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sábado, 30 de septiembre de 2023

Fulgencio Batista: La Historia No Contada. Cuba Antes de la Revolucion

Fulgencio Batista

La vida de Fulgencio Batista y la historia de Cuba. En las paradisiacas antillas del Mar Caribe, se encuentra una hermosa isla de múltiples colores, playas de ensueño y campos fértiles, llena de gentes trabajadoras y alegres, que han sido testigos de victorias y tragedias en los vaivenes de la historia y el poder. Antes de la famosa revolución con la que Fidel Castro proclamó el Estado socialista, la isla de Cuba tuvo como protagonista y hombre fuerte durante más de dos décadas al Coronel Fulgencio Batista. Batista encabezó un periodo de desarrollo económico y social, en el que Cuba surgía como una de las naciones más prósperas y visitadas de la región.

Fue también un periodo de intrigas, corrupción y mafias en un país que nunca logró independizarse plenamente. Contrario a la mitología oficial, aunque Batista fue apoyado por la potencia norteamericana, luego los Estados Unidos serían un factor clave la ayuda a los guerrilleros revolucionarios y en las conjuras que terminaron por derrocarlo y sellar el triunfo de la revolución cubana. Hoy vamos a conocer esta historia cada día más desdibujada por el tiempo. 

Autor y narrador: Reinaldo Carrillo. Editor de video: Stefano Casa.

miércoles, 1 de agosto de 2012

La Cuba de Batista se ha quedado chiquita

Por Víctor Manuel Domínguez
Borracho dormitando en Galiano y San Rafael- Foto de Victor Manuel Dominguez

Borracho dormitando en Galiano y San Rafael- Foto de Victor Manuel Dominguez

LA HABANA, Cuba, julio, www.cubanet.org -A la calle Galiano los habaneros nunca la han llamado por su nombre oficial, Avenida de Italia, aunque es así como se encuentra señalizada. Hace tiempo que la famosa esquina de Galiano y San Rafael dejó de ser “la esquina del pecado”, denominación por la que se conocía hasta la década de los sesenta. “El desfile constante de cientos de bellas habaneras que le granjearon el sobrenombre al ir de tiendas”, según dice Eduardo Robreño, se ha olvidado, aunque el pecado continúa vigente.
Gracias a la revolución, la calle Galiano es pura miseria. En una de sus esquinas, donde se levantaba El Encanto, elegante tienda por departamentos, destruida por un incendio en los años sesenta, existe un parque donde artesanos, alcohólicos, buscavidas y jineteras comparten el lugar. El parque se llama Fe del Valle, pero durante muchos años (décadas de los setenta y ochenta) le llamaban popularmente “La gran estafa”, pues al quemarse El Encanto, el gobierno recogió dinero entre la población para edificar otra tienda, y, al final, todo el proyecto terminó en ese parquecito.
En la acera de enfrente, la antigua tienda por departamentos Variedades Galiano, originalmente Ten Cent (Woolworth’s), es un oscuro, maloliente y desabastecido mercado, donde se vende ropa reciclada y pan con jamón, salfumán y cerveza marca Cacique, merucos para el baño y cake. La gente no se explica por qué el cake siempre es viejo, nadie ha tenido la suerte de comprarlo el mismo día que lo elaboran.
Indigentes en Galiano y Barcelona - Foto de Victor Manuel Dominguez

Indigentes en Galiano y Barcelona - Foto de Victor Manuel Dominguez
Al cruzar la calle, aún conserva su nombre Flogar –nombre que se debe a Florentino García, su dueño hasta que la revolución la intervino-, una tienda que hizo época antes de la revolución, y que hoy es un monumento al mal gusto, además de otro templo socialista del “no hay nada” que ofrecer.
Pero Galiano era mucho más que la esquina con San Rafael. La Casa Grande, como la frutería El progreso de Cuba, estaba en la esquina con San Miguel. Hoy es una relojería sin piezas para reparar relojes.
Bajando hacia el Malecón, el Callejón del Conde Cañongo (paralelo a la iglesia de Monserrate, inaugurada en 1843), se ha convertido en un burdel de acción rápida, y en un parqueo de bici taxis, donde cualquier negocio ilícito puede ocurrir.
Galiano, entre Neptuno y Concordia, no sólo era escenario del café Camagüey, sino también del majestuoso Cine Teatro América, una joya del art deco que aún permanece allí, pero a mil años de su esplendor. El hotel Lincoln y otras instalaciones que dieron lustre a la calle, hoy apenas se notan por su deterioro, los baches y la oscuridad
Vidrieras de Flogar (San Rafael y Galiano) foto de Victor Manuel Dominguez

