Soldados y Oficiales cubanos de tierra, mar y aire:
Por: Aldo Rosado-Tuero
Por: Aldo Rosado-Tuero
No podrás, aunque quieras, ser sordo y ciego ante la angustia apremiante de Cuba. Las posibilidades de que en un muy breve plazo, tengas que llamar a tu compañía para tomar las armas, ya sea para reprimir al pueblo, que cansado de tanta miseria y represión, al momento del anuncio de la muerte de quien los ha oprimido por más de medio siglo, se decida a reclamar en las calles las libertades perdidas y a exigir una vida mejor; o en una sangrienta contienda civil, cuando al faltar la mano de hierro que cohesionó a las distintas facciones, que se reparten el abundante botín de las empresas creadas por la tiranía, éstas quieran imponerse unas sobre las otras, utilizándolos a ustedes como carne de cañón.
Y por mucho que acalles las inquietudes de tu propio espíritu, no podrás eludir, en las largas vigilias del servicio, estas preguntas inaplazables: ¿Qué es lo que está ocurriendo? Este gobierno, en cuya defensa arriesgo la vida ¿es el verdadero servidor del destino patrio? ¿O estaré perpetuando con mi esfuerzo una organización política, muerta, desalmada, esterilizadora y anti humana?
Mira a tu alrededor, observa la situación de tu familia, de tus compañeros y vecinos. La pobreza que se ensaña con tu pueblo y que pese a las eternas promesas para el futuro, al transcurrir casi 53 años de la misma cantaleta, la situación es cada vez peor. Y observa y pregunta a otros compañeros y camaradas de armas, como viven los altos jefes de la jerarquía militar y política de este desgobierno que se mantiene gracias a tu esfuerzo y a tu respaldo como militar. Los Generales y muchos oficiales superiores, disfrutan de los privilegios más aberrantes y viven vidas de potentados, mientras tú y tus compañeros, como soldados, sub oficiales y oficiales de nivel medio, sufren todas las carencias que este régimen ha impuesto de forma sistemática al pueblo cubano.
Quien ninguna noche se siente libre de las mismas incertidumbres, quiere que le acompañes, al través de esta carta, en una silenciosa meditación.
El estado de crisis permanente implantado por este régimen, ya no puede soportarse a sí mismo. El estado de guerra convertido en endémico, con su secuela de movilizaciones, maniobras y falsas noticias de invasiones inexistentes y el continuo bombardeo de una mentirosa propaganda, achacando todos los males de la nación a los enemigos externos, ha terminado por extenuar al pueblo, del que tú, militar cubano, eres parte esencial. Ya se levantan voces que arriesgando la persecución y la cárcel injusta aplicada a todo el que osa discrepar, aunque sea pacíficamente, de los métodos arbitrarios implantados por el gobierno a quien sirves. La rebeldía va in crescendo y el peligro de un levantamiento popular no debe de ser descartado.
Un peligro mayor debe de ser tomado en consideración. Éste podría ser el causante de la pérdida de nuestra nacionalidad y de la disolución de nuestra nación y hasta provocar—ahora sí de verdad—una invasión extranjera: Es tal el grado de desesperación de la gran mayoría de nuestro pueblo, que sólo piensa en emigrar. En abandonar el suelo que los vio nacer. El de resolver el problema individual de cada uno, lejos de la patria, en lugar de pensar en quedarse para resolver el problema colectivo de todo el pueblo. A pesar de lo que proclaman los detentadores del poder, “el estado socialista” no supo inculcar en nuestros compatriotas el espíritu de colectividad, ni el sacrificio por el Bien Común. Esta actitud puede degenerar, ante cualquier estallido u anomalía, en un éxodo masivo generalizado, los que, según han declarado ya, las Autoridades civiles y militares del poderoso vecino del Norte, sería tomado como un acto de guerra.
Ante este sombrío panorama, no queda más salida a los militares cuyas manos no estén manchadas de sangre, ni sus bolsillos repletos de dinero mal habido, que tomar una decisión, que los lleve a salvar la patria.
