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jueves, 6 de febrero de 2014

Fiscalia de #argentina acusa a vicepresidente de trafico de influencias

La Fiscalía argentina pide la imputación del vicepresidente Boudou por tráfico de influencias

CARMEN DE CARLOS / CORRESPONSAL EN BUENOS AIRES
Día 06/02/2014 - 19.42h
El fiscal también solicita al magistrado la comparecencia del titular de la Administración Federal de Ingresos Públicos, Ricardo Echegaray y de Alejandro Vandenbroele, amigo y presunto testaferro de Boudou
La Fiscalía argentina pide la imputación del vicepresidente Boudou por tráfico de influencias
Las cosas se le complican al Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Agobiada con la inflación y los problemas económicos y financieros de Argentina, un nuevo frente se le abre en el horizonte inmediato. Su vicepresidente, Amado Boudou, está a un paso de quedar procesado. El fiscal Jorge Di Lello, solicitó al juez federal Ariel lijo que le cite a «indagatoria» (acusado de un delito) en una causa en la que se cruzan presuntos testaferros, tráfico de influencias y una imprenta en quiebra que terminó imprimiendo papel moneda del Estado.
El fiscal también solicita al magistrado la comparecencia del titular de la Administración Federal de Ingresos Públicos (Afip), Ricardo Echegaray y a ocho personas más entre las que figura Nicolás Ciccone, fundador de la imprenta original (pasó por diversas manos y nombres) y a Alejandro Vandenbroele, amigo y presunto testaferro de Boudou. Si el juez accede a la solicitud del fiscal, el vicepresidente, aunque tenga fueros, tendría que declarar. En este contetxo, su futuro en el Ejecutivo es un enigma.
El escenario es complejo y no anticipa nada bueno para un Gobierno que atraviesa sus momentos más difíciles. Boudou arrastra decenas de causas de corrupción pero en ésta se le atribuye haber intercedido, hasta por escrito, para salvar de la quiebra a la imprenta Ciccone Calcográfica, cuando el vicepresidente era ministro de Economía. Cumplidas sus instrucciones por la Afip que, llegó a otorgarle un crédito a la compañía que hacía aguas, la empresa sufriría una metamorfosis, bajo el paraguas de la sociedad Old Found, para terminar siendo adjudicataria de la impresión de más de cuatrocientos millones de pesos (unos cuarenta millones de euros) por decisión del Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. La medida se adoptó pese a estar en curso, en ese momento, la investigación judicial. En agosto del 2012 Old Found era la Compañía de Valores Sudamericana (CVS) cuando Cristina Fernández decidió estatalizarla. El escándalo en la oposición y en Argentina fue monumental. Entre otras razones porque se hizo sin que el Ejecutivo diera a conocer el nombre de los dueños de la empresa.

Poner el ventilador

La polémica, de largo recorrido en los medios de comunicación locales, provocó la reacción de Boudou que, en una conferencia de prensa, abrió el ventilador de la corrupción salpicando a los tres poderes del Estado. Como resultado, rodó la cabeza del Procurador General de la Nación, Esteban Righi, al que acusó de formar parte de la mafia que quería destituirlo. Prácticamente al mismo tiempo, el primer juez del caso, Daniel Rafecas y el primer fiscal en investigar, Carlos Rívolo, fueron, para beneficio de Boudou, apartados de la causa.
El vicepresidente fue elegido por Cristina Fernández de Kirchner para que ocupara la cartera de Economía durante su primer Gobierno y hace dos años largos que le acompaña en la «fórmula» electoral con la queobtuvo el 54 por ciento de los votos.
Boudou llegó a tener cincuenta y cuatro causas judiciales abiertas en la justicia Federal. De éstas una treintena fueron cerradas pero el resto siguen su curso más o menos accidentado. Enriquecimiento ilícito, fraude o incumplimiento de los deberes de funcionarios públicos, son algunas de las imputaciones que se le atribuyen.

miércoles, 5 de febrero de 2014

@martinoticias Canadiense cautiva en el Cira García

Canadiense cautiva en el Cira García

Un camión chocó contra su motoneta en Cayo Largo del Sur. Su hijo de 3 años perdió la vida, y ahora a ella le niegan permiso para asistir al funeral en Toronto.

Justine Davis y su hijo de 3 años, Cameron, estaban de vacaciones en Cuba, donde ocurrió el accidente.

martinoticias.com
febrero 05, 2014

Justine Davis había rentado un campero Jeep para dar un recorrido por el balneario de Cayo Largo, una paradisíaca isla del archipiélago de los Canarreos al sur de  Cuba. La entregó temprano, y luego cometió el peor error de su vida: Nelson, el empleado de CubaCar, la empresa cubana de alquiler de autos para el turismo, le ofreció tomar una motoneta, y ella aceptó. 

El hombre le aseguró que su hijo, Cameron, de tres años, podía montar siempre que llevara puesto un casco. Era el 23 de diciembre, dos días antes de la Navidad del 2013.

El segundo peor error de Davis lo han cometido numerosos viajeros en la isla: sucumbir a una falsa sensación de seguridad, confiando en que las vías están en buen estado. El diario The Toronto Sun reporta que el accidente ocurrió en una de dos vías, parcialmente pavimentada. El impacto con un camión los lanzó a los dos unos nueve metros por el aire. El niño perdió el casco antes de caer.

Ahora Cameron está muerto, su funeral será  el sábado en Toronto –el padre,  Michael Sifontes, debió pagar más de $9.000 para que le enviaran el cuerpecito-- y Justine, después de cinco cirugías para atenderle fracturas y una larga herida en un muslo, es retenida en la Clínica Cira García del reparto Kohly, una instalación médica para extranjeros y altos funcionarios.

Cuando le den el alta médica, deberá buscar dónde quedarse en Cuba. La policía cubana ha sugerido que la culpa fue de la vacacionista, quien habría tratado de esquivar un bache. Michael, el esposo, dijo al Toronto Sun que las autoridades cubanas no quieren cargar con la culpa “para que no se les afecte el turismo”.

La investigación policial podría tardar tres meses. Pero eso no es todo. La página web de la cancillería de Canadá advierte a sus nacionales que viajen a Cuba  -- el turismo extranjero a la isla es encabezado por los canadienses con más de un millón de viajeros anuales—que los accidentes de tránsito son una causa frecuente de arresto de turistas de ese país en la nación caribeña.

“Los accidentes que resultan en muerte o lesiones son tratados como crímenes, y corresponde al conductor demostrar su inocencia (…) un caso puede tardar de cinco meses a un año en ir a juicio, y al chofer no se le permite salir de Cuba hasta después del  juicio”.




#venezuela Maduro no logra desalojar a las hijas de #Chávez de la residencia presidencial

Maduro no logra desalojar a las hijas de Chávez de la residencia presidencial


LUDMILA VINOGRADOFF / CORRESPONSAL EN CARACAS
Día 05/02/2014 - 14.59h

Se resigna a vivir en la casa reservada al vicepresidente, mientras Rosa Virginia y María Gabriela celebran atronadoras fiestas en La Casona


