlos Alberto Montaner | Miami | 6 Mar 2013 - 11:44 am. | 0
Era una personalidad mesiánica, estaba convencido de que había sido elegido por los dioses para ocupar un lugar superior dentro de la especie. ¿Por qué? No había nada en su inteligencia que indicara vestigios de genialidad.

Se veía venir desde hace semanas. Lo anunciaron el 5 de marzo de 2013, pero la muerte cerebral debe haber ocurrido antes.
Llegó la hora del recuento.
Cuando era un adolescente, Hugo Chávez Frías soñaba con encarnar al "Látigo Chávez", un extraordinario lanzador de béisbol venezolano que murió muy joven en un accidente de aviación en la década de los sesenta.
No pudo. Tal vez fue una pena. Hugo jugaba con mucho entusiasmo, pero tenía un talento limitado, así que debió conformarse con resucitar el espíritu del Libertador Simón Bolívar.
En todo caso, se trataba de una personalidad mesiánica. Alguien convencido de que había sido elegido por los dioses para ocupar un lugar superior dentro de la especie. ¿Por qué? No se sabe. Misterios de la autoestima. No había nada en la inteligencia de Hugo Chávez que indicara vestigios de genialidad.
Hugo provenía de un hogar de clase media situado en provincia. Su padre, Hugo de los Reyes, exgobernador de Barinas a remolque de la popularidad de su hijo, era un maestro vinculado al partido socialcristiano COPEI. Su madre, Elena Frías, también era maestra.
Su hermano mayor, Adán, mentor de Hugo, estudió física hasta obtener un doctorado y se quedó merodeando el mundo académico atrapado en las ideas comunistas. Cuando Hugo se convirtió en presidente, lo nombró embajador en Cuba y ministro de Educación. Ahora es el gobernador de Barinas. Parece que el nepotismo no es una falta en Venezuela.
Hugo dio tumbos por diversas vocaciones hasta que carenó en el ejército y se hizo paracaidista. Era, al fin y al cabo, una carrera intelectualmente sencilla, socialmente segura y con una predecible escala salarial.
En los setenta y ochenta, cuando se convierte en oficial, en América Latina mandaban muchos espadones y algunos militaban en la izquierda nacionalista-populista-antinorteamericana y prosoviética. El más popular era Omar Torrijos. El más sombrío, el peruano Juan Velasco Alvarado, asesorado por Norberto Ceresole, un argentino fascista y antisemita proveniente del peronismo de izquierda.
En la distancia, la Cuba de Fidel ya no mandaba guerrillas a destruir la frágil democracia venezolana —todas habían sido derrotadas—, pero continuaba siendo una inspiración política para muchos latinoamericanos.
La influencia militar latinoamericana, el remoto efluvio cubano, las chácharas marxista de su hermano Adán y el propio lenguaje político —el relato, como dicen hoy día— entonces vigente en la sociedad venezolana, contribuyeron a fecundarle la promiscua musa ideológica al joven Hugo.
Por aquellos años, los de la nacionalización del petróleo durante el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez, se suponía que le correspondía al Estado dirigir la economía, controlar los precios y corregir la injusta distribución de la riqueza. (Todos los disparates que Hugo Chávez cometió durante sus 14 años de gobierno fueron ensayados en las cuatro décadas que duró la democracia.)
Con ese bagaje, Chávez y otros oficiales comenzaron a reunirse para intercambiar ideas y planear la toma violenta del gobierno. Esas maniobras no pasaron inadvertidas para la jefatura militar, pero los políticos prefirieron ignorarlas.
Finalmente, en 1992 Chávez y un grupo de oficiales tratan de dar un golpe militar. El rol de Chávez era tomar la Casa de Gobierno y matar al presidente Carlos Andrés Pérez. Fracasa y se entrega, pero instantáneamente se convierte en una celebridad.
Eran tan débiles los reflejos democráticos de los venezolanos que, a las 48 horas de la sangrienta intentona, las encuestas demostraron que el 65% de la sociedad respaldaba la aventura golpista.
Una combinación letal entre la corrupción, la incompetencia y las demoledoras críticas de los medios de comunicación, habían deslegitimado casi totalmente el modelo democrático.
Una parte sustancial del país apostaba por la solución revolucionaria. Esperaba que unos tipos bien intencionados limpiaran el establo, como dicen popularmente los venezolanos, "a coñazos". Chávez encarnó esa violenta fantasía regeneracionista.
A los dos años, Chávez y los suyos fueron amnistiados. En esa época reaparece el argentino Ceresole —que en el camino había mezclado su fascismo original con las estupideces autoritarias del Libro Verde de Gadafi— y se convierte en su ángel guardián.
A mediados de los noventa Chávez va a Cuba y cae bajo el influjo de Fidel Castro. Es amor a primera vista. Fidel lo adopta y lo adapta. Extirpa de su cabeza las ideas de Ceresole y las sustituye con el catecismo marxista y el know-how aprendido de los soviéticos.
A fines del 98 Chávez gana unas elecciones y en febrero de 1999 comienza su lento y zigzagueante trayecto hacia "el mar cubano de la felicidad".
Redacta una nueva constitución, le cambia el nombre al país y modifica el escudo. Es un refundador inquieto e incorregible. En su momento, intervendrá el poder judicial, encarcelará adversarios políticos, confiscará medios de comunicación y controlará una buena parte de ellos. En suma, recortará las libertades y aumentará inmensamente los límites de su autoridad personal en medio de un incesante torrente de palabras.
En abril de 2002 una asonada militar lo saca del poder, pero solo por 48 horas. Regresa a Miraflores muy temeroso y cada vez más entregado a "los cubanos". Solo confía en los Castro y en el aparato de espionaje de La Habana.
El Instituto de Estudios Cubanos de la Universidad de Miami ha calculado el costo anual de esos servicios que Cuba le prestaba a Chávez: 10.000 millones de dólares, incluidos 115.000 barriles diarios de petróleo que llegan a la Isla para consumo y reventa. Otro cálculo, el del Dr. Carmelo Mesa Lago, padre de la cubanología, lo eleva a 13.000 millones de dólares anuales: más del doble del subsidio soviético en la era de mayor eplendor.
Mientras tanto, el chavismo consolida su popularidad por medio del más intenso asistencialismo-clientelista. Treinta misiones instruyen, curan, operan cataratas, subsidian alimentos, prometen viviendas y regalan electrodomésticos. Santa Claus vive en Miraflores.
Detrás de esas medidas ultrapopulistas subyace la idea de que Chávez gobierna para los pobres. Su gran votación está en los sectores D y F de la sociedad. Lo sostienen "los de abajo". Son estómagos agradecidos.
Chávez, además, cantaba, jugaba al béisbol, hacía chistes, insultaba a sus adversarios y vivía en la primera página de los diarios y en el prime time de la televisión. Pertenecía a la estirpe de los políticos pintorescos latinoamericanos. Era todo un espectáculo.
Pero había otra cara. La administración pública venezola es una alcantarilla. Según Transparency, es el país más corrupto de América Latina y los padres y los cinco hermanos de Hugo son frecuentemente acusados de participar de ella. Es el país que tiene la más alta inflación (29%). Han cerrado 107.000 empresas (un 15% del total). Ha emigrado medio millón de venezolanos, casi todos educados y muchos de ellos con sus capitales. El gasto público es insostenible. La ayuda exterior, una desproporcionada locura. Caracas se haitianiza y en todo el país surge ese perfil de escombros y detritus de perros típico del socialismo. Últimamente devaluaron la moneda un 32%. Tendrán que volver a hacerlo dentro de poco.
Chávez ha muerto a los 58 años de un cáncer mal curado en La Habana. Deja cuatro hijos tristes y a un tercio del país acongojado. Pero hay otro legado: durante un par de generaciones el chavismo, escindido en diversas vertientes, continuará gravitando sobre la vida pública nacional. Algo así como sucede con el peronismo en Argentina, pero peor aún.
A la nación potencialmente más rica de América Latina le esperan épocas muy malas de inestabilidad y violencia.