Adivino el escrúpulo de muchos de ustedes forjadas en la disciplina cuartelaria y la obediencia ciega a los mandos. Pero eso es válido cuando se sirve a un gobierno que procura el bienestar del pueblo y garantiza la permanencia y salvaguardia de las libertades. Pero ya hace mucho tiempo que esta revolución que se proclamó heredera de los libertadores del 68 y del 95, se apartó del camino y se convirtió en una tiranía familiar, apoyada por una mafia de chupópteros, que en nombre de una ideología caduca se apoderaron de la nación y la administraron como una finca particular, mientras te convertían a ti en el centurión que dominaba e inspiraba temor a los siervos de la gleba y te enviaban a tierras extrañas a pelear guerras en nombre del socialismo, pero que en realidad encubrían propósitos capitalistas, como el de vuestros camaradas que cuidaban el Enclave de Cabimba propiedad de las grandes compañías petroleras que pagaban religiosamente enormes sumas de dólares a tus jefes, que los han depositado en abultadas cuentas bancarias en el exterior, que les garantizan un futuro a ellos y a sus familias, no obstante lo que pase en Cuba, mientras tú, tus compañeros y tus familiares tendrán que esperar en Cuba paciente y pobremente, venga lo que venga.
El gobierno castrista se encargó de destruir todo vestigio de sociedad civil en nuestra nación. Ante esto, las Fuerzas Armadas han quedado como la única institución cohesionada y con disciplina que puede resguardar la unidad de la patria, ante una eventual hecatombe. De ahí la enorme responsabilidad que cae sobre vuestros hombros, soldados, suboficiales y oficiales en los mandos medios de las fuerzas de aire, mar y tierra. Si ustedes se abstienen de actuar por una interpretación puramente externa de su deber, se exponen a encontrarse de la noche a la mañana sin nada a que servir. En estos momentos están ante la disyuntiva de seguir bajando la cabeza ante los atropellos de sus jefes; o recobrar con sus propias armas la dignidad de vuestra institución y la libertad de todos vuestros compatriotas. Las Fuerzas Armadas no pueden servir al pueblo más que de una manera: protegiéndolo con vuestras propias armas. Así ha ocurrido muchas veces desde que el mundo es mundo. Como afirmó Spengler: “siempre ha sido a última hora un pelotón de soldados el que ha salvado la civilización”.
Cuba está cautiva de una pandilla de malandrines que pretenden eternizar en el poder a una misma familia, que la tiene condenada a la parálisis y ha convertido a sus hijos en ciudadanos de segunda, que sufren el horrible apartheid de ser parias en su tierra, servidores de extranjeros que viajan a la Isla en busca de diversión fácil y sexo barato, dándoles a nuestras mujeres la mala fama de ser las prostitutas más educadas del planeta como dijera cínicamente alguna vez, Fidel Castro.
Llegó la hora de tomar una decisión trascendental, militar cubano. De ti va a depender que la Patria permanezca o que Cuba se disuelva en el caos o siga esclava por otro medio siglo. Para un cubano de vergüenza la decisión no es tan difícil. Da el paso al frente que la historia te lo reclama.
Tendrían derecho a hacerse los sordos si les llamáramos para que cobijases con vuestra fuerza una nueva política reaccionaria. La bandera de lo nacional no se enarbola para encubrir la mercancía del hambre. Millones de cubanos la padecen y es de primera urgencia remediarla. Para ello habrá que lanzar a toda máquina la gran tarea de la reconstrucción nacional. Habrá que llamar a todos, orgánicamente, ordenadamente, al goce de lo que Cuba produce y puede producir.
Ojalá supieran expresar estas palabras en toda su gravedad el valor de las horas en que vivimos. Lo saben ustedes militares cubanos, que ven la corrupción de los mandos superiores y el enriquecimiento ilícito de vuestros jefes supremos. Lo sabemos nosotros, encarcelados a millares, sin procesos justos, vejados en nuestras casas por un estado policiaco desmedido que hurgó en nuestros papeles, destruyó nuestros hogares, desorganizó nuestra existencia de ciudadanos libres, de cuya vigilancia no escapan ni tú ni tus familiares. Lo sabemos más de dos millones de exiliados que desde tierras extrañas añoramos la patria.
Ya se alistan paladines para acudir en socorro de la patria. Los que quieren una patria con fronteras, banderas y tradiciones propias, sin un amo internacional, y sin consignas venidas del extranjero. Y una mañana, soldados, oficiales cubanos, los veréis aparecer frente a vuestras filas, o surgir de ellas. Ese será el instante decisivo. El redoble o el silencio de vuestras ametralladoras, resolverá si Cuba ha de seguir languideciendo o si puede abrir el alma a la esperanza.
