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martes, 2 de abril de 2013

2 DE ABRIL DE 1982,UN DIA DE DOLOR PARA TODOS LOS ARGENTINOS.



Un dia de dolor profundo,no hay nada que celebrar ,solo pensar y reflexionar que un grupo de mal paridos militares llevaron a nuestros muchachos a una muerte anticipada .
La mayoria de los jovenes que se ven en las imagenes provenian de las provincias ,del campo ,fueron nuestros heroes ,los enviaron con uniformes ,armamento y pertrechos militares obsoletos a  entrar en confrontacion con uno de las Fuerzas Armadas mas sofisticadas del mundo,las de Gran Bretaña .
Esto no tiene que ver conque las Islas Malvinas sean argentinas ,sino con la locura de unos tipos que enviaron a nuestros hijos a la muerte ,para perpetuarse en el poder ,si salia bien se quedaban.
Tres  dias antes ,de intentar recuperar nuestras islas ,hubo un paro nacional ,con represion .
Sin embargo el 2 de abril la Plaza de Mayo estaba llena vivando a los Heroes ,al grito de Galtieri desde el balcón  de la Casa Rosada SI QUIEREN VENIR QUE VENGAN!
Lo demás es historia ,pasaron 31 años y la diplomacia argentina ,no ha logrado nada ,al contrario cada dia esta mas lejos recuperarlas ,la muerte de nuestros muchachos fue en vano.
Mi sencillo Homenaje a Nuestros Heroes ! a estos muchachos que dieron su vida Por la Patria!
Adri Bosch.