Maduro no logra desalojar a las hijas de Chávez de la residencia presidencial



El presidente venezolano, Nicolás Maduro, aún no ha podido dormir ni una sola noche en la residencia presidencial, La Casona, desde que se alzó con el mando de la República Bolivariana de Venezuela el pasado 14 de abril en unas reñidísimas elecciones. Maduro no ha podido consumar lo que por ley le corresponde: tomar posesión de la noble residencia presidencial, porque La Casona sigue ocupada por las hijas de su antiguo inquilino, el fallecido presidente Hugo Chávez, pese a que este murió el 5 de marzo de 2013 y la Casona ya hace tiempo que debía haber sido preparada para el nuevo jefe de estado y su familia.
Las hijas de Chávez, Rosa Virginia María Gabriela, también conocidas como «las infantas», se aferran a la residencia como si fuera un legado que les dejó su padre en herencia, y no han mostrado ninguna intención de mudarse para que al fin puedan tomar posesión de la mansión Nicolás Maduro y su mujer Cilia Flores.
Rosa Virginia y María Gabriela han convertido La Casona en un club social para disfrute compartido con sus numerosos amigos. Las fiestas que organizan «las infantas» atruenan la barriada, según cuentan los vecinos de la urbanización La Carlota y Santa Cecilia, donde está ubicada la residencia presidencial. La piscina y la sala privada de cineson dos de las dependencias preferidas para tan frecuentada vida social.
Además, por lo visto, los ágapes les salen muy baratos. Los restaurantes de comida rápida y las agencias de catering ya no aceptan más pedidos de pizzas, hamburguesas y bebidas refrescantes y espirituosas porque, aseguran, los inquilinos de La Casona ya han dejado de pagarles. No es la primera queja relacionada con la agitada vida social de las hijas de Chávez. Las empresas de espectáculos se duelen de que deben regalarles unas treinta entradas cada vez que contratan a un artista internacional. Así, «las infantas» pueden repartir las invitaciones entre sus amigos.
Rosa Virginia es la hija mayor de Chávez y está casada con el actual vicepresidente, Jorge Arreaza. Este matrimonio, que se fraguó a la sombra del desaparecido patriarca, ha conocido varios tropiezos, el más reciente por «veleidades» con terceras personas, que han estado a punto de provocar la ruptura de la pareja.
Pese a las peleas conyugales, Rosa Virginia siguió viviendo en la residencia con sus dos hijos, en tanto que su marido se mudó a Fuerte Tiuna, sede del Ministerio de la Defensa, mientras duró el bache matrimonial. Al final se reconciliaron, y el vicepresidente pudo regresar a La Casona.

Contra toda separación

La segunda hija, María Gabriela, de quien dicen que era la consentida de Chávez, hizo un intento de cambiar de residencia. Se mudó a la caraqueña urbanización Alta Florida, a una vivienda que le prestó un viejo aliado de su padre. Allí se dedicó a escribir un libro dedicado a la memoria del fallecido presidente. Pero María Gabriela parece que no soportó vivir más en Alta Florida sin el lujo del poder del que disfrutaba en la residencia presidencial. Y a principios de este año regresó a La Casona.
Los venezolanos se preguntan cómo es posible que las hijas de Chávez se aferren con tal tenacidad a la residencia presidencial, mientras Maduro y su mujer siguen viviendo en La Viñeta, una residencia destinada al vicepresidente y a los jefes de Estado de visita en el país.
Construida en 1964 en estilo colonial al este de Caracas, La Casonaforma parte del patrimonio histórico y cultural de Venezuela. Cuenta con ocho salones, una sala de cine privada, seis habitaciones principales y varias para huéspedes, una piscina y amplios jardines enmarcados por una hilera de columnas bordeando la mansión.
http://www.abc.es/internacional/20140205/abci-chavez-casa-201402042058.html

martes, 4 de febrero de 2014

Entrevista a MENDIGOS EN #CUBA

Cuba y los olvidados de la Revolución



http://youtu.be/kQydPC6zDfM

Descripción de un tirano #celac #americalatina

"Al principio, sonríe y saluda a todo el que encuentra a su paso, niega ser tirano, promete muchas cosas en público y en privado, libra de deudas y reparte tierras al pueblo y a los que le rodean y se finge benévolo y manso para con todos [...] Suscita algunas guerras para que el pueblo tenga necesidad de conductor [...] Y para que, pagando impuestos, se hagan pobres y, por verse forzados a dedicarse a sus necesidades cotidianas, conspiren menos contra él [...] Y también para que, si sospecha de algunos que tienen temple de libertad y no han de dejarle mandar, tenga un pretexto para acabar con ellos entregándoles a los enemigos [...] ¿Y no sucede que algunos de los que han ayudado a encumbrarle y cuentan con influencia se atreven a enfrentarse ya con él, ya entre sí [...] censurando las cosas que ocurren, por lo menos aquellos que son más valerosos? [...] Y así el tirano, si es que ha de gobernar, tiene que quitar de en medio a todos éstos hasta que no deje persona alguna de provecho ni entre los amigos ni entre los enemigos."

Platón, Politeia, 562a-570c.

lunes, 3 de febrero de 2014

DAMAS DE BLANCO POR TODA CUBA + FOTOS

LA HABANA,CUBA 2 DE FEBRERO DEL 2014.

EL MOVIMIENTO DAMAS DE BLANCO LAURA POLLAN ÉSTE DOMINGO 569,  CAMINARON POR 5TA AVE. MIRAMAR , 90 DAMAS  RECLAMANDO  PORQUE SE RESPETEN LOS DERECHOS DEL PUEBLO DE CUBA Y LA LIBERTAD DE TODOS LOS PRESOS POLITICOS QUE CONTINÚAN EN PRISIÓN Y OTROS TANTOS EN LIBERTAD CONDICIONADA, FUERON APOYADAS PESE A LA REPRESIÓN  POR 18 ACTIVISTAS DE DERECHOS HUMANOS, Y APRESADAS 7 DAMAS DE BLANCO.

   EN MAYABEQUE CAMINARON 3 ,EN SANTIAGO DE CUBA PARTICIPARON 30 DAMAS EN EL SANTUARIO DEL COBRE, Y 30 DETENIDAS PARA IMPEDIR QUE ASISTIERAN A MISA, EN HOLGUIN  ASISTIERON 22 Y 20 FUERON DETENIDAS, EN BAYAMO, GRANMA PUDIERON ASISTIR SOLO 3 Y 6 DETENIDAS, EN GUANTANAMO PARTICIPARON 16, PINAR DEL RIO 1, SANTA CLARA 13 ASISTIERON,AUNQUE EN  LOS ALREDEDORES DE LA IGLESIA ,TRATARON DE PROVOCARLAS , MATANZAS 19 ASISTIERON Y FUERON DETENIDAS 18 DESPUÉS DE MISA,EN CÁRDENAS FUERON VÍCTIMAS DE UN ACTO DE REPUDIO,Y EN COLÓN DETUVIERON 10 ACTIVISTAS DE DERECHOS HUMANOS, EN  CIEGO DE AVILA 6 Y 2 EN ESMERALDA CAMAGUEY.  

   LAS AUTORIDADES CUBANAS TRANSMITEN UNA IMAGEN DE TOLERANCIA,Y A LA VEZ PERSIGUEN,ACOSAN,AMENAZAN,REPRIMEN Y APRESAN A LAS DAMAS PARA IMPEDIR QUE SE REALICEN LAS ACTIVIDADES,PERO COMO NO PUEDEN LOGRARLO DEL TODO POR EL VALOR Y RESISTENCIA DE LAS MUJERES Y LA FIRMEZA DE SUS IDEAS,TRATAN DE CONFUNDIR A LA OPINIÓN PÚBLICA NACIONAL E INTERNACIONAL,ESTOS SON ESPACIOS BIEN GANADOS,NO EXISTE TOLERANCIA ALGUNA,SOLO LA  EXTINCIÓN MASIVA PUEDE IMPEDIR QUE AL MENOS UNA DAMA SE MANIFIESTE Y RECLAME SU DERECHO EN CUALQUIER RINCÓN DE CUBA,Y ESO TIENE UN ALTO COSTO POLÍTICO,QUE NADIE SE ENGAÑE,LA DIGNIDAD Y VERGÜENZA TIENE MAS FUERZA PARA VENCER QUE LAS ARMAS.





















#Celac EL ESCANDALO DE #CUBA x @EsperanzAguirre

El escándalo de Cuba

ESPERANZA AGUIRRE / MADRID
Día 03/02/2014 - 13.45h
Lo verdaderamente asombroso de esta cumbre de la Celac es la naturalidad con la que casi todos los dirigentes de los países participantes han rendido su tributo de admiración a la dinastía de dictadores que sojuzga Cuba desde hace 55 años

El escándalo de Cuba

CARBAJO&ROJO
RAÚL Castro, presidente de Cuba por la gracia de su hermano y por esa irresistible propensión que los comunistas tienen a crear dinastías de tiranos, clausuró el pasado miércoles en La Habana la III Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac).