http://angelicamorabeals.blogspot.com.es/2013/03/como-enterrar-chavez.html

sábado, 1 de diciembre de 2012

Huber Matos


por Carlos Alberto Montaner

(FIRMASPRESS) Huber Matos acaba de cumplir 94 años. Sigue intelectualmente lúcido, y física y políticamente ágil y activo. Se trata del único comandante democrático vivo de la Sierra Maestra, de cuantos pelearon junto a Fidel Castro contra la dictadura de Batista. En 1959, en los primeros meses del triunfo revolucionario, su nombre estaba entre los jefes más queridos y respetados por el pueblo cubano. Fidel, antes de la fuga de Batista, le asignó la responsabilidad militar más importante de la lucha: tomar Santiago de Cuba, la segunda ciudad del país. Tras la victoria, lo dejó al frente de una de las seis provincias que entonces tenía Cuba. Huber era serio, responsable y buen organizador.

Además de Fidel y Raúl, solo quedan vivos, aunque también octogenarios, otros tres comandantes históricos: Ramiro Valdés, Guillermo García y Efigenio Ameijeiras, pero todos traicionaron los ideales democráticos que decían defender cuando convocaron a los cubanos a la lucha armada. Todos se plegaron a Moscú y forjaron o se sometieron a una dictadura totalitaria. Todos prometieron democracia y elecciones libres, pero crearon una larga tiranía comunista, cruel y empobrecedora.


La historia de Huber Matos está muy bien narrada por él mismo en un excelente libro de memorias, Cómo llegó la noche, publicado por la Editorial Tusquet en España. Ahí relata su procedencia humilde y sus estudios de magisterio hasta obtener un doctorado en Pedagogía y una cátedra como maestro de Ciencias Sociales.

En la obra, Huber da cuenta de su hondo compromiso con el rescate de las libertades y el restablecimiento de la democracia tras el golpe de Batista, y su incorporación a la guerrilla de Fidel para lograr ese objetivo. Relata la traición de Fidel, Raúl y el Che –principales artífices de la sovietización de la Isla—y la condena a veinte años de cárcel que sufrió y cumplió íntegramente por el inexistente delito de renunciar a su grado de Comandante y a la jefatura a la que lo habían destinado, mediante una carta privada a Fidel. Sencillamente, no estaba de acuerdo con que en Cuba se instaurara un sistema colectivista de partido único calcado del modelo soviético.

Desde hace décadas, Huber vive en el exilio de Miami en una casa limpia y sin lujos en un barrio de clase trabajadora. Allí se instaló desde principios de los años ochenta junto a su mujer, la abnegada María Luisa, responsable de criar y educar a los hijos del matrimonio durante la larga prisión del esposo, tarea que llevó a cabo trabajando sin pausa como costurera. A ninguno de los dos les interesan los bienes materiales.

