¡ YANQUIS, COME BACK, PLEASE !
Por Zoé Valdés
Ayer estuve hablando con una persona que viajará nuevamente a Cuba en las próximas semanas con el propósito de ayudar a la disidencia. Esa persona es experta en política internacional y en economía. Algunas cosas de las que me dijo sobre la isla ya las sabía, otras podía intuirlas. Y una sola, aunque no me dejó perpleja, todavía me cuesta aceptarla. Que, por el camino que vamos, o que van ellos, Cuba terminará siendo un estado más de Norteamérica.
Empezó explicándome que ya hay lugares en la isla donde la gente aparece muerta de hambre, en sus casas, solos, sin haber comido un bocado durante muchos días, y sin medicamentos para aliviar sus dolores y enfermedades. Esto ocurre sobre todo con los ancianos. Ya yo lo sabía, puesto que es algo que empezó a suceder de manera frecuente en el año 1993.
A los ancianos enfermos terminales los mandan a sus casas a morir sin ningún tipo de protocolo médico para evitarles el sufrimiento. Los niños con problemas cardiacos fallecen a montones. Una gran cantidad de niños nacen con complicaciones cardíacas. También una cifra alarmante de niños desarrollan trastornos mentales, lo que se revela casi siempre en la primera adolescencia, dado que, como en Cuba la gente habla tan mal, nadie percibe esos problemas antes que las dificultades sean ya notables y por lo tanto al ser señaladas tardíamente pues no pueden solucionarse con tratamientos rigurosos y eficaces que debieron haberse iniciado desde muy temprano.
Las enfermedades contagiosas proliferan, no existen campañas de comunicación e información a la población. La prostitución aumenta. La gente aspira a putear y vivir de los extranjeros, por fin casarse con uno entre ellos, los muchos con los que llevan vidas promiscuas, y largarse, sin asumir ningún tipo de responsabilidad, ni idea del futuro.
“Es una sociedad que ha perdido la alegría de un día para otro. Llevo años viajando a Cuba. Antes ibas a un concierto de Los Van Van y la gente se notaba alegre. Ya no. Ahora hay una especie de vacío en la mirada de las gentes que aterra. Una tristeza terrible y un aburrimiento espantoso”. Han perdido la fuerza, deambulan desprovistos de energía, no saben trabajar y tampoco les interesa. Es una sociedad sin incentivos, es la razón por la que a nadie le importa trabajar de manera real; continuó explicándome.
Mientras esa persona rebatía que quedara verdaderamente gente cultivada en Cuba, su acompañante me decía que sí, que las había. Pero la otra añadió: “Una persona cultivada no es solamente alguien que ha leído a los clásicos, es también una persona que se mantiene informada, que lee de manera actualizada, que conoce el arte que se hace hoy en día en el mundo, que puede visitar museos con exposiciones itinerantes provenientes del mundo entero, que puede leer publicaciones, a las que no les prohíben leer esto o aquello y que puede moverse por su país lo mismo que por el mundo”. No, los cubanos no son cultos, selló airado.
Como en toda sociedad totalitaria se ha generado una serie de fenómenos, de gente hábil, astuta, que sabe más o menos hablar, o chacharear, sobre todo entretener o envolver al prójimo, que no le importa pactar con quién sea para conseguir lo que ansían. No se cortan un pelo para lograrlo. Pero no saben lo que significa conversar, debatir, polemizar, de manera calmada. Ni pensar en la autocrítica, todos son perfectos.
¿Y la disidencia? Pregunté. “La verdadera, muy sola, muy relegada por otros que mantienen un lenguaje que de una forma u otra conviene, y diría que hasta place al régimen, incluso siendo críticos. El régimen necesita de una confrontación que el mundo vea que ellos autorizan. La máxima aspiración no es solamente parecerse a China con sus cineastas y artistas chinos semi autorizados, y sus falsos disidentes, no, es también y sobre todo el estilo Putin”.
Personalmente no cree en una transición pacífica. Cree que habrá violencia, puesto que ya la hay, pero irá a más. Sin embargo, está segura que los que han instalado el “timbiriche o chiringuito de la disidencia”, nostálgicos de la época de chatarra de los soviéticos, tendrán un papel clave en la jugada de pasarle el batón de los viejos tiranos a gente como Mariela Castro, sus primos, y también, por qué no, a aquellos que podrían conservar verdaderas fortunas fuera de Cuba, como es el caso de los tronados por el mismo régimen y que pertenecieron con anterioridad al Consejo de Estado, que ahora se encuentran en el refrigerador, pero no absolutamente congelados.
