La jueza estaba en un área muy cerca de la entrada del penal y desde allí podía observar la poca vigilancia. Hay seis garitas que rodean el penal y más de una vez al asomarse notó que en las garitas no había nadie.
“A lo mejor era que se acostaban a dormir”, razona Afiuni. “Todos los penales del país, son centros que se ‘autogobiernan’”…Pero a diferencia de otros penales, en el INOF no existe la figura del pran, que son líderes internos que controlan el penal, los negocios ilícitos que se manejan desde adentro…
En el INOF la directora del penal es la que maneja todo. Pero, según pudo corroborar Afiuni, ella ejerce ese control a través de los grupos de internas a las que les da concesiones. Esas son las que llaman “machitos”.
Cuando una prisionera ingresa por primera vez al penal, sea quien sea, la norma es que a la recién ingresada la mandan al Praga. Una zona de reclusión muy temida ubicada en el piso tres. Es el peor pasillo, advierte la jueza. Allí están los machitos…
LAS MACHITOS
Las mujeres “machitos” son las líderes del penal. Ellas manejan el tráfico de drogas, alcohol, la prostitución y en especial a las reclusas. A las nuevas internas suelen enviarlas al “Praga”, el área más peligrosa. A la machito que le toque el “turno” ese día, esa nueva interna es suya. Cada una de ellas tiene su grupo de reclusas.
“Por ejemplo —explica—, en ese piso había 150 mujeres. En todo el penal hay 953 reclusas. En el “Praga” la nueva reclusa debe someterse a sus deseos: tiene que bañarlas, tener sexo oral con ellas, en fin dejar que ellas la pongan a hacer lo que quieran. Buscarles la comida. Se convierte en su esclava. Y así pues, la nueva interna va ascendiendo en la medida en que va respondiendo y adaptándose a las leyes de convivencia…“Eso sucedía en el INOF con la directora del penal. Y no había concesiones. Todo el mundo participaba en eso…“La directora sentía más simpatía por las custodias lesbianas porque sabía que, a través de ellas, podían controlar al resto de las internas. La directora del penal tal vez era lesbiana y acosaba a ciertas internas. Por ejemplo la interna que a mí me pasaba el desayuno era la mujer de una de las machitos. Allí se armó un triángulo amoroso muy delicado entre la directora del penal, una custodia y ella. Ella terminó convirtiéndose en homosexual en el penal. Se armó una situación muy grave y de alguna manera me salpicó a mí porque ella era la interna que me ayudó a mí. Entonces convirtieron a la interna que me ayudaba en “informante” de todo lo que yo hacía para mandárselo a la directora, bajo la amenaza de que la mandaran a otro penal o la mandaran al “Praga” para perjudicarla.
“Ese tipo de situaciones se veía muy a menudo. Eso es delito. En el artículo 374 del Código Penal se establece que se considera violación, aún sin violencia, cuando la víctima está bajo la custodia de la otra persona. Eso es violación y tiene una pena de 15 a 20 años. La directora con sus custodias lo hacen constantemente. Utilizan su figura para someter a las otras para tener relaciones con ellas, a cambio de dádivas, de mantenerlas en un lugar de mejor calidad que al resto. Y la mayoría estaba en ese juego”.
Esa realidad estaba asentada en el INOF. La presión por sobrevivir, el miedo a ser agredida, lograr mejores condiciones. La mayoría de las internas terminan adaptándose a esa situación y entregándose sexualmente a las más fuertes. O tal vez las condiciones infrahumanas del penal conllevan a la búsqueda del afecto, la protección y hasta el calor de otro cuerpo humano.
“Eso ocurría, a pesar de que a las internas se les permite la visita conyugal. Muchas tienen esposos y hasta tienen hijos estando prisioneras. Allí muchas internas salen embarazadas y tienen a sus bebés dentro del penal. Por ello hay zonas exclusivas para madres que están amamantando……….
MÁS PODER QUE LAS CUSTODIAS
“A más de una vi con su esposo cuando les daban visita conyugal. Y esa misma interna mantenía relaciones con otra de las internas con la que compartía la celda. No sé en qué consiste pero de cada diez mujeres nueve son lesbianas en el INOF, y si no lo son se convierten. Puede ser también un problema de supervivencia o tal vez de soledad. Pero el estatus perfecto y normal dentro del INOF era que tuvieses una pareja. Y si es una custodia o una machito entonces estabas en lo alto de la pirámide del poder. Eso era lo máximo. Porque de hecho una machito tiene más poder que una custodia. Yo me percaté de que en el pasillo donde yo estaba todas tenían relaciones sentimentales o sexuales con custodias. O con autoridades administrativas del penal. No necesariamente era la directora”……..