Esta Celac, cuya primera cumbre tuvo lugar en Caracas en diciembre de 2011, agrupa a todos los estados de América, excepto Estados Unidos y Canadá. Y aunque está fundada sobre las buenas intenciones habituales (impulsar el desarrollo y la cooperación de los países americanos), esta Celac actúa de hecho como un grupo de presión contra los Estados Unidos. Esto se puede comprobar con la Declaración de La Habana que acaban de aprobar, en la que lo más sustancial es el rechazo del embargo de Estados Unidos sobre Cuba o la protesta por el hecho de que Cuba figure en la lista negra que Washington tiene de los países que apoyan el terrorismo. Mientras que en esa declaración no hay ni una línea que denuncie la dictadura castrista ni un mínimo gesto hacia los cubanos que se juegan la vida, la libertad y la subsistencia por defender un cambio democrático en la isla.

Pero lo verdaderamente asombroso de esta cumbre es la naturalidad con la que casi todos los dirigentes de los países participantes han rendido su tributo de admiración a la dinastía de dictadores que sojuzga Cuba desde hace 55 años. Incluso con visitas al siniestro patriarca que implantó el régimen comunista que ha arruinado la República, ha arrebatado la libertad a los cubanos y los ha condenado a la pobreza, cuando no a la miseria.

En una época como la nuestra, en la que todos los dirigentes políticos del mundo quieren hacer gala de su carácter democrático y en la que, al menos de boquilla, todo el mundo abjura de las dictaduras, esa complacencia, cuando no admiración, hacia la dictadura castrista resulta verdaderamente escandalosa.

Y solo se explica por la benevolencia con la que en el mundo libre y democrático se sigue contemplando al comunismo. A pesar de que está archidemostrado que el comunismo es el sistema político más nefasto que ha inventado la Humanidad, a pesar de que ya conocemos con detalle muchos de los horrores que el comunismo ha producido, desde Lenin y Stalin en Rusia hasta Pol Pot en Camboya o la Revolución Cultural en China, a pesar de que ya no se pueden esconder las siniestras y excéntricas barbaridades de los Ceaucescu en Rumanía y de los Kim en Corea del Norte, todavía hay dirigentes democráticos que dedican sus sonrisas y sus afectos a un comunista como Fidel Castro.

¿Alguien puede imaginarse a un jefe de Estado o de Gobierno de un país libre yendo a rendir visita y homenaje a alguno de los dictadores no comunistas que en América han tenido, como Pinochet o como Stroessner? No se atrevería ninguno porque la prensa libre de sus países democráticos los crucificaría. Y con razón. Sin embargo, visitar a un tipo como Fidel y sonreír a su lado no solo les sale gratis a los dirigentes que van a hacerle la ola, sino que, probablemente, van a verle, precisamente, porque creen que una foto con ese anciano con chándal les da réditos electorales en sus países de origen. Y lo triste es que quizá sea así.

Es una batalla ideológica de largo alcance, la que todavía hay que librar para acabar con ese plus de legitimidad que sigue teniendo el comunismo en la opinión pública de los países libres. Un plus de legitimidad que lleva a homenajear y honrar a dictadores como Fidel o a mirar con una injusta benevolencia los desmanes de los muchos regímenes comunistas que han oprimido a sus semejantes.

O que nos lleva, como nos pasa en España, a criticar cualquier recuerdo positivo de la dictadura franquista y a no decir nada de los crímenes de los comunistas españoles en el pasado de nuestra Patria. Un pasado, precisamente, sobre el que ellos más que nadie insisten una y otra vez en volver.

A la vista de este tipo de comportamientos en los países libres, no queda ninguna duda de que la lucha por la libertad aún tiene mucho camino que recorrer.

ESPERANZA AGUIRRE es presidenta del PP de Madrid

http://www.abc.es/espana/20140203/abci-articulo-esperanza-aguirre-201402030701.html

domingo, 2 de febrero de 2014

Orígenes del pensamiento "progre" via @Emuna12 de #chile

Orígenes del pensamiento progre

Por Pablo Molina

Cortesía de Libertad Digital.

La revolución frustrada: Lenin y Rosa Luxemburgo

Tras la primera Guerra Mundial y el hundimiento de la II Internacional Socialista, una vigorosa corriente doctrinal dentro del marxismo, sobre todo a partir de 1945, da por periclitada la teoría leninista de la conquista violenta del poder por la clase proletaria. En lugar de asaltar el Estado para cambiar la mentalidad de la sociedad, los izquierdistas acomodados en las sociedades del bienestar (socialdemócratas), adoptan la tesis contraria.

Es necesario primero transformar radicalmente el alma humana, para que el poder caiga en manos de la izquierda, en palabras del propio Gramsci, “como fruta madura”. El gusto por la contracultura, el antiamericanismo primario, el ecologismo furibundo, el pacifismo a la violeta y, en general, la predilección de la progresía contemporánea por todos los enemigos del sistema occidental, tienen su origen en este revisionismo marxista de principios del siglo pasado.

A comienzos del Siglo XX, los teóricos de la II Internacional consideraban que los conflictos sociales acabarían lanzando violentamente a un proletariado, cada vez más depauperado y numeroso, contra la minoritaria clase burguesa, dando como resultado el triunfo de la revolución socialista.

En la verborrea marxista clásica, a un cambio sustancial en las condiciones económicas de la sociedad (infraestructura) seguiría de forma inexorable una mutación del pensamiento y la moral colectivas (superestructura), naciendo el hombre nuevo que cumpliría, por fin, el ideal socialista anunciado por sus profetas. Convencidos de que el futuro estaba predeterminado por las leyes de la dialéctica, la implosión definitiva del capitalismo y la llegada de la revolución proletaria, eran, tan sólo, una mera cuestión de tiempo.

Es necesario reseñar, sin embargo, que junto a esta corriente de marxismo contemplativo, coexistían enérgicos líderes partidarios de “ayudar” a la historia a cumplir sus designios. Era el caso de Rosa Luxemburgo y su “gimnasia revolucionaria”, que las masas debían ir practicando para que el advenimiento marxista no les cogiera con las articulaciones morales anquilosadas, o el más clásico ejemplo de Lenin, que, bastante más desconfiado, no creía que el sistema capitalista fuera a reventar por sí sólo de un día para otro (las famosas “contradicciones internas”); por el contrario, según Lenin, era necesario colaborar de forma exógena con esas contradicciones, inoculando al proceso las dosis necesarias de lucha revolucionaria, hasta llegar a la toma violenta del poder por la clase proletaria, que era, por otra parte, de lo que se trataba.

Cuando los vientos que anunciaban el inicio de la primera Guerra Mundial empezaron a recorrer Europa entera, los dirigentes marxistas creyeron ver la oportunidad definitiva para el triunfo de la revolución proletaria en todo el continente. Según la ortodoxia marxista, la clase trabajadora debía responder de forma homogénea ante el conflicto, al margen de los intereses de las burguesías dirigentes nacionales, negándose a luchar contra sus hermanos de clase. La tremenda crisis abierta por una guerra dentro del sistema continental capitalista, no podía tener mas que una salida: La Revolución. La famosa moción de Stuttgart de la II Internacional, proclamada en 1907, era suficientemente explícita al respecto:

“En caso de que la guerra llegase a estallar, los socialistas tienen el deber de intervenir para hacerla cesar inmediatamente y de utilizar con todas sus fuerzas la crisis económica y política creada por la guerra, para hacer agitación entre las capas populares más amplias y precipitar la caída de la dominación capitalista”.

