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sábado, 29 de febrero de 2020

"Cuba" Ancianos, profesionales y enfermos: rostros de la indigencia en Santiago de Cuba

El agravamiento de la indigencia ha llevado a que el régimen cubano reconozca al menos unos 2 mil desamparados en toda la Isla



(Foto de la autora)


SANTIAGO, Cuba. – Argelio es una de las personas más longevas en Songo-La Maya. Asegura tener 105 años, aunque no tiene documentos que lo avalen. Perdió la visión cuando cumplió los siete y, desde entonces, le ha tocado depender de su bastón y de quienes le han brindado apoyo en algún momento. El médico Roberto Serrano, que también reside en La Maya, dice conocer a Argelio desde siempre; por tanto, da fe de su longevidad.
“Yo conozco a este señor desde que tengo uso de razón. Lo recuerdo llevando la vida como ha podido, siempre caminando a pesar de su ceguera y con todo el ímpetu del mundo. Él es una prueba de que Dios siempre socorre las mayores necesidades”, dice el galeno.

Sin embargo, los años han hecho lo suyo y Argelio no tiene las mismas fuerzas que antes. Hay veces que no puede caminar y esta dificultad para él significa tener que quedarse sin comer.

“El Platanal”, el comedor público del pueblo, que debiera brindar asistencia social, le queda a poco más de un kilómetro, y si no va, entonces no come. Vive solo y enfermo, aun así, el Estado no ha resuelto que alguien le lleve la comida, aunque sea una vez al día.


“El 24 de diciembre yo vi a Argelio como a las 11 de la noche que iba bajo el agua para su casa. Me acerqué para hablarle y me dijo de prisa que hacía más de una semana que no comía más que unos panes duros y agua. Le pregunté si sabía qué día era y sin dudar me dijo ‘Es nochebuena’. Tenía la mente clara y el estómago vacío. Le ofrecí algún dinero para que comiera pues pudiera ser mi padre, incluso mi abuelo”,  cuenta Roberto.

Debido a su condición, Argelio anda sucio, con la ropa vieja y rasgada. Esto ha dado pie a que algunos indolentes lo llamen “loco”. Pudiera ingresar en un hogar de ancianos, pero no existe ninguno en la localidad. Aunque, de haberlo, el Estado, como condición para aceptarlo, le retiraría la pensión de inmediato.

En Songo-La Maya, con solo observar las calles, uno se da cuenta que abundan las personas como Argelio, que viven en el desamparo. Se los ve deambular en la indigencia.

Algunos, a diferencia del anciano, sí presentan trastornos mentales. Como es el caso de María, a quien todos llaman “Mary”.

Debe tener unos cincuenta años, tal vez menos, pero es lo que aparenta. Según cuentan, fue maestra de Ciencias y, por circunstancias de su vida personal, perdió el juicio.

Nunca ha recibido ayuda, ni siquiera como retribución por haber sido una trabajadora profesional. Hace años que vive y duerme a la intemperie.

En enero de este año, el sitio oficialista “Cubadebate”, al igual que otros medios de prensa del régimen, reconocieron por vez primera en sesenta años la existencia de los indigentes y mendigos, aunque llamándolos con el eufemismo de “deambulantes”.

Se dijo que estas personas tendrían la posibilidad temporal de ser internados en centros de “protección social” que ya funcionaban en seis provincias del país para su atención, que se les daría atención médica, rehabilitación e incluso se les proveería regularmente de aseo y ropas, pero las actuales situaciones de Argelio y de “Mary” hacen dudar de la veracidad de tales anuncios. Incluso, nadie sabe si Santiago de Cuba ha sido beneficiaria de un programa similar al que describe la prensa del régimen.


La realidad es que en Santiago de Cuba, con solo observar las calles, pudiéramos asegurar que ha crecido el número de adultos mayores, mujeres, enfermos —la mayoría afrodescendiente—, que viven de la mendicidad, aunque cuenten con un techo.

Pero a esto que constituye un verdadero “ejército” de desahuciados, habría que sumar a una buena cantidad de alcohólicos en su condición de enfermos sin ningún tipo de atención o posibilidad de acceder a centros especializados donde los ayuden a controlar la adicción.

“Wiki” y “Cuadrao” son los sobrenombres de dos alcohólicos a los que la apatía y la negligencia institucionales han sumados a la extensa lista de “locos” y mendigos de la localidad. Todos, por igual, son sistemáticamente humillados.

