Desde que Raúl Castro creó la Controlaría de la República una corriente de pánico recorre todas las instancias administrativas gubernamentales. Los casos de corrupción, irregularidades, desvío de recursos y descontrol de los bienes del estado emergen como hongos después del aguacero.
Sin embargo y a pesar de haberse planteado una guerra contra el secretismo en la prensa, los medios oficiales no sacan a relucir ni la cuantía de los daños ni los nombres de los responsables. Periódicamente los rumores, con su cuota de inexactitud o exageración, se encargan de dar a conocer “los explotes” salpicados siempre de añadidos donde aparecen amantes, piscinas, reservas de vino de exportación, autos de lujo y todas esas irresistibles tentaciones que llevan a la perdición a viejos militantes comunistas, excombatientes de batallas revolucionarias, antiguos altos oficiales, todos gente de máxima confianza
No vale la pena entrar en los detalles, sobre todo si no están confirmados por fuentes fidedignas, pero sí tiene sentido preguntarse ¿cómo es posible que después de medio siglo de educación comunista y de innumerables filtros selectivos, los cuadros de diferentes niveles sigan teniendo los mismos apetitos consagrados por la vieja moral burguesa?
¿Qué es lo que está mal? ¿La naturaleza misma del hombre o un sistema fundamentado en una profunda equivocación?
Tengo la impresión de que los casos descubiertos no son divulgados precisamente para que los ciudadanos no se hagan esta pregunta, para que sigan creyendo que todo está bien y que marchamos por el camino correcto hacia metas más elevadas y no perciban el pantano ni la fatal atracción que viene del fondo.
Fuente: http://www.desdecuba.com/
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