Paradojas de una Historia Personal
Asdrúbal Caner Camejo |
En un extremo de Láncara, Galicia, España, está la humilde vivienda en la que nació en diciembre de 1875, Angel Castro Argiz. Según informaciones de los historiadores de la Guerra de 1895, el gallego Ángel Castro llegó a Cuba en el contingente militar español que arribó a Cuba, el 30 de sepiembre de 1895. Se desempeñó como soldado español en Cuba desde esa fecha hasta 1898. Fue parte e instrumento de las concepciones estratégicas del General Valeriano Weyler, de sistemático aniquilamiento de los insurrectos y padre de los campos de concentración de la población campesina, para cortar toda ayuda al mambisado. En el libro de licenciamiento del Ejército Mambí del General Carlos Roloff, aparece el nombre de mi abuelo, a quien los nietos le llamábamos Pacito Flor, con el Número 10867, Sargento de 2do. Grado. Ingresó en el mambisado el 30 de mayo de 1895, a tres meses del alzamiento del 24 de Febrero. Perteneció al Primer Cuerpo de Ejercito, 2da. División, 2da. Brigada, Regimiento de Caballería, en Santiago de Cuba. Su puesto fue en el Cuartel General de la Brigada. En Santiago de Cuba nacería, el 30 de noviembre de 1980, la biznieta de Flor Camejo y tataranieta de Ángel de la Guardia, que cayó junto a Martí en Dos Ríos, Mariette Caner de la Guardia, de raíz materna y paterna mambisa, que hoy vive exiliada en Suiza, como yo, en Canadá. El gallego Castro que llegó a Cuba, era un analfabeto, rudo, tosco y de modales rudimentarios y bruscos, carácter duro, incompasivo y de mucha indiferencia hacia el prójimo. Luego de terminada la guerra, regresó a España, pero más tarde, en 1902, volvió a Cuba para hacer fortuna -y la hizo- como terrateniente, al parecer, de poca ética en sus negocios. Como buen emigrante transatlántico, Ángel María Castro Argiz tuvo varias vidas. Como era analfabeto consiguió una maestra, María Luisa Argota, que le enseño a leer y a escribir, y con la que termina casándose. Tiene dos hijos con ella. Más de una decena de años después llega una mulata con una hija de 14 años, Lina Ruz, con la que Ángel sostiene relaciones extramaritales de la que nacen Ángela y luego Ramón. La esposa ya no acepta esta situación y se va de la finca. Lina tiene un tercer hijo que es precisamente Fidel, y más tarde, Raúl, aunque sobre este último, se ha escrito que es hijo de un chino, carnicero de Birán y que vive o vivía en Santiago de Cuba en los años 80. Padre de doce hijos de dos matrimonios, fue campesino en Lugo, panadero en Madrid, soldado en Cuba, afamado tahúr en Galicia, emigrante de nuevo en la isla, contratista de la multinacional estadounidense United Fruit Company y rico terrateniente, cacique de una extensión de 11.000 hectáreas. Ángel Castro cambiaba por las noches los lindes de sus tierras para ampliar sus posesiones. Para 1911 ya se había convertido en un poderoso terrateniente, con algunos crímenes de campesinos en su espalda, para robarles sus tierras. El más terrible retrato de Ángel Castro lo escribió su nieta, Alina Fernández, en su obra "Alina. Memorias de la hija rebelde de Fidel Castro". Alina Fernández, lo ha descrito como un asesino sin escrúpulos. En el libro, la nieta afirma que su abuelo contrataba a sus lejanos conocidos del pueblo galiciano por cuatro años. Les prometía cuidarles los ahorros, haciéndoles comprar con vales en la bodega propia. Después, cuando ya habían cumplido su temporada, los mataba. No solo contrataba a gallegos. También a una enorme cantidad de haitianos, a quienes aplicaba los mismos procedimientos que a sus coterráneos. Flor Camejo, mi querido Pacito Flor, fue desmovilizado en 1899. Le dieron $75 pesos y comenzó su duro trabajo como campesino. Construyó un bohío y se casó con mi abuela, Mariana Hernández, también de Jiguani. Con ella, intentó tener 24 hijos, pero sólo se le gozaron 14. Esos catorce hijos le ayudaron a levantar, a pleno pulmón, trabajando desde las 5 de la mañana hasta las seis de la tarde, una finca de 159 hectáreas entre 1902-1952. Fue un trabajo basado en la decencia, la religiosidad y los principios éticos de una familia, orgullosa de ser mambisa y haberle dado a sus hijos y nietos, una Patria libre, independiente y democrática, a pesar de los desperfectos de una República joven. A la muerte de Pacito Flor, fue despedido con todos los honores de un sargento del Ejército Mambí. Allá fueron, a rendirle tributo cientos de personas, a las cuales se les atendió con toda la generosidad de la aristocrácia mambisa. Ese expediente de pulcritud ciudadana, de ética y decencia y de principios religiosos sólidos, fueron la base de la educación que le dió Pacito Flor a sus hijos y a sus nietos. Con él pasé muchos de mis primero años. Allá, en la pared de su cuarto, se mostraban su machetín mambí, su sombrero y su revólver, como símbolos orgullosos de su linaje. Flor Camejo nos dejó lo más hermoso que puede tener un pueblo: una Patria independiente. Angel Castro Argiz nos dejó las inmundicias de su pasado de tahúr, ladrón y asesino. No son los mambises los que dirigen hoy los destinos de la República. Los descendientes del glorioso mambisado han sido, casi todos, presos, desterrados o fusilados. Son los hijos de esa excrecencia humana que se llamó Ángel Castro Argiz, los que han hundido la nación cubana en el más infame e inhumano desamparo. Ellos han hecho del sueño de mi abuelo, una pesadilla en los tabernáculos del Infierno. Es una de mis razones para seguir luchando, aunque no la única. Rindo mi profundo homenaje a mi abuelo, Pacito Flor, por esa bella lección mambisa que me dejó como herencia. ¡Gloria a usted donde quiera que se encuentre! |