Sin embargo, las previsiones optimistas de la Internacional acabarían en un completo desastre y, por extensión, supondrían el final de la propia organización, pues, a excepción de Rusia y Serbia por motivos muy concretos, los socialistas, junto con los sindicalistas y los anarquistas, participaron mayoritaria y entusiásticamente en la Unión Sagrada con sus clases dirigentes para la defensa nacional. En 1914, los socialdemócratas alemanes -al igual que sus correligionarios ingleses y franceses en sus respectivos parlamentos- votaron en el Reichstag como un sólo hombre a favor de los créditos de guerra, aspecto éste terminantemente prohibido por la II Internacional y reivindicado en sus distintos congresos. En todos los países involucrados en el conflicto bélico, los obreros, dirigidos por sus partidos de corte socialista, fueron alegremente a la lucha en defensa de sus respectivas naciones (y no de sus intereses de clase) dejando “la revolución” para otro momento. Los dirigentes marxistas, seguros como estaban de la infalibilidad de sus análisis materialistas, quedaron petrificados por esta orgía obscena de patriotismo proletario.

Rosa Luxemburgo, comunista germano polaca Ni siquiera el estallido de la Revolución Rusa fue estímulo suficiente para que en los frentes, las masas proletarias entraran en razón e hicieran de una vez lo que la Historia y sus ungidos dirigentes esperaban de ellas. En lugar de ello, los espartaquistas alemanes, que vieron en la revolución bolchevique la ocasión perfecta para agitar las conciencias de los trabajadores de forma irreversible, fueron molidos a palos ¡por sus hermanos de clase! (los grupos paramilitares encargados de la represión fueron dirigidos por el socialdemócrata Noske, que cumplió este cometido, forzoso es decirlo, con singular eficacia). Rosa Luxemburgo, líder del levantamiento, experimentó en sus propias carnes la “gimnasia” que ella misma pregonaba a las masas, aunque en este caso no fue precisamente revolucionaria si no más bien todo lo contrario, y acabó asesinada a bayonetazos y arrojada a un canal, descubriéndose su cadáver varios meses más tarde; otros levantamientos similares en Baviera o Budapest fueron igualmente aplastados con facilidad. Los trabajadores del mundo se unían, sí, pero no para acabar con el capitalismo, sino para moler a palos a los que trataban de organizar la revolución marxista en su nombre.

Parecía increíble pero, aunque las previsiones establecidas por la dialéctica marxista, cuyo cientifismo histórico estaba fuera de toda duda, vaticinaban el fin del sistema burgués capitalista tras el cataclismo bélico y el advenimiento inexorable de la dictadura del proletariado, el resultado fue exactamente el contrario.

Era imperativo, por tanto, un cambio de estrategia radical. Si la imposición violenta del paradigma marxista resultaba un evidente fracaso aún en las circunstancias más favorables para la agitación revolucionaria, la clave estaba en modificar las conciencias (superestructura) a través de la cultura, los medios de comunicación, las universidades y demás centros de pensamiento, hasta que el poder cayera en el regazo marxista, recordemos, como fruta madura. Al estudio de esta estrategia dedicaremos la próxima entrega de esta serie.

Propaganda y subversión: Gramsci y Münzenberg

Probablemente, Antonio Gramsci fue el primer intelectual marxista que comprendió la necesidad de trasladar la lucha de clases al terreno de la cultura de masas. Junto a Lukacs, otro teórico del “terrorismo cultural” según su propia definición, sentaría las bases para el acceso al poder mediante la demolición de los pilares morales de la tradición judeocristiana. Finalmente Willi Münzenberg, principal dirigente de la Kommintern en la primera mitad del Siglo XX, se encargaría, con eficacia estalinista, de extender por occidente las consignas para la subversión.

El comunista Antonio Gramsci, uno de los pocos dirigentes marxistas a los que el fanatismo ideológico no le impedía cierta capacidad para el frío análisis, percibió tras su primera visita a la URSS que el comunismo no funcionaba como sistema de organización social y que, de hecho, sólo subsistía penosamente bajo regímenes que empleaban el terror de masas como arma para la obediencia política.

Cuando Mussolini, el socialista –conviene no olvidarlo– que acabó creando el fascismo, llevó a cabo su marcha sobre Roma, Gramsci puso en práctica la táctica habitual de los dirigentes comunistas en tiempos de crisis: Salir huyendo a uña de avión (en España, los cuadros dirigentes del PCE protagonizaron episodios similares al final de la contienda civil. Otros camaradas, a falta de aviones soviéticos, utilizaron ambulancias de la Cruz Roja, llenas por cierto de alhajas y otros objetos valiosos, para pasar la frontera evitando los rigores de una huida a pié con los nacionales pisándoles los talones, como es bien conocido).

Ya en Rusia, pues ningún otro destino era más apropiado para el exilio de un fervoroso marxista, el italiano, haciendo gala de una honestidad intelectual a la que fue ajeno el resto de “tontos útiles” (Lenin dixit), que volvían de sus visitas a la URSS cantando glorias sin fin del sistema bolchevique –“la libertad de crítica en la URSS es total”, proclamaba solemne Jean-Paul Sartre tras una de sus giras turísticas al paraíso proletario–, consignó con frialdad la terrible aberración que constituía el régimen soviético, así como los sufrimientos sin fin que provocaba entre la población.

Puesto que la dialéctica marxista como herramienta analítica no podía haber perdido su infalibilidad, la causa de este rotundo fracaso había que buscarla en la tradición judeocristiana, que durante dos mil años había estado infectando el alma de occidente hasta hacerla irrecuperable para el ideal comunista. La propiedad privada como pilar del sistema económico, la familia como forma de organización social y una determinada tradición moral ampliamente compartida, impedían que la historia fluyera en la dirección prevista por los científicos del marxismo.

Finalizado este breve trabajo de campo por tierras bolcheviques –y horrorizado tras comprobar los métodos de un Stalin recién llegado al poder– Gramsci volvió a su país con la intención de liderar el Partido Comunista Italiano. Sin embargo, Mussolini tenía planes distintos para el futuro del líder comunista en Italia, así que le metió en la cárcel y tiró la llave.

En este régimen de enclaustramiento obligado, tan favorable para el recogimiento espiritual y la reflexión serena que requiere toda empresa intelectual de campanillas, Gramsci teorizó brillantemente sobre la necesidad de subvertir el sistema de valores occidental como elemento previo e imprescindible para el éxito del ideal comunista. Para ello, concretó el italiano, era requisito imprescindible ganar para la causa marxista a los intelectuales, al mundo de la cultura, de la religión, de la educación, en definitiva a los sectores más dinámicos en el mundo de las ideas, con la seguridad de que en unas cuantas generaciones cambiaría radicalmente el paradigma dominante en occidente. Sus Cuadernos de la Cárcel, son el compendio indispensable para comprender las claves de este cambio de estrategia. De la importancia seminal de este trabajo, puede hacerse el lector una idea tan sólo indagando en internet a través del motor de búsqueda más popular, utilizando las palabras “quaderni” y el nombre del italiano: el primer resultado que aparece, si se solicitan sólo páginas en español, es un estudio hagiográfico de la obra de Gramsci editado por la UNESCO, quizás el mayor conciliábulo de tontos útiles del planeta, lo que, dicho sea de paso, confirma plenamente las teorías del aludido.

Por su parte el húngaro Gregory Lukacs, otro brillante teórico totalitario, llegaba en sus análisis a las mismas conclusiones que su colega italiano. Lukacs, además, tuvo la oportunidad de poner en práctica sus teorías durante la breve dictadura de Bela Kum, bajo la que desempeñó las funciones de comisario para la cultura. En el breve plazo que duró en Hungría la dictadura comunista, Lukacs –¿Quién nos librará de la civilización occidental?– instauró, como parte de su proyectado terrorismo cultural, un radical programa de educación sexual en los colegios, en el que los niños eran instruidos en las bondades del amor libre y los intercambios sexuales, así como en la naturaleza irracional y opresora de la familia tradicional, la monogamia o la religión, que privaban al ser humano del goce de placeres ilimitados. Como se puede ver, los patrones intelectuales de la generación del baby boom tienen su origen en el programa ideológico diseñado por el húngaro con medio siglo de antelación. Nada nuevo bajo el sol.

