Toda una estructura de control parasitando la economía de manera letal.
Restando mano de obra significativa a la industria y la agricultura
Díaz-Canel en la I conferencia nacional del sindicato de la Cultura. 2018 (granma.cu)
re>
MIAMI, Estados Unidos. – “¿Cómo está la cosa por allá?”, es quizás la
primera pregunta que te hagan cuando saben que recién has llegado de
Cuba.
En Miami —a diferencia de las otras ciudades del mundo por donde se
ha dispersado el exilio cubano—, la gente, que está más al tanto de la
“cosa”, se interesa por detalles más específicos de una realidad a la
que ya muy pocos auguran un final feliz.
En cualquiera de las preguntas, de más lejos o más cerca, se respira
un tono semejante a cuando preguntamos por la evolución de un moribundo.
Sabemos que la respuesta será desalentadora pero aun así preguntamos,
como un modo de ser corteses.
“Cuba está cada día peor” pudiera estar entre las respuestas más
frecuentes entre aquellos residentes en la isla para quienes sesenta
años de dictadura de “partido único” ha representado más de medio siglo
de estancamientos y retrocesos en muchos aspectos de la vida.
Sobre los “cambios” y “pasos de avance” de los que habla la prensa
oficialista —y aquella otra que no gusta de entrar en graves
confrontaciones con el régimen—, se sabe que jamás han logrado ni
lograrán saltar de la letra muerta a la concretización de los “sueños”.
No tanto por la incapacidad y corruptibilidad demostradas por buena
parte de los “dirigentes” cubanos sino porque mantenerse en el poder por
la fuerza implica un volumen de gastos gigantesco y nunca el país les
parecerá suficientemente seguro.
Jamás lo será y mucho menos ahora que el internet —ese mal necesario
para los comunistas, como lo fueron las inversiones extranjeras
posterior al “soviet-exit” de finales de los años 80— se ha revelado
como un campo de batalla donde llevan las de perder (están obligados a
demostrar y defender lo que es “indemostrable” e indefendible) y deberán
invertir grandes sumas en tecnología de punta y su constante
actualización, desarrollo de software cada vez más complejos, y en
actividades de “
cibercombatividad” que nada sustancial aportan a una economía en fase de putrefacción.
Toda una estructura de control policial e ideológico parasitando la
economía de manera letal.
Restando mano de obra significativa a la
industria y la agricultura en beneficio de la ideologización.
De mantenerse tal patrón, es fácil deducir que nunca habrá dinero suficiente como para destinarlo al bienestar de las personas.
No solo porque la “gente normal” cuando se acomoda un poco se siente
“libre” de pensar en cuáles serán sus próximas acciones para mejorar un
poco más en lo personal o familiar —y esta relativa libertad conduce
muchas veces a desentenderse de ese “pasto ideológico” del cual se
alimentan las dictaduras de izquierda, tan temerosas del
“individualismo”—, sino porque el Estado deberá sostener financieramente
a toda una colmena de zánganos.
Esta colmena o jauría estaría conformada por un cuerpo policial cada
vez más numeroso, armado y entrenado para reprimir; por oficiales de
inteligencia “producidos en serie” y dedicados a asuntos que en otros
países ni siquiera son monitoreados (al menos no con la intensidad que
lo hacen en Cuba y demás regímenes totalitarios), como sería el caso de
vigilar, detener e intimidar a artistas, escritores, periodistas o
activistas pacíficos; pero, además, integrada por cientos de miles de
“cuadros de dirección” cuya prioridad es exclusivamente la práctica
ideologizadora (que a la vez le brinda amparo a la corrupción) y no el
generar estrategias que garanticen el bienestar ciudadano, mucho menos
un verdadero crecimiento económico basado en la inserción realista en el
contexto mundial.
Ese cuerpo de “mantenidos” e “hijos bobos” de la economía cubana
también está conformado por un buen enjambre de “ciberclarias”, personas
cuyo trabajo, remunerado por el Estado, consiste en mantenerse activos
en las redes sociales de internet, atacando las opiniones contrarias al
régimen comunista.
No se tienen datos reales de a cuánto pudiera ascender el gasto,
tanto en insumos como en salarios, que implican en general esas
actividades de apoyar y sostener “artificialmente” al régimen mediante
el control absoluto, estricto, de cada uno de los ciudadanos.
Tampoco sabemos bien cómo hacen buena parte de ese “trabajo” o si
incluso “piezas claves” de tal “escudo protector” estaría integrado por
otras “piezas claves” en cualquier economía, como sería la única empresa
de telecomunicaciones que existe en la isla, ETECSA, dueña absoluta de
casi todos los datos generados por nuestra actividad comunicacional y,
por tanto, reacia a compartir ese “renglón estratégico” con otras
compañías que quisieran invertir en Cuba.