Esa disidencia nostálgica de “la abundancia de los soviets” motivada por las carencias económicas, más que políticas, que se muestra en contra del embargo con mayores ímpetus que en contra de la dictadura, que aspira a un lavado de cara y a un estatus como el que existía cuando los soviéticos gobernaban la isla, es la que se opone a una verdadera oposición que haga tambalear a la dictadura. ¿Por qué? Pues porque esa verdadera oposición pone en evidencia que ellos son solamente figurines, cuerpos inermes que no salen a las calles como sí salen los otros a enfrentarse, a combatir. “Así que -agrega-, no esperen a un líder de verbo torrencial, no es lo que necesitan, ya lo han tenido de sobra. Lo que necesitan es a todo un pueblo en las calles, y no será esa disidencia diseñada para continuar en el palique que acabará con los Castro. La persona, o personas, que desatarán el cambio todavía camina anónima por las calles de Cuba.” Es lo que siempre he pensado, en eso concordamos ampliamente.
Por otro lado, no les importa ya nada más que el capitalismo de los americanos. Ya no quieren a los franceses, mucho menos a los españoles y a los latinoamericanos. Ahora detestan a los europeos, y ni contar el desprecio desatado en contra de los venezolanos. Sin embargo, están locos por que los americanos entren en el baile final. Entre cuatrocientos y seiscientos mil americanos viajan a Cuba cada año. Cualquier negocio americano que se presente tiene luz verde mucho antes que cualquier otro proyecto europeo que hace tiempo espera por su aprobación. Esos negocios con los americanos, por supuesto, se firman por debajo del tapete, así que el riesgo es total para la otra parte, para los americanos. Es la razón por la que también el fin del embargo, que tanto ellos reclaman a gritos, no es lo que verdaderamente desean sotto voce, entre otras cosas porque mantener esos negocios en el pico del aura, y a la otra parte en el pico de la Piragua de Guillermo Trujillo es lo que les hace ganar tiempo y grandes sumas de dinero, sin complicarse demasiado con las exigencias de costos e impuestos internacionales. Son unos expertos en la extorsión y no hay uno que no sea corrupto. “Uno de los más corruptos, después de los hermanos Castro, es Eusebio Leal. Al día siguiente que se caiga aquello será uno de los hombres más ricos de Cuba”.
¿Cuba sigue siendo un país apasionante para personas como usted? Le pregunto. “Cada vez menos. Cuba es un país inmóvil, en el que sucede siempre lo mismo de manera cíclica desde hace 53 años. El régimen aprieta cada vez más, y el pueblo aguanta estoico que lo opriman cada vez con mayor odio y desprecio. ¿Qué pasión puede haber en eso? No existe nada atrayente porque todo está como reseco y muerto. Y desde el instante en que una persona se le acerca a uno ya sabemos lo que quiere, lo que busca, y lo que nos contará y costará. Una lástima”.
¿Por qué cree que ansíen tanto a los americanos si por el discurso oficial que se ha mantenido hasta ahora debería ser todo lo contrario? Prosigo. “Pues porque les han dicho durante más de cinco décadas que los americanos son los monstruos de la película, y ni siquiera los que han dicho eso se lo creen ya, nunca se lo creyeron, porque nunca dejaron de ser unos capitalistas salvajes, unos esclavistas. Es la razón por la que ahora solo claman por la presencia de los americanos, y por lo que envían a su gente a Estados Unidos, a algunos de manera oculta y a otros de manera transparente como es el caso de Mariela Castro y de Eusebio Leal, entre otros que han viajado durante años con anterioridad, y no me refiero solamente a los espías.”
En mi novela La nada cotidiana cité el célebre poema de Constantino Cavafis Esperando a los bárbaros, que el personaje del Lince declama en una oscura y perdida Casa de la Cultura en Moa, pero de quien verdaderamente me acuerdo en este momento es de la reflexión que hizo hace años Guillermo Cabrera Infante cuando pronosticó que llegaría el día en que toda la nomenclatura y los apparatchiks castristas mismos en lugar de gritar despectivamente junto al pueblo, ese pueblo tan moldeable: ”Yanqui, go home!”, clamarían añorantes y suplicantes: “Yanqui, come back, please!”
