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domingo, 6 de mayo de 2012

#Venezuela #Ecuador Mi flor y la del pequeño príncipe

Iria González-Rodiles

Ahora, aunque Cuba es una eterna primavera, importa flores del Ecuador: nada menos que esta isla de una flora tan exuberante como la naturaleza sudamericana descrita, con enfermiza exageración por Alejo Carpentier en "Los pasos perdidos".

El hecho me retrotrae a la anécdota del funcionario cubano que, en un viaje por la fría Europa, compró una máquina barredora de nieve para Cuba. También me recuerda la venta racionada de pescado en latas, proveniente de Chile, porque al margen de que hierros, peces y flores pertenezcan a distintos reinos -mineral, animal, vegetal-, se involucran en sucesos semejantes.

Estos absurdos evidencian, al menos, la ineptitud e ignorancia oficializadas, pues Cuba es una isla -o archipiélago, como quieran- de clima tropical y, claro está, se encuentra rodeada de agua salada por todas partes, donde abundan las especies marinas comestibles. No precisa de limpianieves de la Siberia, ni del pescado de la Patagonia... ni de flores ecuatoriales.

El nuevo disparate quedó al descubierto nada menos que en una funeraria. Imagíneselo usted. Ante los ojos atónitos de los pobres dolientes -así nombramos aquí a quienes pierden un ser querido-, comenzó el singular desfile, hacia una de las capillas con un sinfín de cojines, coronas, cestas, ramos, guirnaldas, de exquisitos diseños y gran variedad de flores, cuyo perfume natural colmaba el recinto a su paso. Una hermosura.
Saltaba a la vista de todos los espectadores, dolientes y asistentes, la diferencia abismal entre aquellas advenedizas ofrendas florales y las depositadas en las demás capillas.

Como siempre, el resto correspondía a los obligatorios cojines y coronas confeccionadas con las mismas moyitas y maribelas de opacos colores, peculiar olor a yerba y carentes, por demás, de un diseño creativo, como si todo conspirara para hacer más lúgubre y deprimente el trance del último adiós.

Aunque "no era el momento" -como aquí se sanciona con severidad verbal a lo inoportuno- un doliente se atrevió a indagar sobre el origen de tan finas y exclusivas ofrendas mortuorias. Luego, me dijo: "Son flores importadas. Se pagan en dólares. La agencia se llama Tropiflora". Con posterioridad, amplié la pesquisa mediante una llamada telefónica. La mayoría de las flores se compran en el Ecuador: rosas, lirios, claveles, mini claveles... todas cultivables en Cuba.

Cada flor cuesta no menos de 80 centavos de dólar (20 pesos cubanos) y casi todas sobrepasan el precio de $1.50 (46 pesos cubanos). Algunas, como el lirio, ascienden a $3.20 (más de 78 pesos cubanos) y hasta descubrí que también se importa de Holanda una espiga con un precio de venta -cada una, como todas- de 14.80 (384 pesos, salario de todo un mes de determinados profesionales cubanos).
Después, llamé a varios jardines y florerías de venta en moneda nacional: "El Clavel", de Centrohabana; "El Gladiolo", de Regla; "La Azucena", del Vedado; "Los Jazmines", de 10 de Octubre; y las "Mil Flores", de Guanabacoa.

Pero ninguna florería o jardín hace honor al nombre que lo identifica: "El Clavel", no tenía a la venta claveles; ni "El Gladiolo", gladiolos; ni "La Azucena", azucenas; ni "Los Jazmines", jazmines; ni las "Mil Flores", miles. Sólo moyitas y maribelas.

Nada menos que Cubita la bella, la caribeña -que bien podría ser elegida para la sede del paraíso bíblico por su pródiga naturaleza- encarga flores a un vecino de costas al Pacífico y a otro de la lejana Europa.

A quién se le habrá ocurrido importarlas aquí, donde hasta las flores silvestres, con sus intensos colores llenan los ojos y satisfacen a los más refinados espíritus; y donde hasta una pucha de flores anaranjadas de rompezaragüey, con su fortísimo y peculiar olor, impactaría al propio Van Gogh.

Prefiero mi flor, como en "El pequeño príncipe", pero no la cultivan. Lo sencillo aquí tampoco funciona o se torna tan complicado como importar flores -inaccesibles para todos- desde otras latitudes.

Fuente: http://www.sipiapa.org