Es importante insistir en que Lukacs y Gramsci coincidían plenamente con los objetivos finales del marxismo clásico y su diseño de una sociedad nueva, modulada bajo los parámetros de la ingeniería social comunista. Lo único en lo que diferían respecto a sus antecesores era en los medios para alcanzar esos fines. Aunque nuestros progres actuales lo ignoren (como tantas otras cosas), éste es el origen doctrinal del progresismo contemporáneo. De hecho, podríamos decir que Gramsci y Lukacs son los padres intelectuales del progre del Siglo XXI, y si la izquierda de a pié prefiriera la lectura sosegada a la deglución acrítica de mantras prefabricados, los institutos de la LOGSE y las aulas universitarias estarían llenas de camisetas con la imagen de estos dos precursores de la revolución cultural, en lugar del sempiterno Ernesto Guevara. Ambos pusieron las bases de la contracultura que nuestros progres adoptaron como propia a partir de los años 60, cuyo fin es erosionar las bases del sistema de vida de occidente y hacer posible el sueño marxista de una sociedad en la que propiedad privada, familia y tradición moral acaben siendo reliquias del pasado.

Pero estos escarceos teóricos no hubieran tenido apenas virtualidad en la forma de vida occidental sin la participación de la más formidable maquinaria de propaganda marxista. Hablamos, naturalmente de la Kommintern, o Internacional Comunista, dirigida por un genio de la infiltración y el agit-prop como Willi Münzenberg.

Münzenberg había sido compañero de Lenin ya en su etapa suiza, antes de la revolución bolchevique. Una vez conquistado el poder, el nuevo líder soviético le puso a trabajar junto a Karl Radek –un intelectual radical polaco dedicado a “racionalizar” las ideas revolucionarias–  y Félix Dzerzhinsky –creador de la Cheka e inventor de la policía secreta como instrumento de terror revolucionario–, convirtiéndose en el responsable directo de las operaciones de propaganda en occidente.

Münzenberg utilizó la Kommintern para la consecución de un objetivo muy sencillo en su definición, pero tremendamente complicado de llevar a cabo. En esencia, su misión fue inocular en la conciencia de occidente, como una segunda naturaleza, la idea de que cualquier crítica o reproche al sistema soviético sólo podía provenir de personas fanáticas, fascistas o sencillamente estúpidas; mientras que los partidarios del comunismo eran, por el contrario, gente con una mente avanzada, partidarios del progreso de la humanidad y tocados por un halo especial de refinamiento intelectual. Para ello, los hombres de Münzenberg contaron con la colaboración, dentro de occidente, de una auténtica pléyade de escritores, periodistas, artistas, actores, directores de cine, científicos o publicistas,  de Ernest Hemingway a John Dos Passos, de Bertolt Brecht a Dorothy Parker, dispuestos a defender una imagen idealizada del sistema comunista y a esparcir por el mundo las bondades del régimen soviético. Sobre la opinión que el propio Münzenberg tenía de todos ellos, baste señalar el calificativo que empleaba en privado para definirlos: “El club de los inocentes”.

Bajo su dirección, la Kommintern se convirtió en el primer “multimedia” de la Historia, con decenas de periódicos, revistas, editoriales, estaciones de radio o productoras de cine formando un complejo entramado dispuesto para la difusión del tipo de mensajes que interesaba a la dirección comunista. El éxito de la estrategia, pudo influir en su posterior reproducción a escala nacional por parte de corporaciones empresariales privadas, cercanas a los centros de poder socialista y con algunos ejemplos exitosos bien conocidos,  cuya condición empresarial, rabiosa y saludablemente capitalista, no entorpece su particular empeño en la difusión de los dogmas típicos de la vulgata marxista en contra de la globalización, el libre mercado, los EEUU o la moral judeocristiana de los que se nutre diariamente su parroquia.

Münzenberg, además, fue el creador de la figura de la “agencia de noticias”, que bajo su inspiración servía tanto para labores de intoxicación informativa como para ocultar excelentemente a los hombres encargados de las tareas de espionaje en los países anfitriones.

Pero además de la Kommintern de Willi Münzenberg, la llamada Escuela de Francfort, fundada por Lukacs y otros miembros del Partido Comunista Alemán, estaba llamada a desempeñar un papel directo en las tareas de subversión cultural, especialmente en los Estados Unidos de Norteamérica, donde recaló huyendo del nazismo (de nuevo el proverbial heroísmo comunista), toda esta troupe de intelectuales concienciados. A su examen y al de las claves del combate contracultural que se viene desarrollando desde hace ya medio siglo,  dedicaremos el siguiente capítulo de esta serie.

El secuestro de la sociedad civil: Herbert Marcuse

A comienzos de los años 20 del siglo pasado Lucaks, junto con otros compañeros del Partido Comunista Alemán, creó el Instituto de Investigación Social, ligado académicamente a la Universidad de Francfort. En su seno, los sucesores de Gramsci recogerían su legado intelectual para producir una escolástica marxista con la que emprender “el largo camino a través de las instituciones”.

Las figuras más importantes de la Escuela de Francfort fueron Max Horkheimer, bajo cuya dirección se consolidó su prestigio internacional como centro de pensamiento avanzado, el crítico musical Theodor Adorno, el psicólogo Erich Fromm y un joven talento nacido de la propia escuela llamado Herbert Marcuse. Todos ellos arribaron a los Estados Unidos de Norteamérica huyendo del nazismo, encontrando acogida en la Universidad de Columbia, en el Estado de Nueva York.

A los efectos de este breve estudio, el hito más importante de la escuela de Francfort es el desarrollo de lo que se llamó “La Teoría Crítica”. La crítica a la que hace referencia su denominación se dirigía, obviamente, hacia la sociedad occidental capitalista, que estos pensadores marxistas declaran férreamente oprimida por una mentalidad tradicional judeocristiana, a la vez que manipulada por las estructuras burocratizadas de los grandes medios de comunicación, que producen una falsa cultura con el objeto de apaciguar, reprimir y entontecer a las masas mediante la imposición de aberraciones conceptuales como el cristianismo, la autoridad, la familia, el capitalismo, la jerarquía, la moralidad, el patriotismo, la tradición, la lealtad, el conservadurismo o la continencia sexual.

Bajo la teoría crítica, el sistema occidental es acusado de cometer toda clase de genocidios contra el resto de las civilizaciones (el mito rousseauniano del buen salvaje), de mantener sojuzgados a sectores enteros de la población (mujeres, minorías étnicas, homosexuales, etc.) o de fomentar el nacimiento y desarrollo de todo tipo de conductas de carácter fascista. Se trata de un marco filosófico que pretende inculcar un pesimismo constitutivo en el alma occidental, a pesar de ser la sociedad más próspera y libre del planeta. Sin embargo, como escribió Aron, «todo régimen conocido es torpe y culpable si uno lo compara con un ideal abstracto de igualdad o libertad». A grandes rasgos esta fue la estrategia psicológica para que la generación occidental de los 60, la más privilegiada de la Historia, se convenciera a sí misma de vivir en un infierno insufrible.

Pero quizás el hito más importante de la Escuela de Francfort fue la publicación del libro de Herbert Marcuse "La tolerancia represiva", que muy pronto se convertiría en lectura de culto en los ambientes académicos. Marcuse, como ya se ha apuntado, llegó a los EEUU junto con los demás integrantes de la escuela aunque, a diferencia de la mayoría de sus compañeros, no volvió junto a ellos a Alemania en los 50. Cuando los campus universitarios norteamericanos ardían en las oleadas violentas de los 60, Marcuse era una figura venerada entre los sectores más radicales. Sus alocuciones a los estudiantes llamándolos a la rebelión le convirtieron en un icono intelectual. Suya es la consigna «haz el amor y no la guerra».