Vidrieras de Flogar (San Rafael y Galiano) foto de Victor Manuel Dominguez
Llena de timbiriches, casas en mal estado, edificios derruidos, y de una creciente cantidad de indigentes que pernoctan, trafican, viven de lo que genera tan céntrico lugar, Galiano extiende su ruina desde la Calzada de Reina hasta el Malecón.
Edilberto Pacheco, con albergue fijo para dormir en la glorieta o en un banco del parque El Curita, y con zona de “trabajo” en cualquier establecimiento donde sea posible recoger latas vacías de refresco y cerveza, para luego revenderlas como materia prima, dice que aquí la policía los deja hacer, siempre que no alteren la tranquilidad.
Al preguntarle si no tiene hogar, me dijo que su esposa y dos hijos viven en un cuarto, en el albergue La Fraternidad, pero que desde hace algunos meses los abandonó, cansado de las peleas por la imposibilidad de resolver con su salario el problema familiar.
“Ganaba casi 300 pesos, pero eso no alcanzaba, y mi mujer me llamaba inútil, vago, que no tenía pantalones para inventar, y cada día me resulta más difícil volver”, me dijo.
Decenas de individuos como Edilberto pululan por esa zona de Galiano, duermen en los portales, mendigan en los cafés, se hunden en el alcohol y otros escapes y recorren la calle con el único afán de subsistir.
“Pensarás que soy un cobarde –concluyó Edilberto- pero todos no tenemos el valor ni los medios para enfrentar la realidad”.
vicmadomingues55@gmail.com

Posteado por : "Comité Pro Libertad de Presos Políticos Cubanos" 

domingo, 22 de julio de 2012

26 de julio: nada que celebrar


Enigmas y paradojas del Moncada

LA HABANA, Cuba, julio, www.cubanet.org -Acercándose la celebración por un nuevo aniversario del fracasado y publicitado asalto al cuartel Moncada, en 1953, resulta oportuno revisar ciertos pormenores del suceso que, curiosamente, la hagiografía oficialista siempre ha  esquivado abordar.
En primer lugar, hubiera sido algo insólito que tuviera éxito el plan de tomar por asalto el segundo cuartel militar más importante del país, sin que la mayoría de los asaltantes tuvieran la menor oportunidad de conocer con anticipación detalles de su estructura interna, distribución de los efectivos, las salidas, puntos débiles, etc.
Cualquiera que haya visto una película de ficción sobre un simple robo bien orquestado, habrá observado que siempre los atracadores ensayan minuciosamente todos los posibles escenarios y sus alternativas. Pese a las razones de discreción para garantizar la sorpresa, alegadas por los historiadores que han investigado el asalto, es evidente que la poca preparación táctica y estratégica claramente indican que fue un plan atolondrado, una masacre anunciada sin la menor posibilidad de éxito.
En segundo lugar, el hecho de que los atacantes se disfrazaran con el mismo uniforme que vestían los soldados de la República, añade un elemento artero a la acometida. El Convenio de Ginebra, de 1929, establece que el uso del mismo uniforme del adversario para sorprender en una acción bélica anula sus derechos al prisionero de guerra. Fue otro vil actuar de los autodenominados “moncadistas”, que incitaría en su momento la sed de venganza de los contrarios y la ejecución inmediata de un grupo de atacantes. Hoy, un acto así, sería considerado terrorismo.
Sólo nueve años antes del ataque al Moncada, en la ofensiva alemana de las Ardenas, comandos nazis conformados por ex-ciudadanos norteamericanos de origen germánico, se introdujeron entre las filas norteamericanas disfrazados con el uniforme de los soldados de Estados Unidos, matando a muchos por sorpresa. Al ser capturados aun vistiendo ese uniforme, fueron ejecutados.
El ejemplo quizás no justifique las golpizas y la masacre de los jóvenes capturados en el Moncada, pero ciertamente aporta otros elementos para poder juzgar con mayor equidad ese lamentable hecho. No hay que olvidar que los que dispararon primero fueron los asaltantes, matando alrededor de una veintena de soldados. Y los disparos de respuesta tardaron, precisamente por la confusión causada por los uniformes de los asaltantes. Se olvida que aquellos soldados de la República también eran cubanos, y la mayoría cayó en los primeros momentos del encuentro, tiroteados y masacrados sin tregua por los atacantes.
Un hecho singular se destaca, por la escasa investigación académica y documentación con que ha sido avalado. Me refiero a la atroz tortura que supuestamente sufrieron los asaltantes Abel Santamaría y Boris L. Santa Coloma.  Pese a la tenacidad con que los revolucionarios -después de su triunfo en enero de 1959-  persiguieron a sus antiguos enemigos, nunca se revelaron los nombres, ni las imágenes de los sádicos que ejecutaron las supuestas atrocidades.
Con tanta tinta gastada en divulgar otros pormenores del asalto al cuartel Moncada, ¿por qué no se conoce quienes fueron los verdugos y torturadores?  ¿O será que fueron capturados y juzgados expeditamente? ¿Quiénes fueron los médicos forenses que examinaron los cadáveres de los dos asaltantes y dónde están los certificados de defunción que establecen la emasculación de Coloma y los ojos arrancados y las quemaduras de Santamaría? ¿Cómo es posible que sobre estos hechos no exista información exacta?  Resulta sospechosa la omisión, teniendo en cuenta la supuestamente rigurosa pesquisa histórica mantenida por más de medio siglo sobre el hecho.
La reacción de alevosía desatada con el irresponsible y sangriento asalto terrorista al cuartel Moncada sigue siendo hoy un signo de fatalidad que marcó nuestra Historia. Fue un motivo esencial para que la dictadura autoritaria de derecha de Batista respondiera asesinando a cubanos en las calle y marcó el inicio de un ciclo sangriento, que la nueva dictadura -totalitaria, de izquierda y mucho más larga y cruel que la anterior- continuó, con el asesinato de más cubanos en el paredón de fusilamiento.
Los cubanos no tenemos nada que celebrar en esa infausta fecha.
Posteado por: “Comité Pro Libertad de Presos Políticos Cubanos”