Sospecho que Huber mantiene su asombrosa vitalidad y su buen estado físico por una combinación entre los genes, los ejercicios y la dieta espartana. Dirige una organización política dentro de la Isla que lucha pacíficamente por cambiar la realidad cubana. Numerosos de sus militantes son acosados, maltratados y, a veces, encarcelados. La organización se llama Cuba Independiente y Democrática, pero se conoce por su acrónimo, CID, palabra que evoca ciertas virtudes –valentía, lealtad, caballerosidad– que, justamente, se le atribuyen a Huber. El CID está bastante extendido por el país.

La biografía de Huber encapsula la trágica historia de Cuba. Como consecuencia del injustificado golpe militar de Batista, dado en marzo de 1952, se desarticula nuevamente  la vida institucional del país (había ocurrido algo parecido 25 años antes), y el atentado, la guerrilla y el terrorismo vuelven a ser las vías preferidas para tratar de recuperar la democracia. Cuba vivía en clave de heroísmo.

En esa atmósfera enrarecida sobresale Fidel Castro, un abogado sin experiencia laboral, con antecedentes de matón juvenil y atributos de líder. Es quien convoca y arrastra al sacrificio a una buena parte de la juventud idealista. Estaba especialmente dotado para la violencia revolucionaria.  Combinaba temerariamente una gran dosis de audacia y falta de escrúpulos, con unas elementales certezas ideológicas radicales, entreveradas con la urgencia psicológica de clavarse en la historia.

Creo que la lección que Huber y todos los cubanos hemos aprendido de esta terrible experiencia es muy clara. El patriotismo, bien entendido, no tiene su mejor expresión en las luchas heroicas por rescatar la democracia cuando se ha perdido ­–esas peligrosas y devastadoras revoluciones, incubadoras de desórdenes y fábricas de psicópatas–, sino en someterse al imperio de la ley, en respetar la institucionalidad, y en el callado cumplimiento de las responsabilidades cívicas y familiares, de manera que la libertad no se pierda nunca.

A sus 94 años –de los que lleva sesenta ininterrumpidamente sacrificándose por su país—Huber Matos no ha renunciado a ver a su patria libre. Ojalá vea el final de esta trágica historia.

http://youtu.be/sRKU4eVqvzA
Palabras de Montaner en homenaje a Huber Matos en México
http://www.elblogdemontaner.com/huber-matos/

jueves, 23 de agosto de 2012

Algunas medidas que facilitarían el empeño reformista y que mitigarían las penurias de la población


Sus Compañorías

por Miguel Sales Figueroa
Asamblea Cuba
Nota liminar: Desde hace algún tiempo acariciaba la idea de escribir esta carta, pero el vocativo mismo planteaba ya un dilema. El término “compañeros” ha caído en desuso en el país (¿síntoma de los tiempos?) y el de “señorías”, habitual en Europa, sonaba un tanto almidonado. Hasta que encontré la fórmula cabal, que por una punta expresa la raíz proletaria del cargo y por la otra alude al futuro pseudocapitalista al que parece abocada la isla. Disculpen, pues, el neologismo.
Sus Compañorías:
El motivo de la presente es la singular coyuntura por la que atraviesa nuestro país y, por ende, cada uno de Ustedes en tanto que ciudadanos y la institución que componen.
Las reformas que últimamente viene aplicando el gobierno del general Raúl Castro son, según el propio mandatario, otros tantos esfuerzos por adecuar las estructuras económicas a las condiciones reales del país, con la intención de mejorar la productividad, perfeccionar las instituciones y fomentar el bienestar social.
Muchísimo se ha escrito sobre la oportunidad, el calado y la rapidez de estas medidas. No voy a terciar en la polémica de si son reformas trascendentales o cambios cosméticos. Sólo quiero referirme aquí a un aspecto que ha recibido escasa atención y sobre el cual de seguro Sus Compañorías querrían obrar.
Hasta ahora, las medidas se han orientado casi exclusivamente a la economía. Al igual que Ustedes, yo he leído a Marx, a Keynes y a Friedman. Comprendo la obvia importancia del hecho económico, sobre todo en nuestra época. Pero, aunque se les considere fenómenos “supraestructurales”, ¿no creen Ustedes que las dimensiones política y social merecen también modestas reformas que permitan perfeccionar el modelo heredado de la extinta Unión Soviética?
No se trata de que el Parlamento cubano, que tan morigerado ha sido durante decenios, vaya a exigir ahora incontinenti la amnistía de los presos políticos, el fin del monopolio estatal sobre los medios de comunicación o la convocatoria de elecciones libres y pluripartidistas, nada de eso. Pero sí podría proponer algunas medidas menos subversivas y poco onerosas, que facilitarían el empeño reformista del poder ejecutivo y sin duda mitigarían las penurias de la población.
Permítanme algunas sugerencias para cuatro ámbitos en los que podrían legislar:
1. Educación: Autoricen el libre ejercicio de la docencia. No es lógico ni justo que cualquier graduado universitario pueda abrir una paladar o trabajar de taxista y que ningún maestro pueda enseñar en sus ratos libres. Dejen que las agrupaciones religiosas establezcan sus propias instituciones pedagógicas y que las familias escojan el tipo de educación que prefieran para sus hijos. En realidad, esa tendencia ya está en marcha. Ustedes sólo contribuirían a su tardía legalización. Les aseguro que esas medidas mejorarían considerablemente el rendimiento académico de los alumnos. Con un poco de suerte, pronto Cuba llegaría a tener al menos una universidad entre las primeras 600 del mundo, categoría en la que ahora brilla por su ausencia, cualquiera que sea la entidad que haya compilado la lista.
2. Sanidad. Dejen que los profesionales de la salud presten servicios particulares en sus horas libres. Por la misma regla de tres que antes usé con respecto a los taxistas y paladaristas: es justo, es lógico y será bueno para el país. La gente estará mejor atendida (quizá se eviten algunos brotes de cólera y dengue) y los galenos, más contentos. Claro que algunos ganarán más dinero. Pero la oferta será abundante y los recursos seguirán escaseando, de modo que no habrá millonarios instantáneos.
3. Deporte. Permitan que los deportistas de todas las especialidades puedan salir a competir en las ligas profesionales de cualquier región del mundo y regresar libremente al país. Las mejores ligas deportivas nunca han estado en Cuba, aunque en algún momento del pasado la isla haya dado atletas excepcionales. Las ventajas de esta reforma son obvias: aumentará a la par el nivel atlético y los ingresos del Estado, reducirá el sufrimiento de quienes ahora tienen que huir para medirse con los mejores (prófugos a los que hoy se denomina oficialmente “desertores”, como si todos hubieran sido militares) y evitará el bochornoso espectáculo de retener a sus familiares como rehenes. Hasta puede que así Cuba obtenga mejores resultados en los Juegos Olímpicos y logre frenar la decadencia que la ha hecho pasar de 31 medallas en Barcelona (1992) a 14 en Londres (2012).
4. Emigración/Inmigración. Confieso a Sus Compañorías que éste es el tema más peliagudo. Pero, si el Parlamento propusiera la libre circulación de deportistas, ¿por qué no extendería ese derecho a todos los ciudadanos? Si, en aplicación de los derechos universalmente reconocidos, todos los cubanos pudieran entrar y salir libremente de la isla, muchos de los problemas actuales hallarían pronto alivio. Aumentarían los ingresos de las familias, disminuirían el jineterismo, el balserismo y otros fenómenos nocivos para la imagen del país y quizá hasta podría iniciarse la recuperación demográfica, al mejorar las condiciones de vida. Y les aseguro que el tráfico aéreo no colapsaría por exceso de vuelos.
Esta lista de sugerencias no es exhaustiva, pero el espacio tampoco da para más. En la próxima carta les enviaré otras ideas, con el sincero deseo de que las examinen por lo que pudieran valer.
Hago propicia la ocasión para reiterar a Sus Compañorías el testimonio mi más distinguida consideración.

