LA OPINIÓN DE José María Carrascal
DÚO SINIESTRO
AL ir a ver a Raúl Castro de tapadillo, los dos pájaros –y uso el apelativo más suave porque, de usar el que les corresponde, rompería el estilo literario de ABC– no han hecho otra cosa que continuar lo que hicieron en el ejercicio de sus cargos, ahora que, afortunadamente, los han dejado. Zapatero fue el gobernante que más destrozos causó en la política interior española desde la Transición, y Moratinos, el que más daños produjo en la exterior. El dúo de los desatinos, para ponerles nombre rockero. Además, como suele ocurrir en estos casos, cobarde. Zapatero negó la crisis hasta que Obama le llamó una madrugada, en vista de que no hacía caso a los líderes europeos, y entonces, sí, hizo recortes mayores de los que haría luego Rajoy, aunque sin tantos efectos, pues ni para recortar sirve. Por su parte, Moratinos rompió la línea seguida por todos sus predecesores en la política exterior española, enfrentándonos con nuestros aliados y apoyando a quienes intentan socavar la política occidental. Aunque su faena cumbre fue vulnerar la doctrina de la ONU sobre Gibraltar, con la creación del tristemente célebre Foro Tripartito, que daba a la colonia al sur de nuestro territorio igual rango que al Reino Unido y España, rubricando la faena con la aún más vergonzosa y humillante visita a la misma. Nada de extraño la nostalgia con que allí se le recuerda.
Ahora han ido a Cuba, donde una dictadura de más de medio siglo intenta sobrevivir en un mundo cambiante, para charlar cordialmente durante horas con el dictador. Sin haber informado al Gobierno antes ni después, mientras España y Europa están coordinando su política hacia Cuba, después de que Estados Unidos haya decidido dar un giro a la suya. La «falta de lealtad» que les achacó el ministro García-Margallo es el menor reproche que puede hacérseles. Y lo que ya no puede consentirse de ninguna manera es que sigan interfiriendo en la política exterior española por su cuenta y nuestro riesgo.
Los primeros que tendrían que exigirlo son los socialistas, que ya sufrieron el mayor descalabro electoral de su historia moderna por culpa de ellos. Pues está visto que, en vez de irse a casa y quedarse calladitos después del estropicio que han causado, parecen dispuestos a seguir causándolo, con mayor intensidad y menos cerebro que nunca. Si, pese a gozar de una pensión que para sí quisieran la inmensa mayoría de los españoles, buscan ingresos adicionales –de lo que hay indicios, sobre todo por parte del exministro, lo que sería ya el colmo– o, simplemente, intentan aprovechar la agitación reinante en nuestro país para retomar su vieja agenda política, no lo sé. Pero de lo que estoy seguro es de que no benefician a nadie, y menos que a nadie al PSOE, que debería dejar a Podemos respaldar sus correrías, si no quiere encontrarse ayudando a Pablo Iglesias en su salto a La Moncloa. ¿O es eso precisamente lo que busca el dúo siniestro en el doble sentido de la palabra?
La cena chez Bono, experto en todas las salsas, vendría a abonarlo.