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sábado, 5 de abril de 2014

Malecon 117 Las ruinas de lo que fue mi casa (Fotos @Yusnaby)

Un amigo, Yusnaby Pérez  me ha hecho el enorme favor de hacerme llegar una fotografías, de lo que durante 33 años fue mi casa en Cuba. Y me ha llegado al alma ver la OBRA DEL CASTRISMO y mas de medio siglo de DESCUIDO Y MISERIA, sobre lo que un día fue, un edificio muy bien hecho (tanto es así que ha aguantado hasta ahora) He de aclarar que cuando se bota el mar, y suele hacerlo varias veces cada año, las olas cruzan la calle y chocan directamente contra este infeliz estructura, y es un autentico milagro que todavía este en pie.

Para que nadie diga que soy parte implicada, y que me duele por esto o por lo otro, adjunto una descripción que dejo una persona (que me es completamente desconocida), sobre el, hace unos años

LA HABANA, enero 1999 - Fue caminando por el Malecón. Ese ritual citadino presente en el ADN de los habaneros que observé la "estática milagrosa" del edificio de Malecón 117, esquina a Crespo.
La primera impresión es que está abandonado. "Una de las tantas ruinas de la ciudad", pensé, mirando el depauperado lugar, y le comenté a Angel Almagro, mi compañero de viaje: "Las ruinas tienen su encanto, ¿verdad?"
Pero un pañal tendido en una ventana me dio la señal. Estaba habitado y vivían niños en él. Eran ruinas con vida.
Uno de los inquilinos del 117 nos informó que viven allí alrededor de 45 personas, entre ellas varios niños. Por ejemplo, en el apartamento 6 viven dos niños y en el 7, uno. Son en total 14 núcleos familiares que saludan al sol y al azul marinero cada mañana con la famosa frase "Los que van a morir te saludan".
En el juego de la ruleta rusa, "estática milagrosa" es la definición que el propio delegado del Poder Popular ha acuñado para describir el milagro de que permanezca en pie esta construcción, sin hacer mucho más para que este milagro no se convierta en tragedia.
Los habitantes de esta especie de tumbas posmodernistas nos dicen:
- Yo no voy para ningún albergue.
Es decir, prefieren arriegar la vida cada día antes de soportar las condiciones de un albergue de tránsito que suele convertirse en un eterno martirio. En los albergues lo primero que se rompe es la privacidad, una de las premisas de la felicidad familiar. La ausencia de ésta ha provocado un alto índice de divorcios y de suicidios.
Este edificio está dentro del Plan Malecón, un proyecto de rehabilitación urbana, cuyo director, Angel Sánchez, no pudo conversar con nosotros por "estar reunido". Sin embargo, sí logramos conversar con el señor Figueredo, Jefe de Abastecimientos, quien ante la pregunta sobre el futuro de Malecón 117: "¿Qué tiempo habrá que esperar para la rehabilitación o para que le den casa a los inquilinos del 117?, nos respondió: "El jefe Sánchez es quien responde las preguntas, y nos ha ordenado que no demos explicaciones ni detalles de nada".
Esto de los jefes en Cuba es un mal endémico (de tal palo, tal astilla). Nunca olvidemos al comandante en jefe, que en Cuba quiere ser jefe hasta de la respiración de los cubanos.
Figueredo nos informó que el Plan Malecón respondía a la Oficina del Historiador de la Ciudad, y a la Plaza de Armas dirigí mis pasos. En el café "Al Capuccino", un italiano ebrio le gritaba a una mulata "Maladoja, maladoja", y se reía, demostrando sin dudas sus "avances" en la peor jerga de La Habana.
El café está a unos metros del palacio donde reina el Historiador de la Ciudad Don Eusebio Leal, quien domina villas y castillas en la Habana Vieja. El señor Leal ha diseñado un reino para extranjeros al amparo de la UNESCO, del patrimonio de la humanidad y de la Santa Inquisición (gobierno cubano), reafirmando el apperheid caribeño que nos lacera como hombres dignos.
En la Oficina del Historiador de la Ciudad no supieron responder a mis preguntas, y me volvieron a enviar para Malecón 17, que es donde curiosamente radica el Plan Malecón.
Comienza el peloteo --pensé-- es mejor dejarlo por hoy. En Cuba, la gente llama peloteo a la usanza burocrática de mandarte de un departamento a otro para resolver o aclarar algo que puede resolverse donde primero fuiste.
El Plan Malecón tiene el apoyo financiero español. A pesar de ese apoyo, las obras marchan con una lentitud pasmosa, y con una ineficiencia olímpica. Muestra de lo peculiar del Plan es la anécdota que me contaba un vecino de Malecón 117 acerca de los carteles que a lo largo del Paseo del Malecón anuncian (no olvidemos la importancia de la propaganda en todo sistema totalitario fascista): "Programa de rehabilitación Plan Malecón". La cuestión es que quitaron uno de los carteles sin haber terminado la reparación de un inmueble para trasladarlo al frontón de Malecón 117, a fin de calmar los ánimos. Pero los otros vecinos protestaron (imagino que asustados) y volvieron a poner el cartel donde estaba antes.
Los obreros que trabajan en las obras se quejan de los magros salarios que reciben, sin contar las pérdidas constantes de materiales o la ausencia de ellos. Salvo el Centro Cultural de España y unos pocos edificios, el Paseo de Malecón continúa en ruinas. Las aguas albañales invaden la acera, y corren los años desde la anunciada rehabilitación.
Los años pasan, y los habitantes de Malecón 117 se desesperan por la lentitud de las reparaciones. En mucho menos tiempo se construyó el hotel Parque Central, donde la más sencilla de sus 280 habitaciones cuesta 180 dólares la noche. Un vecino del lugar nos decía: "Si es un hotel o un centro comercial para venderle a los turistas o a los cubanos que tengan dólares, se construye rápido; pero las casas de los cubanos no tienen la misma prioridad".
El amable inquilino X, que tanto nos contó sobre sus problemas, me hizo reir con una expresión de humor negro, al decirnos: "Yo creo que voy a salir de aquí dentro de un año o año y medio… para el cementerio".
"A algunos núcleos familiares del edificio les dieron casas, como al núcleo de Zacarías, que después se fue del país", se lamentaba X. "A Paneque lo mandaron para el reparto Altahabana y a Sara para el reparto Alberro".
El promedio de derrumbe de edificaciones sobrepasa los tres diarios, según el estudio "Cuba: diagnóstico de una crisis", del economista Oscar Espinosa Chepe. Malecón 117 pudiera estar entre los tres que el azar escoge hoy. Al escribir estas líneas descubro la incertidumbre como una providencial marca del cubano actual. La incertidumbre ante el próximo aguacero que te puede mojar la cama por los huecos del techo, o para que el techo no se te venga encima. La incertidumbre por lo que vas a comer mañana. ¿Tendrás dinero mañana? Incertidumbre agónica y diaria que nos convierte en un pueblo con un alto nivel de estrés y de infarto del miocardio.
Gracias a Dios que muy pocos cubanos viven hoy con la incertidumbre que el gobierno trató de sembrar durante décadas: la invasión inminente de norteamericanos, el ataque por sorpresa al amancer. Ya nadie les cree. Con la mitad del cemento que se gastó en todos los refugios, huecos, bunkers bajo tierra, túneles y demás ratoneras durante la histeria guerrerista de los 90, todo el Paseo del Malecón estuviera hoy reparado. Incluso hubieran podido demoler algunos edificios y construirlos nuevos.
Mientras el mar sigue lanzando contra el muro del Malecón sus nostálgicas olas y Poseidón, Dios del océano, con su tridente contaminado por el despiadado petróleo de la bahía, canta a pesar de todo ese tema de Los Zafiros: "Que es la gloria para tí… ¡¡¡Habana!!!"  http://www.cubanet.org/CNews/y99/jan99/20a1.htm