miércoles, 22 de agosto de 2012

Intento de asesinato de la reputación. Quien es Anna Cherubini?


por Carlos Alberto Montaner
Montaner
(Diario de Cuba) Ignoro si Anna Cherubini existe, o si es el nombre real o el seudónimo de una comunista italiana que escribe al dictado de los servicios cubanos de inteligencia. Da igual. Lo importante no es la persona, sino lo que ha escrito. Es una muestra perfecta para explicar cómo funcionan las llamadas "medidas activas" contra los demócratas de la oposición desarrolladas por el Departamento Ideológico del Comité Central del Partido Comunista de Cuba dirigido por el coronel Rolando Alfonso Borges, versión caribeña de Joseph Goebbels.
El 17 de agosto pasado, en las páginas de TellusFolio, un exitoso site italianocon motivo de la presentación en Italia de la traducción de mi novela La mujer del coronel (Edizioni Anordest),una persona que firma como Anna Cherubini me pide que responda un cuestionario (Le domande da fare a Montaner).
En realidad no se trataba de una legítima entrevista, sino de lo que los abogados llaman, en español, un intento de "asesinato de la reputación" y en inglés "character assassination". No obstante, voy a responder extensamente el cuestionario y, al mismo tiempo, me gustaría que la señora Cherubini, o quienquiera que se esconda tras ese nombre, responda, a su vez, las preguntas que deseo hacerle.
En todo caso, para entender en qué consiste esta medida activa desarrollada por los servicios de inteligencia, muy utilizada por la Unión Soviética y sus satélites cuando existía el comunismo en Europa (no hay que olvidar que el gobierno de los Castro, y en especial el Ministerio del Interior, fueron modelados por el KGB y la Stasi en la década de los 60), a continuación sigue una definición escrita por el Dr. Juan Antonio Blanco, profesor e historiador quien era, hasta hace una década, analista del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, y hoy vive exiliado y al frente de un departamento de estudios latinoamericanos en el sur de la Florida. Dice Juan Antonio Blanco en la segunda edición del libro El otro paredón:
"El asesinato de reputación (character assassination) es un proceso deliberado y sostenido dirigido a destruir la credibilidad y reputación de una persona, institución, grupo social o nación.
Los promotores del asesinato de reputaciones para lograr sus fines emplean una combinación de métodos abiertos y encubiertos como son la formulación de acusaciones falsas, fomento de rumores y la manipulación de informaciones.
El asesinato de reputación persigue la finalidad de anular la capacidad de influencia de la víctima, silenciar su voz y lograr su rechazo por la sociedad. Al transformar a sus víctimas en no-personas las hacen vulnerables a abusos aún más graves como pueden ser la agresión física, el encarcelamiento, la expropiación de bienes, el destierro, asesinato e incluso genocidio de todo el grupo social al que pertenecen.
La propaganda nazi antisemita y el Holocausto que le siguió son el ejemplo más extremo de los peligros asociados con las campañas estatales de asesinato de la reputación. Cuando un gobierno se vale de ese recurso para justificar agresiones y abusos contra sus víctimas puede considerarse a esas campañas como una forma de terrorismo estatal. Por lo general, las masacres, crímenes de lesa humanidad y genocidios son precedidos por una campaña de este corte.
En el siglo XXI, con el arribo de las Web 2.0 y las redes sociales virtuales, la diseminación de falsedades se realiza de modo mucho más rápido y efectivo. Los prejuicios sociales sembrados contra la víctima terminan por arraigarse gradualmente en la memoria social colectiva y las personas —en especial las nuevas generaciones— los aceptan como la historia verdadera o la biografía real.
Con el paso del tiempo, las percepciones falsas que fueron deliberadamente fabricadas y difundidas por diversos medios de comunicación, pueden ser incluso incorporadas a los sistemas de educación, y se convierten en parte de la historia oficial que se acepta socialmente y resultan entonces difíciles de revertir".
La ‘entrevista’ de Anna Cherubini
A continuación reproduzco las preguntas de la señora Cherubini en Le domande da fare a Montaner, así como mis respuestas:
Ya han pasado unos días desde que Gordiano Lupi moderó, el pasado viernes, en el marco incomparable de las islas Tremiti, la presentación de un libro de Carlos Alberto Montaner Suris. No pude asistir a este interesante evento, así que encomiendo a continuación a Tellusfolio las preguntas que quería hacerle al señor Montaner.
¿Cree usted que es éticamente aceptable que alguien que dice ser periodista reciba pagos regulares del gobierno de EE UU a través de la Oficina de Transmisiones a Cuba, para producir noticias negativas contra Cuba, como se descubrió en 2006?
