¿Cuerpo de guardia o matadero?
Lunes, Septiembre 17, 2012 | Por Camilo Ernesto Olivera Peidro
LA HABANA, Cuba, septiembre, www.cubanet.org -El encontronazo fue duro. El amigo nuestro cayó con todo su peso sobre una de sus piernas y el dolor fue inmediato. Entre todos le ayudamos a levantarse del suelo y le preguntamos si podía mover la pierna. Él intentó moverla y no pudo, palpó la zona del golpe y percibió los primeros síntomas de inflamación.
La cosa era como para preocuparse y decidimos ayudarle a llegar al Cuerpo de Guardia del Hospital “Calixto García”, cercano al lugar donde nos encontrábamos, en El Vedado capitalino. Prácticamente lo cargamos durante todo el trayecto. Cuando entramos, percibimos el cambio en el interior del sitio, resultado de una reparación a nivel constructivo… Pero solo eso.
Eran las 2 de la madrugada del domingo, una hora y un día complicados. Pasamos al salón de espera y encontramos a un número grande de personas sentadas a la expectativa de los médicos, como quien reza y acecha un milagro que no llega. Un anciano, con problemas de próstata, llevaba esperando casi dos horas. Otras personas, con los más disimiles apuros, también aguardaban.
Cuando entramos, vestidos de negro y con el pelo largo típicamente rocker-metaleros, la reacción instintiva de los presentes en el salón fue de desconfianza. Tantas décadas de censura y adoctrinamiento en el rechazo al diferente, nos hacían aparecer a sus ojos como seres demoniacos, surgidos de algún “aquelarre satánico”. Por nuestra parte, enseguida nos dimos cuenta de que algo no andaba bien en aquel lugar.
El impulso nos llevó a tocar en las puertas de las consultas y a reclamar a voz en cuello la presencia de los médicos.
Mientras, el anciano no pudo aguantar más la cruenta espera y se orinó sentado en el asiento. Las demás personas comenzaron, poco a poco, a secundarnos en aquella protesta. Un individuo vestido con una bata blanca surgió en escena, observó lo que pasaba y se retiró en silencio. Poco después, apareció una muchacha que se identificó como la “operativa de guardia”, e intentó amenazarnos con llamar a la policía.
El clamor generalizado la paralizó, primero, y luego, la obligó a moverse en función de localizar a los médicos ausentes. Como por arte de magia, comenzaron a parecer los galenos, todos menos los encargados de la consulta de ortopedia. Al pobre anciano le resolvieron el traslado en una ambulancia para otro hospital. Un joven que apenas podía contener la sangre que brotaba de una de sus piernas, producto de un machetazo, logró ser atendido. Los médicos encargados de la consulta de ortopedia estaban, supuestamente, para el salón de operaciones. Pero apareció “de la nada” un especialista capaz de acoger aquel caso urgente.
Una simple rebelión de cuatro “freaks” contra más de dos horas de desidia, había obrado el milagro de echar a andar un “cuerpo de guardia” devenido matadero, depósito de adversidades.
Al final, todos resolvieron su problema…menos nosotros y el buen amigo que continuaba con la pierna resentida. La sala de espera quedo vacía. Nos quedamos rodeados por las frías y recién reparadas paredes de un salón ahora silencioso.
De pronto, la puerta de la consulta de ortopedia se abrió. La vimos salir sigilosa e indiferente: una joven “doctora”, que, por su acento, era seguramente de algún país latinoamericano. Una practicante de la especialidad intentando pasar esa noche de guardia en el hospital de la manera menos complicada posible. Pretendimos hablarle, pero fue como si lo hiciéramos con una esfinge. Cuando se dio cuenta de que intentábamos filmarla con un móvil, se escurrió de nuevo dentro de la consulta, dando un portazo.
A esas alturas, nuestro amigo había logrado mover la pierna y decidió irse para su casa. Resolvería el problema poniendo sobre la zona afectada hojas de Caisimón, planta medicinal que es conocida en la isla por sus propiedades antiinflamatorias. Salimos de aquel salón de hospital y yo mentalmente recé a todos los santos, pidiéndoles no tener que verme nunca más en la necesidad de acudir allí, para nada.
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