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martes, 14 de octubre de 2014

Guevara el apostol de la violencia

Guevara, apóstol de la violencia

El 11 de diciembre de 1964, el ministro de Industria cubano, Ernesto 'Che' Guevara, fumaba un puro durante el discurso de Adlai Stevenson, embajador de Estados Unidos ante la Organización de la Naciones Unidas, ONU.
El 11 de diciembre de 1964, el ministro de Industria cubano, Ernesto 'Che' Guevara, fumaba un puro durante el discurso de Adlai Stevenson, embajador de Estados Unidos ante la Organización de la Naciones Unidas, ONU.


Pedro Corzo
octubre 14, 2014

“No soy Cristo ni un filántropo, soy todo lo contrario de un Cristo”
    Che

Es difícil entender como en un período histórico en el que la violencia se ha convertido en algo más que detestable existan "pacifistas" que elaboren apologías de Ernesto Guevara, un individuo que independientemente de doctrinas e ideologías, fue uno de los  teóricos más consecuentes que tuvo la violencia como práctica política en uno de las etapas más convulsas de Nuestra América en el pasado siglo XX.

Su identificación con una de las personalidades más despiadadas de la historia moderna la hace notar en una carta que dirige desde Costa Rica a su tía Beatriz el 10 de diciembre de 1953:  “En El Paso tuve la oportunidad de pasar por los dominios de la United Fruit convenciéndome una vez más de lo terrible que son esos pulpos capitalistas. He jurado ante una estampa del viejo y llorado camarada Stalin no descansar hasta ver aniquilados estos pulpos capitalistas.”

El individuo que algunos pretenden presentar como un ser justiciero y de profundo espíritu cristiano, le escribió una carta a su madre, el 15 de julio de 1956 desde una prisión mejicana, “No soy Cristo ni un filántropo, soy todo lo contrario de un Cristo. Lucho por las cosas en las que creo con todas las armas de que dispongo y trato de dejar muerto al otro para que no me claven en ninguna cruz o en ninguna otra cosa”.

Un ejemplo de su voluntad violenta y en cierto sentido sádica se aprecia en una carta que dirigió a su primera esposa Hilda Gadea, que se encontraba en Lima, Perú.  Escribe el 28 de enero de 1957, “Querida vieja: Aquí en la selva cubana, vivo y sediento de sangre, escribo estas ardientes líneas inspiradas en Martí. Como un soldado de verdad, al menos estoy sucio y harapiento, escribo esta carta sobre un plato de hojalata, con un arma a mi lado y algo nuevo, un cigarro en la boca”.

Esta sed no demoró en saciarla. Según expone  Anderson en su libro “Che”, varias fuentes cubanas le describieron como asesinó a Eutimio Guerra, un supuesto delator. Refiere Anderson, “El Che se adelantó para matar a Eutimio cuando resultó evidente que nadie tomaría la iniciativa. Esto al parecer incluye a Fidel, que tras la orden de matar a Eutimio sin indicar quien debía cumplirlo, se alejó para guarecerse de la lluvia.” Este crimen lo presenció el comandante del ejército rebelde Jaime Costa.

La disciplina que imponía entre sus hombres era inflexible y cruenta. Su falta de sensibilidad y misericordia se aprecia en un relato de su libro "Pasajes" en el que describe con orgullo cómo encontró moribundo a un combatiente rebelde que cumpliendo órdenes suyas fue desarmado a la primera línea del frente, en el enfrentamiento de la ciudad de Santa Clara, para adquirir un fusil, ya que le había castigado quitándole el suyo porque se había quedado dormido en una guardia.

Su conducta con los militares del antiguo régimen fue todavía  más cruel y le llevó más allá de lo que cualquier jacobino pudiera considerar una justa justicia.

En Santa Clara fue el responsable de los primeros fusilamientos sin juicios cuando simples denuncias podían llevar al inculpado a la muerte.

La Cabaña, su  primer mando después del triunfo insurreccionad, fue el lugar  donde más ex militares y colaboradores de la dictadura derrocada fueron ejecutados. Según Hart Phillips para The New York Times, unos "400 en los dos primeros meses".

Mientras el London Daily Telegraph escribía:  "en ocasiones funcionaban cuatro tribunales simultáneamente, sin abogados ni testigos de descargos,  llegando a juzgarse, contemplando la pena capital, hasta 80 personas en juicios colectivos" y  relataba que Guevara ordenó personalmente, entre otras, la ejecución del teniente José Castaño Quevedo, cuyo único crimen fue ocupar la dirección del Buró para la Represión de Actividades Comunistas, BRAC.,  ya que en el proceso no se efectuaron demandas contra el teniente.

Como reseña interesante puede destacarse que en 1959, Guevara creó una fuerza subversiva en Bolivia a través del embajador cubano en La Paz, José Tabares del Real. Este esfuerzo desestabilizador se extendió hasta junio de 1961 y se desarrolló contra el gobierno democrático de un político de fuerte aval revolucionario, Heman Siles Suaso.

