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jueves, 12 de abril de 2012

PRÓLOGO Y EPÍLOGO DE UNA VISITA HISTÓRICA

René Gómez Manzano
Abogado y periodista independiente


En las homilías y discursos pronunciados durante su reciente visita a Cuba, el papa Benedicto XVI habló de temas que tienen evidente actualidad en la Isla. En las circunstancias de hoy, la mera alusión a la necesidad de realizar cambios y respetar las libertades fundamentales puede ser valorada como una verdadera mención de la soga en casa del ahorcado.

Por supuesto, esas insinuaciones fueron hechas en forma general, abstracta si se quiere, como lo aconsejan el protocolo, la diplomacia, la buena educación y la investidura mundial del orador. Pero a los que critican lo que ellos califican como supuesto pecado de omisión del Sumo Pontífice —al no haber sido más específico y tajante en sus críticas—, olvidan el preludio de su viaje.

Cuando Benedicto XVI volaba hacia México, primera escala de su gira latinoamericana, hizo declaraciones a la prensa sobre la inviabilidad del marxismo en Cuba y la disposición de la Iglesia a colaborar para encontrar una salida sin traumas a la aplicación de esa obsoleta doctrina. ¿Quieren sus detractores un pronunciamiento más claro, actual y específico!

En ese contexto, lo más curioso de todo fue la respuesta del gobierno castrista. El Ministro de Relaciones Exteriores, contestando a dos periodistas, trató de replicar a las declaraciones del Santo Padre. Las manifestaciones del primer diplomático cubano, pese a lo previsible de las preguntas y a sus habilidades expositivas (que buena falta le hacen, dado el régimen que defiende), resultaron poco convincentes.

El señor Rodríguez Parrilla habló de respeto hacia las opiniones de otros (¡él, que representa a un sistema que si por algo se caracteriza, es justamente por la irreverencia y el atropello a todos sus conciudadanos que discrepan!), así como a la disposición de escuchar con atención lo que tuviese que decir el Jefe de la Iglesia Católica.

En una conversación sobre este tema, mi compañero del Grupo de los Cuatro, el profesor Félix Antonio Bonne Carcassés, me recordaba unas estrofas del poeta costumbrista de ascendencia africana (y también europea y asiática, ya que tocamos ese tema) Emilio Ballagas:

¿Tú no eras negro de navajazo?

¿Tú no eras negro guapo verdá?

¡Pues te espantaron tus dos galletas

Y te quedaste como si ná!

El gobierno castrista encajó la bofetada —una sola, pero bien enérgica— propinada por el Papa justo antes de viajar a Cuba. ¡Como cambian los tiempos! ¿Se imaginan cómo hubiese actuado Fidel Castro si durante la “era feliz” del mantengo soviético a algún sucesor de San Pedro se le hubiese ocurrido declarar algo semejante!

Pero reacción del gobierno cubano sí la hubo. De manera análoga a un bravucón de barrio, que imita al personaje del poema de Ballagas cuando alguien más poderoso lo ataca, y para restablecer su reputación erosionada se desquita de inmediato con el primer infeliz que le cae delante; así también las autoridades castristas, después que el Papa cuestionó públicamente el fundamento teórico de su obsoleto sistema en vísperas de su viaje, arremetieron contra sus súbditos más desvalidos.

Se extrajo de las calles a miles de pordioseros, cientos de opositores pacíficos fueron arrestados y a muchos más se les privó del servicio telefónico. Cabe suponer que Benedicto XVI, en las conversaciones privadas con Raúl Castro, planteara su inquietud sobre la oleada represiva. Al menos así lo sugieren las palabras del General Presidente en la despedida al visitante, pues ellas tenían las características de una respuesta.

Las autoridades eclesiásticas nacionales han tenido a bien no pronunciarse de manera pública sobre esa arremetida contra los disidentes y otros ciudadanos. Cabe pensar que los prelados cubanos consideren que, por razones tácticas, la Iglesia no deba pronunciarse al respecto. ¿Pero tampoco tienen que ver con las veintenas de fieles católicos a los que se les impidió manu militari asistir a las misas papales?

La Habana, 9 de abril de 2012