martes, 8 de mayo de 2012

Malvinas y los Juegos: vale todo,por Beatriz Sarlo


LA NACION
Es suficiente con que tengan algún éxito el fútbol, el tenis cuando se juega la Copa Davis o el hockey desde que Las Leonas comenzaron a traer victorias para que se despierten pasiones nacionalistas. Imposible mirar tranquilamente un partido cualquiera de un deporte cualquiera, porque el murmullo nacional acompaña a los buenos, a los malos y a los mediocres. La bandera es nuestra camiseta o viceversa.
Durante los próximos Juegos Olímpicos de Londres, todo el país va a interesarse por disciplinas que, terminada la competencia, volverán al cono de sombras que ocupan los atletas en sus provincias o en el Cenard. Pero durante esas semanas seremos expertos en salto con garrocha, carreras, remo, gimnasia, natación, jabalina, disco y esgrima.
Podrá decirse que esto sucede en todo el mundo. Es cierto. Pero que suceda en todas partes no exime de considerar críticamente los brotes locales de nacionalismo. El uso universal de los sentimientos nacionales lleva a analizar sus dispositivos simbólicos país por país. El nacionalismo cumple funciones específicas y llena vacíos humillantes en una nación, como la Argentina, que cultiva el irredentismo como una peligrosa flor que utilizan las dictaduras y los gobiernos democráticos.
Esto se ve muy claro en el caso Malvinas: invadidas por Galtieri, a nadie le importó mucho que se tratara de la última aventura de un gobierno terrorista; se festejó la toma de las islas, junto con el dictador, en la Plaza de Mayo. Hoy, gracias a que hemos aprendido de la derrota, nadie piensa en invadirlas, pero el canciller acaba de mandar mensajes hostiles a su par de Gran Bretaña. Habilidoso en la costumbre local de hacer política por los medios, Timerman cree que puede seguir cultivando esa afición criolla cuando le habla al gobierno británico.
No perder jamás la iniciativa mediática, producir las noticias y garantizar que ellas se difundan: tal el estilo CFK, que imprimió un “giro lingüístico” a la política. Gana quien tiene la iniciativa en el discurso y define el vocabulario con que se habla de las cosas. Por eso, se cultivan las efemérides, las inauguraciones, los anuncios de lo que sea, sin una jerarquía especial. A veces son hechos importantes, como YPF; a veces, sólo ponen en práctica la idea de que a cada día corresponde un discurso, como si se tratara del santoral del Poder Ejecutivo.
El cristinismo considera que su presencia en el gobierno garantiza por sí sola el derecho y la justicia de cualquier intervención. No se atiene a leyes ni a costumbres, porque las funda, les da existencia, y por eso mismo las vuelve universales.
Algo de este orden sucedió con el corto publicitario filmado en las islas Malvinas. Es un buen producto de montaje y, por eso mismo, sostiene con eficacia el mensaje que se le agregó: “Para competir en suelo inglés, entrenamos en suelo argentino”. La sucesión de planos rápidos, en los que el paisaje está siempre bien definido, permite que quien vea el corto no piense por qué ese hombre está corriendo sobre la nieve hasta caer exhausto. Por el contrario, el espectador sólo recibe el mensaje del “esfuerzo” y del “lugar”. La inscripción final cierra todo.
En 1934, la talentosa cineasta Leni Riefenstahl, amiga de Hitler, filmó en Nuremberg la jornada final del Congreso del Partido Nazi. La ciudad ya había sido elegida para trazar un eje pangermánico que terminaría en Berlín: el camino del Reich. En Nuremberg se construyeron impresionantes instalaciones para las grandes convocatorias del Partido. Alexander Kluge las filmó en 1961. El título de esa película, un corto de 12 minutos en blanco y negro, es Brutalidad en piedra . Tanto el título como los planos estáticos y desiertos de Kluge son estremecedores. Esos planos no son breves, no atropellan al espectador, sino que le dejan tiempo para pensar. Entre la película de Riefenstahl y la de Kluge corre una línea, pero quebrada: la celebración del nazismo y su crítica más radical.
En 1936, Riefenstahl volvió a hacer una película para los nazis: Olympia , sobre los juegos que tuvieron lugar en Berlín. También es un film de montaje, impresionante, grandioso. Antes de esas Olimpíadas, muchas naciones y algunos comités olímpicos discutieron si era correcto competir en Alemania. Berlín había sido elegida en 1931, antes de que Hitler, que sacó el 43,9% de votos, formara gobierno en 1933. Cuando empezaron las discusiones, los nazis moderaron las campañas antisemitas y, finalmente, como en su momento la dictadura argentina, lograron que se mantuviera la sede: el imponente Olympia-Stadium, el mayor escenario de los juegos hasta entonces. Hoy puede visitárselo para comprobar la encarnación como signo arquitectónico de una voluntad política expansiva.
Antes de que comiencen los insultos, me apresuro a aclarar que estoy lejos de pensar que el gobierno de CFK tenga algo que ver con el nazismo. No me gustan las comparaciones donde toda la historia termina siendo lo mismo y donde lo verdaderamente interesante del presente se pierde en una nebulosa. Lo que la historia enseña es que las cosas son siempre diferentes. Pero esas diferencias deben ser tenidas en cuenta, no pasadas por alto. Sobre todo, si siempre se está hablando de memoria.
La publicidad que el Gobierno compró a una agencia (cuyas condiciones de producción ya han sido difundidas), además de su mensaje explícito, transmite otras informaciones.
En primer lugar, que en nombre de la Argentina el cristinismo se considera autorizado a hacer cualquier cosa. A veces acierta y los aciertos deben ser reconocidos. Pero muchas veces se equivoca, sobre todo en el manejo de los símbolos, el campo en que se considera más experto. En nombre de la Argentina, al Gobierno le ha parecido adecuado comprar una publicidad filmada under cover . Como si un equipo británico hubiera filmado las peleas en un estadio de fútbol, las hubiera sometido a una edición astuta y hubiera presentado un corto publicitario con el título “These are the Argies”. Y el gobierno de su Majestad lo difundiera por la BBC, aunque esto le habría resultado medio difícil, dado que la BBC no se maneja desde Palacio por control remoto, como nuestro amado sistema de televisión pública.
En segundo lugar, porque las violaciones a los usos y costumbres de una filmación son demasiado flagrantes. Las Malvinas podrán ser argentinas para quienes sostienen esto, incluso con argumentos. Es decir, son argentinas para muchos argentinos, para su gobierno y para los países y pueblos que los acompañen con mayor o menor entusiasmo en los foros internacionales. Pero no son argentinas en el sentido en que un argentino puede ir allí a hacer lo que se le dé la gana ni, mucho menos, utilizarse, sin aviso, como escenario para una provocación defendida, pagada y difundida por el gobierno nacional, que presenta el caso como si se tratara de lo más normal del mundo. Si una empresa deportiva hubiera encargado el aviso, la cuestión sería diferente. Sería una transgresión más sencilla de explicar; tonta e inútil, por cierto, ya que paisajes así, elegidos bien por el encuadre, se encuentran en otros lugares.
Pero en este caso es el Gobierno el transgresor. ¿Alguien imagina un corto español, filmado en Gibraltar, donde se diga: “Entrenando en suelo español para competir en suelo británico”? Esa insensatez podría cometerla algún privado, pero nunca sería avalada por el Partido Popular, por el Partido Socialista, por la Izquierda Unida y, aunque no se ocupan de esas cuestiones, tampoco por los Indignados.
Los argentinos nos sentimos excepcionales y nos parecen normales las conductas regidas por el “vale todo”. El Gobierno, al difundir el corto malvinero, acaba de confirmarlo.
