Iván García hace un recorrido por un fenómeno social que se ha incrementado en Cuba en las últimas décadas y lleva nombre propio: jineterismo. A continuación fragmentos del artículo.
Pero el jineteo en Cuba es más que sexo. En sus inicios, quienes jineteaban eran los hombres. El verbo jinetear nació a mediados de los 80, y se refería a aquéllos que se dedicaban a la compra y venta de dólares en las calles, un ‘bisne’ entonces ilegal.
Si algo han aprendido muchos cubanos en los últimos 53 años, es a pedir y lamentarse de su mala suerte. Ordeñar como si fueran vacas a extranjeros, parientes o amigos emigrados forma parte de las reglas de juego. Casi un estilo de vida.
Jinetear no es solo prostituirse por 20 dólares la noche. Es cierto que jineteras y pingueros han puesto a Cuba en el mapa del turismo sexual. Estamos aún lejos de ser Tailandia o Brasil, pero vamos tras sus pasos. Muchos negocios mixtos con extranjeros nacen después de una noche fogosa en la cama.
Cuando un europeo tiene relaciones sentimentales con una cubana, en confianza le pregunta a sus amigos: “¿Tú crees que sea jinetera?” Y es que jineteras no solamente son las mulatas de minifaldas cortísimas que te hacen propuestas cuando caminas por el malecón.
No. También en Cuba existe una legión de jóvenes con dotes de actrices, que cuando pescan un “yuma” elaboran un drama amoroso al estilo de Corín Tellado. Su finalidad es escapar. No importa cuán lejos. Jinetear se ha convertido en la principal herramienta de un gran número de jóvenes cubanos para poder emigrar legalmente.
Cuando en 1993 Fidel Castro despenalizó el dólar, la palabra jinetera acabó colgada en las despampanantes muchachas que se prostituían, primero en los barrios habaneros y el resto de las provincias después.
Actualmente, debido a la dura competencia de las prostitutas, las jineteras se han ido desvalorizando. Si en los 90 una jinetera solo iba a la cama con alguien que tuviese pasaporte, y no por menos de 100 dólares la noche, hoy ya son tantas, que la escala de precios abarca todos los gustos y bolsillos.
Existen jineteras en moneda dura y en pesos cubanos. Las hay de 15 años y de 40 o más. Desde las que cobran 40 cuc, hasta guajiritas apeadas la noche anterior del tren procedente de Santiago o Guantánamo, que se ofertan por 80 pesos. O menos.
También ahora jinetean chicos que se pasan seis horas haciendo pesas en un gimnasio particular. Travestis que madrugan por las avenidas. Y gays orgullosos de los nuevos aires que corren y suelen hacer sexo oral en escaleras oscuras de la ciudad.
El verbo jinetear llegó para quedarse. Y va más allá. Se utiliza cuando alguien se aprovecha de una persona con dinero y se le pega como una lapa para que lo invite almorzar o le pague unas cervezas. En aquellos centros de trabajo donde es posible viajar al extranjero, jinetear consiste en “trabajarle fino” al tipo que da luz verde para ‘fastear’ (viajar).
En ocasiones se jinetea a la propia familia. Se acercan los 15 de la hija o las vacaciones están al doblar de la esquina y se quiere pasar un fin de semana en un hotel. Como los familiares viven lejos, los llaman a cobro revertido o les envían emails. De poco valen los sermones del pariente, de que la crisis económica es real y no es un invento del Granma.
Jinetear ya forma parte de la cultura nacional. Se ha convertido en un ‘deporte’, como tomar ron con los socios o jugar dominó en las esquinas. Pero los reyes del jineteo son los gobernantes.
Ellos inventaron la fórmula. Desde que Fidel Castro cambió de alianza en 1961 y se comprometió con el comunismo ruso, los mandarines criollos tienen un doctorado a la hora de pedir. En aquel tiempo, armas y aviones Mig-21, sin pagar un duro. La promesa de ponérsela fea a los yanquis, bastaba para enamorar a los ‘bolos’.
Como el socialismo es un sistema ineficiente por antonomasia, al socio soviético -al margen del petróleo, que llegaba por tuberías- frecuentemente se le hacían peticiones. Camiones, tractores, autos, maquinarias textiles, televisores en blanco y negro, compotas de manzana, latas de carne, préstamos monetarios... De todo.
Pagar nunca estuvo en los planes del jinetero mayor. Hoy a la extinta URSS le debemos más de 20 mil millones de rublos. Con China se intenta, pero los ‘narras’ son duros de pelar.
Por si llegan malas noticias de Venezuela, ya se ha empezado a jinetear con cubano-americanos acaudalados. ¿Qué algunos académicos formados en los clásicos del marxismo y emigrados que no olvidan que una vez fueron tildados de ‘escoria’ se puedan resistir? Al final, afirman, todos somos cubanos. Aunque eso no les ha impedido hacer caja con el ‘impuesto revolucionario’ a las remesas giradas por los compatriotas residentes en los Estados Unidos.
A estas alturas, los Castro se van de fiesta con cualquiera, mientras legitimen su poder político. Pasar cepillo es un mérito innegable del régimen. A la hora de jinetear, tienen el número uno.
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