No es que me cueste creer en ese coro, es imaginar el tiempo que todavía tendría que pasar para que seamos por fin como Puerto Rico, si es que todos estarían de acuerdo. Pero sobre todo, en el tiempo en que ha transcurrido y en las vidas que se ha cobrado haber sido monigotes de los soviéticos durante treinta años, luego haber caído en manos de los chavistas, humillados por los turistas e inversores canadienses, mexicanos, españoles, franceses, italianos, y de cualquier parte que viniera cualquier pelagatos que en Cuba era considerado rey, más esclavos de los castristas toda una vida, para que esos mismos castristas nos pongan en manos de esa potencia tan “odiada, tan vil, tan monstruosa”, esa misma en la que vivió Martí la mayor parte de su vida para concluir con eso de que “viví en el monstruo y le conozco las entrañas”. Lo que el pueblo cubano, tan incoherente con su propia historia, ha querido interpretar como “viví en el monstruo y cómo se le extraña”.
Antes de despedirnos le pregunto que si tiene esa visión tan poco esperanzadora de la Cuba de hoy ¿por qué todavía ayuda a la oposición? “Porque yo fui como ellos, también me abandonaron y me aislaron, los de un campo y los de otros, y sin embargo yo salía a la calle cada día, con mi cartel, y caí preso muchas veces. No podía organizar una reunión en mi casa ni en ninguna casa, mientras otros sí podían, y esos eran los que podían moverse de vez en cuando al extranjero, y tirar palas de estiércol sobre mí, y sobre los que vivían en el exilio, o sencillamente ignorar a los que queríamos y ansiábamos la libertad”.
¿Cómo se siente viniendo de un país ex comunista del Este y de haber sido parte de aquello? ¿Responsable? “No, con pena, con mucha pena. Una pena que es como un lunar de nacimiento, imborrable. No soy responsable porque no hice nada ni pertenecí a nada, inclusive siendo funcionario, al igual que todos los que allí trabajaron para aquello”.
¿A quiénes verá en Cuba? “No, no puedo decirlo públicamente, tampoco mi nombre. Aunque algunos sabrán quién soy cuando usted publique esto”. ¿Por qué publicarlo entonces? “Pues porque he visto cómo se están repitiendo las mismas cosas en Cuba, del mismo modo que ocurrió en mi país, hacia el final. Y al final todo es peor, porque no sabemos cuándo acabará, pero sabemos que acabará. Al final, sí, todo es muchísimo peor”.
Entonces vuelvo a recordar otra frase de Guillermo Cabrera Infante: “Lo peor del dragón está en la cola”.
Vía zoévaldés.net
Por Zoé Valdés
Ayer estuve hablando con una persona que viajará nuevamente a Cuba en las próximas semanas con el propósito de ayudar a la disidencia. Esa persona es experta en política internacional y en economía. Algunas cosas de las que me dijo sobre la isla ya las sabía, otras podía intuirlas. Y una sola, aunque no me dejó perpleja, todavía me cuesta aceptarla. Que, por el camino que vamos, o que van ellos, Cuba terminará siendo un estado más de Norteamérica.
Empezó explicándome que ya hay lugares en la isla donde la gente aparece muerta de hambre, en sus casas, solos, sin haber comido un bocado durante muchos días, y sin medicamentos para aliviar sus dolores y enfermedades. Esto ocurre sobre todo con los ancianos. Ya yo lo sabía, puesto que es algo que empezó a suceder de manera frecuente en el año 1993.
A los ancianos enfermos terminales los mandan a sus casas a morir sin ningún tipo de protocolo médico para evitarles el sufrimiento. Los niños con problemas cardiacos fallecen a montones. Una gran cantidad de niños nacen con complicaciones cardíacas. También una cifra alarmante de niños desarrollan trastornos mentales, lo que se revela casi siempre en la primera adolescencia, dado que, como en Cuba la gente habla tan mal, nadie percibe esos problemas antes que las dificultades sean ya notables y por lo tanto al ser señaladas tardíamente pues no pueden solucionarse con tratamientos rigurosos y eficaces que debieron haberse iniciado desde muy temprano.
Las enfermedades contagiosas proliferan, no existen campañas de comunicación e información a la población. La prostitución aumenta. La gente aspira a putear y vivir de los extranjeros, por fin casarse con uno entre ellos, los muchos con los que llevan vidas promiscuas, y largarse, sin asumir ningún tipo de responsabilidad, ni idea del futuro.
“Es una sociedad que ha perdido la alegría de un día para otro. Llevo años viajando a Cuba. Antes ibas a un concierto de Los Van Van y la gente se notaba alegre. Ya no. Ahora hay una especie de vacío en la mirada de las gentes que aterra. Una tristeza terrible y un aburrimiento espantoso”. Han perdido la fuerza, deambulan desprovistos de energía, no saben trabajar y tampoco les interesa. Es una sociedad sin incentivos, es la razón por la que a nadie le importa trabajar de manera real; continuó explicándome.