Fuente:LA NACION
Es suficiente con que tengan algún éxito el fútbol, el tenis cuando se juega la Copa Davis o el hockey desde que Las Leonas comenzaron a traer victorias para que se despierten pasiones nacionalistas. Imposible mirar tranquilamente un partido cualquiera de un deporte cualquiera, porque el murmullo nacional acompaña a los buenos, a los malos y a los mediocres. La bandera es nuestra camiseta o viceversa.
Durante los próximos Juegos Olímpicos de Londres, todo el país va a interesarse por disciplinas que, terminada la competencia, volverán al cono de sombras que ocupan los atletas en sus provincias o en el Cenard. Pero durante esas semanas seremos expertos en salto con garrocha, carreras, remo, gimnasia, natación, jabalina, disco y esgrima.
Podrá decirse que esto sucede en todo el mundo. Es cierto. Pero que suceda en todas partes no exime de considerar críticamente los brotes locales de nacionalismo. El uso universal de los sentimientos nacionales lleva a analizar sus dispositivos simbólicos país por país. El nacionalismo cumple funciones específicas y llena vacíos humillantes en una nación, como la Argentina, que cultiva el irredentismo como una peligrosa flor que utilizan las dictaduras y los gobiernos democráticos.
Esto se ve muy claro en el caso Malvinas: invadidas por Galtieri, a nadie le importó mucho que se tratara de la última aventura de un gobierno terrorista; se festejó la toma de las islas, junto con el dictador, en la Plaza de Mayo. Hoy, gracias a que hemos aprendido de la derrota, nadie piensa en invadirlas, pero el canciller acaba de mandar mensajes hostiles a su par de Gran Bretaña. Habilidoso en la costumbre local de hacer política por los medios, Timerman cree que puede seguir cultivando esa afición criolla cuando le habla al gobierno británico.
No perder jamás la iniciativa mediática, producir las noticias y garantizar que ellas se difundan: tal el estilo CFK, que imprimió un “giro lingüístico” a la política. Gana quien tiene la iniciativa en el discurso y define el vocabulario con que se habla de las cosas. Por eso, se cultivan las efemérides, las inauguraciones, los anuncios de lo que sea, sin una jerarquía especial. A veces son hechos importantes, como YPF; a veces, sólo ponen en práctica la idea de que a cada día corresponde un discurso, como si se tratara del santoral del Poder Ejecutivo.
El cristinismo considera que su presencia en el gobierno garantiza por sí sola el derecho y la justicia de cualquier intervención. No se atiene a leyes ni a costumbres, porque las funda, les da existencia, y por eso mismo las vuelve universales.
Algo de este orden sucedió con el corto publicitario filmado en las islas Malvinas. Es un buen producto de montaje y, por eso mismo, sostiene con eficacia el mensaje que se le agregó: “Para competir en suelo inglés, entrenamos en suelo argentino”. La sucesión de planos rápidos, en los que el paisaje está siempre bien definido, permite que quien vea el corto no piense por qué ese hombre está corriendo sobre la nieve hasta caer exhausto. Por el contrario, el espectador sólo recibe el mensaje del “esfuerzo” y del “lugar”. La inscripción final cierra todo.
En 1934, la talentosa cineasta Leni Riefenstahl, amiga de Hitler, filmó en Nuremberg la jornada final del Congreso del Partido Nazi. La ciudad ya había sido elegida para trazar un eje pangermánico que terminaría en Berlín: el camino del Reich. En Nuremberg se construyeron impresionantes instalaciones para las grandes convocatorias del Partido. Alexander Kluge las filmó en 1961. El título de esa película, un corto de 12 minutos en blanco y negro, es Brutalidad en piedra . Tanto el título como los planos estáticos y desiertos de Kluge son estremecedores. Esos planos no son breves, no atropellan al espectador, sino que le dejan tiempo para pensar. Entre la película de Riefenstahl y la de Kluge corre una línea, pero quebrada: la celebración del nazismo y su crítica más radical.
En 1936, Riefenstahl volvió a hacer una película para los nazis: Olympia , sobre los juegos que tuvieron lugar en Berlín. También es un film de montaje, impresionante, grandioso. Antes de esas Olimpíadas, muchas naciones y algunos comités olímpicos discutieron si era correcto competir en Alemania. Berlín había sido elegida en 1931, antes de que Hitler, que sacó el 43,9% de votos, formara gobierno en 1933. Cuando empezaron las discusiones, los nazis moderaron las campañas antisemitas y, finalmente, como en su momento la dictadura argentina, lograron que se mantuviera la sede: el imponente Olympia-Stadium, el mayor escenario de los juegos hasta entonces. Hoy puede visitárselo para comprobar la encarnación como signo arquitectónico de una voluntad política expansiva.
Antes de que comiencen los insultos, me apresuro a aclarar que estoy lejos de pensar que el gobierno de CFK tenga algo que ver con el nazismo. No me gustan las comparaciones donde toda la historia termina siendo lo mismo y donde lo verdaderamente interesante del presente se pierde en una nebulosa. Lo que la historia enseña es que las cosas son siempre diferentes. Pero esas diferencias deben ser tenidas en cuenta, no pasadas por alto. Sobre todo, si siempre se está hablando de memoria.
La publicidad que el Gobierno compró a una agencia (cuyas condiciones de producción ya han sido difundidas), además de su mensaje explícito, transmite otras informaciones.
En primer lugar, que en nombre de la Argentina el cristinismo se considera autorizado a hacer cualquier cosa. A veces acierta y los aciertos deben ser reconocidos. Pero muchas veces se equivoca, sobre todo en el manejo de los símbolos, el campo en que se considera más experto. En nombre de la Argentina, al Gobierno le ha parecido adecuado comprar una publicidad filmada under cover . Como si un equipo británico hubiera filmado las peleas en un estadio de fútbol, las hubiera sometido a una edición astuta y hubiera presentado un corto publicitario con el título “These are the Argies”. Y el gobierno de su Majestad lo difundiera por la BBC, aunque esto le habría resultado medio difícil, dado que la BBC no se maneja desde Palacio por control remoto, como nuestro amado sistema de televisión pública.
En segundo lugar, porque las violaciones a los usos y costumbres de una filmación son demasiado flagrantes. Las Malvinas podrán ser argentinas para quienes sostienen esto, incluso con argumentos. Es decir, son argentinas para muchos argentinos, para su gobierno y para los países y pueblos que los acompañen con mayor o menor entusiasmo en los foros internacionales. Pero no son argentinas en el sentido en que un argentino puede ir allí a hacer lo que se le dé la gana ni, mucho menos, utilizarse, sin aviso, como escenario para una provocación defendida, pagada y difundida por el gobierno nacional, que presenta el caso como si se tratara de lo más normal del mundo. Si una empresa deportiva hubiera encargado el aviso, la cuestión sería diferente. Sería una transgresión más sencilla de explicar; tonta e inútil, por cierto, ya que paisajes así, elegidos bien por el encuadre, se encuentran en otros lugares.
Pero en este caso es el Gobierno el transgresor. ¿Alguien imagina un corto español, filmado en Gibraltar, donde se diga: “Entrenando en suelo español para competir en suelo británico”? Esa insensatez podría cometerla algún privado, pero nunca sería avalada por el Partido Popular, por el Partido Socialista, por la Izquierda Unida y, aunque no se ocupan de esas cuestiones, tampoco por los Indignados.
Los argentinos nos sentimos excepcionales y nos parecen normales las conductas regidas por el “vale todo”. El Gobierno, al difundir el corto malvinero, acaba de confirmarlo.

