Esta presencia tan rechazada y tan lesiva para la dignidad y la soberanía de nuestro país ha sido promovida por un solo hombre: Hugo Chávez y acatada por un pequeño grupo de cómplices traidores que se han convertido en payasos de la dictadura cubana. Nicolás Maduro, el chofer de autobús, es probablemente el más entregado a Cuba entre ese grupo y ello le ha ganado el visto bueno de Fidel Castro como reemplazo de la luz que agoniza.
Cuando se escriba la historia de estos últimos 15 años se revelará en toda su horrorosa magnitud el grado de entrega a un país extranjero que ha sufrido Venezuela por obra de la castración política y sentimental que ha experimentado con gozo Hugo Chávez. Como ciudadano este personaje hubiera podido “castrarse” sin que a la nación venezolana eso le importara un bledo. Como persona privada tenía el derecho de bajarse los calzones frente a Fidel Castro, con quien ha mantenido una relación que deberá ser analizada por lo psiquiatras especializados en sado-masoquismo. Pero no le era permitido “castrarse” en su condición de presidente del país, el símbolo politico del estado venezolano. Lo hizo y le abrió las puertas a 80.000 cubanos castristas, quienes hoy están en posiciones claves o de influencia en todas las actividades de nuestro país: salud, deportes, ejército, agricultura, industria, inteligencia e identificación, compras en el exterior y asesorías de la más variada naturaleza. Siempre combinando lo poco que pueden contribuír en esos campos con la adoctrinación ideologica pro-castrista.
Y el “castrado” traidor que es Hugo Chávez todavía tiene el cinismo de pagarle a Castro esta invasión con cien mil barriles diarios de petróleo practicamente regalados. “Cobra” en especie una mayor parte de ese volúmen, si se puede llamar cobrar permitir la presencia en el país de 80.000 castristas. La porción que “cobra” en dólares es al 2 por ciento de interés, con varios años de gracia, una facturación que frecuentemente no se paga. Eso es un regalo criminal que bastaría para poner a este forajido trás las rejas por largo tiempo.
La presencia de Chávez en Cuba, un rehén politico de los Castro, me recuerda una novela de ciencia-ficción del gran Jack Vance: “El Asutra”. En esa novela, parte de una trilogía, los invasores del planeta Durdane le plantan al líder de ese planeta un animalito en la parte posterior de la cabeza (en este caso podría ser en la verruga). Este animalito le dicta órdenes al cerebro del líder, quien se convierte de facto en un “robot” de los invasores, sin que los habitantes del planeta se den cuenta, al menos por un largo tiempo. Escrita en la década de los 50, esta trilogía de Durdane resulta ser una casi perfecta alegoría de lo que sucede en la Venezuela de Chávez . Por supuesto, en nuestro caso el animalito no ha sido necesario, dada la obscena y entusiasta entrega del “castrado” en brazos del macho Fidel.
No es necesario investigar mucho lo que está a la vista, este acto de traición de un grupo de venezolanos que han entregado la soberanía nacional a un país extranjero, por cierto, más pequeño y más miserable que el nuestro. El primer acto de un nuevo gobierno debe ser la deportación inmediata de los 80.000 invasores cubanos instalados entre nosotros por el acto de traición del “castrado” Hugo Chávez. Que no quede ningún castrista en nuestro país.
Esa humillación ha contado con una inexplicable pasividad de nuestro pueblo, una página de nuestra historia que nos llena de verguenza. Los jirones de dignidad nacional que restan deberán ser rescatados de inmediato por el nuevo gobierno.