Mientras esa persona rebatía que quedara verdaderamente gente cultivada en Cuba, su acompañante me decía que sí, que las había. Pero la otra añadió: “Una persona cultivada no es solamente alguien que ha leído a los clásicos, es también una persona que se mantiene informada, que lee de manera actualizada, que conoce el arte que se hace hoy en día en el mundo, que puede visitar museos con exposiciones itinerantes provenientes del mundo entero, que puede leer publicaciones, a las que no les prohíben leer esto o aquello y que puede moverse por su país lo mismo que por el mundo”. No, los cubanos no son cultos, selló airado.
Como en toda sociedad totalitaria se ha generado una serie de fenómenos, de gente hábil, astuta, que sabe más o menos hablar, o chacharear, sobre todo entretener o envolver al prójimo, que no le importa pactar con quién sea para conseguir lo que ansían. No se cortan un pelo para lograrlo. Pero no saben lo que significa conversar, debatir, polemizar, de manera calmada. Ni pensar en la autocrítica, todos son perfectos.
¿Y la disidencia? Pregunté. “La verdadera, muy sola, muy relegada por otros que mantienen un lenguaje que de una forma u otra conviene, y diría que hasta place al régimen, incluso siendo críticos. El régimen necesita de una confrontación que el mundo vea que ellos autorizan. La máxima aspiración no es solamente parecerse a China con sus cineastas y artistas chinos semi autorizados, y sus falsos disidentes, no, es también y sobre todo el estilo Putin”.
Personalmente no cree en una transición pacífica. Cree que habrá violencia, puesto que ya la hay, pero irá a más. Sin embargo, está segura que los que han instalado el “timbiriche o chiringuito de la disidencia”, nostálgicos de la época de chatarra de los soviéticos, tendrán un papel clave en la jugada de pasarle el batón de los viejos tiranos a gente como Mariela Castro, sus primos, y también, por qué no, a aquellos que podrían conservar verdaderas fortunas fuera de Cuba, como es el caso de los tronados por el mismo régimen y que pertenecieron con anterioridad al Consejo de Estado, que ahora se encuentran en el refrigerador, pero no absolutamente congelados.
Esa disidencia nostálgica de “la abundancia de los soviets” motivada por las carencias económicas, más que políticas, que se muestra en contra del embargo con mayores ímpetus que en contra de la dictadura, que aspira a un lavado de cara y a un estatus como el que existía cuando los soviéticos gobernaban la isla, es la que se opone a una verdadera oposición que haga tambalear a la dictadura. ¿Por qué? Pues porque esa verdadera oposición pone en evidencia que ellos son solamente figurines, cuerpos inermes que no salen a las calles como sí salen los otros a enfrentarse, a combatir. “Así que -agrega-, no esperen a un líder de verbo torrencial, no es lo que necesitan, ya lo han tenido de sobra. Lo que necesitan es a todo un pueblo en las calles, y no será esa disidencia diseñada para continuar en el palique que acabará con los Castro. La persona, o personas, que desatarán el cambio todavía camina anónima por las calles de Cuba.” Es lo que siempre he pensado, en eso concordamos ampliamente.
Por otro lado, no les importa ya nada más que el capitalismo de los americanos. Ya no quieren a los franceses, mucho menos a los españoles y a los latinoamericanos. Ahora detestan a los europeos, y ni contar el desprecio desatado en contra de los venezolanos. Sin embargo, están locos por que los americanos entren en el baile final. Entre cuatrocientos y seiscientos mil americanos viajan a Cuba cada año. Cualquier negocio americano que se presente tiene luz verde mucho antes que cualquier otro proyecto europeo que hace tiempo espera por su aprobación. Esos negocios con los americanos, por supuesto, se firman por debajo del tapete, así que el riesgo es total para la otra parte, para los americanos. Es la razón por la que también el fin del embargo, que tanto ellos reclaman a gritos, no es lo que verdaderamente desean sotto voce, entre otras cosas porque mantener esos negocios en el pico del aura, y a la otra parte en el pico de la Piragua de Guillermo Trujillo es lo que les hace ganar tiempo y grandes sumas de dinero, sin complicarse demasiado con las exigencias de costos e impuestos internacionales. Son unos expertos en la extorsión y no hay uno que no sea corrupto. “Uno de los más corruptos, después de los hermanos Castro, es Eusebio Leal. Al día siguiente que se caiga aquello será uno de los hombres más ricos de Cuba”.