En “La tolerancia represiva”, Marcuse construye su acta de acusación formal contra la burguesía, considerándola no como un crisol de conductas arcaicas o pasadas de moda, sino como la causa directa de la opresión fascista que soporta la sociedad. Así como el marxismo clásico criminalizó a la clase capitalista, la Escuela de Francfort, a través de Marcuse, declaró culpable de los mismos delitos al sector sociológico formado por las clases medias. El desarrollo teórico posterior de esta idea seminal llevó a sus estudiosos a concluir que los individuos que crecían en familias tradicionales eran incipientes fascistas, nazis potenciales, al igual  que los que hacen gala de algún síntoma de patriotismo, los practicantes de religiones tradicionales o, en general, los  autotitulados conservadores.

Pero Marcuse es también el responsable de otras herramientas dialécticas del arsenal progre como el concepto de «tolerancia represiva»,  según el cual aceptar la existencia de una amplia variedad de puntos de vista (otros lo llamamos simplemente «libertad de expresión») es, en realidad, una forma escogida de represión. Marcuse definió su particular concepto de la tolerancia como la comprensión condescendiente para todos los movimientos de izquierda, conjugada con la intransigencia más absoluta respecto a las manifestaciones de matiz conservador. Un ejemplo claro de esta táctica totalitaria se pudo ver en el tratamiento informativo de los sucesos acaecidos en la manifestación de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, en la que José Bono fue objeto de una agresión inexistente. Las protestas airadas de un grupo de ciudadanos contra la presencia en la misma de un ministro del Partido Socialista Obrero Español, fueron calificadas como un acto injustificable de exaltación fascista. Por el contrario, las violencias que en los últimos años ha padecido el sector conservador de la sociedad –éstas sí muy reales y, en algunos casos, con riesgo físico más que evidente para los que las padecieron–, el destrozo de las sedes del partido de la derecha o las pancartas con gravísimos insultos a sus representantes políticos (con fotografías incluidas, para que no hubiera duda) sólo merecieron –más daño hacen las bombas de Irak–  comprensión y argumentos exculpatorios por parte de estos mismos custodios de la ortodoxia democrática. La circunstancia de que el autor de la palinodia más agresiva sobre el resurgimiento del fascismo ibérico, publicada a raíz del suceso, acumulara en sus manos las carteras de Interior y Justicia, suceso inédito en las democracias avanzadas y, en cambio, algo muy habitual en los regímenes fascistas, sólo añade el tradicional toque esperpéntico de la izquierda cuando se pone a pontificar.

En realidad, Marcuse no hacía sino actualizar las directrices de órganos comunistas como el Comité Central del PCUS, que ya en 1943 instruía a sus cuadros con la siguiente consigna: «Nuestros camaradas y los miembros de las organizaciones amigas deben continuamente avergonzar, desacreditar y degradar a nuestros críticos. Cuando los obstruccionistas se vuelvan demasiado irritantes hay que etiquetarlos como fascistas o nazis. Esta asociación de ideas, después de las suficientes repeticiones, acabará siendo una realidad en la conciencia de la gente».

Esta técnica dialéctica ha sido adoptada por la progresía contemporánea (cualquier discusión en la que los argumentos conservadores se hacen difíciles de refutar, es zanjada por el progre de turno tachando de fascista a su contradictor) y sigue plenamente vigente sesenta años después. Este y no otro es el origen de lo que se ha dado en llamar “lo políticamente correcto” –marxismo cultural sería la definición más apropiada en términos históricos–, especie de estricnina intelectual adoptada por el progresismo dominante como elemento constitutivo de su particular cosmovisión, que desemboca con éxito en la imposición de los tópicos prefabricados en defensa de la agenda cultural, intelectual y moral de la izquierda. Basta con asomarse a los medios de comunicación para constatar la magnitud de la dictadura de este marxismo cultural, que obliga a la aceptación de estos principios bajo pena de excomunión democrática. La homosexualidad, la infidelidad, el aborto, la promiscuidad exacerbada y en general cualquier conducta contraria a la esencia de la familia tradicional, es ofrecida a través de programas de testimonio, tertulias o teleseries como expresiones altamente enriquecedoras del ser humano. El menoscabo de la propiedad privada en beneficio de un “interés público”, la masiva intervención estatal en asuntos privados como la enseñanza o el llamado Estado del Bienestar, son considerados también elementos imprescindibles para el progreso de las sociedades. Por el contrario, la religión –cómo cocinar un Cristo para dos personas–, la defensa de la propiedad privada y el capitalismo como elementos imprescindibles para el progreso económico, la familia como forma de organización social o la observancia de un código moral transmitido durante generaciones, son elementos situados en el punto de mira de los acorazados del progreso con carácter permanente. Cualquiera que se atreva a disentir del dictado del marxismo cultural configurado a través de estas consignas, es tachado inmediatamente de reaccionario, fanático o, si persiste en su empeño, de fascista.

Bajo el régimen despótico de lo políticamente correcto, las únicas expresiones religiosas admisibles son las que ponen el acento en conceptos típicos de la agenda progre como la justicia social, la redistribución de la riqueza o el tercermundismo anticapitalista. Por otra parte, tras varias décadas de marxismo educativo, nuestros alumnos son los menos capacitados en las áreas clásicas de conocimiento (en algunos casos rayando en el puro analfabetismo), pero en cambio conforman las generaciones más hipersensibilizadas con los tópicos promovidos por la izquierda como los riesgos del medio ambiente, la lucha contra la opresión capitalista, la tolerancia sin límites, el pacifismo sin condiciones, el multiculturalismo o el relativismo ético.

El éxito del programa intelectual gramsciano queda atestiguado con ejemplos como el de Michael Walzer, quien en el número de invierno de 1996 del órgano marxista Dissent citaba las siguientes conquistas: «el visible impacto del feminismo, los efectos de la discriminación positiva, la emergencia de los derechos políticos de los gays y la atención que se les presta en los medios de comunicación, la aceptación del multiculturalismo, la transformación de la vida familiar incluyendo el incesante crecimiento de las tasas de divorcio, cambio de roles sexuales, nuevas formas de concebir la familia y, de nuevo, su representación favorable en los medios, el progreso de la secularización, la expulsión de la religión en general, y el cristianismo en particular, de la esfera pública (aulas, libros de texto, códigos legales, periodos vacacionales, etc.), la virtual abolición de la pena capital, la legalización del aborto o los éxitos iniciales en el esfuerzo para regular y limitar la posesión de armas de fuego». Pero lo más destacable de todo es, como admite el propio Walzer, que todas esas conquistas han sido impuestas por las élites progresistas, sin que respondan a la presión de movimientos de masas.

Todo este proceso histórico ha desembocado finalmente en la aceptación generalizada de la agenda política de la izquierda –hasta los partidos de la derecha conjugan con total despreocupación términos como desarrollo sostenible, cambio climático, equilibrio norte-sur, justicia social, defienden la educación pública, el estado del bienestar, etc.–, en lo que quizás es la última fase de esta larga marcha a través de las instituciones diseñada en su día por Gramsci con dimensiones proféticas y que Aldous Huxley concretó admirablemente cuando escribió que “un estado totalitario realmente eficiente, es aquel en el que las élites controlan a una población de esclavos que no necesita ser coaccionada, porque en realidad ama esta servidumbre.”

El desfonde de la posmodernidad

Toda esta vastísima empresa contracultural, sólo sirvió para retrasar tal vez unas décadas el hundimiento del bloque soviético. Sin embargo, la labor de disolución de los ideales en los que se sustenta la sociedad libre característica de los sistemas occidentales, ha sido un éxito rotundo. Tan sólo una cultura degradada o una civilización dando sus últimas boqueadas, es capaz de asimilar el material de derribo esparcido por la vulgata marxista y adoptarlo como patrón de conducta.