No conozco a esta señora. Pero en el apartamento que esta al fondo, con las ventanas rojas vivía Zenaida (la presidenta del CDR) y su hija Teresa, y su nieta Marena. Y esa pared al fondo no existía, el portal era completamente abierto.


Cuando yo era niña y joven, esos azulejos de fondo blanco con un motivo verde cubrían toda la escalera del edificio, Los escalones eran de granito, con un pasamanos normal metalico y de madera. Lo que se ve al fondo es la puerta de la cisterna, donde también habia un motor, que en mis tiempos se ponía dos veces al día, para llenar los depósitos de agua de cada apartamento


Esas abrazaderas de hierro que sostienen las columnas y la pared que tapa la salida del portal, no existían en el 95. Al frente donde se aprecia un carro rojo aparcado, había tres edificios, que han desparecido. Al fondo del todo, el edificio que aparece como cerrando la calle, era el puesto de viandas, y enfrente había una bodega. Y se cogía la guagua ruta 58, y otras mas que no recuerdo.


Una vista lateral del edificio. Desde una de esas ventanas ahora destrozadas del 2do piso, vi yo "El Maleconazo" en todo su esplendor


En esta entrada había una puerta gruesa de madera, que permitía cerrar el edificio, ahora de ella ya no queda ni rastro..


Todas las ventana del edificio eran iguales, tenían cristales y contra ventanas de madera con persianas, esa cosa fea y tapiada que se aprecia a la derecha en el primero y segundo piso, no estaban.


Medio siglo de comunismo. Detrás de la mugre y el destrozo, en la fachada, todavía se aprecian las molduras de lo que fue una construcción bonita. Hay que agregar que esto esta en pleno malecón, a tres manzanas de la Punta y a otras 3 del Hotel Deuville, en pleno Centro Habana, en plena capital de Cuba





¿Que tiempo tardara todo esto en venirse abajo, sepultando quizás la vida de alguien? De ahora en adelante, cada vez que alguien me pregunte, porque detesto el sistema cubano, le enseñare estas fotos, que hablan POR SI MISMAS.

Ana Julia Mena Montesino (Alana1962 http://alanacubana1962.blogspot.com.es/2014/04/la-ruina-de-mi-casa-malecon-117-la.html )