LA LLAMADA "ECONOMÍA INFORMAL" TRAE A CUBA DESDE MIAMI, PANAMÁ Y ESPAÑA TODA CLASE DE PRODUCTOS EN CONTENEDORES.
El líder de la Nueva Revolución Capitalista en Cuba es Roberto, un eufemismo cubano para aludir a objetos robados .
Después de medio siglo de socialismo, los cubanos descubren que sólo pueden aspirar al empobrecimiento ilícito.
Si el pueblo venezolano tiene paciencia y cree que medio siglo no es nada, en otro medio siglo de experimentos socialistas en Venezuela podrá observar cómo se retorna a cuentagotas hacia el capitalismo.
Pero a un capitalismo con sueldos de hambre.
La mejor ventana es Cuba, separada de Venezuela por el mar de la felicidad. El gobierno presidido por Raúl Castro ha decidido darle un respiro al Estado y permitir que la empresa privada ponga de pie una economía al borde de un ataque de nervios. Pero, como es bien sabido, resulta más fácil matar a un elefante que resucitar a una hormiga.
REFORMANDO LAS REFORMAS El retorno de Cuba a un sistema de capitalismo (estatal) recuerda la tortura china de la gota de agua.
Todo es lento, todo es exasperante, y la única garantía real es que recién cuando concluya la tortura el prisionero podrá pasar a mejor vida.
La intención del gobierno de La Habana es reducir la burocracia y conseguir que la empresa privada controle casi la mitad de la producción nacional.
Pero los números no lucen muy bien. Desde que el gobierno de Cuba permitió a los ciudadanos abrir negocios a fines de 2010, dijo The New York Times , casi un cuarto de millón de personas han comenzado a trabajar por su cuenta, abriendo restaurantes, loncherías y otros negocios al por menor.
En total, se estima que 387.000 cubanos trabajan en el denominado sector privado, una denominación que hace justicia a las tareas, pues ese sector suele estar privado de suministros y de incentivos.
Pero ocurre que la población cubana asciende a 11 millones de personas. Y que el gobierno aspira a que en cinco años, un 40 por ciento de la producción del país recaiga en el sector privado.
Una demostración de lo difícil de hacer esa conversión es ver las cifras que maneja el gobierno, y confrontarlas con las cifras reales.
En abril pasado, Esteban Lazo Hernández, vicepresidente del Consejo de Estado de Cuba, dijo que en el curso de cinco años la producción del sector privado pasará, del actual cinco por ciento, a entre un 40 y un 45 por ciento. Pero para eso, millones de cubanos deberán abandonar el sector estatal. Y eso no está ocurriendo. Para este año, el gobierno proyectaba añadir 240.000 empleos en el sector privado. Sin embargo, en la primera mitad del 2012, sólo 24.000 personas solicitaron licencias para trabajar por su cuenta.
ROBERTO ES EL LÍDER La mayoría de los negocios por cuenta propia que han abierto los cubanos funcionan en casas, o en las puertas de viviendas. Y algunos proveedores no son muy confiables, pues muchas veces le están esquivando el cuerpo a la justicia, y cuando caen presos, la cadena de suministros sufre.
The New York Times citó un modelo de negocio capitalista al estilo cubano. Un hombre, que pidió no ser identificado, abrió una lonchería en un barrio de La Habana, donde sirve hamburguesas. El pan para la hamburguesa se lo provee el empleado no identificado de una panadería estatal que los hurta cuando su jefe está distraído. Y la carne de la hamburguesa se la vende un amigo no identificado que debe creer que la propiedad privada es un robo, y por lo tanto, hace justicia revolucionaria sustrayendo carne molida de otro empleador.
En realidad, el líder de la Nueva Revolución Capitalista en Cuba parece ser Roberto, un eufemismo cubano para aludir a objetos robados.
Y aquellos que desean actuar de manera honesta, tampoco reciben muchos incentivos. Por ejemplo, Amarilis Albite, una estudiante de contabilidad, abrió una lonchería en su casa, en un suburbio de La Habana. El negocio parece funcionar bien, pero los problemas para conseguir algo del Estado empiezan a parecerse a los de Venezuela. La señorita Albite pidió un préstamo en un banco para comprar una nevera que costaba 700 dólares. Finalmente, tuvo que renunciar a la solicitud porque el banco le exigía dos garantes. Y cada uno de ellos debía dejar en el banco la suma total del préstamo, hasta que Albite cancelara la deuda.
Para Albite, el gobierno ha permitido que la gente se dedique a la iniciativa privada con el único propósito de que pueda sobrevivir. "Pero no creo que nadie pueda hacerse rico de esta manera", añadió.
Pues la riqueza personal huele a capitalismo.
CUBA IMITA A VENEZUELA Cualquier persona que viaje a Venezuela, tropezará con enormes colas de venezolanos que traen productos a su tierra. Cualquier clase de productos, porque a excepción del petróleo, Venezuela todo lo importa.
Maletas del tamaño de neveras, bolsas de lona en que podría dormir tranquilamente un jugador de básquetbol, cajas de la altura de una persona, son el aditamento indispensable de todo turista venezolano que se precie.
Lo mismo está ocurriendo ahora en Cuba. La llamada "economía informal" trae a Cuba desde Miami, Panamá, Ecuador y España, toda clase de productos en contenedores que caben en la bodega de un avión.
Los cubanos han conseguido que familiares, amigos, y mulas, les traigan desde comida hasta iPhones.
Emilio Morales, presidente del Havana Consulting Group, con sede en Miami, calculó que ese comercio paralelo asciende a mil millones de dólares al año.
Pero ahora, el gobierno cubano, alarmado ante esa avalancha de mercancía, y ansioso por conseguir algo de dinero para lidiar con una economía en ruinas, anunció que a partir de septiembre piensa cobrar un 100 por ciento de impuestos al ingreso de esos productos.
Y eso seguramente afectará los ingresos de las personas que se dedican a la actividad privada.
EL OTRO LADO DEL MAR DE LA FELICIDAD Tras medio siglo de una economía voluntarista, los cubanos descubren que si bien expropiar es fácil, y meter presos a los especuladores no requiere de mucho ingenio, hacer funcionar el aparato productivo requiere know how, saber cómo hacerlo. Pese a todas las hurras que se dediquen a Fidel, las gallinas no pondrán más huevos, las plantas eléctricas no producirán más electricidad, ni los servicios públicos mejorarán sin una infraestructura conveniente. El mejor de los comisarios políticos no podrá suplantar al más mediocre de los tecnócratas, al menos cuando se trata de aumentar la producción o de mejorar las formas de explotar la riqueza.
MARIO SZICHMAN
Tomado de Facebook