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viernes, 8 de noviembre de 2013

Entre la usura del estado raulista y la suspicacia del ciudadano de a pie.

Entre la usura del estado raulista y la suspicacia del ciudadano de a pie.

Nos decía un profesor de periodismo cuando nos impartía uno de los cursos a distancia desde la Universidad Internacional de la Florida (FIU) que los cubanos hablábamos del estado, como si se tratara de una persona.

Esa reflexión es  verdadera y la sentimos los cubanos en carne propia. El estado es como un ente que nos avasalla y nos convierte en sus esclavos. Los gobernantes de Cuba  prefieren una definición de esa naturaleza, que reconocer que en Cuba rige una dictadura personal y familiar. No aceptan aquel enunciado emitido por  Luis XIV de Francia, el nombrado Rey Sol, de que; “El estado, soy Yo”. Este enunciado, ha sido una realidad para los cubanos, tanto con la regencia de Fidel Castro, como con la de  Raúl. Ellos son verdaderamente los propietarios del estado cubano. 

Así pasamos del estado paternalista y compasivo de Fidel Castro, el de las subvenciones y las gratuidades inútiles, hasta el estado despiadado e inmisericorde, usurero y estafador de Raúl Castro Ruz, que no perdona ni un centavo de nuestra deuda y que además nos esquilma, a pesar de habernos robado hasta la última moneda del bolsillo y lo poco que quedaba de nuestras propiedades y de nuestros derechos, entre ellos, el derecho de disfrutar de una vida digna.

En estos días el documento que más demanda mantiene, dentro de la población cubana, es la Gaceta Oficial de la República.  Prácticamente no hay mes en  que no salga publicada en gaceta, una nueva disposición del Consejo de Estado, del Consejo de Ministros o de algún ministerio en particular u organismo, con un nuevo Decreto-Ley, una nueva Resolución o disposición de algún tipo.

La gente escudriña las nuevas leyes y resoluciones, pero siempre descubre algo pernicioso para el ciudadano y si no resulta del todo malo, es porque tal vez sea peor. Todas son amenazas, coacciones y coerciones. Multas, decomisos y desmantelamientos. Siempre medidas represivas contra la población, que cada día más desesperada intenta sacar la nariz para poder respirar. Ya hay quien expresa; “Me importa un bledo lo que diga la ley, yo no me voy a morir de hambre”.

En mi barrio de Centro y  Habana Vieja, reina el caos cotidiano; camiones atestados de policías, otros con perros. Patrulleros, caballitos y otras motos policiales, autos de la gendarmería y policías de a pie persiguiendo a la gente, constantemente. Inspectores corruptos y extorsivos. Cohecho, soborno,  corre -corre  de trabajadores por cuenta Propia, vendedores ambulantes e indocumentados o inmigrantes sin “papeles” y prostitutas por decenas. Discusiones, debates, protestas y aprehensiones. Inefectividad del gobierno y de sus absurdas y repulsivas leyes.

Los corruptos están hasta en los CDR de cada cuadra. Por ejemplo en mi cuadra donde la presidenta tiene un negocio por la izquierda, de venta de confituras al por mayor. Sobornan al Jefe de Sector con cuarenta CUC mensuales, para que le brinde protección e impunidad, mientras hace su trabajo de chivatería militante, junto a su marido. Verdadera fuente de ilegalidades, pero con credenciales e investidura “revolucionaria”.

Con los trabajadores cuentapropistas, la represión es constante. Llegan los inspectores y la gente se escabulle como los ratones en sus cuevas. Cuando los bandidos se marchan, vuelven a salir. La gente no cree, ni en las leyes, ni las respeta, es como jugar a los escondidos. Se escucha la voz de “Agua”, que quiere decir que vienen los indeseables policías, con los aborrecidos inspectores.  Los vendedores mejoran las técnicas para el enmascaramiento o la retirada.

Nadie respeta a la dictadura ni  a sus sicarios y cada vez el conflicto se torna más violento. El miércoles pasado ante una protesta tumultuaria en la calle Monte, debido a la represión contra un bici taxista, un policía azuzaba a su perro para hacer retroceder a los manifestantes. El perro estuvo a punto de morder a varias personas y el enfrentamiento estuvo a punto de terminar, con el apaleamiento del perro y de los policías. 

Como el dicho; “Tanto da el cántaro a la fuente, hasta que se rompe”. El conflicto con los trabajadores por cuenta propia, alcanza ahora a los taxistas. Les están llegando cuentas milenarias, por deudas con el fisco, en muchos casos excesivas o muy exageradas. Dieciocho, veinticinco y hasta treinta y cinco mil pesos y más. Conozco a un taxista que deberá vender uno de sus automóviles, para poder pagar la deuda, en un país donde no hay hábito de pagar las cuentas públicas.

Claro, fraudes se cometen por montones, pero también se impone la más obscena arbitrariedad por parte del estado omnipotente, nada conveniente para este sector de la economía ciudadana, que se espera pueda generar miles de puestos de trabajo. Se incluye la represión de actividades no autorizadas, como salas de juegos cibernéticos y los cines en 3D. Aunque nunca fueron autorizados formalmente, se conoce que en Cuba, todas las actividades comienzan con la informalidad hasta que por fin se  “legalizan”.

Aquí los gobernantes no cederán ni un ápice, porque esto tiene que ver con la información a la población y la independencia del adoctrinamiento gubernamental, que ellos tratan de controlar contra viento y marea. Se de alguien que realizó una millonaria inversión, reparó un inmueble estatal de dos plantas e incluso, importó equipos muy modernos para realizar su proyecto cinematográfico, pero fracasó con esta última medida gubernamental.

Con los vendedores de ropa importada no hay arreglo tampoco, porque las tiendas que son propiedad de los estamentos militares (la nueva oligarquía de la República Castrista), no pueden competir con los particulares, con sus productos de pésima calidad y de escaza variedad. Eso es sencillamente  intolerable para la gendarmería, de una tiranía militar, tan avara. Solo habrá un plazo hasta el 31 de diciembre de 2013 y a partir de entonces, las ventas deberán continuar en la más absoluta clandestinidad, como lo fueron en sus inicios.

Todos los días espero que se produzca un conflicto tremebundo, pero no  acaba de producirse.