Mientras escribo este post se realiza en La Habana el #FestivalCLTC,
una intención ciudadana para canalizar la información entre cubanos
dentro de la isla. Que Cuba se conecte al mundo y el mundo se conecte
a Cuba, o como dice el grafitero El Sexto: “Dame cable”, haciendo alusión a la falta de conectividad. A dicho evento habanero no pude asistir por la escasez de transporte y otras presiones atmosféricas, me hubiera gustado exponer sobre publicaciones alternativas a las que me he sentido cercano en los últimos años.
Desde hace varias semanas un inquieto ciberactivista inunda nuestros teléfonos con mensajes que contienen noticias y resúmenes sobre las más frescas eventualidades en el tema cubano. Se llama Alfredo Viso y es un expreso político cubano radicado en New Jersey.
Mediante una opción que brinda Cubacel (algo así como sms a Cuba), Viso se hizo de una cuenta por la que se comunica con nosotros, que a su vez podemos responderle mediante un sms por el precio de 0.9 centavos CUC. De otra manera no pudiéramos hacerlo. Otro recurso interesantísimo es el de dejar mensajes de voz en un buzón, es gratis y tiene la duración de un minuto. Desde Cuba se puede llamar al número 11914388003514, después de la señal nos identificamos, dejamos el mensaje y si fuera necesario, vuelves a marcar, te identificas y retomas el tema de tu denuncia. A partir de ahí varios amigos se encargan de distribuirlo en la red de redes.
Lo que sucede es que aún con su hiperactividad, Alfredo Viso no basta.
Necesita de otras manos y voluntades solidarias para hacernos llegar a todos los mensajes dentro de Cuba, eso es lo que pide, que se multiplique la solidaridad hacia adentro. “Que lluevan las iniciativas, me dijo la otra noche en un mensaje de 140 caracteres.
El citado #FestivalCLIC ya ha sido acusado de ser antecesor de una posible invasión a la isla: los mismos resquemores, los mismos argumentos. Hace un par de días a Viso le habían cortado la posibilidad de enviar mensajes desde el móvil a Cuba y lo hacía desde la computadora.
La misma maquinaria de censura, la misma podadora de ideas frescas, el argumento decimonónico de sentirse plaza sitiada para dejar a los ciudadanos fuera de lugar y poder juzgarlos con la impunidad acostumbrada.