LA HABANA, Cuba, febrero, www.cubanet.org
-José Antonio Torres, corresponsal del periódico Granma en Santiago de
Cuba, está preso desde hace casi un año. Su juicio está en la fase
final de preparación. Lo acusan de corrupción. Puede ser condenado a 10
años de cárcel.
En junio de 2010 Torres escribió el reportaje “El agua en Santiago de Cuba: un reto impostergable”, sobre la reparación del acueducto santiaguero, obras que fueron supervisadas directamente por Ramiro Valdés, vicepresidente del Consejo de Estado y comandante histórico de la revolución.
Aquel reportaje, en que Torres empleó términos como “ineptitud” y “negligencia”, mereció una resurrección de la coletilla, que fue escrita por el mismísimo general Raúl Castro. Contrario a lo esperado en una coletilla, el general-presidente congratulaba al periodista “por su constancia en el seguimiento de la obra”. “Este es el espíritu que debe caracterizar a la prensa del Partido”, subrayaba. Pero menos de nueve meses después, José Antonio Torres cayó preso.
¿Qué delito de corrupción pudo haber cometido un periodista del más oficial de los periódicos oficialistas? ¿Qué pudo haber robado? ¿Unos pesitos de la dieta? ¿La gasolina asignada al Lada para sus viajes de trabajo? ¿Habrá aceptado sobornos de algún peje gordo para que se callara la boca? ¿Será una vendetta porque no se calló? ¿Será Torres una víctima colateral de una guerra en las alturas en la que alguien pidió su cabeza en una bandeja?
Las respuestas a estas preguntas no se sabrán porque el secretismo oficial que ahora piden desterrar, dista de estar en vías de extinción. Todo lo contrario. A pesar de los llamados oficiales a la transparencia informativa, los funcionarios y los burócratas corruptos parecen haber ganado otra batalla. Con el susto que hay en la prensa oficial, ya pueden cerrar con candado sus archivos y dedicarse en sus feudos “a vacilar el comunismo”. O lo que queda de él.
Después del caso de Torres, ¿qué periodista querrá correr el riesgo de que le viren la tortilla y lo echen en el socorrido saco de la lucha contra la corrupción? Los más osados, se conformarán con los pretextos y evasivas con que los pinchos de poca monta contestan las quejas de la ciudadanía al periódico Juventud Rebelde, si es que se dignan a atender tales majaderías.
¿Será que ciertos periodistas oficiales, escogidos con pinzas, están autorizados a ser más indiscretos que el resto de sus colegas?
En la Conferencia Nacional del Partido Comunista se pidió a la Unión de Periodistas (UPEC), “desterrar la autocensura, el lenguaje burocrático y edulcorado, el facilismo, la retórica, el triunfalismo y la banalidad”.
¿Imaginan la prensa oficial sin esas características? ¿Acaso habrá el régimen encontrado la fórmula para acabar con los molestos periodistas independientes sin tener que meterlos en la cárcel o forzarlos al exilio? ¿Serán capaces los periodistas oficialistas dejar de ser los obedientes propagandistas que siempre fueron para convertirse – asumiendo sus responsabilidades, sin pasarse de la raya- en periodistas a secas? ¿Irán los alabarderos del órgano oficial del Comité Central a plagiarnos el discurso y decir más o menos lo mismo que los periodistas independientes pero con menos ácido? Eso sería la libertad de prensa o algo muy parecido, pero nos tememos que ni remotamente es eso lo que desean los Jefes.
luicino2004@yahoo.com
Fuente: http://www.cubanet.org/articulos/que-periodismo-desean-los-jefes-2/
En junio de 2010 Torres escribió el reportaje “El agua en Santiago de Cuba: un reto impostergable”, sobre la reparación del acueducto santiaguero, obras que fueron supervisadas directamente por Ramiro Valdés, vicepresidente del Consejo de Estado y comandante histórico de la revolución.
Aquel reportaje, en que Torres empleó términos como “ineptitud” y “negligencia”, mereció una resurrección de la coletilla, que fue escrita por el mismísimo general Raúl Castro. Contrario a lo esperado en una coletilla, el general-presidente congratulaba al periodista “por su constancia en el seguimiento de la obra”. “Este es el espíritu que debe caracterizar a la prensa del Partido”, subrayaba. Pero menos de nueve meses después, José Antonio Torres cayó preso.
¿Qué delito de corrupción pudo haber cometido un periodista del más oficial de los periódicos oficialistas? ¿Qué pudo haber robado? ¿Unos pesitos de la dieta? ¿La gasolina asignada al Lada para sus viajes de trabajo? ¿Habrá aceptado sobornos de algún peje gordo para que se callara la boca? ¿Será una vendetta porque no se calló? ¿Será Torres una víctima colateral de una guerra en las alturas en la que alguien pidió su cabeza en una bandeja?
Las respuestas a estas preguntas no se sabrán porque el secretismo oficial que ahora piden desterrar, dista de estar en vías de extinción. Todo lo contrario. A pesar de los llamados oficiales a la transparencia informativa, los funcionarios y los burócratas corruptos parecen haber ganado otra batalla. Con el susto que hay en la prensa oficial, ya pueden cerrar con candado sus archivos y dedicarse en sus feudos “a vacilar el comunismo”. O lo que queda de él.
Después del caso de Torres, ¿qué periodista querrá correr el riesgo de que le viren la tortilla y lo echen en el socorrido saco de la lucha contra la corrupción? Los más osados, se conformarán con los pretextos y evasivas con que los pinchos de poca monta contestan las quejas de la ciudadanía al periódico Juventud Rebelde, si es que se dignan a atender tales majaderías.
¿Será que ciertos periodistas oficiales, escogidos con pinzas, están autorizados a ser más indiscretos que el resto de sus colegas?
En la Conferencia Nacional del Partido Comunista se pidió a la Unión de Periodistas (UPEC), “desterrar la autocensura, el lenguaje burocrático y edulcorado, el facilismo, la retórica, el triunfalismo y la banalidad”.
¿Imaginan la prensa oficial sin esas características? ¿Acaso habrá el régimen encontrado la fórmula para acabar con los molestos periodistas independientes sin tener que meterlos en la cárcel o forzarlos al exilio? ¿Serán capaces los periodistas oficialistas dejar de ser los obedientes propagandistas que siempre fueron para convertirse – asumiendo sus responsabilidades, sin pasarse de la raya- en periodistas a secas? ¿Irán los alabarderos del órgano oficial del Comité Central a plagiarnos el discurso y decir más o menos lo mismo que los periodistas independientes pero con menos ácido? Eso sería la libertad de prensa o algo muy parecido, pero nos tememos que ni remotamente es eso lo que desean los Jefes.
luicino2004@yahoo.com
Fuente: http://www.cubanet.org/articulos/que-periodismo-desean-los-jefes-2/
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