Este escándalo llevó a la destitución de tres periodistas del diario The Miami Herald(Pablo Alfonso, Olga Connor, Wilfredo Cancio Isla) y se han puesto al descubierto las conexiones entre la administración de EE UU y los periodistas en el sur de Florida, incluyendo a Montaner, destinatario de miles de dólares.
El Nuevo Herald y The Miami Herald jamás me han pagado por publicar noticias negativas sobre Cuba. Son dos publicaciones serias y objetivas. Yo no hago esa clase de periodismo sectario, semejante al de Granma, que es el órgano de un partido político. Los dos diarios, en inglés y español, como muchos periódicos del mundo, compran y me pagan mi columna semanal.
Radio Martí es, como sucedía con Radio Free Europe, una emisora financiada por la sociedad norteamericana para burlar la censura totalitaria de los Castro. Es una reliquia de la Guerra Fría, sencillamente porque el gobierno de los Castro es una reliquia de la Guerra Fría. Esa entidad, como todos los medios en donde aparecen mis escritos, había contratado mi columna para que la leyera semanalmente. La columna podía ser sobre Cuba, la Unión Europea o sobre cualquier cosa, porque escribo a propósito de múltiples temas, y por esos artículos pagaban el mínimo que autorizan las normas (cien dólares). La razón por la que ellos me ofrecieron ese espacio para reproducir mis columnas, y por la que yo acepté pese a la ridícula remuneración que pagaban, era porque Cuba, mi país, es el único de América Latina en el que no aparecen mis columnas debido a la censura estalinista que allí impera. Era la única forma de compartir mis puntos de vista con mis compatriotas.
Tampoco es verdad que los periodistas de The Miami Herald que colaboraban con Radio Martí —como los que en Europa trabajan en otros medios y esporádicamente colaboran con la BBC o con Radio Exterior de España, ambos medios pagados con fondos públicos— resultaran expulsados del periódico. Quienes salieron del diario fueron el presidente de The Miami Herald, Jesús Díaz, como consecuencia del absurdo reportaje publicado, y el periodista autor de la información, Oscar Corral, este último por un penoso delito de carácter sexual en el que incurrió poco después.
Olga Connor continúa escribiendo en el periódico semanalmente. Pablo Alfonso y Wilfredo Cancio fueron readmitidos cuando se comprobó la injusticia que habían cometido con ellos, y luego decidieron marcharse. A mí, muy cordialmente, me llamó Humberto Castelló, director deEl Nuevo Herald, para ofrecerme excusas y jamás dejaron de publicar mis columnas.
Radio Martí, por cierto, está obligado por la ley a mantener los mismos altos estándares informativos de La Voz de América, entidad que controla sus emisiones. En esos micrófonos no se puede mentir ni difamar, como hacen Granma y los otros voceros del régimen. Por eso, una parte sustancial del pueblo cubano escucha Radio Martí con la misma avidez que en época del Telón de Acero los pueblos sojuzgados por el comunismo escuchaban Radio Free Europe.
¿Cómo se justifican los contactos con el terrorista Juan Felipe de la Cruz, en julio de 1973 en Madrid?
Juan Felipe de la Cruz, autor del atentado realizado en Montreal en 1972 contra el diplomático cubano Sergio Pérez Castillo, murió en el Avrain Hotel, cerca de París, víctima de la bomba que se prepara para golpear la Embajada de Cuba, pocos días después de la reunión en España con Montaner, quien le dio un coche de alquiler, según lo confirmado por Orlando Bosch en su libro Los años que he vivido.
Yo no tengo absolutamente dada que ver con esos hechos. El Dr. Orlando Bosch, en su libro dice lo siguiente: "Acción Cubana recibió de su gente en Cuba informes confidenciales sobre la visita de un alto funcionario castrista a Francia. Se planeó un atentado. La misión fue encomendada a Juan Felipe de la Cruz, quien voló a Madrid y se trasladó a París en auto alquilado que le propició, sin conocimiento de causa, Carlos Alberto Montaner".
¿Qué fue lo que realmente ocurrió? Algo que sucedía con alguna frecuencia. Muchos cubanos de Miami, como yo tenía cierta popularidad entre los exiliados, vivía en España y mi teléfono estaba en la guía, cuando viajaban a Madrid llamaban para pedir informaciones de cualquier tipo (hoteles, pensiones baratas, restaurantes, médicos, y hasta colegios para sus hijos). Pues bien, hace 40 años, creo recordar, alguien, presumiblemente el señor Felipe de la Cruz, invocando el nombre de un periodista amigo, llamó a mi oficina de Madrid para preguntar qué agencia alquilaba coches a buen precio. Como era habitual, lo atendí cortésmente y le pasé la llamada a mi secretaria, quien le dio los nombres y teléfonos de tres agencias, como solía hacer. Eso fue todo. Por ello el Dr. Bosch aclara que, el alquiler del auto lo "propició, sin conocimiento de causa, Carlos Alberto Montaner". No tenía la menor idea de nada.