ACOSTUMBRÁNDOSE AL HORROR
A María Lourdes se le hizo familiar y se fue acostumbrando que cuando avanzaba la madrugada se escuchaba el portón del pasillo que indicaba que alguien había entrado. En los primeros días, María Lourdes buscaba la manera de trepar hasta la pequeña ventanilla para mirar entre las rendijas de la ventana. Entonces veía a una de esas custodias ingresar a una de las celdas. Afiuni se preguntaba “¿cómo pueden tener relaciones si son seis las que duermen en cada celda?” Se tapaban con sábanas entre las camas y se entregaban al amor con la placidez y tranquilidad que aseguran esas horas antes del amanecer.
“Eso es una promiscuidad compartida”, pensaba Afiuni.
En las noches se repetía el espectáculo, eso era pan de cada día. Todas las noches….
LA ENFERMERÍA DEL INOF
….Pero esas no eran las únicas escenas. Las celdas del pasillo en el que se encontraba María Lourdes quedaban justamente debajo de enfermería del INOF. Y en ese espacio tenía lugar cierto tipo de encuentros un poco más intensos, como de fiestas y sexo.
“¡Qué te puedo decir de lo que yo escuchaba!”, subraya con asombro.
Solía preguntar a las internas de la celda de al lado sobre las risas y los gritos que escuchaba y que se mezclaban con la música estridente, pero nadie le daba razón, había una suerte de código de silencio sobre lo que allí ocurría. Afiuni les aseguraba que cómo era posible que no escucharan nada. Les decía, “¡Pero es que la camilla se va a reventar!”
Dice que junto a la música escuchaba gritos, jadeos, voces. Eso duraba hasta las cinco de la mañana.
“Y todo el mundo se hacía el pendejo”.
“No, yo no escuché nada”, era la respuesta de las otras reclusas.
Estaba segura de que allí, en esa enfermería, entraban hombres. Los fines de semana permitían entrada de hombres, posiblemente de la Guardia Nacional o tal vez gente que venía de afuera especialmente a esa suerte de club nocturno. Más tarde se dio cuenta de que había algunas de sus vecinas que a medianoche eran trasladadas a ese piso.
Se percató de ello luego de que una noche observó que a una interna de al lado la sacaban. La identificó porque tenía una forma muy particular de reírse y su risa siguió escuchándose desde la parte de arriba y al mismo tiempo se mezclaba con voces masculinas. Entonces cayó en cuenta de que allí también había prostitución. Era otro negocio que todos compartían. Eso ocurría todos los fines de semana.
Su observación se agudizó y descubrió que también sacaban internas y las llevaban al comando de la Guardia Nacional. Como su celda estaba cerca de la entrada y tenía vista de la entrada lateral del penal, podía observar los extraños movimientos nocturnos. Podía identificar el ruido cuando se abría la puerta que indicaba cuando entraba alguien a las dos o tres de la mañana. La mayoría de los guardias nacionales eran hombres, aunque había unas tres mujeres que tenían también un aspecto bastante masculino. Pero ellos nada más podían entrar al penal durante el conteo de internas. Cuando se llevaban a algunas internas en la madrugada las veía salir muy bien arregladas y a las cinco de la mañana regresaban. Muchas veces, las custodias se iban con los guardias nacionales y dejaban cuidando a todo el penal a una sola custodia y un guardia afuera. Y regresaban a las cinco de la mañana todos ebrios. Cuando algunas internas vecinas le tomaron confianza a la jueza, le contaron sobre esas andanzas nocturnas. En una ocasión una interna formó un escándalo porque “su mujer” se le había ido de rumba con los guardias nacionales.
EL AISLAMIENTO
Por motivo de un posible atentado con gasolina la doctora Afiuni “pasó cinco días recluida en el comando de la Guardia Nacional. Cuando la regresaron a su celda, la Fiscalía pretendió meterla en una celda que está en el área administrativa, cuya puerta es de acero. Es una celda de aislamiento conocida con el nombre de “tigrito”. Allí colocan a las internas que resultan un peligro para el resto de la población. Es una celda castigo que también se utiliza para personas de alta peligrosidad. La celda de aislamiento no tiene luz, no tiene baño, no tiene ventilación y su existencia ha sido denunciada por ilegal y violatoria del los Derechos Humanos. Afiuni se negó a entrar allí. Así que amenazó con iniciar una huelga de hambre si la enviaban para esa celda”… “Ante la negativa de Afiuni decidieron devolverla a su celda”…
LAS REVELADORAS GOLPIZAS
Narra como….”de pronto se despertó tirada en el suelo. Le taparon la cara y le dieron una golpiza. Tiempo después le aparecería una lesión en un seno que pudo haber tenido su origen en esa golpiza.
Las atacantes eran mujeres, “machitos”, pero junto a ellas cree haber escuchado una voz masculina, aunque duda y piensa que tal vez era una de las machitos que suelen tener una voz varonil. De la golpiza le quedaron marcas de hojillas en las piernas, moretones y heridas en varias partes del cuerpo. Le dieron patadas. De ese ataque también se le originó una lesión en el vientre y en la vejiga que un año después requeriría de una operación.