Una competencia que obligaría a bajar los precios actuales de los
servicios, abusivos de acuerdo con la media salarial cubana, pero que
tiene en esa misma “ventaja” el peor “enemigo ideológico” para el
Partido Comunista y, por ende, este hará todo lo posible por continuar
usando los altos precios como forma de controlar el acceso a internet,
aún cuando enmascara con cifras, a todas luces infladas, el verdadero
nivel de acceso a internet de la población cubana, así como el grado de
penetración de las nuevas tecnologías en la vida diaria de las personas.
Por ahora no es posible medir con la fidelidad necesaria cuántas de
esas computadoras, servidores, teléfonos móviles e infraestructura de
comunicaciones que el gobierno declara por millones a los organismos
internacionales son usadas tanto para su actividad sistemática de
control de los ciudadanos como para “combatir” abiertamente al enemigo
“virtual” y real.
No es difícil intuir por el número de cuentas en redes sociales que
en los últimos tiempos se han abierto “dirigentes” y “directivos” del
oficialismo, que existe una política de ocupar en masa las redes,
vigilarlas, ante la frustración de no poder proscribirlas, una medida
extrema y casi imposible pero que, de poder hacerlo, dispararía el
descontento popular a niveles críticos.
La caldera nacional ya va sobrepasando los límites con el
desabastecimiento, los apagones, la falta de agua, el empeoramiento del
transporte, el deterioro del fondo habitacional y la sanidad, la
profunda desproporción entre el aumento de inversiones hoteleras y el
incremento de las penurias de los ciudadanos, las revelaciones
constantes sobre el verdadero nivel de vida de los dirigentes y sus
familiares, el aumento del ejército de decepcionados dentro de las filas
de Partido Comunista, el ocultamiento y la manipulación de información
en casos como el del desastre del avión de
Global Air,
y la indiferencia y frialdad de los gobernantes ante un pueblo enlutado
por la muerte de tres niñas, entre muchísimas otras “realidades” que
reafirman a Cuba como uno de los países más incómodos o poco atractivos
para la gente que lo vive a diario.
Lo que antes de la llegada de internet se hacía demasiado fácil, pues
dependía de un sistema de información y espionaje del ciudadano
prácticamente independiente de las tecnologías, hoy se complejiza y
demanda dinero en cantidades que suponen un lujo para un país como Cuba,
sin demasiadas fuentes de ingreso de capital fresco.
Eso no solo representa un peligro para la economía, que se verá
desangrada constantemente por una élite que no quiere soltar el poder,
sino que vuelve demasiado vulnerable el país —para hoy y para el
futuro—, al enrolarlo en un mecanismo de endeudamiento progresivo con
entidades financieras extranjeras pero, además, probablemente abrirá las
puertas para que otras naciones usen a Cuba, por su cercanía a los
Estados Unidos, como base de operaciones o de ensayos que pudieran
desatar conflictos diplomáticos de consecuencias incalculables, esto a
cambio de proveer al régimen de la tecnología, el asesoramiento y el
dinero que necesita para blindarse como poder político único.
Esto último es en extremo peligroso y no sería absurdo suponer que
esté entre las opciones “sobre la mesa” cuando la soga les comience a
apretar en el cuello, aunque la decisión suponga esa “pérdida de la
soberanía nacional” que tanto dicen “temer”.
Sucedió con la Unión Soviética y pudiera volver a suceder con aquel
que les garantice una vuelta a las condiciones de “protectorado”.
En aquellos tiempos de rublos soviéticos, que fueron miles de
millones en poco más de 30 años, ni siquiera la mitad se tradujo en
verdadero bienestar. El control de los ciudadanos llegó a lo enfermizo e
incluso se abolieron totalmente las libertades de pensar, oponerse
políticamente y hasta de viajar al exterior, tres elementos en una lista
interminable de vejaciones y excesos que hubiera continuado
incrementándose de no ser por el desmoronamiento del comunismo en Europa
del Este.
Tengamos en cuenta que no fue hasta el 2013 que se nos permitió a los
cubanos salir del país libremente —aún cuando continúan las
regulaciones a activistas y periodistas independientes— y que el
internet llegó, sí, pero solo para quienes pueden pagar un dólar por una
hora de conexión, en un contexto salarial de los peores del mundo.
En tal sentido, la respuesta a la pregunta casi retórica sobre “cómo
está Cuba” continuará siendo por algún tiempo esa de “cada día peor”,
aunque creamos que a estas alturas del partido es ya imposible que se
pueda empeorar más.
Las noticias por tanto se derivan de la lógica más simple: más
control policial e ideológico, más tecnología para hacerlo de manera
extensiva e intensiva, supondrán grandes sumas de dinero en un país
donde escasea y, por tanto, continuaremos siendo una economía en crisis
por algún tiempo más.
Tomado de: https://www.cubanet.org/destacados/hijos-bobos-y-mantenidos-de-la-economia-cubana-cuba/