Si algo expresa con elocuencia los "logros de la revolución" castrista es el hedor nauseabundo y la podredumbre ambiental visual de los
basureros callejeros en Cuba, tan abundantes que forman ya parte del paisaje urbano en general, particularmente en La Habana, la otrora despampanante ciudad, considerada una de las más bellas, acogedoras y limpias del mundo.
La
higiene de la ciudad es un grave problema que tienen los cubanos, sobre todo los habaneros, y que no recibe la suficiente atención de la elite dictatorial, que ya solo se preocupa por vivir la dolce vita aunque el país se caiga a pedazos.
La basura e inmundicia se acumula en las calles en cantidades asombrosas, según reportan la prensa independiente y los cubanos que van de visita a la Isla. En muchos casos los basureros están entremezclados con montañas de escombros de
edificios que se han derrumbado erosionados por décadas de falta de mantenimiento y reparaciones imprescindibles.
Según cifras oficiales, en La Habana se desploman unas 1.000 mil viviendas cada año. Cuando llueve por varios días y luego viene el implacable sol tropical, muchos viejos edificios se agrietan, y al final se derrumban. Varias personas han muerto aplastadas en sus hogares.
Peor higiene que en la Edad Media
A fines de los años 70 vi en La Habana la película inglesa La Bestia del Reino, una singular comedia del grupo británico Monty Python que se desarrollaba en una apestosa aldea. Según las fotos y videos que vienen de la Isla, La Habana del siglo XXI compite, con ventaja, con aquella aldea de ficción. En las naciones pobres de África no hay tanta basura descompuesta en las calles.
La hediondez ambiental es un claro síntoma de la crisis final del modelo estalinista implantado por el dueto Fidel Castro-"Che" Guevara. Y explica por qué a Cuba han regresado enfermedades que hace tiempo no existen en Occidente. La basura y los escombros acumulados en las calles además obstruyen las alcantarillas y se estancan las aguas por las lluvias, se descomponen y devienen criaderos de mosquitos y roedores.
No es casual que hoy, casi en el año 2020, en Cuba exista cólera, malaria, lepra y tuberculosis. También dengue masivo, brotes de zika, ataques a veces mortales de gastroenteritis, y otras muchas enfermedades. Y en cualquier momento se reportan casos de viruela, y quién sabe si hasta resucita la peste bubónica.
Los burócratas del régimen se limitan a decir que la acumulación de basura callejera, de la que emana un vaho caliente que genera el carbono que despiden los residuos alimenticios, se debe a la falta de camiones, de gasolina y piezas de repuesto para los pocos que prestan servicio. Y por supuesto culpan al "bloqueo".
A la elite castrista no le importa
En tanto, los diputados nacionales y los delegados locales del "Poder Popular" no se ocupan de eso. No está orientado desde "arriba" que toquen el tema. Claro, ni uno solo de los encumbrados dirigentes del Partido Comunista, del Gobierno, o de las Fuerzas Armadas, tiene que taparse la nariz al pasar por la esquina de la cuadra donde vive, si es que algún día camina un poco y le da descanso a su chofer. En sus barrios sí se recoge puntualmente la basura con los camiones que regaló Japón a La Habana no hace mucho.
Fuera de esa burbuja de la "nueva clase" de la que hablaba el yugoslavo Milovan Djilas, los focos de mosquitos Aedes Aegypti , natas negras de moscas, lombrices, cucarachas y roedores, agreden a barrios enteros, muchas veces en medio de aguas albañales más pestilentes aún. Y también afectan a las bodegas de barrio que expenden los escasos productos alimenticios racionados.
En La Habana se generan diariamente unos 20.000 metros cúbicos de basura, según reveló la Administración Provincial del Poder Popular a fines de noviembre de 2019, que no aclaró cuantos miles de metros cúbicos de basura descompuesta se quedan sin recoger.
El mismo espectáculo cochambroso se observa en las demás ciudades del país, en mayor o menor grado.
Más peligros y menos doctores
Ello sucede en una nación cuyo régimen incluso a estas alturas del desbarajuste económico y social presume de sus servicios de salud pública, al punto de que los jerarcas del PCC siguen hablando de la "potencia médica". Y la izquierda continental se lo sigue creyendo.
Recordemos que el Comandante en Jefe engañó a todos doblemente: ni la revolución era capaz de sufragar los cuantiosos gastos de salud pública, ni el propósito verdadero era el de cuidar la salud de los cubanos, sino el de legitimar y consolidar la dictadura con dinero ajeno.
El sistema económico estalinista, asombrosamente improductivo, no generaba recursos suficientes. Pero el dictador montó la vitrina médica propagandística con los subsidios de Moscú, que entre pitos y flautas ascendieron a unos 60.000 millones en 31 años. Así Castro I pudo vender su imagen de benefactor del pueblo, junto con la otra vitrina, la educacional, y se atornilló en el poder.
Al acabarse el dinero soviético regalado en 1991 los servicios médicos se desplomaron, dada la incapacidad de la economía cubana para generar recursos financieros. Entonces los Castro enviaron miles de médicos al extranjero como esclavos modernos para expropiarles el 75% de sus salarios en divisas. Ello agravó el desastre de la salud pública.
Desde entonces han sido cerrados 64 hospitales, y miles de consultorios del médico de la familia. El país perdió el 32% de la capacidad de hospitalización; los pacientes hacen regalos a médicos y dentistas para poder ser atendidos; muchas intervenciones quirúrgicas no se realizan por falta de cirujanos o de lo necesario para operar. A veces no tienen ni gasa para contener la sangre, como me confesó un cirujano amigo en los años 90. Los médicos abandonan la profesión y venden artesanías o son choferes.
No obstante, el régimen mantiene en el extranjero a más de 30.000 médicos "cumpliendo misión" (esclavista) en más de 60 países. No importa si los servicios médicos para los cubanos andan cada vez más escasos de galenos. Primero las divisas para la nomenclatura, y luego la salud del pueblo.
Encima, ya no se trata solo de que se cierren hospitales y centros médicos, no haya insumos, medicinas ni suficientes médicos, sino de que los basureros gigantes en las barriadas urbanas constituyen fuentes de enfermedades bacterianas y epidemias.
Por ese camino puede llegar el momento en que Cuba retroceda a los tiempos de El Decamerón. Los célebres relatos de Boccaccio, subidos de tono erótico, brotaron a manera de entretenimiento entre diez jóvenes —tres hombres y siete mujeres— refugiados en una villa cerca de Florencia en el siglo XIV, mientras la peste bubónica asolaba aquella bella ciudad, cuna también de su contemporáneo y no menos famoso Dante Alighieri.
Tomado de: https://www.blogger.com/blogger.g?blogID=6456886827999146816#editor/target=post;postID=8409386414644433391