Dejémoslo claro: me repugna profundamente el terrorismo. Me parecía abominable cuando lo practicaba abundante y cruelmente el Movimiento 26 de Julio, la organización creada por Fidel Castro durante la lucha contra la dictadura de Batista (hubo noches en las que hicieron estallar cien bombas en La Habana), y me siguió repugnando cuando la oposición, en los primeros tiempos de la dictadura comunista, integrada casi toda por personas que procedían de la revolución, recurrió a ese método de lucha.
También, por supuesto, y en mayor medida, me resulta aún más injustificable el terrorismo de Estado practicado por el gobierno de Castro, cuando adiestra, ayuda y alienta a terroristas como el venezolano Carlos Ilich Ramírez, El Chacal, formado en Cuba y preso en Francia por numerosos crímenes, así como en el pasado hizo con los tupamaros uruguayos, los montoneros argentinos y los etarras españoles. Si es condenable que existan organizaciones terroristas, más lo es que existan gobiernos terroristas, como sucede con el de los Castro, que así figura en la lista que compila anualmente el Departamento de Estado norteamericano.
Si a la señora Anna Cherubini le interesan los vínculos de Bosch con otras personas que practican el terrorismo, no debe señalarme a mí, sino a Fidel Castro. Además, debe tener en cuenta la afectuosa relación que existió entre Bosch y Fidel Castro desde fines de los años cuarenta. Ambos fueron amigos y ambos militaron en la Unión Insurreccional Revolucionaria (UIR) que dirigía Emilio Tro. Por eso, Orlando Bosch, cuando triunfó la revolución en 1959, se convirtió en el coordinador del Movimiento 26 de Julio en la provincia de Las Villas y Fidel le ofreció el cargo de Ministro de Salubridad, distinción que no aceptó porque era, realmente, anticomunista.
De paso, como veo que tiene interés en los hechos de sangre originados en las riñas políticas cubanas, la señora Cherubini debe averiguar y contarles a los lectores italianos por qué en la época en que Fidel y Bosch eran amigos y militaban en la UIR, Castro trató de matar al estudiante Leonel Gómez (lo hirió por la espalda) el 12 de diciembre de 1946. Y por qué asesinó al sargento de la guardia universitaria Oscar Fernández Caral el 4 de julio de 1948, si éste no mentía al acusarle de dispararle, poco antes de fallecer. Asímismo, podía aclarar, de una vez por todas, la responsabilidad de aquel joven Fidel Castro en el asesinato del líder estudiantil Manolo Castro (no estaban relacionados) el 22 de febrero de 1948, entonces acusado de ser el autor intelectual del crimen.
Sin embargo, como italiana que es, o dice ser, o se supone que sea, si de verdad está interesada en el terrorismo y la violencia revolucionarias, acaso le interesará explorar las relaciones entre el aparato subversivo cubano y las Brigadas Rojas, y, sobre todo, el Gruppi di Azione Partigiana fundado por Giangiacomo Feltrinelli, un millonario comunista totalmente deslumbrado por la figura de Fidel Castro, como me contó el periodista italiano Valerio Riva, quien viajó a La Habana en los primeros tiempos de la revolución junto a Feltrinelli.
¿Cómo responde usted a quienes dicen que estaba al tanto de la preparación del asesinato del rector de la Universidad Centroamericana, el jesuita Ignacio Ellacuría, que tuvo lugar en noviembre de 1989 en Salvador? ¿Y cómo se explica el hecho de que, justo una semana antes, en el curso de un programa de Mercedes Mila, amenazó a Ignacio Ellacuría?
En noviembre de 2009, el diario español El Mundo informó que, de acuerdo a los documentos desclasificados de inteligencia de EE.UU. y la CIA y el CESID (servicio secreto español), sabían que el sacerdote salvadoreño Ignacio Ellacuría y cinco de sus compañeros serían asesinados por escuadrones de la la muerte del ejército salvadoreño.
Solamente la mala fe y la voluntad de difamar pueden llevar a Anna Cherubini —o sea, a los servicios secretos cubanos— a repetir una infamia que ya he desmentido con pruebas que están al alcance de cualquiera que busque en YouTube.
Mi debate con el jesuita Ignacio Ellacuría en el programa de Mercedes Milá ocurrió cinco años antes del monstruoso asesinato de éste y otros sacerdotes y colaboradores. Y fue un debate intenso, pero respetuoso, como correspondía a dos personas decentes. Por supuesto que no existió por ninguna de las dos partes la menor amenaza. Fue un simple intercambio vigoroso de ideas.
Es interesante analizar cómo el aparato de difamación del gobierno cubano monta la mentira que ahora repite Anna Cherubini: 1) aparece una información en un diario español que dice que los servicios de inteligencia de ese país sabían que iban a matar a Ellacuría el 16 de noviembre de 1989. 2) Con el mayor descaro, mienten y afirman que una semana antes del asesinato, yo había discutido con el sacerdote en la television y lo había amenazado de muerte. El gobierno cubano oculta que el debate había sucedido cinco años antes, y que en él, por supuesto, no había existido ninguna amenaza. 3) Hacen la afirmación canallesca de que, como yo vivía en España, sabía que los militares salvadoreños iban a matarlo y por eso lo amenacé.
