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jueves, 15 de noviembre de 2012

Ernesto en el paraíso.


José Alberto Álvarez Bravo

Ernesto Martínez Pérez nació proletario. Toda su vida, iniciada el 16 de junio de 1951 en Santa Clara, ha sudado la camisa para sustentarse y alimentar a su familia. Su hábitat natural debiera ser el paraíso del proletariado, cuya edificación era la meta suprema de la revolución cubana,  según nos inculcó durante generaciones la propaganda oficial.

La entronización de la moral y la justicia socialistas impedirían el surgimiento de conflictos laborales; los intereses del trabajador estarían garantizados por una legislación concebida y estructurada para legitimarlos. Desde esta idílica perspectiva, los sinsabores y penurias por los que Ernesto viene atravesando desde el 10 de febrero de 2012 resultan  inconcebibles.

Durante seis años, Ernesto había mantenido una conducta laboral ajustada a los términos del contenido de su puesto de trabajo, en el Departamento de Mantenimiento del Hospital “Dr. Salvador Allende”, antigua Quinta Covadonga, en el Municipio Cerro, donde se desempeñaba como carpintero. Según  Resolución del Órgano de Justicia Laboral de Base Cerro, “no le consta ninguna sanción  en su expediente laboral, mantenía una conducta política, social y moral con sus compañeros de trabajo, por la cual tiene diploma de su trabajo realizado firmado por la administración del centro”.

Un pequeño detalle le impedía a Ernesto ser un cabal representante del “hombre nuevo”: no aceptaba en silencio el despojo de sus derechos.

Este “defecto” dio inicio a una cadena de conflictos de baja intensidad, que desembocaron en la imposición de una medida disciplinaria, impuesta por la misma “administración del centro” que antes le había otorgado diploma de reconocimiento, de SEPARACION DEFINITIVA DE LA ENTIDAD, amparada en el Decreto Ley 176/1997, inciso K, articulo 14.

Ante lo que consideró un nuevo y flagrante atropello a su derecho, Ernesto recurrió la medida ante el mencionado Órgano de Justicia Laboral de Base Cerro, entidad jurídica que declaró, el 25 de abril de 2012, CON LUGAR  su reclamación, resolviendo además “incorporar inmediatamente al trabajador en su puesto de trabajo, e indemnizar los perjuicios económicos ocasionados, etc”.

Para estupor de quienes creen en la seriedad de la “justicia revolucionaria”, la administración del centro, representada por Juan Medina Sosa, Subdirector Administrativo “Dr. Salvador Allende”, emitió una resolución, con fecha 10 de mayo del propio año, en la que se lee textualmente:
“Compañero:
                            REF. Solicitud de Retirada del Centro

En virtud a lo establecido y exigido por el Articulo 48 del Decreto-Ley No. 176/97, refiere que de alguna de Las Partes establecer demanda NO SE EJECUTA LA RESOLUCION DEL ÓRGANO COMPETENTE, POR ELLO SE SOLICITA DE SU PERSONA SU RETIRADA DEL CENTRO en espera de la firmeza de su fallo emitido por el Órgano de Justicia Laboral de Base del Cerro”

Sin más reparos, Ernesto fue puesto de patitas en la calle, por parte de la “administración del centro”, contrariando la clara resolución del citado Órgano de Justicia Laboral de Base, que ya era firme desde el momento en que fue librada.

Desde hace nueve meses, el proletario Ernesto no cuenta con medios de subsistencia para él y su familia, a pesar de haber entregado toda su vida a consolidar el pretendido “paraíso del proletariado”.


domingo, 29 de julio de 2012

#Venezuela #Canada #EEUU Breve historia de una desempleada cubana


Las medidas de austeridad económica del régimen cubano han creado un ejército de "disponibles", como llama el Gobierno a los nuevos expulsados del sistema estatal

Crédito foto: Reuters


En materia de siglas no hay quien le gane al gobierno de los Castro. Repasemos algunas. PCC, FMC, CDR, DSE, DTI, MININT, MINFAR, MINED, CTC, ANAP, ICRT, UNEAC, ICAIC... En cuanto a la jerga oficial, sencillamente, sitúan el idioma castellano en otra dimensión.

