Informar es lo de menos
La Habana |
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Hace unos años conocí a un corresponsal extranjero
radicado en Cuba que contaba una anécdota absurda y reveladora. El
Centro de Prensa Internacional (CPI) lo había llamado para amonestarlo
sobre el contenido de un artículo. Al recibir la citación no se
sorprendió, pues tales llamadas de advertencia son práctica habitual de
esa entidad encargada del registro y control de los periodistas
extranjeros que viven en la Isla. Tampoco podía negarse a asistir, pues
del CPI depende la expedición de credenciales para hacer desde un
reportaje en una reserva natural hasta una entrevista a un ministro. Así
que allá fue.
El periodista llegó al edificio de la
céntrica calle 23, donde radica el CPI, y fue conducido a una oficina
con dos hombres de semblante molesto. Después de brindarle café y hablar
de otros temas, pasaron al grano. Reprochaban al periodista un
reportaje donde había mencionado a Cuba como "la Isla comunista". La
sorpresa del corresponsal fue mayúscula, pues los anteriores llamados de
atención que había recibido eran por "reportar sólo lo malo de la
realidad cubana" o "no tratar con respecto a los líderes de la
Revolución", pero nunca imaginó que esta vez lo iban a regañar por todo
lo contrario.
Pues sí, a los censores que leen
minuciosamente los cables que redactan las agencias extranjeras, no les
había gustado nada el uso del adjetivo "comunista" para caracterizar a
nuestro país. "¿Pero aquí gobierna el Partido Comunista, verdad?",
preguntó incrédulo el reportero. "Sí, pero tú sabes que esa palabra luce
mal, no nos ayuda", le respondió el funcionario de mayor rango. El
hombre se quedó con la boca abierta unos segundos mientras trataba de
comprender lo que decían y encontraba una respuesta que no fuera una
sonora carcajada.
El corresponsal sabía que molestar
al CPI podía traer más que un simple tirón de orejas. En las manos de
esa institución están también los permisos para que los periodistas
foráneos puedan importar un auto, alquilar una casa y –en aquel momento–
hasta comprar un aire acondicionado para su habitación. El dilema que
tenía como informador era ceder y no volver a escribir "la Isla
comunista" o entrar en un conflicto con la institución, donde él tenía
todas las de perder.
Los mecanismos de control sobre
la prensa extranjera van más allá de los llamados de atención del CPI.
Basta que un corresponsal contraiga matrimonio en la Isla, cree una
familia en esta tierra, para que su objetividad pase a estar en duda.
Los órganos de inteligencia saben como tirar de los hilos del temor que
provoca cualquier daño o presión sobre un ser querido. De esa manera
logran atemperar el grado de crítica de esos corresponsales
"aplatanados" en Cuba. Las prebendas constituyen también una atractiva
zanahoria para no tocar en sus artículos ciertos temas espinosos.
Conozco a una periodista extranjera que cada vez que escribe una nota
de prensa sobre la disidencia cubana, agrega un párrafo donde aclara que
"el Gobierno considera a esta oposición creada y asalariada desde
Washington"... Sin embargo, a sus textos les falta una frase que podría
darle otro punto de vista a los lectores y que se resume en comunicar
que "la disidencia cubana considera al Gobierno de la Isla una dictadura
totalitaria que no se ha sometido al escrutinio de las urnas". De esa
manera, quienes consulten la nota periodística podrían sacar sus propias
conclusiones. Lamentablemente el objetivo de corresponsales como ella
no es informar, sino imponer una matriz de opinión tan estereotipada
como falsa.
Las agencias de prensa necesitan reforzar
y revisar asiduamente sus códigos éticos cuando de Cuba se trata.
Deberían regular el tiempo de estancia en la Isla de sus representantes,
porque cuando pasan largos años aquí crean vínculos afectivos que
pueden convertirse en el objetivo de chantajes y presiones desde el
oficialismo. Un examen de objetividad –de vez en cuando– no vendría nada
mal, dada la posible coacción o síndrome de Estocolmo que podrían
sufrir sus empleados. La credibilidad de un gigante de la información
depende en ocasiones de un individuo que valora más el nuevo auto
importado o a su joven y bella pareja cubana, que el compromiso con el
periodismo.
¡Cuidado agencias de prensa extranjeras!
Sus representantes en estas tierras están siempre en peligro de
convertirse en rehenes, primero, y luego en colaboradores del
oficialismo.
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