Por Ondina León ©
Uno de los grandes logros del castrismo, de esos de proporciones faraónicas, es que ha convertido a los cubanos en paranoides, paranoicos y parapléjicos, por aquello de la lucidez paralítica, que nos hace parir parafernalias infernales, año tras año, donde quiera que estemos parapetados.
La pesadilla cubana no tiene fin y sus protagonistas no se acaban de agotar del cansancio colectivo que padecen durante el quincuagésimo cuarto año del accidente. Para mí, las noticias de los últimos días no son nada alentadoras o estimulantes, a pesar de que me empeño en seguir siendo una escéptica optimista. Indago e indago en un desesperado afán de buscar los porqués, pero es un vano afán, que me deja sin hallar las sinrazones de tanta sinrazón. Las noticias chotean mi indagación. La Historia se burla de mis pálidas interrogantes de mortal.
¿Por qué los cubanos somos tan dramáticamente individualistas? ¿Por qué somos tan teatralmente arrogantes? Si somos tan sabios, pícaros, simpáticos y bárbaros, ¿por qué no hemos sido capaces de acabar con la barbarie del castrismo, que nos acaba día a día? ¿Seremos realmente la tribu más suicida del planeta?
Las noticias no son halagadoras. La hijísima de Castro II se pasea por los Estados Unidos con total impunidad, defendiendo lo indefendible, pero parece convencer a muchos, tal vez a demasiados incautos. Lo único que falta es que se aparezca en Miami y llene un estadio en el que, a tontas y a locas, hable de la inteligencia y cordura del castrismo para castrar conciencias y sea aplaudida y venerada, venéreamente. ¿Por qué?
Las noticias no son tranquilizantes. Una conocida y multipremiada bloguera cubana, a la que yo llamaría cariñosamente “La Viajera Inmóvil”, vuelve a montar un espectáculo que no me inspira confianza: emplaza al Ministro del Interior de la isla posesa a que le dé sensatas explicaciones de por qué no la dejan viajar al extranjero. ¿Acaso ella no las conoces bien? Acoso sin cesar a mi conciencia para creer en ella, pero siento que hay algo podrido en el reino de Yoanilandia, ese estrechito universo de estampas costumbristas, de pinceladas folclóricas sin una sustantífica médula. Digo más: no la acuso de ser una agente de la seguridad del estado ni le reprocho sus empleadas domésticas ni su automóvil privado, recién comprado, ni le cuestiono sus finanzas tan prósperas en la Cuba arrasada. Pero, ¿por qué será que la siento cada día más diva divina y menos disidente decente?
Las noticias no son buenas a secas. Dicen los expertos en meteorología que este año el fenómeno de “El Niño” estará de lo más retozón y ya han comenzado a caer lluvias torrenciales sobre la mísera ínsula. Se reportan muertos, evacuados, cortes de electricidad y pérdidas de cosechas. La ciudad de Trinidad lleva ya 13 días sin agua potable por una rotura en el acueducto. Con tanta lluvia los trinitarios están secos, pero húmedos por las lágrimas de tanta carencia.
Las noticias no son esperanzadoras. Se riega como pólvora encendida por el globo terráqueo la mala nueva de que las “autoridades” castristas, justo ahora, decidieron volver a imponer el pago de derecho de aduana sobre los alimentos que llevan los cubanos en su regreso a la isla famélica, a partir del 18 de junio. ¿Por qué, Señor? ¿Por qué no podemos compartir el pan con nuestros familiares, rehenes de la miseria mafioso-castrista, sin tener que pagar un precio oneroso?
Las noticias no son aliento para la fe. Se da a conocer hoy que la disidencia interna en la isla posesa, ese microscópico grupo humano de altos quilates morales y simbólicos, que no logra crecer a pasos de gigante, ha tenido que rechazar públicamente el apoyo que los obispos le han dado al cardenal Jaime Ortega Alamino, esa vergüenza nacional, que oficia para el castrismo. ¿Por qué la alta jerarquía católica no sigue los caminos de Cristo? Si lo hicieran —tal vez, es un decir, sueño en voz alta—, el cristianismo minaría al castrismo y ayudaría a que fuéramos libres “pronto”.
Las noticias son noticias al uso. Hugo Chávez agoniza: ¿qué será de Cuba si muere? La compañía Repsol se retira de la prospección porque los pozos están secos: ¿qué pasará ahora? Irán puede ser atacado por Israel, finalmente, para impedirle que se haga con sus armas nucleares: ¿qué será de su aliado cubano? Y si gana las elecciones Mitt Romney, en noviembre: ¿cómo repercutirá su triunfo en Castrolandia? Indago e indago y “lo demás es silencio, viento triste que pasa…”
Fuente: http://www.guitafora.com/
Uno de los grandes logros del castrismo, de esos de proporciones faraónicas, es que ha convertido a los cubanos en paranoides, paranoicos y parapléjicos, por aquello de la lucidez paralítica, que nos hace parir parafernalias infernales, año tras año, donde quiera que estemos parapetados.