Piensa. Piensa bien en estas cosas antes de dar la voz de ¡fuego!. Piensa que por encima de los artículos de las ordenanzas, asoman, una vez cada muchos lustros, las ocasiones decisivas de la vida de un pueblo.
Aldo Rosado-Tuero- Director del diario digital Nuevo Acción.
Vía nuevoacción.com
Y por mucho que acalles las inquietudes de tu propio espíritu, no podrás eludir, en las largas vigilias del servicio, estas preguntas inaplazables: ¿Qué es lo que está ocurriendo? Este gobierno, en cuya defensa arriesgo la vida ¿es el verdadero servidor del destino patrio? ¿O estaré perpetuando con mi esfuerzo una organización política, muerta, desalmada, esterilizadora y anti humana?
Mira a tu alrededor, observa la situación de tu familia, de tus compañeros y vecinos. La pobreza que se ensaña con tu pueblo y que pese a las eternas promesas para el futuro, al transcurrir casi 53 años de la misma cantaleta, la situación es cada vez peor. Y observa y pregunta a otros compañeros y camaradas de armas, como viven los altos jefes de la jerarquía militar y política de este desgobierno que se mantiene gracias a tu esfuerzo y a tu respaldo como militar. Los Generales y muchos oficiales superiores, disfrutan de los privilegios más aberrantes y viven vidas de potentados, mientras tú y tus compañeros, como soldados, sub oficiales y oficiales de nivel medio, sufren todas las carencias que este régimen ha impuesto de forma sistemática al pueblo cubano.
Quien ninguna noche se siente libre de las mismas incertidumbres, quiere que le acompañes, al través de esta carta, en una silenciosa meditación.
El estado de crisis permanente implantado por este régimen, ya no puede soportarse a sí mismo. El estado de guerra convertido en endémico, con su secuela de movilizaciones, maniobras y falsas noticias de invasiones inexistentes y el continuo bombardeo de una mentirosa propaganda, achacando todos los males de la nación a los enemigos externos, ha terminado por extenuar al pueblo, del que tú, militar cubano, eres parte esencial. Ya se levantan voces que arriesgando la persecución y la cárcel injusta aplicada a todo el que osa discrepar, aunque sea pacíficamente, de los métodos arbitrarios implantados por el gobierno a quien sirves. La rebeldía va in crescendo y el peligro de un levantamiento popular no debe de ser descartado.
Un peligro mayor debe de ser tomado en consideración. Éste podría ser el causante de la pérdida de nuestra nacionalidad y de la disolución de nuestra nación y hasta provocar—ahora sí de verdad—una invasión extranjera: Es tal el grado de desesperación de la gran mayoría de nuestro pueblo, que sólo piensa en emigrar. En abandonar el suelo que los vio nacer. El de resolver el problema individual de cada uno, lejos de la patria, en lugar de pensar en quedarse para resolver el problema colectivo de todo el pueblo. A pesar de lo que proclaman los detentadores del poder, “el estado socialista” no supo inculcar en nuestros compatriotas el espíritu de colectividad, ni el sacrificio por el Bien Común. Esta actitud puede degenerar, ante cualquier estallido u anomalía, en un éxodo masivo generalizado, los que, según han declarado ya, las Autoridades civiles y militares del poderoso vecino del Norte, sería tomado como un acto de guerra.
Ante este sombrío panorama, no queda más salida a los militares cuyas manos no estén manchadas de sangre, ni sus bolsillos repletos de dinero mal habido, que tomar una decisión, que los lleve a salvar la patria.
Adivino el escrúpulo de muchos de ustedes forjadas en la disciplina cuartelaria y la obediencia ciega a los mandos. Pero eso es válido cuando se sirve a un gobierno que procura el bienestar del pueblo y garantiza la permanencia y salvaguardia de las libertades. Pero ya hace mucho tiempo que esta revolución que se proclamó heredera de los libertadores del 68 y del 95, se apartó del camino y se convirtió en una tiranía familiar, apoyada por una mafia de chupópteros, que en nombre de una ideología caduca se apoderaron de la nación y la administraron como una finca particular, mientras te convertían a ti en el centurión que dominaba e inspiraba temor a los siervos de la gleba y te enviaban a tierras extrañas a pelear guerras en nombre del socialismo, pero que en realidad encubrían propósitos capitalistas, como el de vuestros camaradas que cuidaban el Enclave de Cabimba propiedad de las grandes compañías petroleras que pagaban religiosamente enormes sumas de dólares a tus jefes, que los han depositado en abultadas cuentas bancarias en el exterior, que les garantizan un futuro a ellos y a sus familias, no obstante lo que pase en Cuba, mientras tú, tus compañeros y tus familiares tendrán que esperar en Cuba paciente y pobremente, venga lo que venga.
