¿Un nuevo Alan Gross?
Mañana se inicia en Bayamo el juicio contra el español Ángel Carromero, conductor del auto en que falleció Oswaldo Payá.
Cuando el español Ángel Carromero declaró desde su celda del Ministerio del Interior en la Calle 100 y Aldabó, en La Habana, que él fue el único responsable del accidente en que perdieron la vida Oswaldo Payá y Harold Cepero porque iba corriendo como un bólido por placer y porque no hubo vehículo alguno que lo hostigase, muchos nos acordamos de Galileo Galilei.
El genial físico, matemático y astrónomo —enfermo y con 68 años de edad—, amenazado en 1633 por un tribunal de la Santa Inquisición de que podía ser quemado en la hoguera si no se retractaba de su "herejía", complació a sus torturadores y dijo que él estaba equivocado, que era el Sol el que giraba alrededor de la Tierra y no al revés. Encima de ser obligado a renegar de sus extraordinarios aportes científicos, Galileo fue sentenciado a cadena perpetua, modificada luego por el papa Urbano VIII a prisión domiciliaria de por vida. Y así murió en 1642, confinado en su casa, el "padre de la ciencia", como hoy se le califica.
Algo muy parecido le está ocurriendo —en pleno siglo XXI— al joven político del Partido Popular español (PP). Ya fue obligado a decir lo que el régimen comunista le dictó, y pese a que no ha sido acusado por las familias de las víctimas mortales en el accidente, el Estado castrista ha decidido enjuiciarlo por "homicidio" en la ciudad de Bayamo.
¿Por qué ambas cosas a la vez, si se supone que al admitir Carromero su culpa ya el gobierno debió quedar satisfecho? Porque de nada vale si dice en La Habana que nadie lo hostigaba, que corría porque es un demente irresponsable, y luego, al aterrizar en el aeropuerto de Barajas, afirma que sí estaba siendo hostigado por un automóvil ruso marca Lada de color rojo y que él corría para tratar de dejarlo atrás.
¿Exceso de velocidad por placer?
A decir verdad, el exceso de velocidad de Carromero sólo por el placer morboso de correr temerariamente por una maltrecha carretera no es muy creíble, por dos razones: 1) Payá no se lo habría permitido, y 2) al joven español puede que le guste correr cuando viaja solo, pero no sería tan irresponsable como para poner en peligro innecesariamente la vida de Payá (a quien admiraba), de Cepero y de su colega sueco. O sea, que si el automóvil iba a más velocidad de lo debido era por algún motivo que lo justificaba.
Cuál era ese motivo es algo que no se sabe, porque los dos ocupantes cubanos del vehículo, hombres valientes que no habrían podido ser silenciados por el régimen, lamentablemente fallecieron. Y porque el chofer español ha sido silenciado en su cautiverio, y el cuarto pasajero, el sueco Jens Aron Modig, tampoco puede hablar pues cualquier cosa que diga y difiera de la versión de la dictadura agravaría la suerte de Carromero, ya suficientemente penosa. Así se lo debe haber advertido la Seguridad del Estado a Modig, junto a otras amenazas, cuando le concedió la gracia de regresar a Suecia.
Un examen de los hechos apunta a un plan del régimen que pudo ser puesto en marcha tan pronto la policía política —que vigilaba las 24 horas a Payá— se percató de que el automóvil en que viajaban el destacado disidente cubano y sus colegas se dirigía muy posiblemente a la ciudad de Manzanillo, foco del brote de cólera que el gobierno se empeñaba en ocultar o minimizar.
El plan pudo haber consistido en hostigar el vehículo para obligarlo a correr por una carretera que de pronto se convierte en un peligroso terraplén, probablemente no con el propósito de provocar la muerte de sus ocupantes, sino de que el auto se saliese de la vía y se averiase de tal manera que no pudiera continuar viaje al conflictivo Manzanillo.
Pero el vehículo impactó brutalmente contra un árbol y dos de sus ocupantes murieron. O sea, la dictadura tuvo la buena suerte no sólo de impedir la llegada del auto a Manzanillo, sino de librarse del incomodísimo Payá, Premio Sajarov de la Unión Europea y nominado en cinco ocasiones al Premio Nobel de la Paz; un patriota realmente admirable que habría podido ser el presidente de la nueva república libre y democrática con la que soñamos los cubanos.
Mensaje de texto clave
Un elemento clave en todo esto lo destacó el 18 de agosto el diario The Washington Post en un editorial, al precisar que a las 3:18 pm del día del accidente (22 de julio) la familia de Payá recibió un mensaje de texto de amistades en Madrid en el que le solicitaban información acerca del accidente automovilístico. Quienes enviaban el mensaje no sabían que Payá iba en el mismo vehículo que Carromero y Modig. "De acuerdo con la esposa de Payá, el mensaje de texto decía que el auto 'había sido fuertemente golpeado y empujado fuera de la carretera'", señala el Post.
Paradójicamente es con el juicio que ahora comienza en la emblemática ciudad de Bayamo que se podrá saber mejor si todo fue culpa de Carromero o del régimen castrista. Si el joven político del PP es sentenciado a prisión, el accidente habría sido provocado por la dictadura; y si es absuelto o condenado a una ligera pena que luego es conmutada, y se le permite regresar a España, entonces habría que pensar que Carromero fue el responsable.
Es decir, todo será al revés, con el agravante de que aún en el caso de que Carromero pudiese regresar a Madrid, nunca podría haber una certeza total sobre el carácter puramente accidental del suceso, debido a la tenebrosa historia de los métodos de intimidación y coacción estalinistas heredados por los Castro de la KGB soviética y la STASI germano-oriental (también inspirada en la GESTAPO nazi) .
Algo muy importante a tener en cuenta es que si el acusado es enviado a la cárcel, el régimen cubano obtendría ventajas políticas netas, pues podría neutralizar —o intentar hacerlo— al gobierno de Mariano Rajoy. La Habana le podría decir al gobierno de la Moncloa que si quiere que Carromero sea indultado, o no convertir su prisión en uno de los círculos del infierno de la Divina Comedia, que no se le ocurra hacer crítica alguna a Cuba en materia de libertades, derechos humanos, democracia, etc. Y mucho menos exigir la liberación del prisionero.
Un Carromero en prisión sería el Alan Gross español. Pasaría a ser un rehén que el régimen podría usar para obtener silencios y favores, evitar críticas incómodas o acusaciones, o para ser canjeado por "algo". El joven político sería la carta de la dictadura cubana para obligar al gobierno del PP a "portarse bien" con los Castro.
Fuente: http://www.diariodecuba.com/opinion/12773-un-nuevo-alan-gross