Fuente:LA NACION
Es suficiente con que tengan algún éxito el fútbol, el tenis cuando se juega la Copa Davis o el hockey desde que Las Leonas comenzaron a traer victorias para que se despierten pasiones nacionalistas. Imposible mirar tranquilamente un partido cualquiera de un deporte cualquiera, porque el murmullo nacional acompaña a los buenos, a los malos y a los mediocres. La bandera es nuestra camiseta o viceversa.
Durante los próximos Juegos Olímpicos de Londres, todo el país va a interesarse por disciplinas que, terminada la competencia, volverán al cono de sombras que ocupan los atletas en sus provincias o en el Cenard. Pero durante esas semanas seremos expertos en salto con garrocha, carreras, remo, gimnasia, natación, jabalina, disco y esgrima.
Podrá decirse que esto sucede en todo el mundo. Es cierto. Pero que suceda en todas partes no exime de considerar críticamente los brotes locales de nacionalismo. El uso universal de los sentimientos nacionales lleva a analizar sus dispositivos simbólicos país por país. El nacionalismo cumple funciones específicas y llena vacíos humillantes en una nación, como la Argentina, que cultiva el irredentismo como una peligrosa flor que utilizan las dictaduras y los gobiernos democráticos.
Esto se ve muy claro en el caso Malvinas: invadidas por Galtieri, a nadie le importó mucho que se tratara de la última aventura de un gobierno terrorista; se festejó la toma de las islas, junto con el dictador, en la Plaza de Mayo. Hoy, gracias a que hemos aprendido de la derrota, nadie piensa en invadirlas, pero el canciller acaba de mandar mensajes hostiles a su par de Gran Bretaña. Habilidoso en la costumbre local de hacer política por los medios, Timerman cree que puede seguir cultivando esa afición criolla cuando le habla al gobierno británico.
No perder jamás la iniciativa mediática, producir las noticias y garantizar que ellas se difundan: tal el estilo CFK, que imprimió un “giro lingüístico” a la política. Gana quien tiene la iniciativa en el discurso y define el vocabulario con que se habla de las cosas. Por eso, se cultivan las efemérides, las inauguraciones, los anuncios de lo que sea, sin una jerarquía especial. A veces son hechos importantes, como YPF; a veces, sólo ponen en práctica la idea de que a cada día corresponde un discurso, como si se tratara del santoral del Poder Ejecutivo.
El cristinismo considera que su presencia en el gobierno garantiza por sí sola el derecho y la justicia de cualquier intervención. No se atiene a leyes ni a costumbres, porque las funda, les da existencia, y por eso mismo las vuelve universales.
Algo de este orden sucedió con el corto publicitario filmado en las islas Malvinas. Es un buen producto de montaje y, por eso mismo, sostiene con eficacia el mensaje que se le agregó: “Para competir en suelo inglés, entrenamos en suelo argentino”. La sucesión de planos rápidos, en los que el paisaje está siempre bien definido, permite que quien vea el corto no piense por qué ese hombre está corriendo sobre la nieve hasta caer exhausto. Por el contrario, el espectador sólo recibe el mensaje del “esfuerzo” y del “lugar”. La inscripción final cierra todo.
En 1934, la talentosa cineasta Leni Riefenstahl, amiga de Hitler, filmó en Nuremberg la jornada final del Congreso del Partido Nazi. La ciudad ya había sido elegida para trazar un eje pangermánico que terminaría en Berlín: el camino del Reich. En Nuremberg se construyeron impresionantes instalaciones para las grandes convocatorias del Partido. Alexander Kluge las filmó en 1961. El título de esa película, un corto de 12 minutos en blanco y negro, es Brutalidad en piedra . Tanto el título como los planos estáticos y desiertos de Kluge son estremecedores. Esos planos no son breves, no atropellan al espectador, sino que le dejan tiempo para pensar. Entre la película de Riefenstahl y la de Kluge corre una línea, pero quebrada: la celebración del nazismo y su crítica más radical.
En 1936, Riefenstahl volvió a hacer una película para los nazis: Olympia , sobre los juegos que tuvieron lugar en Berlín. También es un film de montaje, impresionante, grandioso. Antes de esas Olimpíadas, muchas naciones y algunos comités olímpicos discutieron si era correcto competir en Alemania. Berlín había sido elegida en 1931, antes de que Hitler, que sacó el 43,9% de votos, formara gobierno en 1933. Cuando empezaron las discusiones, los nazis moderaron las campañas antisemitas y, finalmente, como en su momento la dictadura argentina, lograron que se mantuviera la sede: el imponente Olympia-Stadium, el mayor escenario de los juegos hasta entonces. Hoy puede visitárselo para comprobar la encarnación como signo arquitectónico de una voluntad política expansiva.
Antes de que comiencen los insultos, me apresuro a aclarar que estoy lejos de pensar que el gobierno de CFK tenga algo que ver con el nazismo. No me gustan las comparaciones donde toda la historia termina siendo lo mismo y donde lo verdaderamente interesante del presente se pierde en una nebulosa. Lo que la historia enseña es que las cosas son siempre diferentes. Pero esas diferencias deben ser tenidas en cuenta, no pasadas por alto. Sobre todo, si siempre se está hablando de memoria.
La publicidad que el Gobierno compró a una agencia (cuyas condiciones de producción ya han sido difundidas), además de su mensaje explícito, transmite otras informaciones.
En primer lugar, que en nombre de la Argentina el cristinismo se considera autorizado a hacer cualquier cosa. A veces acierta y los aciertos deben ser reconocidos. Pero muchas veces se equivoca, sobre todo en el manejo de los símbolos, el campo en que se considera más experto. En nombre de la Argentina, al Gobierno le ha parecido adecuado comprar una publicidad filmada under cover . Como si un equipo británico hubiera filmado las peleas en un estadio de fútbol, las hubiera sometido a una edición astuta y hubiera presentado un corto publicitario con el título “These are the Argies”. Y el gobierno de su Majestad lo difundiera por la BBC, aunque esto le habría resultado medio difícil, dado que la BBC no se maneja desde Palacio por control remoto, como nuestro amado sistema de televisión pública.
En segundo lugar, porque las violaciones a los usos y costumbres de una filmación son demasiado flagrantes. Las Malvinas podrán ser argentinas para quienes sostienen esto, incluso con argumentos. Es decir, son argentinas para muchos argentinos, para su gobierno y para los países y pueblos que los acompañen con mayor o menor entusiasmo en los foros internacionales. Pero no son argentinas en el sentido en que un argentino puede ir allí a hacer lo que se le dé la gana ni, mucho menos, utilizarse, sin aviso, como escenario para una provocación defendida, pagada y difundida por el gobierno nacional, que presenta el caso como si se tratara de lo más normal del mundo. Si una empresa deportiva hubiera encargado el aviso, la cuestión sería diferente. Sería una transgresión más sencilla de explicar; tonta e inútil, por cierto, ya que paisajes así, elegidos bien por el encuadre, se encuentran en otros lugares.
Pero en este caso es el Gobierno el transgresor. ¿Alguien imagina un corto español, filmado en Gibraltar, donde se diga: “Entrenando en suelo español para competir en suelo británico”? Esa insensatez podría cometerla algún privado, pero nunca sería avalada por el Partido Popular, por el Partido Socialista, por la Izquierda Unida y, aunque no se ocupan de esas cuestiones, tampoco por los Indignados.
Los argentinos nos sentimos excepcionales y nos parecen normales las conductas regidas por el “vale todo”. El Gobierno, al difundir el corto malvinero, acaba de confirmarlo.
© La Nacion .
