Malestar por cambio de edificio del Partido Comunista en Camagüey
La sede provincial del Partido Comunista de Cuba en la provincia de Camagüey fue trasladada hace unas semanas al edificio que ocupaba antiguamente el Ministerio del Azúcar, MINAZ.
La rapidez con que se concluyó obra, a la que se destinaron todos los recursos a fin de concluirla a tiempo récord, ha generado gran malestar en la población camagüeyana, que ha visto caer en el abandono otras construcciones destinadas a servicios populares.
La periodista María Antonieta Colunga, reportera del diario provincial Adelante, aborda incisivamente el tema en su blog personal, reflejando el sentir popular respecto a la polémica decisión gubernamental.
TAMBIEN DIOS SE EQUIVOCA
Por María Antonieta Colunga Olivera
El Olimpo se ha mudado de colina. Es comprensible; cuando el río crece ahoga sus gestiones y él y sus gestiones hacen falta siempre, con o sin agua de por medio.
Pero qué tristeza verle surgir palacio en tiempo récord. Que ofensa las Shantui moliendo calles para ensanchar la vía por donde tantos con carro llegarán a parquear. Qué dolor la muralla que intentará vanamente opacar el eco de voces de la terminal cercana, donde se trafica con la desesperación del pueblo impunemente. Qué vasta innecesaridad de rotonda y de recepciones fatuas y de bombo y platillo.
No hubo derroches de austeridad esta vez ni nadie se atrevió a pedir más con menos. No hubo problemas ni impedimentos para desviar durante semanas la centralidad de la vía más urgente y socorrida de todos hacia confines irregulares y polvorientos, a donde no llegará el buen asfalto que hoy reviste los predios del nuevo recinto.
A solo una cuadra descansa el sueño eterno de las inversiones pospuestas una policlínica médica, y más lejos nuestras mujeres paren a veces en los pasillos de un hospital sucio, los deportistas entrenan con implementos desvencijados o autofinanciados, los campesinos roban un raíl ferrocarrilero para poder arreglar la tierra de sus cultivos.
No hay dinero para las urgencias vitales de la gente, pero sí para erigir mármoles a quienes tantas veces demuestran ser simplemente artífices de la palabra.
No quiero desbordarme, sé por experiencia lo que cuesta pensar en voz alta; pero la conciencia no me deja callar este post por más días.
Yo y muchos nos hubiésemos conformado con una explicación, con saber por qué y para qué, con sentirnos un poco más dueños de una institución que existe para servirnos y velar por nuestra suerte.
Ahora, cada vez que paso cerca, en el carro de alguien que gentilmente me da aventón para salir de o llegar a casa, tengo que tragar el buche amargo de los comentarios populares y bajar la cabeza, avergonzada.
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