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miércoles, 17 de octubre de 2012

Reforma migratoria, exilio y apoliticismo





Es difícil explicarle a alguien no cubano lo que ha pasado. Basta ver los titulares de la prensa extranjera. La Cuba de hoy se ha vuelto materia gelatinosa para los analistas. Es un país de recovecos. Un mundo donde los flujos de dinero se van acomodando a los nuevos permisos, donde una nueva clase aflora sin complejos a la sombra del dinero del exilio. El canciller fue más que cínico en sus recientes declaraciones, porque si hay algún tipo de mutación en Cuba es la que protagonizan esos que él despectivamente llamó los “chinchaleros”: demografía de la “resolvedera”; paraíso de la inversión fast-track por persona intermedia; las paladares donde fluye un público que gasta 100 CUC por persona, el mundo de una glamorosa clase media habanera, que, por supuesto, no quiere saber nada de política.

Empecemos por lo obvio: el permiso de salida es ahora un sello del MININT en el pasaporte. Desde ese punto de vista, la reforma es una farsa pues mantiene el control gubernamental sobre algo que debía ser un derecho elemental de los cubanos. “Pórtate bien o no vas a salir”, se lee entre líneas.

Pero en un contexto más amplio que el de las libertades y los DD HH, el panorama sí va a cambiar. En primer lugar, las nuevas disposiciones vienen a interrumpir el floreciente negocio con el que los empleados de Migración se ganaban su dinero “por la izquierda”. Sobran los testimonios: salvo Yoani Sánchez, los disidentes y la gente “metida en política”, en Cuba cualquiera con dinero suficiente podía comprar un permiso de salida o ganarse el favor de los funcionarios que decidían el destino migratorio del cubano de a pie. Ahora la tendrán difícil para obtener ingresos extra.

Busquen la lista de los países para los que un viajero cubano no requiere visado: la verán reducirse en los próximos meses. Y en los consulados “abiertos”, los precios de una visa “resuelta” a cambio de dinero podrían elevarse.

Pero además, la resolución publicada en la Gaceta Oficial apuntala el tipo de país que está intentando fabricar el raulismo, donde Miami juega un papel fundamental de puente hacia una nueva condición apolítica. Celebran hoy en Cuba las 70 mil personas que obtuvieron —o compraron— la ciudadanía española gracias a la Ley de Nietos. Ellos son los mayores beneficiados por la reforma recién anunciada, puesto que no necesitarán visado norteamericano para irse a Miami, quedarse un año y un día, aplicar a la residencia norteamericana gracias a la Ley de Ajuste y volver a la isla, metamorfoseados. Esa es la clave de esta extensión a 24 meses de una condición que antes se limitaba a 11: prórroga de la estancia donde no sólo no se pierden derechos, sino que se ganan otros nuevos gracias a la generosidad norteamericana. Ahora Miami es un apacible destino a 45 minutos para todos esos “nuevos españoles”, que acabarán llenando los malls de la Florida, y que gracias a la benevolencia del gobierno demócrata, viajarán libremente de vuelta como nuevos cubanoamericanos. Y así crecerá el puente desde Home Depot a las nuevas paladares, negocios y timbiriches cuentapropistas.

¿Quién puede culparlos por querer obtener una ciudadanía artificial que les resuelve la vida? ¿O por encontrar el resquicio para prosperar, aún mínimamente y sin libertades consagradas en alguna Declaración? Pero también, ¿quién podrá pedirle a toda esta gente que tenga algún tipo de pertenencia política? ¿Cómo podrían salir a protestar contra el status quo donde, al final, “resuelven”? Al final, el tema migratorio ha devorado al tema político. Y los raulistas sonríen, satisfechos.

Ernesto Hernández Busto
Barcelona

http://www.penultimosdias.com/2012/10/17/reforma-migratoria-exilio-y-apoliticismo/

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