PARAGUAY DEBE SEGUIR SIENDO UN EJEMPLO DE LIBERTAD
Dr. Oscar Elías Biscet
Presidente de la Fundación Lawton de Derechos Humanos
Medalla Presidencial de la Libertad
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“Leer al enemigo, pone a prueba la solidez de nuestras defensas”.
Siempre están en mi mente estas sabias palabras de Isaiah Berlín. Además fue la respuesta que en varias ocasiones di a los reclusos que convivieron conmigo cuando me preguntaban la razón por la cual yo solicitaba el periódico oficialista Granma.
En días recientes este periódico comunista ha mostrado el carácter ambivalente de la Organización de Naciones Unidas (ONU). Primero fue el informe del Comité contra la tortura y después el informe del Relator del Consejo de Derechos Humanos ambos de la ONU.
El panel sobre la tortura exigió al régimen de Castro recabar información sobre las cárceles cubanas. También señaló los serios daños a la dignidad humana de esos reclusos, expuestos a tratos crueles, inhumanos y degradantes que muchas veces produjeron la muerte de estos infortunados.
Los miembros de este Comité de la ONU exigieron referencias sobre la muerte por inanición de los prisioneros de conciencia Orlando Zapata Tamayo y Wilmar Villar, así como de Juan Wilfredo Soto, asesinado a palos por la policía política del régimen castrista.
Por primera ocasión el Comité de la Tortura de la ONU hizo una exposición real de las graves violaciones de los derechos humanos en Cuba y solicita del régimen acceso para comprobar estos datos. Esto fue un duro revés para la política de engaño y desafío de las instituciones de derechos humanos internacionales por parte de los hermanos Castro y sus acólitos.
Después de esta irrefutable denuncia en el seno de las Naciones Unidas los jerarcas comunistas pusieron en función todas sus influencias políticas asociada al poder del dinero y lograron que, un mes después, el Relator de Derechos Humanos hiciera público un informe dictaminando que el régimen de la isla era un ejemplo de buenas prácticas en materia de libertad de reunión y asociación pacíficas. Una maniobra descarada que no engaña a nadie.
Este último informe manipulado no puede ocultar la gran realidad cubana: que el régimen de Castro es una dictadura totalitaria donde se persigue y encarcela a sus ciudadanos por solo ejercer su libertad de pensamiento.
Y no es que nosotros queramos imponer nuestra ideas en este asunto humanitario. Es la propia Constitución Comunista la que le niega estos derechos elementales al pueblo que se supone debía proteger del abuso de sus gobernantes. Al menos esto es lo que hacen las más avanzadas constituciones del mundo.
Pero no la nuestra. La nuestra, en su artículo 62, refiere que ninguna de las libertades contenidas en la misma puede ser ejercida en contra de la construcción del comunismo, ni de los fines del Estado socialista. Quien se atreva a contravenir su mandato será castigado de manera ejemplar.
Durante el periodo de gravedad y convalecencia de Fidel Castro, su régimen se debilitó políticamente y los miembros moderados de su partido, en respuesta a la presión popular e internacional, aprobaron los pactos internacionales de derechos humanos civiles y políticos y económicos, sociales y culturales de ONU.
Sin embargo, Castro desde su convalecencia, refutó intensamente tales medidas, evitando que el nuevo gobierno legalizara estos derechos inalienables. A la vez, tomo medidas drásticas como la depuración de decenas de miembros moderados de su partido comunista.
Una vez más, para evitar equívocos y consolidar su régimen, Castro expuso en sus nuevas mini reflexiones de forma implícita que se debía seguir el camino de Erich Honecker, acusado de asesinatos y fiel oponente a la perestroika y glasnost, y rechazar el rumbo de la liberación económica de la China de Deng Xiaoping. Esta postura autocrática ha vuelto más rígido al régimen de la isla y roto toda expectativa de cambio en aquellos que soñaron ilusamente con libertades bajo los hermanos Castro.
Este régimen de La Habana, junto a Chávez, las naciones del Alba, Unasur y otros países están empeñados en romper el orden institucional de la hermana Republica del Paraguay. Para ello, se han negado reconocer la voluntad de los paraguayos ejercida a través de sus representantes en el Congreso Nacional.
En total concordancia con las cláusulas de su constitución estos legisladores, democráticamente electos, procedieron a destituir al Presidente Fernando Lugo, un funcionario inepto y corrupto que llevaba al país al desastre institucional y económico.
La injerencia sobre la soberanía nacional paraguaya ha sido tan profunda que la comparo con el bloqueo de Berlín por los soviéticos. Este pueblo necesita hoy más que nunca la solidaridad de las naciones libres para que puedan mantener sus instituciones democráticas u su independencia nacional.
Realmente, es el momento justo para decir como John F. Kennedy ante el pueblo alemán cuando sufría el bloqueo de Berlín: “Ich bin ein Berliner” (Yo soy un Berlinés). Gracias a esta solidaridad en dignidad y en lo económico la resistencia de pueblo alemán fue efectiva, rompiendo el bloqueo comunista y conservando su libertad. Todos estos hechos heroicos conllevaron a la caída del muro de Berlín y del sistema comunista.
La democracia representativa y las libertades inalienables debemos de defenderlas siempre y esto es posible con la solidaridad efectiva hacia la Republica del Paraguay. Los países libres deben parafrasear al presidente Kennedy y decir a una sola voz: ¡Yo soy un paraguayo!
De hecho, esta solidaridad desenmascara al viejo y oprobioso comunismo, ya sea que se disfrace de jacobinismo o, estalinismo o, castrismo o, socialismo del siglo XXI. Debemos impedir que este vuelva a gobernar bajo su rígida y despótica forma de dictadura del proletariado. Ruego al Dios Bíblico porque Paraguay mantenga su libertad.
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