Fuente:LA NACION
Es suficiente con que tengan algún éxito el fútbol, el tenis cuando se juega la Copa Davis o el hockey desde que Las Leonas comenzaron a traer victorias para que se despierten pasiones nacionalistas. Imposible mirar tranquilamente un partido cualquiera de un deporte cualquiera, porque el murmullo nacional acompaña a los buenos, a los malos y a los mediocres. La bandera es nuestra camiseta o viceversa.
Durante los próximos Juegos Olímpicos de Londres, todo el país va a interesarse por disciplinas que, terminada la competencia, volverán al cono de sombras que ocupan los atletas en sus provincias o en el Cenard. Pero durante esas semanas seremos expertos en salto con garrocha, carreras, remo, gimnasia, natación, jabalina, disco y esgrima.
Podrá decirse que esto sucede en todo el mundo. Es cierto. Pero que suceda en todas partes no exime de considerar críticamente los brotes locales de nacionalismo. El uso universal de los sentimientos nacionales lleva a analizar sus dispositivos simbólicos país por país. El nacionalismo cumple funciones específicas y llena vacíos humillantes en una nación, como la Argentina, que cultiva el irredentismo como una peligrosa flor que utilizan las dictaduras y los gobiernos democráticos.
Esto se ve muy claro en el caso Malvinas: invadidas por Galtieri, a nadie le importó mucho que se tratara de la última aventura de un gobierno terrorista; se festejó la toma de las islas, junto con el dictador, en la Plaza de Mayo. Hoy, gracias a que hemos aprendido de la derrota, nadie piensa en invadirlas, pero el canciller acaba de mandar mensajes hostiles a su par de Gran Bretaña. Habilidoso en la costumbre local de hacer política por los medios, Timerman cree que puede seguir cultivando esa afición criolla cuando le habla al gobierno británico.
No perder jamás la iniciativa mediática, producir las noticias y garantizar que ellas se difundan: tal el estilo CFK, que imprimió un “giro lingüístico” a la política. Gana quien tiene la iniciativa en el discurso y define el vocabulario con que se habla de las cosas. Por eso, se cultivan las efemérides, las inauguraciones, los anuncios de lo que sea, sin una jerarquía especial. A veces son hechos importantes, como YPF; a veces, sólo ponen en práctica la idea de que a cada día corresponde un discurso, como si se tratara del santoral del Poder Ejecutivo.
El cristinismo considera que su presencia en el gobierno garantiza por sí sola el derecho y la justicia de cualquier intervención. No se atiene a leyes ni a costumbres, porque las funda, les da existencia, y por eso mismo las vuelve universales.
Algo de este orden sucedió con el corto publicitario filmado en las islas Malvinas. Es un buen producto de montaje y, por eso mismo, sostiene con eficacia el mensaje que se le agregó: “Para competir en suelo inglés, entrenamos en suelo argentino”. La sucesión de planos rápidos, en los que el paisaje está siempre bien definido, permite que quien vea el corto no piense por qué ese hombre está corriendo sobre la nieve hasta caer exhausto. Por el contrario, el espectador sólo recibe el mensaje del “esfuerzo” y del “lugar”. La inscripción final cierra todo.
En 1934, la talentosa cineasta Leni Riefenstahl, amiga de Hitler, filmó en Nuremberg la jornada final del Congreso del Partido Nazi. La ciudad ya había sido elegida para trazar un eje pangermánico que terminaría en Berlín: el camino del Reich. En Nuremberg se construyeron impresionantes instalaciones para las grandes convocatorias del Partido. Alexander Kluge las filmó en 1961. El título de esa película, un corto de 12 minutos en blanco y negro, es Brutalidad en piedra . Tanto el título como los planos estáticos y desiertos de Kluge son estremecedores. Esos planos no son breves, no atropellan al espectador, sino que le dejan tiempo para pensar. Entre la película de Riefenstahl y la de Kluge corre una línea, pero quebrada: la celebración del nazismo y su crítica más radical.
En 1936, Riefenstahl volvió a hacer una película para los nazis: Olympia , sobre los juegos que tuvieron lugar en Berlín. También es un film de montaje, impresionante, grandioso. Antes de esas Olimpíadas, muchas naciones y algunos comités olímpicos discutieron si era correcto competir en Alemania. Berlín había sido elegida en 1931, antes de que Hitler, que sacó el 43,9% de votos, formara gobierno en 1933. Cuando empezaron las discusiones, los nazis moderaron las campañas antisemitas y, finalmente, como en su momento la dictadura argentina, lograron que se mantuviera la sede: el imponente Olympia-Stadium, el mayor escenario de los juegos hasta entonces. Hoy puede visitárselo para comprobar la encarnación como signo arquitectónico de una voluntad política expansiva.
Antes de que comiencen los insultos, me apresuro a aclarar que estoy lejos de pensar que el gobierno de CFK tenga algo que ver con el nazismo. No me gustan las comparaciones donde toda la historia termina siendo lo mismo y donde lo verdaderamente interesante del presente se pierde en una nebulosa. Lo que la historia enseña es que las cosas son siempre diferentes. Pero esas diferencias deben ser tenidas en cuenta, no pasadas por alto. Sobre todo, si siempre se está hablando de memoria.
La publicidad que el Gobierno compró a una agencia (cuyas condiciones de producción ya han sido difundidas), además de su mensaje explícito, transmite otras informaciones.
En primer lugar, que en nombre de la Argentina el cristinismo se considera autorizado a hacer cualquier cosa. A veces acierta y los aciertos deben ser reconocidos. Pero muchas veces se equivoca, sobre todo en el manejo de los símbolos, el campo en que se considera más experto. En nombre de la Argentina, al Gobierno le ha parecido adecuado comprar una publicidad filmada under cover . Como si un equipo británico hubiera filmado las peleas en un estadio de fútbol, las hubiera sometido a una edición astuta y hubiera presentado un corto publicitario con el título “These are the Argies”. Y el gobierno de su Majestad lo difundiera por la BBC, aunque esto le habría resultado medio difícil, dado que la BBC no se maneja desde Palacio por control remoto, como nuestro amado sistema de televisión pública.
En segundo lugar, porque las violaciones a los usos y costumbres de una filmación son demasiado flagrantes. Las Malvinas podrán ser argentinas para quienes sostienen esto, incluso con argumentos. Es decir, son argentinas para muchos argentinos, para su gobierno y para los países y pueblos que los acompañen con mayor o menor entusiasmo en los foros internacionales. Pero no son argentinas en el sentido en que un argentino puede ir allí a hacer lo que se le dé la gana ni, mucho menos, utilizarse, sin aviso, como escenario para una provocación defendida, pagada y difundida por el gobierno nacional, que presenta el caso como si se tratara de lo más normal del mundo. Si una empresa deportiva hubiera encargado el aviso, la cuestión sería diferente. Sería una transgresión más sencilla de explicar; tonta e inútil, por cierto, ya que paisajes así, elegidos bien por el encuadre, se encuentran en otros lugares.
Pero en este caso es el Gobierno el transgresor. ¿Alguien imagina un corto español, filmado en Gibraltar, donde se diga: “Entrenando en suelo español para competir en suelo británico”? Esa insensatez podría cometerla algún privado, pero nunca sería avalada por el Partido Popular, por el Partido Socialista, por la Izquierda Unida y, aunque no se ocupan de esas cuestiones, tampoco por los Indignados.
Los argentinos nos sentimos excepcionales y nos parecen normales las conductas regidas por el “vale todo”. El Gobierno, al difundir el corto malvinero, acaba de confirmarlo.
© La Nacion .