Pudieran ingresar en el Hospital Psiquiátrico de Songo-La Maya, que cuenta con una sala de Deshabituación Alcohólica, pero el ingreso es voluntario y la mayoría de los enfermos no desea internarse.

Por otra parte, la facilidad para adquirir bebidas alcohólicas debido a su bajo precio y la venta en casi todos los establecimientos de comercio interior, donde jamás escasea, a diferencia de los productos de primera necesidad,  se convierten en obstáculo que les impiden vencer la adicción.

“Yo me siento indignada con el Gobierno, no tengo otra palabra. (…) ponen en el Noticiero que las calles de Estados Unidos están llenas de indigentes  (pero) no hablan de los que viven en la calle aquí”, denuncia una vecina de la localidad.

Aunque se sospecha que la cifra de indigencia en Cuba puede ser aún mayor, el agravamiento de la situación ha llevado a que el régimen reconozca al menos unos 2 mil desamparados, de acuerdo con un informe de finales de 2019 del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, del cual apenas trascendió la información ofrecida por la prensa oficialista.
tomado de: https://www.cubanet.org/destacados/ancianos-profesionales-y-enfermos-rostros-de-la-indigencia-en-santiago-de-cuba/#MasCastrismoParaQué

domingo, 20 de mayo de 2012

#Venezuela #CubaVa #IslaJoven #Revolucion Pelota libre


El equipo de béisbol de la capital de los cubanos, Industriales, está entre los cuatro semifinalistas que disputan en Play off el campeonato de la 51 Serie Nacional. El deporte espectáculo repleta los estadios de seguidores y policías. Los narradores de esos eventos siempre destacan la cuantía aproximada de los fanáticos, pero nunca comentan la exagerada presencia de los agentes del orden y mucho menos la cantidad.

Una periodista de la televisión cubana se refirió hace poco al juego de pelota revolucionario como “el deporte libre frente al esclavo”, en comparación con el que se practicaba en Cuba antes de 1959. La supuesta “libertad deportiva” le ha costado a nuestros peloteros que el estado “los viaje” según sus intereses y la confiabilidad política de los atletas (para que no “tracionen” al quedarse en el extranjero), que no puedan jugar en las ligas profesionales —no solo en las de latinoamérica o de “países hermanos” como Venezuela— y que estén financieramente desprovistos como casi toda la sociedad. A la mayoría de los que se destacan por su alto rendimiento deportivo los involucran en diferentes actividades políticas para comprometerlos con el sistema. Como no cuentan con recursos, el estado les da una casa y un carro como un gesto gubernamental o partidista, los llevan al parlamento cubano o son “elegidos por el pueblo” —casualmente— para integrar alguna entidad política local, municipal o provincial.

El pasatiempo nacional pudiera tener más quilates todavía si no fuera por la evidente supervisión y vigilancia del gobierno. Una asesoría partidista dirigida a “moderar la presión” que pudiera suscitarse en la fanaticada presente en los estadios, politiza subrepticiamente y desazona la lógica rivalidad competitiva para evitar una riña tumultuaria de insospechada magnitud. Nos sorprende cómo los directores de cada equipo hablan en las entrevistas del “aguerrido” contrario —como si se tratara de soldados o practicantes de una disciplina de lucha— y cuánto elogian a sus oponentes en general. También escuchamos las “palabras” y comparecencias de algún dirigente partidista o de la Comisión de Béisbol, la reiterativa alusión de los narradores a que “todos somos cubanos” —acompañadas por imágenes televisivas de torneos internacionales en los que jugadores de diferentes regiones de Cuba que nos han representado, nos regalaron momentos sensacionales—, los comentarios de que los directores fulano y mengano son amigos fuera del terreno, etc. Pero los que “se llevan la mala” son los árbitros. Hasta hace poco me cuestionaba por qué se equivocaban tanto. Me indignaba que no estuvieran a la altura del béisbol que se juega en nuestro país y de la calidad de sus protagonistas. Resulta exasperante verlos equivocarse ‘alternativamente’ a favor de unos y otros. Ahora pienso que tienen la misión de compensar cada ‘jugada cantada’ que haya sido apretada o errática con la decisión posterior que favorezca al adversario para compensar a los hinchas y jugadores de ambas novenas. Son las costuras policiales de una pelota que se reinventó en Cuba después de 1959 y cuyos árbitros supremos todo lo supervisan y manipulan, con lo que denotan que el llamado «béisbol revolucionario» permanece en los calabozos mentales de un modelo en el que todos estamos sujetos al juego sucio de un grupo en pro de su bienestar.