El, tenía poco mas de 20 años, cuando fue con otros miles de hombres de Castro, a pelear, primero al Escambray y luego a Girón. Algo hizo (o le hicieron) durante estas violentas acciones, que le persiguió el resto de sus días. Ahora a eso se le llama "Síndrome del Stress Post Traumático" y hay tratamientos. Pero yo dudo que en Cuba, en los 70, 80 y principios de los 90 hubiera remedios a su mal. Ademas, el nunca quiso ir a un psiquiatra y explicar que era lo que hacia que se despertara gritando en plena noche. Quizás era algo tan malo que no podía contarse. Pero ahí estaba el problema, lo que no se cuenta, no se cura.
Los nervios y el insomnio que le duraban todo el año, hacían crisis en abril, en cuanto empezaba la propaganda de esas fechas, el se encerraba en su cuarto, a cal y canto, varios días, sin querer ver a nadie, pero aun a través de la puerta se le podía oír llorar. Un llanto de hombre, ronco y desesperado, que daba escalofríos.
Después de entregarle su vida y su salud mental al castrismo, este veterano del espanto, llego al final de su vida laboral, siendo el humilde portero de un hotel pequeñito en Centro Habana, que alojo durante décadas a técnicos del llamado "Campo Socialista" de paso por la capital de Cuba. Pero luego la Europa del Este se "desmerengó" (según palabras de Castro) y en el hotel de marras, empezaron a alojarse turistas occidentales mas delicados y exigentes. Así que el viejo comunista, que a duras penas conseguía articular en castellano, debió dejar su puesto a un chico joven, que dominaba idiomas..
Con la moral por el subsuelo, y para no morirse de hambre, el otrora combatiente, acabo vendiendo ilegalmente maní tostado en las esquinas. No duro mucho en esto, porque en unos pocos meses empezó a perder la memoria, a desorientarse en el tiempo y el espacio y su mujer ya no lo dejo seguir. Y finalmente murió de un infarto masivo, con algo mas de 65 años.
La autopsia revelo que su pobre cerebro, tenia miles de cicatrices. Minúsculos desgarrones de esos finos vasos sanguíneos, que se habían ido rompiendo unos tras otros. Yo estoy segura, dijeran lo que dijeran los doctores, que detrás de cada herida de estas, había un recuerdo feo, había el fantasma de alguien asesinado de manera despiadada, y que pensar obsesivamente en eso, le provoco subidas de tensión que le fueron reventando por dentro, poco a poco . Y que aunque el nunca se atrevió a confesarlo, aquella mala acción, fuera lo que fuese, se lo llevo, al fin, a la tumba.
Los nervios y el insomnio que le duraban todo el año, hacían crisis en abril, en cuanto empezaba la propaganda de esas fechas, el se encerraba en su cuarto, a cal y canto, varios días, sin querer ver a nadie, pero aun a través de la puerta se le podía oír llorar. Un llanto de hombre, ronco y desesperado, que daba escalofríos.
Después de entregarle su vida y su salud mental al castrismo, este veterano del espanto, llego al final de su vida laboral, siendo el humilde portero de un hotel pequeñito en Centro Habana, que alojo durante décadas a técnicos del llamado "Campo Socialista" de paso por la capital de Cuba. Pero luego la Europa del Este se "desmerengó" (según palabras de Castro) y en el hotel de marras, empezaron a alojarse turistas occidentales mas delicados y exigentes. Así que el viejo comunista, que a duras penas conseguía articular en castellano, debió dejar su puesto a un chico joven, que dominaba idiomas..
Con la moral por el subsuelo, y para no morirse de hambre, el otrora combatiente, acabo vendiendo ilegalmente maní tostado en las esquinas. No duro mucho en esto, porque en unos pocos meses empezó a perder la memoria, a desorientarse en el tiempo y el espacio y su mujer ya no lo dejo seguir. Y finalmente murió de un infarto masivo, con algo mas de 65 años.
La autopsia revelo que su pobre cerebro, tenia miles de cicatrices. Minúsculos desgarrones de esos finos vasos sanguíneos, que se habían ido rompiendo unos tras otros. Yo estoy segura, dijeran lo que dijeran los doctores, que detrás de cada herida de estas, había un recuerdo feo, había el fantasma de alguien asesinado de manera despiadada, y que pensar obsesivamente en eso, le provoco subidas de tensión que le fueron reventando por dentro, poco a poco . Y que aunque el nunca se atrevió a confesarlo, aquella mala acción, fuera lo que fuese, se lo llevo, al fin, a la tumba.
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