¿Cuba sigue siendo un país apasionante para personas como usted? Le pregunto. “Cada vez menos. Cuba es un país inmóvil, en el que sucede siempre lo mismo de manera cíclica desde hace 53 años. El régimen aprieta cada vez más, y el pueblo aguanta estoico que lo opriman cada vez con mayor odio y desprecio. ¿Qué pasión puede haber en eso? No existe nada atrayente porque todo está como reseco y muerto. Y desde el instante en que una persona se le acerca a uno ya sabemos lo que quiere, lo que busca, y lo que nos contará y costará. Una lástima”.
¿Por qué cree que ansíen tanto a los americanos si por el discurso oficial que se ha mantenido hasta ahora debería ser todo lo contrario? Prosigo. “Pues porque les han dicho durante más de cinco décadas que los americanos son los monstruos de la película, y ni siquiera los que han dicho eso se lo creen ya, nunca se lo creyeron, porque nunca dejaron de ser unos capitalistas salvajes, unos esclavistas. Es la razón por la que ahora solo claman por la presencia de los americanos, y por lo que envían a su gente a Estados Unidos, a algunos de manera oculta y a otros de manera transparente como es el caso de Mariela Castro y de Eusebio Leal, entre otros que han viajado durante años con anterioridad, y no me refiero solamente a los espías.”
En mi novela La nada cotidiana cité el célebre poema de Constantino Cavafis Esperando a los bárbaros, que el personaje del Lince declama en una oscura y perdida Casa de la Cultura en Moa, pero de quien verdaderamente me acuerdo en este momento es de la reflexión que hizo hace años Guillermo Cabrera Infante cuando pronosticó que llegaría el día en que toda la nomenclatura y los apparatchiks castristas mismos en lugar de gritar despectivamente junto al pueblo, ese pueblo tan moldeable: ”Yanqui, go home!”, clamarían añorantes y suplicantes: “Yanqui, come back, please!”
No es que me cueste creer en ese coro, es imaginar el tiempo que todavía tendría que pasar para que seamos por fin como Puerto Rico, si es que todos estarían de acuerdo. Pero sobre todo, en el tiempo en que ha transcurrido y en las vidas que se ha cobrado haber sido monigotes de los soviéticos durante treinta años, luego haber caído en manos de los chavistas, humillados por los turistas e inversores canadienses, mexicanos, españoles, franceses, italianos, y de cualquier parte que viniera cualquier pelagatos que en Cuba era considerado rey, más esclavos de los castristas toda una vida, para que esos mismos castristas nos pongan en manos de esa potencia tan “odiada, tan vil, tan monstruosa”, esa misma en la que vivió Martí la mayor parte de su vida para concluir con eso de que “viví en el monstruo y le conozco las entrañas”. Lo que el pueblo cubano, tan incoherente con su propia historia, ha querido interpretar como “viví en el monstruo y cómo se le extraña”.
Antes de despedirnos le pregunto que si tiene esa visión tan poco esperanzadora de la Cuba de hoy ¿por qué todavía ayuda a la oposición? “Porque yo fui como ellos, también me abandonaron y me aislaron, los de un campo y los de otros, y sin embargo yo salía a la calle cada día, con mi cartel, y caí preso muchas veces. No podía organizar una reunión en mi casa ni en ninguna casa, mientras otros sí podían, y esos eran los que podían moverse de vez en cuando al extranjero, y tirar palas de estiércol sobre mí, y sobre los que vivían en el exilio, o sencillamente ignorar a los que queríamos y ansiábamos la libertad”.
¿Cómo se siente viniendo de un país ex comunista del Este y de haber sido parte de aquello? ¿Responsable? “No, con pena, con mucha pena. Una pena que es como un lunar de nacimiento, imborrable. No soy responsable porque no hice nada ni pertenecí a nada, inclusive siendo funcionario, al igual que todos los que allí trabajaron para aquello”.
¿A quiénes verá en Cuba? “No, no puedo decirlo públicamente, tampoco mi nombre. Aunque algunos sabrán quién soy cuando usted publique esto”. ¿Por qué publicarlo entonces? “Pues porque he visto cómo se están repitiendo las mismas cosas en Cuba, del mismo modo que ocurrió en mi país, hacia el final. Y al final todo es peor, porque no sabemos cuándo acabará, pero sabemos que acabará. Al final, sí, todo es muchísimo peor”.
Entonces vuelvo a recordar otra frase de Guillermo Cabrera Infante: “Lo peor del dragón está en la cola”.
Vía zoévaldés.net
0 comentarios:
Publicar un comentario