viernes, 9 de marzo de 2012

Cuba: sesenta años de dictadura

Cuba: sesenta años de dictadura

| Por Alberto Méndez Castelló
PUERTO PADRE, Cuba, marzo, www.cubanet.org  – Inaudito, pero por increíble que parezca, no deja de ser cierto: este sábado los cubanos cumplimos 60 años de dictadura ininterrumpida. Seis años, 9 meses y 21 días en manos del dictador Fulgencio Batista y 53 años bajo la… “dictadura del proletariado”.
Sólo quienes hemos vivido esta experiencia conocemos la agresión que representa cualquier tiranía a la libertada individual, por lo que asombra que quienes siempre vivieron en democracia, o incluso bajo dictaduras de derecha, se empeñen en idealizar las dictaduras comunistas.
Según Fidel Castro en su discurso del 2 de enero de 1965, pronunciado en ocasión del sexto aniversario de la caída de la dictadura de Fulgencio Batista, el socialismo es una etapa de tránsito que políticamente se caracteriza por ser la dictadura del proletariado.
Con tantas detenciones por motivos políticos ocurridas por estos días y durante más de medio siglo, con los apedreamientos a opositores por turbas conducidas, incluso, con la negación a los disidentes de las ocupaciones más primarias del ser humano, porque quienes disienten en Cuba no pueden poseer ni una simple escopeta de caza, un bote para ir de pesca, ni mucho menos obtener una parcela para labrar la tierra, cabe preguntarse: ¿El tránsito de la dictadura del proletariado en Cuba es en retroceso al feudalismo?
En aquel discurso de 1965, Fidel Castro se preguntaba: “¿Acaso el concepto de dictadura del proletariado está en contradicción con el concepto de democracia?”, y respondió “No”.
Por los crímenes de Stalin, el pueblo cautivo de Cuba o los tanques en la Plaza Tiananmen  la pregunta debió ser: ¿Acaso la dictadura del proletariado actúa diferente a cualquier otra dictadura?
A propósito de la tiranía de Batista y lo que esta podría significar para Cuba y América, el 15 de mayo de 1958, el entonces presidente del Colegio de Abogados de Cuba, doctor José Miró Cardona expresó en una conferencia de juristas del estado de Florida:
“No vengo a esta reunión a plantear problemas políticos de mi país. Esas cuestiones deben quedar encerradas en las fronteras de la nación; pero los hechos que vienen sucediéndose en Cuba en violación reiterada de los derechos humanos, desbordan los cauces de lo estrictamente político para afectar las bases de la nacionalidad y poner en peligro la esencia de la democracia occidental en todo el continente americano. Existe en mi país una dictadura férrea que, como toda dictadura, es el caldo de cultivo para que germine y fructifique la simiente del comunismo, que niega a Dios, a la patria y a la familia”.
Sabemos cómo el primero de enero de 1959 fructificó en Cuba la semilla de la dictadura del 10 de marzo de 1952 y cómo desde ese mismo año se esparció por Latinoamérica, donde todavía hoy produce muertos, secuestros y querellas. No es fortuita la ausencia de Cuba en la Cumbre de las Américas ni la presencia en La Habana del presidente de Colombia esta semana.
También es conocido a dónde en la isla fueron a parar Dios, la patria y la familia mientras existió la Unión Soviética; raíz, tronco y follaje de esa simiente.
