LA HABANA, Cuba, mayo, http://www.cubanet.org/ -Un seguidor de Karl Marx y del hinduismo levanta campamento en La Habana. El comandante Krishna, una especie de guerrillero urbano a contrapelo de la posmodernidad, canta y dialoga con el público por un mundo mejor.
De acuerdo con su filosofía, sólo la austeridad y el amor nos pueden salvar. Pero ni con sus historias mitológicas sobre las enseñanzas de Krishna, reencarnación del dios Visnú, o Dios supremo, convenció a un auditorio cansado de carecer.
Entre las melodías de un aire hindú que sacaba de un instrumento llamado Hang (típico de Suiza), mezclado con un fuelle pequeño de nombre impronunciable y un disco de bronce al que frotaba y complementaba la musicalidad, habló de su misión en Cuba.“Vine a traerles un mensaje de lo que se necesita para ser feliz: no codiciar cosas materiales”, expresó frente a un auditorio que se mostró decididamente contrario a su concepción de cómo sentirse realizado en la vida.
Nacido en Suiza, pero con una vida itinerante que lo ha llevado a la India y a otras naciones, el autodenominado Annanda Krishna Roosli (Comandante Krishna), dijo vivir en una comunidad sin comodidades que ofrece un refrigerador compartido para 37 personas.
Una mujer del público que lo escuchaba con sumo interés, le contestó: “Estoy segura que las 37 personas de su comunidad tienen algo que sacar del único refrigerador que poseen. En el de mi casa, que sólo es para cuatro, no hay nada que sacar”.
Quienes pasaban por la calle Obispo, entre Mercaderes y Tacón, se detenían a escuchar esa música inusual en una zona de violines y congas sabatinas, o participaban del diálogo místico-comunista entre el músico y los que se nucleaban a su alrededor.
En su país, Suiza, las personas viven como zombis. No se miran. Cada uno pasa en su coche o toma el metro sin mirar al que tiene al lado. No se comunican, existe mucha falta de interés en el prójimo, dijo Krishna en referencia al calor humano que ha recibido en Cuba.
Una joven que se había detenido a escuchar, señaló: “En ocasiones eso es mejor. Aquí cuando alguien te observa con interés, es porque te quiere quitar algo para su beneficio. La solidaridad entre cubanos sólo existe en las pancartas. En la vida real, con los extranjeros”.
Sonriendo ante las respuestas que recibía, Krishna señaló que los cubanos estaban muy descontentos porque desconocían lo que los esperaba “del lado allá de cualquier frontera: violencia, miedo, corrupción” y un largo etcétera.
Un señor le contestó: “Con otra intensidad y en diferente contexto, aquí también se viven esas cosas. La única diferencia es que mientras usted puede escoger si desea compartirlas en uno u otro país, nosotros no. Y quisiéramos tener el derecho a elegir”.
El Comandante Krishna, entre canción y canción, se lamentó ante el improvisado auditorio de que casi todas las mujeres con las que ha conversado en Cuba, desean abandonar el país. Nada las hace cambiar de opinión.
Ni el panorama desolador que mostraba en sus prédicas, ni las ventajas del amor y la austeridad sobre el consumo, lograron convencer a quienes si decidieron escuchar su música, era sólo para variar su monótona, aunque bulliciosa realidad.
Ante las promesas de que refugiándose en los cultos de Krishna podía encontrarse la estabilidad, muchos contestaron que ni en los orishas ni en Dios habían encontrado la paz. Y mucho menos en Karl Marx, cuya doctrina los hundió.
El Comandante Krishna, decididamente derrotado en su diálogo con el auditorio, decidió hacer lo único que le permitiría vencer: tocar sus mágicos instrumentos frente a quienes desde hace más de medio siglo practican por fuerza la austeridad.
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