La consecuencia inmediata del aplastamiento de los principios que sustentan el orden natural (familia, propiedad privada, moral tradicional, libre comercio), no podía ser otra que la increíble desorientación de las sociedades que lo han padecido. En el estado de cosas actual, se acepta prácticamente como un dogma de fe que la realidad sencillamente no existe, con lo que el hombre se despoja voluntariamente de su principal herramienta de supervivencia: La razón. Si nada es bueno o malo, moral o inmoral, si todo es relativo, si las afirmaciones absolutas son observadas como la demostración del carácter autoritario de quien las sostiene, si no se admite que el ser humano puede conocer la existencia de una realidad objetiva, integrando la información que le proporcionan sus sentidos a través de la razón, entonces el mundo se convierte en algo incomprensible y amenazador, un sitio en el que no merece la pena esforzarse por alcanzar unas metas de cuya moralidad nadie puede responder.

En la sociedad actual, la masa sustituye una visión integrada de la existencia de acuerdo con patrones racionales, por los principios que le ofrece la atmósfera cultural que les rodea. Pero la educación, sometida al dictado de los ingenieros sociales que inundan sus estratos superiores, ya no es una herramienta de transmisión del conocimiento analítico, sino un medio de reformar la sociedad en virtud de un patrón predeterminado. Los medios de comunicación, las películas, etc., presentan por lo general a una serie inagotable de tarados, drogadictos, depravados y psicóticos en sus múltiples variantes como modelos de conducta (repase mentalmente el lector cualquier película de “nuestro director de cine más internacional”) o, en el mejor de los casos, como representantes del alma humana, invitándonos a imitarles o, al menos, a mostrar nuestra comprensión en lugar del enérgico rechazo espontáneo que deberían suscitar en cualquier mente sana.

Los intelectuales, la última esperanza de cualquier sociedad que quiera iniciar su rearme moral, ofrecen, salvo contadas excepciones, un espectáculo grotesco caracterizado por el escepticismo militante, el laicismo agresivo, el pesimismo constitutivo o el gusto por la autodepravación en sus múltiples posibilidades.

Durante la II Guerra Mundial, no fue infrecuente el suicidio entre los voluntarios para ir al frente que eran rechazados por no resultar aptos. En contraste, si se pregunta a la izquierda política de nuestro tiempo cuales son los ideales que debe defender occidente, la respuesta será tal brebaje de generalidades grandilocuentes sobre la humanidad, el diálogo entre civilizaciones, los derechos humanos, la legalidad internacional emanada de la ONU, la paz mundial o el desarrollo sostenible, que ni un insecto se dejaría matar por ellos.

Cuando se ha conseguido llevar a la mitad más próspera y libre del planeta a este estado de desfonde intelectual y moral, el terreno queda convenientemente abonado para que fructifiquen hasta las ideas más delirantes de la intelectualidad orgánica de izquierdas, siempre removiendo los cascotes del muro de Berlín, a la búsqueda de alguna idea que no ofenda en exceso la inteligencia humana. En este estado de postración intelectual, no resulta extraño el extraordinario florecimiento de la irracionalidad, el misticismo absurdo y las doctrinas descabelladas, de todo lo cual el movimiento de la Nueva Era es su principal expresión.

Si el progresismo es la quintaesencia de la ingravidez intelectual, la New Age es su trasunto oligofrénico, lo que la convierte, de inmediato, en una propuesta atractiva para el espíritu contemporáneo, pues ofrece una oportunidad para integrar todos aquellos elementos absurdos que la esquizofrenia postmoderna había dispersado.

El movimiento New Age es una corriente cultural (es decir contracultural), cuyo origen se localiza en la costa oeste de los EEUU durante la década de los sesenta, que se basa en una concepción mágica de la realidad, en la que los arcanos de las culturas más disparatadas (atlantes, rosacruces), las terapias más absurdas y una antropología irracional, se trufan con un mesianismo milenarista, un pacifismo ultramilitante y el inevitable toque OVNI, formando una grasienta empanada de imposible digestión. La renuncia intelectual de sus practicantes es tan severa, que dentro del movimiento de la Nueva Era no resulta extraño encontrar a cristianos que creen firmemente en la reencarnación, o estrellas de Hollywood, cuya evidente politoxicomanía y hedonismo no les impide declararse fervorosas seguidoras del ascético budismo zen.

En realidad, la New Age sirve perfectamente a los fines establecidos por los ideólogos de la guerra contracultural, pues su mística, al contrario que la judeocristiana no está basada en la comunión o el crecimiento personal, sino en la disolución total con un evanescente “todo cósmico”. Este carácter decadente de la ética y la estética New Age, que entroniza el relativismo moral y cultural como un valor a perseguir, convierte a esta corriente en un aliado virtuoso de la intelectualidad progresista, en su tarea de dejar a la sociedad sin recursos eficaces contra su propaganda anticapitalista.

Es hora de insistir en que el capitalismo es el único sistema que permite al individuo llegar tan lejos como su inteligencia, ambición o habilidad le lleven, recompensándole en consecuencia. Bajo el orden capitalista, el éxito no depende del dictado arbitrario de unos pocos sino de la aceptación de una mayoría libre. No nos engañemos. Nuestro sistema de vida capitalista no es atacado por este ejército de zombis morales por sus defectos (que los tiene como toda obra humana), sino precisamente por sus virtudes. La motivación real de los colectivistas hegeliano-marxistas que controlan nuestra cultura, no es su amor por el comunismo o su pasión por la “liberación del tercer mundo oprimido”, sino su odio visceral hacia el sistema de vida occidental capitalista. Su mediocridad les impide admitir que el éxito de los demás se debe a su superior talento o disciplina; por tanto insisten con empeño en que toda fortuna es fruto del robo y, por extensión, que la riqueza de los países prósperos procede de la explotación injusta de las zonas míseras del planeta. Por eso siguen repitiendo que los que defendemos la libertad civil y la propiedad privada somos peligrosos egoístas totalitarios, mientras que los apóstoles de mayores controles estatales o los que se declaran fascinados por el régimen castrista, son los auténticos adalides de la libertad y el progreso.


Ahora, más que nunca, es necesaria una rebelión intelectual y moral que desenmascare todo este veneno social y los agentes que lo inoculan. Aunque la tarea es ingente, es posible detectar algunos incipientes movimientos reactivos en amplias capas de la población. El éxito de iniciativas como Libertad Digital, o más coyunturalmente las masivas manifestaciones en defensa de cuestiones que afectan al orden social y a los principios en que se sustenta la unidad nacional, así lo demuestran a nuestro juicio. El nerviosismo de la izquierda lo corrobora. Es como si todos esperaran a que el vecino afirme públicamente que el “rey va desnudo” para sumarse con bravura a esta denuncia de lo evidente. Pues bien, proclamemos ya, ahora, que el rey no sólo va en pelotas, sino que además, estamos dispuestos a rebelarnos contra su tiranía con las herramientas que proporciona a todo hombre la razón, la moral y la inteligencia, para distinguir lo que la Historia ha demostrado que hace a las sociedades prósperas de lo que las esclaviza.