Más tarde intentó organizar una revolución en Argentina para la que se alió con elementos peronistas. Este brote abortó cuando las autoridades argentinas descubrieron dos escuelas de guerrilleros y detuvieron a un instructor militar cubano, José Ramón Alejandro. Posteriormente las autoridades bonaerenses presentaron documentos que mostraban que la Embajada de Cuba en Buenos Aires era un centro subversivo que dirigía Guevara desde La Habana. Años después, a través de Jorge Ricardo Masetti,  fundador de Prensa Latina, organizó una fuerza guerrillera identificada como Ejército Guerrillero del Pueblo, que según algunos analistas incurrió en los errores tácticos que el "Che" repetiría, en Bolivia.

Junto a Masetti -muerto en el Chaco argentino- el Che moriría en el Chaco boliviano,  cayeron dos oficiales del ejército cubano que habían sido hombres de confianza de Guevara: Hermes Peña Torre y Raúl Dávila.

No cabe duda de que Ernesto Guevara poseía una inmerecida reputación en los aspectos teórico y práctico en la guerra de guerrillas que Castro no tenía. Fue uno de los propiciadores de la Conferencia Tricontinental de La Habana a principios de 1966,  que sería, según sus  planes,  el vector para las Revoluciones que convulsionarían  América,  Asia y África.

Sus frecuentes y largos viajes por el extranjero en los que profería  incendiarios discursos revolucionarios lo fueron convirtiendo en una especie de vocero de la Revolución Mundial y sus contactos directos con Ben Bella,  Gamal Abdel Nasser,  Sekou Toure, Josehf  “Tito” Broz, Ahmed  Sukarno y la cúpula del poder de la República Popular China y  Viet Nam acrecentaban su prestigio de individuo comprometido con cambios políticos radicales.

Sin embargo este hombre que mataría y moriría por sus convicciones asume durante su juventud una conducta inexplicable. Nunca participó activamente contra los movimientos fascistas y antijudíos que existían en Argentina,  ni tampoco se vinculó a los que combatían directamente la dictadura de Juan Domingo Perón.

A pesar de su condición de miembro de la Federación Universitaria de Buenos Aires, organismo dirigido por socialistas y comunistas, no hace vida militante ni se le conocen artículos o discursos en los que exponga  sus opiniones sobre los problemas que enfrentaba su país en  aquellos días. En una palabra, no se le conocen acciones en contra de los actos de fuerza del gobierno de Juan Domingo Perón.

En enero de 1965 Guevara visita la República del Congo, Brazzaville,  y le ofrece colaboración a Massemba Debat en las guerrillas que éste está creando en el Congo Kinshasa. Debat acepta, y a su regreso a Cuba informa a Fidel Castro, quien considerando,  que era una manera de aumentar su protagonismo político y la hegemonía de la Revolución, le facilita los medios y recursos para que la ya cruenta guerra africana se acentuara.

Guevara parte con un contingente de 125 guerrilleros cubanos, perfectamente entrenados y mejor armados, todos veteranos de la lucha insurreccional contra el régimen de Fulgencio Batista.

Llegó a Kinshasa después de atravesar  el lago Tanganica, seis meses más tarde,  diciembre del 65 regresa a La Habana con el resto de su contingente. Decepcionado de las guerrillas congolesas.  De todas sus fracasadas acciones bélicas la menos conocida es esta del Congo. En el país africano cometió errores tácticos y estratégicos  que repetiría en Bolivia.

Pero bien,  para aseverar su apostolado de violencia reproduzcamos algunos de sus planteamientos:

A)  Durante su intervención en la Asamblea General de Naciones Unidas el 11 de diciembre de 1964, expresó: “Nosotros tenemos que decir aquí lo que es una verdad conocida, que la hemos expresado siempre ante el mundo: fusilamientos, sí, hemos fusilado, fusilamos y seguiremos fusilando mientras sea necesario. Nuestra lucha es una lucha a muerte. Nosotros sabemos cuál sería el resultado de una batalla perdida y también tienen que saber los gusanos cuál es el resultado de la batalla perdida hoy en Cuba.”

B) Táctica y Estrategia de la  Revolución Cubana. Revista Verde Olivo Prensa Latina 8-10-68. Distribuido por Prensa Latina,  numero 3054.  “El camino pacífico está eliminado y la violencia es inevitable. Para lograr  regímenes socialistas habrán de correr ríos de sangre y debe continuarse la ruta de la liberación aunque sea a costa de millones de víctimas atómicas".

C) Crear dos, tres... muchos Viet  Nam... es la consigna. Revista Tricon tinental, 16-4-67, órgano de la Tricontinental de Solidaridad, OSPAAAL. "El odio como factor de lucha; el odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones naturales del ser humano y lo convierte en una efectiva, violenta, selectiva y fría máquina de matar. Nuestros soldados tienen que ser así; un pueblo sin odio no puede triunfar sobre un enemigo brutal. Hay que llevar la guerra hasta donde el enemigo la lleve: a su casa, a sus lugares de diversión; hacerla total. Hay que impedirle tener un minuto de tranquilidad, un minuto de sosiego fuera de sus cuarteles, y aún dentro de los mismos: atacarlo donde quiera que se encuentre; hacerlo sentir una fiera acosada por cada lugar que transite. Entonces su moral irá decayendo. Se hará más bestial todavía, pero se notarán los signos del decaimiento que asoma".

http://www.martinoticias.com/content/guevara-apostol-de-la-violencia/77097.html