La pesadilla cubana no tiene fin y sus protagonistas no se acaban de agotar del cansancio colectivo que padecen durante el quincuagésimo cuarto año del accidente. Para mí, las noticias de los últimos días no son nada alentadoras o estimulantes, a pesar de que me empeño en seguir siendo una escéptica optimista. Indago e indago en un desesperado afán de buscar los porqués, pero es un vano afán, que me deja sin hallar las sinrazones de tanta sinrazón. Las noticias chotean mi indagación. La Historia se burla de mis pálidas interrogantes de mortal.
¿Por qué los cubanos somos tan dramáticamente individualistas? ¿Por qué somos tan teatralmente arrogantes? Si somos tan sabios, pícaros, simpáticos y bárbaros, ¿por qué no hemos sido capaces de acabar con la barbarie del castrismo, que nos acaba día a día? ¿Seremos realmente la tribu más suicida del planeta?
Las noticias no son halagadoras. La hijísima de Castro II se pasea por los Estados Unidos con total impunidad, defendiendo lo indefendible, pero parece convencer a muchos, tal vez a demasiados incautos. Lo único que falta es que se aparezca en Miami y llene un estadio en el que, a tontas y a locas, hable de la inteligencia y cordura del castrismo para castrar conciencias y sea aplaudida y venerada, venéreamente. ¿Por qué?
Las noticias no son tranquilizantes. Una conocida y multipremiada bloguera cubana, a la que yo llamaría cariñosamente “La Viajera Inmóvil”, vuelve a montar un espectáculo que no me inspira confianza: emplaza al Ministro del Interior de la isla posesa a que le dé sensatas explicaciones de por qué no la dejan viajar al extranjero. ¿Acaso ella no las conoces bien? Acoso sin cesar a mi conciencia para creer en ella, pero siento que hay algo podrido en el reino de Yoanilandia, ese estrechito universo de estampas costumbristas, de pinceladas folclóricas sin una sustantífica médula. Digo más: no la acuso de ser una agente de la seguridad del estado ni le reprocho sus empleadas domésticas ni su automóvil privado, recién comprado, ni le cuestiono sus finanzas tan prósperas en la Cuba arrasada. Pero, ¿por qué será que la siento cada día más diva divina y menos disidente decente?
Las noticias no son buenas a secas. Dicen los expertos en meteorología que este año el fenómeno de “El Niño” estará de lo más retozón y ya han comenzado a caer lluvias torrenciales sobre la mísera ínsula. Se reportan muertos, evacuados, cortes de electricidad y pérdidas de cosechas. La ciudad de Trinidad lleva ya 13 días sin agua potable por una rotura en el acueducto. Con tanta lluvia los trinitarios están secos, pero húmedos por las lágrimas de tanta carencia.
Las noticias no son esperanzadoras. Se riega como pólvora encendida por el globo terráqueo la mala nueva de que las “autoridades” castristas, justo ahora, decidieron volver a imponer el pago de derecho de aduana sobre los alimentos que llevan los cubanos en su regreso a la isla famélica, a partir del 18 de junio. ¿Por qué, Señor? ¿Por qué no podemos compartir el pan con nuestros familiares, rehenes de la miseria mafioso-castrista, sin tener que pagar un precio oneroso?
Las noticias no son aliento para la fe. Se da a conocer hoy que la disidencia interna en la isla posesa, ese microscópico grupo humano de altos quilates morales y simbólicos, que no logra crecer a pasos de gigante, ha tenido que rechazar públicamente el apoyo que los obispos le han dado al cardenal Jaime Ortega Alamino, esa vergüenza nacional, que oficia para el castrismo. ¿Por qué la alta jerarquía católica no sigue los caminos de Cristo? Si lo hicieran —tal vez, es un decir, sueño en voz alta—, el cristianismo minaría al castrismo y ayudaría a que fuéramos libres “pronto”.
Las noticias son noticias al uso. Hugo Chávez agoniza: ¿qué será de Cuba si muere? La compañía Repsol se retira de la prospección porque los pozos están secos: ¿qué pasará ahora? Irán puede ser atacado por Israel, finalmente, para impedirle que se haga con sus armas nucleares: ¿qué será de su aliado cubano? Y si gana las elecciones Mitt Romney, en noviembre: ¿cómo repercutirá su triunfo en Castrolandia? Indago e indago y “lo demás es silencio, viento triste que pasa…”
Fuente: http://www.guitafora.com/