La necesidad de la luz - El Blog de Jeronimo
Por primera vez me siento blanco del ataque de la dictadura del Estado expresado en la Declaración del Ministerio de Relaciones Exteriores del pasado viernes 2 de noviembre.
Soy alumna, desde hace poco más de un mes, del curso de periodismo que ofrece la Universidad Internacional de la Florida a través de la Sección Norteamericana en la Habana. Lo primero que hice al matricular fue preguntar si existía la posibilidad de estudiar a distancia la carrera completa de periodismo o la de filosofía. Pero la respuesta que me dio la empleada cubana fue que el gobierno de Cuba había cancelado esa posibilidad.
No me siento forzada a dar explicaciones, pero si a defenderme de las posibles represalias que puede tomar con nosotros a partir de ahora el gobierno que evidentemente se siente amenazado por el ejercicio de la libertad de expresión.
Responder a la calumnia de que somos mercenarios de un gobierno extranjero llevaría esta contienda espiritual al plano de hablar el idioma de nuestros secuestradores y presumibles asesinos. Es imprescindible que ellos prueben que pueden dialogar con nosotros en el idioma de la libertad sin la excusa de pretender que la nación es un campamento militar simulando paranoia.
En 53 años no se han atrevido a dialogar con la oposición, les falta valor porque no pueden sostenerse delante de los ciudadanos que se oponen a su tiranía “de la moral socialista” y su consiguiente “legalidad”: especie de lengua muerta sin imagen y que por lo tanto no puede ni tiene la voluntad de expresar nuestros derechos humanos.
No hay nada que resulte más fácil de leer y de comprender por todo el mundo que la Declaración Universal de los Derechos Humanos, porque está redactada a nuestra imagen. Pero es muy difícil seguir la lógica de pensamiento del discurso oficial cubano porque representa el interés de solo un cogollito de personas en este país que han logrado comprar o aterrorizar a otras tantas personas dentro de la Isla, y alimentar la envidia misantrópica de la izquierda radical en el mundo.
Hay algo que quiero hacer notar, porque es la única nota que salta a la vista en el texto que ha publicado el periódico Granma: “…la tarea imposible de convertir a sus mercenarios en un movimiento creíble de oposición interna”
Hay que partir del hecho de que el Estado cubano ha estado simulando paranoia como excusa para reprimir a los ciudadanos que se atreven a expresarse en contra de su gobierno que es un total fraude, incluyendo por supuesto el fraude electoral revestido de trampas legales.
No tendré que explicar demasiado que el verdadero paranoico no está consciente de la razón por la que sitúa la culpa en el otro, pero el Estado cubano sí sabe por qué ha escogido como culpable a los Estados Unidos para justificar la arremetida contra su propio pueblo: El Estado cubano, absoluta dictadura sobre la existencia de las almas bajo su jurisdicción, nunca ha tolerado la oposición política y groseramente la ha negado silenciándola, primero por fusilamiento o encarcelándola por las “leyes revolucionarias”, hasta la ley 88 ( ley mordaza), porque sabe que no puede sobrevivir al pleno ejercicio de las libertades y la voluntad popular consultada sin coerción.
Vuelvo a sugerir conferenciarlo con el texto del juicio contra Hubert Matos de 1959, allí, en palabras del entonces primer Ministro Fidel Castro, quien actuó como principal testigo acusador (y que gobernó de manera explícita esta Isla hasta 2006, y al parecer consiguió durante toda su vida imponer su voluntad), se inició la campaña más ridícula de la historia legal cubana cuando el citado testigo creó el delito de ser “contrarrevolucionario”. Décadas más tarde ésta modesta ama de casa se sorprendió de que algo tan natural como estar en contra de una tendencia política y social que ha cometido tantas acciones criminales, que ha redactado unas leyes tan tramposas para encarcelar a los cubanos, que nunca ha representado en su gigantesco discurso la talla real de un solo ser humano, pudiera ser un delito. No puede ser un delito estar en contra de un gobierno y expresarlo y querer cambiarlo, no a la manera revolucionaria, que incluye el uso de las armas, sino a la manera de la democracia en germen: con las armas de la opinión, incluyendo la protesta ciudadana. Pero el detalle está en que para impedir esos derechos, el Estado cubano simula locura, simula paranoia y el blanco de sus ataques son los Estados Unidos, y esa paranoia fingida sirve también a su coartada ideológica para mantener la persecución contra los opositores.
El acto más disidente, en un país de tal fariseísmo político que haría palidecer a los “sepulcros blanqueados” que señaló Jesús en los Evangelios, es acordarse de la decencia y comenzar a ser honesto y objetivo con la realidad cubana. Es fácil alcanzar credibilidad si tan solo se es fiel a la vocación cristiana, humana, que todos tenemos, y se ejerce en una escala superior a nuestro egoísmo.
En situaciones como ésta puedo esperar a mis perseguidores, sin faltar a una sola clase de periodismo, leyendo la Biblia en primer lugar y en especial los Evangelios, y, acordándome también de personas como Martha Beatriz Roque, como Oscar E. Biscet, como Elizardo Sanchéz, tan calumniados, tan perseguidos, por momentos tan sufridos, tan abandonados (por este pueblo siempre dispuesto a cambiar sus derechos por un plato de lentejas) y sin embargo, a manera de antiguos profetas, tan vencedores en Cristo y tan enhiestos.
Lilianne Ruíz
http://elblogdejeronimo.wordpress.com/2012/11/05/la-necesidad-de-la-luz/