Con lo que no contaba el aparato de difamación castrista es que existía una copia del debate que se puede ver en YouTube o en mi blog. No obstante, el gobierno de los Castro continúa repitiendo la mentira, como ahora ha hecho Anna Cherubini.
¿Cómo se definen las actividades dirigidas a bloquear las inversiones extranjeras en Cuba, como las visitas a las oficinas de las compañías extranjeras que operan en Cuba por los miembros de la PDC (Plataforma Democrática Cubana) y por el propio Montaner? ¿Es verdad que por ese tono amenazante Montaner fue expulsado de las oficinas de Tryp Hoteles? ¿Es cierto que Montaner y el PDC amenazaron con elaborar el "Salón de la Vergüenza", una lista negra de las compañías extranjeras que operan en Cuba?
Jamás en mi vida he estado en las oficinas de Tryp Hoteles, así que es absolutamente falso que fui expulsado de ellas (ni siquiera sé dónde se encuentran). Por el contrario, hace unos años, unos ejecutivos de esa empresa, muy amablemente, me invitaron a cenar en Madrid para conocer mi opinión sobre estas inversiones de los hoteleros españoles o de cualquier nacionalidad en Cuba.
Tras escucharlos durante veinte minutos quejarse y burlarse de la realidad política cubana, les dije, y ahora reitero, que por dos razones fundamentales esas inversiones en hoteles pueden tener consecuencias penales, cuando se restablezca en Cuba la democracia.
La primera: las multiples violaciones de las normas establecidas por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), institución a la que pertenecen tanto España como Cuba. En esa Isla, el Estado, de común acuerdo con su socio inversor extranjero, les confisca a los trabajadores el 95% del salario mediante un cambio de moneda tramposo, y le prohibe todos los derechos sindicales, comenzando por el de huelga. Eso constituye delito.
La segunda razón: la complicidad entre la gerencia extranjera de esos hoteles y las actividades ilegales de espionaje a que someten a muchos de los huéspedes. La cadena Tryp, Meliá y el resto de los empresarios hoteleros son cómplices en la colocación de cámaras de video y grabadoras de audio en las habitaciones, y saben que entre sus empleados hay policías dedicados a esos menesteres. Incluso aplicando la propia ley cubana actual, esas actividades son ilegales.
Téngase en cuenta que no se trata de empresarios que invierten en países controlados por dictadores, sino de empresarios que se asocian con la dictadura para ganar dinero sin importarles los derechos de los trabajadores o la intimidad de las personas que utilizan sus servicios. Si en Madrid o en Roma un hotel oculta micrófonos o cámaras en las habitaciones de los huéspedes, los responsables de ese delito pueden acabar en la cárcel y resultar severamente multados.
Lo que entonces les dije a los hoteleros de Tryp, en el tono cordial que suelo utilizar, porque me pidieron mi opinión, es que esa colaboración es profundamente inmoral, y les recordé lo que les sucedió en Alemania a empresas como Bayer, Krupp y Volkswagen por colaborar con la dictadura nazi: además de pedir perdón públicamente por lo que ahora llamaríamos "irresponsabilidad moral coorporativa", hasta hace unos años estuvieron pagando altas multas por su comportamiento contrario a la ética.
¿Está de acuerdo de haber apoyado, como admitió ("… porque nos detuvieron casi en el momento en que planeábamos ayudar a las guerrillas campesinas de las montañas del Escambray…", en Havana Journal, 16 de agosto de 2005), el trabajo de las bandas terroristas que aterrorizaron a la Sierra del Escambray en los años 60 y que cometieron crímenes atroces como el del alfabetizador Manuel Ascunce Domenech?
1960. Situémonos en Cuba. Apenas ha pasado un año de la fuga de Batista y ya se ha constituido una dictadura comunista. La revolución, hecha para restaurar la libertad, ha sido traicionada por Fidel Castro. Todos los periódicos, medios de comunicación y escuelas privadas fueron confiscados por el Gobierno en los primeros 18 meses. Sorpresivamente, Fidel entregaba la revolución a la Unión Soviética y calcaba esa manera siniestra de organizar la sociedad. La diversidad, incluso el homosexualismo, se convertía en un crimen. Cualquier crítica se pagaba con la cárcel. En ese momento, ya había unos 19.000 presos politicos en el país y no cesaban los fusilamientos.
Ante esa traición, numerosos revolucionarios que habían luchado contra Batista, vuelven a tomar las armas contra la nueva dictadura. En las montañas del Escambray, en el centro de la Isla, se produce una verdadera rebelión campesina dirigida por el comandante Plinio Prieto, el capitán Porfirio Remberto Ramírez, presidente de los estudiantes de la Universidad de Santa Clara y el comandante Evelio Duque.