Adribosch's Blog

domingo, 29 de abril de 2012

Los secretos de Cristina Fernández de Kirchner


LA PRESIDENTA ARGENTINA Y SUS CACHORROS


¿Cuáles son las claves secretas de la expropiación de YPF? ¿Por qué la presidenta de Argentina se embarca en una aventura tan arriesgada? ¿Quiénes son los jóvenes que han asaltado el poder con esta maniobra?
Los secretos de Cristina Fernández de Kirchner
Cuáles son las claves secretas de la expropiación de YPF? ¿Por qué la presidenta de Argentina se embarca en una aventura tan arriesgada? ¿Quiénes son los jóvenes que han asaltado el poder con esta maniobra? La biógrafa de Cristina Fernández de Kirchner y la única periodista que ha conseguido adentrarse en el enigmático círculo que la rodea nos revelan quién manda (de verdad) en la Casa Rosada.
De luto, con un collar de perlas adornando la cicatriz en el cuello de su reciente operación de tiroides y con una imagen de Eva Perón a sus espaldas, amparándola. Es una escenografía muy estudiada para anunciar la expropiación de YPF. Cristina Fernández de Kirchner se apropia del icono de Evita. En sus discursos televisados siempre aparece su retrato. En realidad hay dos imágenes, según sea el tono de la alocución.Si es una noticia de la que el pueblo debe alegrarse, aparece una Evita dulce y sonriente. Cuando ataca a alguien o anuncia recortes, la imagen es seria y enérgica. La Evita de la nacionalización sonríe bondadosa.
EL SEÑUELO DE LAS MALVINAS
Su pensamiento es nacionalista. Por ejemplo, odia a Chile. Le gusta que la seduzcan intelectualmente, siempre que sea con un discurso patriótico. Cuando expropia a Repsol, habla de «recuperación de la soberanía». Antes ya había ondeado la bandera nacionalista con el asunto de las Malvinas. Lanza ese señuelo porque la economía se desploma. Intenta `malvinizar´ la Cumbre de las Américas, pero nadie le hace caso. «¡Te olvidaste de las Malvinas!», le reprocha al presidente de Colombia. Regresa de Cartagena de Indias antes de tiempo y con la cara transfigurada por el despecho.
ATAQUES DE IRA
Tiene mucha facilidad para desquiciarse. Y más desde que le operaron y le quitaron la glándula tiroides. Si no estás bien medicado, sufres cambios bruscos de humor. Tiene ataques de ira. Les pega a las criadas. Entonces no recibe a nadie, se encierra. Hacía semanas que no aparecía ante las cámaras de televisión dando un discurso. Suele hacerlo cada día cuando está en forma, incluso mañana y tarde. A veces da la impresión de ir empastillada. ¿Litio? Hay un debate sobre si sufre un trastorno bipolar: pasa de la depresión a estados de euforia; llora en público. La secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, pidió un informe sobre su salud mental. Se supo por los cables de WikiLeaks que Estados Unidos la considera «una líder visceral, que sufre de nervios y ansiedad» y toma decisiones influida por su estado emocional. Cristina es impredecible.
EL CÁNCER QUE NO FUE
Su operación nos enloqueció a todos. Primero dijeron que se trataba de células cancerosas, luego que no lo eran. Se especula que lo del cáncer lo inventaron sus asesores para movilizar a su favor a la población. Uno de esos melodramas que tanto nos gustan a los argentinos. Sale del hospital en vísperas de la quita de subsidios. Todos los servicios públicos estaban subsidiados desde el año 2001. Y entonces anuncia la subida del gas, la electricidad, el agua, la telefonía… porque el Banco Central tiene las arcas vacías. Argentina es un país al borde de la quiebra y con ocho millones de pobres. Su popularidad ha caído. Y más aún desde el terrible accidente ferroviario en la estación de Once: 51 muertos, 700 heridos. El ‘tren de las criadas’. La gente está furiosa. Achacan el siniestro a la corrupción reinante en todo el país. Cristina Fernández teme que le va a costar caro. No se presentó en el escenario de la tragedia ni en los hospitales.
RENCOR SOCIAL
Cristina padece una especie de resentimiento de clase. Se avergüenza de su padre, conductor de autobuses, hijo de emigrantes españoles. Lo llamaban El Colorado Fernández, pero el vecindario le decía Co-Co por su tartamudez. Cristina evita hablar de su familia. Su madre, Ofelia, quedó embarazada siendo novia de Fernández. No se casaron hasta que la hija cumplió cinco años. Cristina se enamora a los 16 años de un jugador de rugby. Y empieza a codearse con un estrato social más alto. Termina la secundaria en un colegio privado. Pero en su forma de hablar sigue teniendo la impronta del barrio humilde, a pesar de los profesores de dicción.
ENCANTADORA CON LA OLIGARQUÍA
En cambio, cuando está con la oligarquía, es simpática. Cuando la conocí, era una abogada y diputada combativa. Una mujer valiente que clamaba contra Menem y se ganaba a los periodistas invitándolos a su despacho, donde podían fumar. Me pareció encantadora y moderna. No me percaté del personaje. Su gusto por el lujo está relacionado con ese complejo que arrastra desde niña. Cuando viaja a Francia, las grandes tiendas le llevan bolsos, joyas y ropa a la habitación del hotel. Le chiflan Louis Vuitton, Hermès y Bulgari. Puede llevar encima 50.000 euros en alhajas. «No tengo que vestirme como una pobre para ser una buena política», se justifica.
MATRIMONIO DE NEGOCIOS
Cristina y Néstor formaban un matrimonio de negocios. La propia Cristina reconoce que no les gustaban las demostraciones de afecto. Cada cual tenía su vida amorosa resuelta por su lado. A ella se le atribuyen aventuras con un gobernador, un banquero, el jefe de escoltas… Las de Néstor eran bien conocidas. Pero los unía el gusto por el poder. No era una relación de iguales. Él la dominaba. Le regaló la Presidencia para que no incordiase mientras él llevaba las riendas en la sombra. «No le vengan con problemas a Cristina», les decía a sus colaboradores. «Hablen conmigo». Le dio una bofetada cuando Cristina perdió la votación en el conflicto que tenía con el campo. Pero tenían un pacto: seguir siempre adelante, pase lo que pase.
LOS DOBLONES DE NÉSTOR
Néstor siempre fue un caudillo patagónico que quería hacer plata. Era pragmático. Cristina le ofrenda la expropiación de YPF. La tentación de solucionar la crisis con el yacimiento petrolífero de Vaca Muerta, que vale 250.000 millones de dólares, es grande. ¿Pero de dónde saldrán los 25.000 millones que se necesitan para explotarlo? Además, tanto Néstor como ella aplaudieron la privatización. Y también dieron a la familia Eskenazi el 25 por ciento sin poner un solo peso. Los Eskenazi iban pagando con lo que iban ganando. A Néstor solo le importaban las empresas donde había plata. Teniendo dentro un testaferro, solo quería que entraran en sus arcas los doblones… El patrimonio de los Kirchner creció de 1,5 a 16 millones de dólares en siete años.
EL MITO MONTONERO
Ella tiene un sesgo ideológico muy marcado. Le gusta recordarse a sí misma como una militante de izquierda muy activa durante la dictadura. Pero no fue ninguna subversiva. Yo fui montonera. Y tengo que decir que hubo dos demonios: la dictadura militar y los montoneros. Es la guerrilla más desprestigiada del mundo. No hay heroicidad en matar por la espalda. Pero como decimos en Argentina, la juventud «ha comprado el relato». Ha mitificado a los montoneros. Ser hijo de desaparecido te da prestigio y también patente de impunidad. Y estos jóvenes que rodean a la presidenta han idealizado esa época. Para ellos, el mundo empieza con el ‘default’ de 2001. No vivieron la represión. Cuando sonó el primer tiro, Cristina le pidió a Néstor que se fueran del país. Pero él decidió volver al sur. Y allí hicieron fortuna, codeándose con los militares.
LA VIUDA ETERNA
Cristina tiene un coro a su alrededor que la adula. Para llegar a ella tienes que ser amigo de su hijo, Máximo. Ni siquiera sus ministros tienen acceso. Los `muchachos´ de Máximo forman su guardia pretoriana, aunque no son gente de revólver; más bien, burócratas. Niños bien. Viven en Puerto Madero, visten de marca… Los kirchneristas suelen ser menores de 40 años. A los que vivieron de verdad los 70 no se les puede engañar. La expropiación es una huida hacia delante que nos lleva al ostracismo internacional. En su primer mandato estuvo más tranquila. Pero pierde el sentido de la mesura a partir del funeral de Néstor. Se convierte en la viuda de Argentina. Arrasa en las elecciones. Cristina ya no se saca el luto. Hace bien. Le ha rendido mucho ser viuda. Cada día estrena un vestido negro. El argentino tiene esa vena compasiva.

miércoles, 25 de abril de 2012

DOCUMENTOS:Las Malvinas en Brasil: El puente aéreo de Fidel y Gadafi para Galtieri



La ruta del tráfico de armas para la Argentina que hacía puente aéreo en Brasil.