El gobierno castrista se encargó de destruir todo vestigio de sociedad civil en nuestra nación. Ante esto, las Fuerzas Armadas han quedado como la única institución cohesionada y con disciplina que puede resguardar la unidad de la patria, ante una eventual hecatombe. De ahí la enorme responsabilidad que cae sobre vuestros hombros, soldados, suboficiales y oficiales en los mandos medios de las fuerzas de aire, mar y tierra. Si ustedes se abstienen de actuar por una interpretación puramente externa de su deber, se exponen a encontrarse de la noche a la mañana sin nada a que servir. En estos momentos están ante la disyuntiva de seguir bajando la cabeza ante los atropellos de sus jefes; o recobrar con sus propias armas la dignidad de vuestra institución y la libertad de todos vuestros compatriotas. Las Fuerzas Armadas no pueden servir al pueblo más que de una manera: protegiéndolo con vuestras propias armas. Así ha ocurrido muchas veces desde que el mundo es mundo. Como afirmó Spengler: “siempre ha sido a última hora un pelotón de soldados el que ha salvado la civilización”.
Cuba está cautiva de una pandilla de malandrines que pretenden eternizar en el poder a una misma familia, que la tiene condenada a la parálisis y ha convertido a sus hijos en ciudadanos de segunda, que sufren el horrible apartheid de ser parias en su tierra, servidores de extranjeros que viajan a la Isla en busca de diversión fácil y sexo barato, dándoles a nuestras mujeres la mala fama de ser las prostitutas más educadas del planeta como dijera cínicamente alguna vez, Fidel Castro.
Llegó la hora de tomar una decisión trascendental, militar cubano. De ti va a depender que la Patria permanezca o que Cuba se disuelva en el caos o siga esclava por otro medio siglo. Para un cubano de vergüenza la decisión no es tan difícil. Da el paso al frente que la historia te lo reclama.
Tendrían derecho a hacerse los sordos si les llamáramos para que cobijases con vuestra fuerza una nueva política reaccionaria. La bandera de lo nacional no se enarbola para encubrir la mercancía del hambre. Millones de cubanos la padecen y es de primera urgencia remediarla. Para ello habrá que lanzar a toda máquina la gran tarea de la reconstrucción nacional. Habrá que llamar a todos, orgánicamente, ordenadamente, al goce de lo que Cuba produce y puede producir.
Ojalá supieran expresar estas palabras en toda su gravedad el valor de las horas en que vivimos. Lo saben ustedes militares cubanos, que ven la corrupción de los mandos superiores y el enriquecimiento ilícito de vuestros jefes supremos. Lo sabemos nosotros, encarcelados a millares, sin procesos justos, vejados en nuestras casas por un estado policiaco desmedido que hurgó en nuestros papeles, destruyó nuestros hogares, desorganizó nuestra existencia de ciudadanos libres, de cuya vigilancia no escapan ni tú ni tus familiares. Lo sabemos más de dos millones de exiliados que desde tierras extrañas añoramos la patria.
Ya se alistan paladines para acudir en socorro de la patria. Los que quieren una patria con fronteras, banderas y tradiciones propias, sin un amo internacional, y sin consignas venidas del extranjero. Y una mañana, soldados, oficiales cubanos, los veréis aparecer frente a vuestras filas, o surgir de ellas. Ese será el instante decisivo. El redoble o el silencio de vuestras ametralladoras, resolverá si Cuba ha de seguir languideciendo o si puede abrir el alma a la esperanza.
Piensa. Piensa bien en estas cosas antes de dar la voz de ¡fuego!. Piensa que por encima de los artículos de las ordenanzas, asoman, una vez cada muchos lustros, las ocasiones decisivas de la vida de un pueblo.
Aldo Rosado-Tuero- Director del diario digital Nuevo Acción.
Vía nuevoacción.com