Con todo, es útil establecer algunas analogías por aquello de que no significa lo mismo dictadura del proletariado que dictadura de camarilla.
La dictadura de Fulgencio Batista, nacida el lunes 10 de marzo de 1952, empleó 24 días para derogar la Constitución de la República y establecer sus propios estatutos el viernes 4 de abril de 1952.
La dictadura del proletariado, que entonces no se dijo tal –se autoproclamaba movimiento revolucionario encargado de echar al dictador y restablecer el orden constitucional- empleó 37 días, no para reinstaurar la Constitución, sino para echarla abajo y promulgar una nueva Ley Fundamental el 7 de febrero de 1959, suprimiendo todo el articulado referente a los procesos electorales.
Y… ¡qué coincidencia!, la dictadura del proletariado reprodujo casi literalmente en el artículo 232 de su Ley Fundamental el artículo 257 de los Estatutos del Viernes de Dolores, rubricados por el dictador Fulgencio Batista.
De un plumazo suprimían, tanto una dictadura como la otra, el Inciso a del artículo 285 de la Constitución de 1940, con lo cual el gobernante de turno y su Consejo de Ministros podían modificar los comicios a conveniencia, y no como establecía la carta magna de 1940, sólo mediante referendo a propuesta de no menos de 100,000 electores.
Como en la década de los años 50 del pasado siglo, cuando la dictadura de Batista fue renuente al diálogo con la oposición en la sociedad civil, la llamada dictadura del proletariado hoy se mantiene reacia a escuchar opiniones discrepantes, sometiendo a sus oponentes a un estado de segregación sólo equivalente al apartheid sudafricano.
También como en aquella época, aunque todos los partidos políticos buscan el mismo fin, que es conseguir finalmente la tan añorada democracia, también hoy enfrentan el totalitarismo, como antes enfrentaron la dictadura de Batista, sin la imprescindible unión estratégica.
La prensa independiente crea estados de opinión y ejerce influencia positiva en el pueblo, pero como en ninguna otra dictadura, hoy está amordazada dentro de la isla como jamás en su historia.
Como tampoco nunca lo estuvieron, hoy la mayoría de los intelectuales cubanos, conciencia cívica de la nación, hartos de mecenazgos o muertos de miedo, permanecen callados, aunados al discurso oficial o, si acaso, recitando parábolas y verbos.
Solo un grupo de la sociedad civil, las Damas de Blanco, están a la vista dentro de la isla y dada su capacidad de crecer cualitativa y cuantitativamente, quizás logre la posibilidad de que el pueblo cubano despierte de su letargo, orientando así su capacidad cívica a destinos más elevados.
El papel de la Iglesia católica, en tanto el régimen no acepta contraparte, tiene más utilidad como plantadora de valores morales que como mediadora en una mesa donde solo  existe una silla.
En definitiva, Cuba continuará siendo o dejará de ser lo que su pueblo, tanto dentro como fuera de la isla, se lo proponga en el momento que decida ejercitar sus derechos, aunque parezca increíble que solo dos hombres –Fulgencio Batista y Fidel Castro- han sido los que han administrado sus sueños durante 60 años.

 Fuente: http://www.cubanet.org/articulos/cuba-sesenta-anos-de-dictadura/