Todos son oficiales del ejército revolucionario que derrocó a Batista. Quieren y piden democracia. Han visto con horror cómo apresaron y condenaron a 20 años de cárcel al comandante Huber Matos, uno de los héroes de Sierra Maestra, por escribirle una carta privada a Fidel Castro denunciando la entronización del comunismo.
El ala democrática del primer gobierno de la revolución, tiene que huir del país o esconderse para volver a la lucha. El Dr. Manuel Urrutia, primer presidente de la revolución, debe buscar refugio en una embajada junto a toda su familia. Se sabe que hay poco tiempo para evitar que la dictadura de corte estalinista arraigue en el país. Todas las universidades se convierten en focos de conspiraciones contra la nueva tiranía.
Es en ese contexto en el que yo, a los 17 años, hace más de medio siglo, junto a un grupo de estudiantes, como hicimos miles de muchachos, nos integramos a la Resistencia, como hicieron los franceses o los italianos honorables y patriotas contra los nazis y los fascistas.
Fue en ese contexto en el que planeábamos ayudar a las guerrillas campesinas del Escambray para evitar la tiranía que se cernía sobre el país y rescatar la democracia negada por Castro pese a sus previas promesas.
Lamentablemente, los cuatro amigos (entre miles de estudiantes que conspiraban) fuimos apresados y condenados a largas penas. A uno de ellos, a Alfredo Carrión Obeso, lo asesinaron los guardias en la cárcel. Yo logré escaparme al poco tiempo de haber sido apresado.
No dudo que algún grupo guerrillero antitotalitario haya cometido excesos condenables, pero los fusilamientos en masa de los detenidos los cometía el Gobierno. Como me contó un médico, oficial del ejército de Castro que luego desertó en España, mataban inmediatamente a los prisioneros de un tiro en la cabeza, para abrirles rápidamente el estómago y los intestinos con el objeto de averiguar cómo se alimentaban.
En el Escambray, en efecto, hubo crímenes lamentables. De cada 100 crímenes, 99 los cometió la dictadura. Esta historia ya le he contado en alguno de mis libros.
Estas son las preguntas que me gustaría hacerle al señor Montaner. Una vez dicho esto, me pregunto: ¿le compraría un coche usado a este hombre? Un coche que no lo sé, pero no es un libro!
Mis preguntas a Anna Cherubini
Este final de la señora Cherubini sirve para demostrar, con sus palabras, por qué miente y difama, por qué intenta asesinar mi reputación: su propósito —que es el de la policía política cubana— es intentar impedir que se publiquen o se lean mis libros o los escritos de cualquier demócratas de la oposición. A eso se dedican las dictaduras totalitarias: a censurar, a impedir que las personas se expresen libremente. En eso consiste el "asesinato de la reputación". Afortunadamente, es inútil. Un día los pueblos derriban los muros.
Por último, en vista de que yo he respondido las preguntas de la señora Anna Cherubini —o de quien las haya formulado—, me gustaría que en justa reciprocidad me respondiera las mías. Son muy sencillas:
1) ¿Por qué en Cuba, después de 53 años de dictadura de partido único, no se les pregunta a los cubanos, como proponía Oswaldo Payá, si quieren seguir con ese fallido sistema, o si prefieren un modelo de Estado multipartidista en donde haya diversas opciones, como existe en las 20 naciones más prósperas del planeta y, además, en toda América Latina?
2) ¿Por qué los cubanos no pueden organizarse y reunirse libremente para defender las ideas y los intereses que comparten? ¿Por qué no pueden crear sindicatos que no dependan del Estado-patrón? ¿Por qué no pueden escribir y debatir sus ideas y propuestas con libertad?
3) ¿Por qué los cubanos no pueden leer los libros y los diarios que desean, o escuchar las emisoras internacionales de radio que les plazca, o tener antenas parabólicas para ver televisión de otros países, o acceder libremente a internet? ¿No han bastado 53 años de adoctrinamiento y pensamiento único, infligidos a tres sucesivas generaciones de cubanos, para convencerlos de las bondades de un sistema que tiene que dedicarse a ocultar la realidad exterior como mecanismo de defensa?
4) ¿Por qué los cubanos no pueden entrar y salir libremente de la Isla, sin necesidad de permisos? ¿Son esclavos o menores de edad?
5) ¿Por qué se les niega a los cubanos la posibilidad de enriquecerse con el producto de su esfuerzo, como se autoriza a los extranjeros? ¿Por qué los cubanos talentosos, capaces de crear riqueza si los dejaran, no pueden aspirar a vivir con las comodidades con que viven, por ejemplo, Raúl Castro o Ramiro Valdés?
Si Anna Cherubini no desea o no puede responder estas preguntas, tal vez el coronel Rolando Alfonso Borges se anime a hacerlo. Al fin y al cabo, en su condición de Jefe Ideológico del Comité Central del Partido Comunista de Cuba no solo le corresponde la tarea vil de intentar asesinar la reputación ajena. Entre sus funciones está defender la maltrecha reputación de la revolución. Aquí tiene una oportunidad de hacerlo.