En última instancia, la única diferencia entre la conquista violenta del poder por una minoría totalitaria, como pretendía el leninismo, y la obtención del mismo por caminos difusos previa aniquilación del arsenal moral e intelectual de la sociedad, si finalmente sucede, sólo estribará en que la agonía habrá sido más larga y las víctimas mucho más numerosas. Es posible que estemos inmersos en una guerra perdida de antemano, pero aún así, nosotros estamos dispuestos a luchar en ella con todas sus consecuencias. ¿Y usted?

http://www.liberalismo.org/articulo/338/13/origenes/pensamiento/progre/

sábado, 1 de febrero de 2014

#Cuba Angel Carromero contará su versión sobre la muerte de Oswaldo Payá en un libro

Ángel Carromero. EFE/Valentín Gonzalo

Ángel Carromero. EFE/Valentín Gonzalo






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El dirigente de Nuevas Generaciones del PP de Madrid Angel Carromero contará en un libro que verá la luz en la segunda quincena de marzo su versión sobre la muerte del opositor cubano Oswaldo Payá en el accidente de tráfico por el que el gobierno castrista le condenó a cuatro años de cárcel. "Muerte bajo sospecha. Toda la verdad sobre el caso de Angel Carromero" es el título provisional del libro, que publicará Anaya. La editorial, consultada por Europa Press, ha avanzado que en la primera edición se podrían imprimir hasta 20.000 ejemplares.
Carromero fue condenado a cuatro años de cárcel en Cuba por homicidio imprudente tras la muerte en accidente de tráfico de Payá y Harold Cepero en julio de 2012. El gobierno de la isla acusó al popular de Madrid de haber causado el incidente por su "imprudencia" al volante del coche siniestrado.
Cinco meses después, en diciembre de 2012, Carromero regresó a España en virtud a un acuerdo de cumplimiento de sentencias vigente entre los gobiernos de Cuba y España. Actualmente se encuentra en libertad con restricciones y trabaja como asesor del Grupo Popular en el Ayuntamiento de Madrid.
Tras su regreso a España, Carromero ha concedido un número muy limitado de entrevistas para dar a conocer su versión de los hechos. En ellas ha defendido que respaldó la versión del gobierno en la isla por presiones de las autoridades cubanas y que incluso llegó a recibir amenazas de muerte.
En una primera entrevista en 'The Washington Post', Angel Carromero aseguró que desde el régimen castrista le advirtieron de que era su "enemigo" y que "era muy joven para perder la vida". "Uno de ellos me dijo que lo que había contado no había ocurrido y que debía tener cuidado pues, dependiendo de lo que declarara, las cosas podrían ir muy bien o muy mal para mí", relató entonces.
La familia de Payá siempre ha mostrado su apoyo al popular. Así lo manifestó Carlos Payá, hermano del opositor fallecido, desde el Pleno del Ayuntamiento de Madrid, donde hace ahora un año se aprobó recordarle dando nombre una calle. La proposición fue presentada por UPyD y respaldada por el PP.
Carlos Payá agradeció a Carromero el apoyo prestado al "cambio pacífico" en la isla. Del popular señaló que "podría haber muerto en ese crimen" y que le constaba que "lo estaba pasando muy mal".


Leer más: http://www.larazon.es/detalle_normal/noticias/5329550/espana/carromero-contara-su-version-sobre-la-muerte-de-paya-en-un-libro#Ttt1sE0eSSObBC0p

#ONU Otro estudiante de Medicina en Santiago de #Cuba expulsado por motivos de conciencia


Reinaldo Agustin Santos, otro estudiante de Medicina en Santiago de Cuba expulsado por motivos de conciencia


Reinaldo Agustin Santos, expulsado por motivos de conciencia de la UniversidadReinaldo Agustin Santos, estudiante de medicina expulsado de la Universidad por ser opositor al régimen de los Castro, nos narra su odisea y acerca de cómo la educación en Cuba está íntimamente ligada a las ideas políticas.

Reinaldo Agustín Santos es ex-estudiante de Medicina de la Universidad de Mella y joven activista de la UNPACU, comenta cómo fue expulsado en Abril de la Universidad, según le dijeron sus profesores, por sus “principios”. El día 31 de enero del presente año, viernes, fue a recoger la baja que explicaba por qué le expulsaban de la Universidad. En ella se puede leer la causa de la expulsión, como se muestra a continuación

El certificado de expulsión/baja

«El estudiante se manifestó… en contra de los principios de nuestra revolución, conducta inconsecuente con los principios éticos y morales de nuestra sociedad»
La consecuencia fue una baja por «pérdida de requisitos»:
Notificación de Baja Aprobada - Fdo: Alberto García Vidal, Decano de la Facultad Medicina II de Santiago de Cuba
Notificación de Baja Aprobada – Fdo: Alberto García Vidal, Decano de la Facultad Medicina II de Santiago de Cuba

El segundo caso hecho público en tan sólo una facultad en 3 meses

El firmante de tal innominiosa declaración de expulsión es el Dr. Alberto García Vidal, que también expulsara de la facultad de medicina a otro estudiante que salió en los periódicos de medio mundo, San Miguel Molina Cobas, un brillante estudiante, como dice la propia carta de expulsión, y que en la actualidad cursa sus estudios de medicina en una de las mejores universidades de los Estados Unidos, gracias a fondos particulares de benefactores que quisieron poner remedio a dicha injusticia al leerla en la prensa. El Dr. Alberto García Vidal, auténtico Dr. Muerte de la Educación, deberá ser tenido en cuenta por la Revolución y escalar peldaños en ésta, pues se ha ganado con creces el seguimiento de la doctrina de represión del régimen. Pero también deberán recordarse sus acciones para ser tenidas en cuenta por parte de cualquier corte judicial democrática de una futura Cuba. Aldáteres como éste del régimen, más que apoyar la represión del sistema impuesto en Cuba, representan los cimientos de dicha represión en el seno de los órganos que deberían prestar educación a la juventud cubana.


¿Requisitos para estudiar medicina en Cuba?

El primero y más importante, antes que los estudios, antes que la indisciplina, antes que la ausencia de las clases, antes que nada, el régimen no tiene reparo en manifestar por escrito que es declararse ferviente seguidor de los principios de la revolución. Para estudiar, hay por tanto que tener una determinada ideología.
Cuando un país se vanagloria de tener un sistema educativo, lo primero que tiene que ser ese sistema es educativo, y no adoctrinante y alienante. En caso contrario, el fin de la educación no es otro que el sectarismo, el adoctrinamiento, la influencia forzada sobre los más jóvenes de una sociedad, y el sistema no debiera ser juzgado como un beneficio para los jóvenes cubanos, sino una letal arma contra el principio esencial de la educación: la cultura como mecanismo de la amplitud y libertad de pensamiento. El sistema cubano no es educativo, es adoctrinante.
Cuba no presta labores educativas en la isla para dotar de cultura a la población, sino para manipular la sociedad desde los más jóvenes. Por ello a la disidencia se les incautaron  regalos de navidad de cientos de niños en Cuba, porque atenta contra un plan premeditado, medido, articulado para orientar a los más jóvenes hacia unos principios políticos concretos aislacionistas y dependientes del Estado, y en contra de todo aquel que pueda poner en duda que éste debe transicionar hacia una democracia participativa, o un sistema de derechos diferente.


Los países miembros de la Celac que visitaron Cuba

Hace pocos días estuvieron en La Habana miembros de multitud de países democráticos, cuyos líderes obviaron (salvo las delegaciones de Chile y Costa Rica, lo cual honra a dichos países) que Cuba es una cárcel ideológica, donde los seres humanos no tienen posibilidad de disentir, expresarse o tener un activismo pacífico por una causa tan noble como la que les otorgó a ellos el liderazgo en sus países: la democracia.
Un cubano no puede expresar su disentir con el sistema político cubano y a favor de la democracia, y por ello es expulsado de la Universidad o, en miles de casos, conducido a prisión, aislamiento y negación de los bienes de la sociedad cubana.
Los mismos principios que los líderes latinoamericanos dicen defender: la pluralidad, los derechos humanos y el estado de derecho, el Gobierno Cubano los pisotea. Les ha dado igual. No han hecho, salvo dos honrosas delegaciones, gesto alguno a favor de los principios que supuestamente defienden.
La diplomacia es importante, pero cuando ésta atenta con los principios que se busca con ella, actuar en la diplomacia obviando los principios es obviar los principios en sí, buscando fines que difieren claramente de éstos.


Para escuchar el audio siga leyendo:
http://www.unpacu.org/reinaldo-agustin-santos-otro-estudiante-de-medicina-en-santiago-de-cuba-expulsado-por-motivos-de-conciencia/