LA HABANA, Cuba, febrero,
www.cubanet.org
–Hay un chiste que dice que “la única diferencia entre un negro y un
gay, es que el negro no tiene que contárselo a sus padres”. Este chiste,
sin gracia alguna para mí, hace alusión al difícil momento por el que
debe atravesar un adolescente gay o lesbiana a la hora de “salir del
clóset”, para lo cual no suele estar preparado, entre otras razones,
porque en las escuelas cubanas se sigue rindiendo culto a la
heteronormatividad.
Los homosexuales cubanos y los activistas de los diferentes proyectos
LGBT, persistimos en nuestras luchas y demandas a favor del respeto
pleno de nuestros derechos. Pero hemos restado importancia a la
promoción del respeto a las diversas orientaciones sexuales e
identidades de género desde las escuelas, olvidando que son precisamente
la educación y la información los instrumentos más poderosos para
promover valores de tolerancia, respeto e igualdad.
Es un hecho conocido, y también desafortunado, que los niños y
adolescentes cubanos no tienen voz dentro de sus centros de estudios. Y
entre los jóvenes que se saben con una orientación sexual o identidad de
género diferente a la de la mayoría, esta falta de voz es alarmante.
El estado cubano hace alarde de la infinidad de recursos materiales y
humanos puestos al servicio de la educación. Sin embargo, no presta la
mínima atención a una completa y adecuada atención afectivo-sexual.
Dentro de los currículos educativos elaborados por el Ministerio de
Educación, no está incluido el tema de la Diversidad, que, como ya lo ha
dicho la Msc. Mariela Castro Espín, “no tendría que tratarse de una
asignatura, sino de los elementos culturales que deben acompañar todo el
proceso educativo en la escuela, los valores humanos que debe
transmitir esta institución, para que no se sigan reproduciendo los
mismos prejuicios y creencias que históricamente han conducido a la
descalificación, inferiorización, rechazo y exclusión de las personas
que no se ajustan a los parámetros impuestos por las sociedades. Esto
incluye la discriminación al género femenino, por el color de la piel,
por las características de la sexualidad… Nuestra sociedad, incluyendo a
los niños y jóvenes, requiere de una mayor y mejor educación sexual en
general que incluya con claridad y sin prejuicios los temas relacionados
con la diversidad sexual”.
Desafortunadamente, esto no se ha logrado aún en la Isla. Las
posibilidades que tienen, en la adolescencia, lesbianas, gays,
bisexuales y transgéneros (LGBT) cubanos de recibir orientación y apoyo,
al igual que todos aquellos con dudas sobre su orientación sexual, son
inexistentes.
Es imperativo que el estado cubano instrumente un sistema educativo
que, en lugar de ser dogmático y adoctrinador, fomente los valores que
verdaderamente preparan para la convivencia en una sociedad diversa; un
sistema educativo que garantice el desarrollo global de cada ser humano,
su salud y su estabilidad. Y para ello, se debe trabajar con miras a
garantizar el pleno desarrollo de la identidad, de acuerdo con la
orientación sexual de cada adolescente.
Si la heterosexualidad es vista en las escuelas como la cosa más
obvia, como algo estrechamente relacionado con el concepto de familia, y
por ende, asociada con la afectividad, en el caso de la homosexualidad
ocurre todo lo contrario: los arraigados prejuicios y la presunción de
la heterosexualidad como lo normal, conllevan a negar por completo los
sentimientos homosexuales.
La homosexualidad se omite, se niega y se condena sistemáticamente en
nuestras escuelas. Las formas más habituales de la homofobia en las
escuelas cubanas de hoy, más que las agresiones verbales o físicas (que
aún persisten), son las de omisión. Los adolescentes LGBT ven sus
inclinaciones y sentimientos condenados al más absoluto silencio, como
consecuencia de los tabúes y los prejuicios.
Se impone entonces, insisto, que el Estado cubano, a través de su
Ministerio de Educación (MINED), comience a enseñar desde la escuela que
las distintas orientaciones sexuales e identidades de género que
difieren de la heterosexualidad, no son una enfermedad y que, por tanto,
no deben ni pueden modificarse. Debemos comenzar a enseñar, desde ya,
que lo que sí constituye una patología, y puede modificarse, es la
homofobia.
Sólo cuando desde la educación se le reconozca su afectividad, y su
derecho a formar una familia, de acuerdo con su orientación personal,
los adolescentes cubanos podrán desarrollar de forma sana su identidad
como lesbianas, gays, bisexuales o transgéneros. Mientras esto no
ocurra, no sólo se estará negando el derecho a una vida plena a una
parte de la población, sino que la sociedad, toda, seguirá fomentando en
su interior valores injustos, incompatibles con el Estado de Derecho y
con la Democracia a que aspiramos los cubanos.
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