El diario O Globo, de Rio de Janeiro, recopiló algunos de los documentos hasta ahora secretos, del Gobierno brasileño sobre la Guerra de Malvinas:
Las nubes preanunciaban una fuerte lluvia en Brasilia la noche del viernes 09/04/1982. El canciller Ramiro Saraiva Guerreiro asistía al telediario Jornal Nacional, cuando recibió un llamado telefónico del brigadier Saulo de Mattos Macedo, jefe del Comando Aéreo Regional: un avión cubano un avión cubano había invadido el espacio aéreo brasileño.
En el mundo de la Guerra Fría, Brasil y Cuba no mantenían relaciones diplomáticas. Por esta razón, en la mañana, el Ministerio de Relaciones Exteriores había negado el permiso a un vuelo de Cubana de Aviación rumbo a Buenos Aires. A las 20:40, el canciller llamó al presidente de la República, el general Joao Figueiredo. Minutos después, 2 aviones de despegaron de la base de Anápolis -con cierta dificultad, a causa de que la iluminación de las pistas estaba afectada por los rayos de la tormenta- hacia el punto indicado por los radares, a 300 kilómetros al oeste de Brasilia.
Luego ocurrió un ballet nocturno a 8.000 metros de altura. Duró tensos 82 minutos. Sólo terminó cuando los pilotos brasileños anunciaron la decisión de disparar.
El avión ruso Ilyushin 62-M II, matrícula CUT-1225, aterrizó en Brasilia a 22:12. Funcionarios de la Fuerza Aérea se impresionaron con un detalle: tenía capacidad para despegar con 165 toneladas de peso y 180 pasajeros, pero en la cabina había sólo 3 personas -el diplomático cubano Emilio Aragonés Navarro, su esposa y su nieto-. Sólo pudieron continuar su viaje después de 6 horas de negociaciones entre los gobiernos de Brasil y la Argentina. Nada se sabe acerca de la carga.
Navarro llegó a Buenos Aires alrededor de las 7:00 del sábado 10/04/1982 con un mensaje del líder cubano Fidel Castro al presidente argentino, el general Leopoldo Galtieri: la oferta de armas y tecnología de información, bajo el patrocinio de la Unión Soviética, para el conflicto con el Reino Unido.
Comenzaba a operar un suministro clandestino de armas a la Argentina, organizado por la Unión Soviética, negociado por Cuba y con la participación de Brasil, Perú, Libia y Angola.
Fue un episodio singular en la lógica de la Guerra Fría. Los rusos movilizaron a Fidel para ayudar a una dictadura militar ferozmente anticomunista (N. de la R.: aunque en 1978 no había adherido al boicot cerealero de USA, suministrando alimentos a la URSS), que enfrentaba al principal aliado de USA en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN, el sistema de defensa diseñado para contrarrestar una posible invasión soviética a Europa).
1 semana antes, en la mañana del 02/04/1982, los militares argentinos habían desafiado al Reino Unido invadiendo las Islas Malvinas, a 500 metros de la costa. Suponiendo que obtendría el apoyo de USA, Galtieri le habría confesado al embajador de USA, Harry Schlaudemann, su ambición de mantenerse en el poder por 5 años más, como mínimo. 
Galtieri no calculó la reacción determinada de la primera ministra Margaret Thatcher -"el hombre fuerte del Reino Unido", a los ojos del presidenteRonald Reagan-.
Thatcher, en Londres, recibió al secretario de Estado de USA, Alexander Haig, la noche antes de la intercepción del avión cubano en Brasilia. "A menos que le impidamos el éxito  a los argentinos, todos somos vulnerables", dijo Thatcher, según los registros oficiales. Haig la consoló: "Estoy seguro de que Ud. sabe que no somos imparciales".
Ella preparaba despachar una flota a las Islas Malvinas, a 13.000 kilómetros de distancia. En la conversación, le dio las gracias por el apoyo de Estados Unidos desde la base de la isla de Ascensión. Instaladas a 2.700 km de costa brasileña, a la altura de Pernambuco, las antenas plantadas allí son los "oídos electrónicos" para Washington en el Atlántico Sur.
Antes de despedirse de Haig, Thatcher lo llevó a un cuarto de la residencia oficial. Y "deliberadamente" le mostró imágenes de héroes británicos de las guerras napoleónicas, el almirante Horatio Nelson y el generale Duque de Wellington, segun describió Haig, impresionado, en un telegrama enviado a la Casa Blanca durante el vuelo de Londres a Buenos Aires.
Haig hizo una escala en Recife para reabastecer su avión. Se reunió con el gobernador de Pernambuco, Marco Maciel, a quien le contó que aconsejaría a los argentinos negociar ya que serían derrotados por Thatcher con la ayuda de USA.
Al día siguiente se reunió con Galtieri. Oyó del general, que ya había hablado con el emisario de Fidel, e hizo mención de las "ofertas de ayuda militar de los países no occidentales".
(N. de la R.: Gravísimo error de Galtieri de anticipar su posible estrategia a quien ya era su enemigo. Washington DC iniciaría de inmediato una negociación con Moscú para desactivar lo que prometió el general argentino).
La Unión Soviética había redireccionado parte de sus satélites Cosmos para vigilancia en el Atlántico Sur, donde también tenía 25 barcos "de pesca". La CIA consideraba "insólito" ese nivel de cobertura soviética en la región, pero se aventuró, por pálpito, en la mañana del 09/04: "La actividad militar soviética, probablemente se limitará a los datos de localización (de la flota británica)".
La Argentina enfrentaba un bloqueo financiero, comercial y militar europeo. No tenía dinero, sólo US$ 400 millones en reservas. Tampoco tenía las armas necesarias. Había pagado a Francia por 14 aviones de combate Super Etendard y sólo había recibido 5, con 5 modernos misiles Exocet. Sin información de satélites, no podría localizar las naves enemigas. Submarinos, ni pensar.
Los británicos, por el contrario, recibían del Pentágono los códigos militares argentinos, imágenes diarias y detalladas de las bases y del movimiento en Port Stanley (ahora Puerto Argentino, capital de las Malvinas). Ellos enviaron 2 submarinos nucleares en la región, inspirando miedo al jefe de la Armada, almirante Jorge Anaya, el más radical de la junta militar. Desde 1978, Anaya cargaba un manuscrito con su propio plan para invadir las Malvinas. Pero en el momento de la batalla, recogió la flota hacia los puertos del sur. Y no dejó navegar hasta el final de la guerra.
Cuando Haig volvió a Londres, un Boeing 707 de Aerolíneas Argentinas aterrizó en Río de Janeiro. Venía de Tel Aviv, Israel, con destino a la base de El Palomar, en las afueras de Buenos Aires. Se lo condujo para recarga de combustible junto a las aeronaves civiles en el aeropuerto del Galeón, a pesar de que el sótano estaba desbordado por una carga de bombas y minas terrestres.
"Poco a poco" –registró el Consejo de Seguridad Nacional en memorándum al Presidente Figueiredo-, la Argentina reducía "sus contactos con Brasil, en diversos grados de formalidad". Y requería "cooperación en términos más concretos."
Brasilia comenzó a recibir lista de pedidos: créditos y facilidades para operaciones triangulares de comercio con Europa, entrega inmediata aviones; bombas incendiarias y municiones para fusiles; sistemas de radar y combustible para aviación, entre otras cosas.
El Itamaraty recomendaba "trato a favor" a casi todo, mientras la tensión crecía al ritmo de la marcha de la flota británica por el Atlántico Sur.