Al robo grosero en tiendas o empresas les llaman ‘pérdidas’ o ‘faltantes’. Si una tarde el jefe de una obra carga un camión repleto de baldosas y lo guarda a buen recaudo en el garaje de su casa, eufemísticamente, se cataloga como ‘desvío de recursos’.

Los disidentes son ‘contrarrevolucionarios’. Y a los desempleados les denominan ‘excedentes’ o ‘disponibles’. Y de ellos queremos hablar.

Les presento a Gloria, 49 años, licenciada en contabilidad, quien hace dos semanas engrosó la lista de parados cubanos. Ella es una, entre el millón y medio de desempleados, que en un plazo de 3 años el Gobierno del General Raúl Castro prometió echar a la calle para adelgazar las voluminosas plantillas estatales.

Cuando se creó la comisión “encargada de estudiar los expedientes de aquellos compañeros que quedarían disponibles”, cuenta Gloria, en su empresa comenzaron a hacer quinielas.

Nadie se sentía seguro. Los que usualmente inflaban pecho, orgullosos de haber participado en batallas en la selva africana, también caminaban cabizbajos y preocupados por los pasillos.

No era mérito suficiente haber gritado gruesas ofensas en los actos de repudio periódicamente armados contra las Damas de Blanco. Tampoco los viejos diplomas y medallas de calamina que daban fe de la lealtad con el régimen. Ahora lo que importa son los intereses de la empresa y en particular la ‘idoneidad’, otra jerga oficial.

Cuando a una mujer como Gloria, de 49 años, que se ha pasado toda su vida levantándose a las 6 de la mañana, desayunando café sin leche y pan con aceite y ajo; llegando a las 5 de la tarde a su casa, sin una bombilla o unos bolígrafos hurtados; cenando arroz, frijoles y lo que aparezca; viendo culebrones de turno, y a mitad de la novela dormirse, un tipo con voz engolada le dice que a partir de esa fecha queda “disponible”, el mundo se le viene abajo.

En la soledad de su habitación lloró abatida. Sin aspavientos ni dramas. A sus 49 años se enfrenta a una realidad para la cual no estaba preparada. Ganaba un salario mensual de 450 pesos y una estimulación de 27.50 en moneda convertible. Además, diariamente le daban una merienda y un litro de refresco que vendía en 45 pesos, buscándose 225 pesos extras cada semana.

Divorciada hace años, Gloria mantuvo sola a su hija, algo habitual en el escenario cubano. Jamás se robó una hoja de papel ni falsificó o adulteró cifras o cuentas bancarias. Pero la empresa fue tajante.

De nada valió la apelación. Un mes de sueldo y la opción de trabajar en una oficina a muchos kilómetros de su casa, sin transporte, con un salario de 264 pesos y cero estimulación en divisas. Sacó la pequeña calculadora. De aceptarlo, de un golpe pierde 186 pesos y 27 cuc.

Que para Gloria no es poca cosa. Encima, cada día perder 3 horas, en el viaje de ida y vuelta en un atiborrado ómnibus urbano. ¿Qué hacer?

Entre las opciones, barajó montar un aula para repasarle matemáticas a niños de primaria. Llevarle las finanzas a algún trabajador por cuenta propia. O sentarse a ver culebrones y dejar que todo se vaya a la mierda. De momento, no quiere pensar en su futuro. Comenzará a trabajar en la distante oficina en el mes de agosto. El dinero extra aún no sabe cómo obtenerlo legalmente. Ya verá.


Una buena contadora puede ser útil para camuflar los robos de los burócratas corruptos. Pero su padre estibador y su madre costurera le inculcaron honestidad y moralidad. Unos valores a los que Gloria no va renunciar, a pesar de haberse convertido éstos en un fardo pesado.

Pero tiene que vivir. En una sociedad que ya no le garantiza nada. Y a la que debe aplaudir. Una cosa le queda claro: no quiere oír hablar de los hermanos Castro ni de su revolución.

Gloria los culpa por su vida gris, de café sin leche y pan con aceite y ajo en el desayuno, y una frugal comida diaria.