Internacionalizar la guerra
La invasión militar de las Malvinas llevó al gobierno brasileño a predecir que la Argentina intentaría arrastrar a América del Sur a "un conflicto de grandes proporciones, con consecuencias desastrosas en todas las áreas, en los países occidentales" -segun muestran documentos del Consejo de Seguridad Nacional y del Ministerio de Relaciones Exteriores, recientemente difundidos al cesar el período de secreto-.
Y el Consejo estaba en lo cierto. El gobierno argentino realmente tramaba "internacionalizar la guerra", confirmó el canciller Nicanor Costa Méndez en los autos de la investigación realizada poco después del conflicto, pero conocido hace solo 2 semanas. Fue un tema "considerado en varias oportunidades", dijo él. 
Luego retrocedió ante el riesgo de una confrontación con la participación directa de USA y la Unión Soviética: "Precisamente porque nunca, al menos por mi intermedio, la Argentina le pidió ayuda a la URSS o a países de influencia soviética, o a China comunista", completó Méndez.
En Washington era creciente la preocupación por el nivel de interferencia de Moscú en la crisis. El 17/04/1982, Londres informó a la Casa Blanca haber confirmado la disposición soviética de "ofrecer buques, aeronaves y misiles a la Argentina a cambio de cereales".
2 días después, en Brasilia, el Centro de Información de la Armada (CENIMAR) advirtió sobre el desplazamiento de "agentes soviéticos" de Perú a Ciudad de Buenos Aires y Montevideo, para asistir a la Armada Argentina a "reunir datos" sobre la flota británica, que estaba en camino. 
"Los soviéticos", informó CENIMAR, "solicitaron a (Muamar el) Gadafi que Libia proporcionara aviones y misiles a la Argentina de origen ruso, para que la Unión Soviética no surgiera sola como responsable del suministro de armas".
Y agregó el CENIMAR: "El embajador cubano en Buenos Aires, cuyo avión fue interceptado en el espacio aéreo brasileño, llevaba un mensaje de Fidel Castro a la Argentina en el cual, en nombre del gobierno de Angola, ofrecía las bases aéreas angoleñas como escala operativa para mantener un puente aéreo entre Libia y la Argentina".
Gadafi, a quien Ronald Reagan llamaba "el perro loco", era un buen cliente de Moscú. Entre 1978 y 1982, había acumulado US$ 12.000 millones en pedidos de armas rusas para sus arsenales excavados alrededor de Trípoli.
En la tarde del miércoles 26/05/1982, un carguero de Aerolíneas Argentinas descendió en el aeropuerto de Recife. Fue reabastecido y siguió hacia Trípoli. Regresó 48 horas después. Uno de los tripulantes, el navegador, estaba bajo licencia psiquiátrica –relata el periodista Gonzalo Sánchez en un libro recién lanzado sobre los pilotos en la guerra-.
El flujo en el puente aéreo de armas a Buenos Aires crecía. Llegó en promedio a 2 vuelos diarios con escala en Recife. Otros aviones entraron en la ruta -y no siempre civiles-. Algunos desfilaron por la pista pernambucana mostrando en el fuselaje las banderas de los países "neutrales", como Liberia y Sudáfrica.
En Washington DC, el embajador brasileño Antonio Azeredo da Silveira, asistió el lunes 31/05/1982 al anuncio del presidente Reagan sobre las negociaciones con Rusia para reducir los arsenales nucleares. Ex canciller del gobierno de Ernesto Geisel, Azeredo había aprendido a leer entrelíneas. Él escribió un breve telegrama, clasificado como "secreto de extrema urgencia" y lo envió al Palacio de Itamaraty: "Todo nos lleva a creer que ese entendimiento entre USA y la URSS, anula, por lo menos hoy día, la posibilidad de ayuda concreta de la Unión Soviética a la Argentina en la crisis del Atlántico Sur ".
Esa misma tarde, el embajador ruso en Buenos Aires, Serguei Striganov, habló durante 40 minutos con el general Leopoldo Galtieri. A la salida de la Casa Rosada, Striganov dijo que el apoyo soviético se limitaría a las áreas "política y diplomática".
Quedaban pocos aliados, entre ellos Brasil y Perú. 
Perú se dispuso a atender sin límite los pedidos argentinos, especialmente aquellos rechazados por Brasil con la diplomática alegación de "no compromiso ostentoso." 
Lima envió una docena de aviones Mirage, por la ruta Bolivia-Brasil para evitar los radares de Chile, que se había aliado a Inglaterra. También abrió aeropuertos y cuentas para la compra de armas.
Perú se involucró en la compra de misiles en el mercado paralelo. En uno de ellas, transfirió US$ 9.6 millones a Difensa Establishment, de Liechnstein, como anticipo de la compra de una docena de misiles Exocet a un precio 6 veces por encima de la lista de precios vigente en el mercado.
Quedaron US$ 2,4 millones (20% del valor total) a pagarse contra la entrega, pero los misiles nunca llegaron. El dinero fue depositado en una cuenta (100-2-0039245) del agregado de la Armada Argentina en el Banco Continental en Lima. Y desapareció.
La capital de las islas Malvinas ya estaba rodeada por las tropas británicas, en la mañana del jueves 03/06/1982, cuando se escuchó la alarma en el Comando Aéreo de Rio de Janeiro: un avión británico invadía el espacio aéreo nacional y pedía autorización para aterrizar de emergencia, debido a falta de combustible.
Aviones Northrop F-5 fueron enviados para escoltar el bombardero XM597 Vulcan, alcanzado a 340 km al sur de la playa de Copacabana. Regresaba de un ataque en Malvinas y un recalentamiento hidráulico anulaba sus posibilidades de volar 5 horas sobre el Atlántico hasta la base de la isla de Ascensión. Cargaba 2 misiles estadounidenses sofisticados AGM-45 Shrike, diseñados para destruir radares. Uno de ellos fue arrojado al mar, junto con los códigos que tenía el piloto. El otro quedó atrapado en el espacio reservado a la carga.
Al aterrizar, el Vulcan se convirtió en sinónimo de crisis entre Brasil y el Reino Unido. El gobierno de Margaret Thatcher protestó, alegando que Brasil detuvo el avión mientras "facilitaba la difícil tarea de Gadafi" en el tráfico de armas.
En Brasilia, el embajador británico, William Harding, y el embajador estadounidense, Anthony Motley, estaban más preocupados por el misil que por el avión. Era una nueva tecnología de la OTAN, diseñada para competir con el sistema soviético aire-tierra S-75. 
Harding y Motley insistieron en obtener garantías de la preservación del misil en un lugar "cerrado" y "sellado", según relató el canciller en memorándum al Presidente, que lo calificó como "secreto exclusivo".
El gobierno británico amenazó con "serias consecuencias". 
El canciller consideró "desproporcionada" esa reacción, recordando al embajador que la posición de Brasil no era "estrictamente neutral". 
Harding argumentó tener "claras evidencias" sobre el puente aéreo de armas a la Argentina. 
"Recordé" -escribió Ramiro Saraiva Guerreiro al presidente Joao Figueiredo- "que la inspección del avión de Aerolíneas no constató armas".
El avión y el misil fueron devueltos 72 horas antes de que el general argentino Mario Menéndez se rindiera ante el comandante británico Jeremy Moore, la tarde del 14 de junio en la capital de las islas.
Terminaba la Guerra de las Malvinas. Comenzaba el epílogo de la dictadura militar en Argentina.