Raúl Castro aplaude un monumento al capitalismo en Cuba
Shenzhen
Este jueves 19 de septiembre Raúl Castro celebró un monumento al capitalismo en Cuba: la primera Zona Especial de Desarrollo de la isla. Al firmar el decreto de ley el heredero del poder la calificó como: “la obra más compleja realizada en Cuba”. Si esta admisión de fracaso del sistema no fuera tan funesta podría ser motivo de chiste.
El dictador señaló que: “El Mariel es un puerto moderno para barcos de gran calado, se trata de la obra más compleja realizada en Cuba y es por ello que allí tiene que primar desde el principio orden, disciplina y exigencia”.
Ahora resulta que la dictadura del proletariado castrista aplaude el “orden, disciplina y exigencia” de una zona regida por la leyes del capitalismo en nuestro país.
Le ha tomado al régimen castrista 33 años para dar el primer paso que dio China en 1980 cuando inauguró la primera Zona Económica Especial en la pequeña villa de Shenzhen, convertida en una pujante ciudad con diez millones de habitantes en solo 20 años.
Que ahora la tiranía castrista anuncie que una pequeña zona de la isla podrá recibir inversiones extranjeras y darle trabajo a los cubanos es una muestra de cómo se vislumbra el futuro de las reformas con las que pretenden actualizar el socialismo.
La clase dominante castrista quiere tener el control de quienes son los cubanos que podrán trabajar en esas empresas extranjeras para excluir a los que se consideren enemigos o no simpatizantes del régimen. Será otra forma de reprimir la creciente oposición del pueblo cubano.
Al mismo tiempo los trabajadores que laboren en esa zona tendrán restringidos sus derechos laborales y sus salarios no serán ni parecidos a los que reciben trabajadores de otros países.
En otras palabras será una explotación organizada y regulada entre los capitalistas extranjeros y el castrismo. Exactamente como se hace con los empleados cubanos en las cadenas hoteleras españolas que operan en Cuba.
Pero hay otra dimensión de este asunto que fue expuesta por el ministro brasileño de Desarrollo, Industria y Comercio, Fernando Pimentel, quien declaro que: “Cuba está en un momento de transición y se está preparando para convertirse en una economía de mercado”.
Si ese es el caso porque el régimen castrista no lo dice claramente, acaso teme que la revuelta popular se acelere ante un reconocimiento público del fracaso del modelo de partido único y una economía centralizada.
O puede ser que los planes del régimen sean la apertura selecta y controlada de otras zonas especiales de desarrollo que no pongan en peligro la estabilidad de la dictadura.
Además así pueden tentar, comprometer y convertir en sus cómplices a las empresas capitalistas que quieran invertir en Cuba sin importarle el tipo de régimen político que exista en el país y la cantidad de atropellos que se cometan contra los cubanos.
Nadie debe confundirse ni dejarse confundir. Economía de mercado no es sinónimo de libertad, democracia ni respeto a los derechos humanos. Ni el capitalismo es la clave ni el camino de la libertad. En Rusia, en China y en Vietnam hay capitalismo pero no hay libertad ni respeto a los derechos humanos.
En realidad todos los pueblos de Cuba deberían tener la posibilidad de recibir inversiones extranjeras que den trabajo a los cubanos y canalicen el inmenso potencial de nuestra gente.
Pero aun más importante, todos los cubanos deberían tener la posibilidad de abrir sus empresas, contratar a sus empleados y vender sus productos o servicios al mejor postor con total garantía jurídica. Situación que solo puede ser posible en una democracia auténtica.
Lo que Raúl Castro clama como un paso al futuro es un reconocimiento desvergonzado del fracaso del castrismo en Cuba, es un ultraje a la dignidad nacional y una admisión desfachatada de hacia adonde se dirigen sus famosos cambios.
Ahora resulta que la dictadura del proletariado castrista aplaude el “orden, disciplina y exigencia” de una zona regida por la leyes del capitalismo en nuestro país.
Le ha tomado al régimen castrista 33 años para dar el primer paso que dio China en 1980 cuando inauguró la primera Zona Económica Especial en la pequeña villa de Shenzhen, convertida en una pujante ciudad con diez millones de habitantes en solo 20 años.
Que ahora la tiranía castrista anuncie que una pequeña zona de la isla podrá recibir inversiones extranjeras y darle trabajo a los cubanos es una muestra de cómo se vislumbra el futuro de las reformas con las que pretenden actualizar el socialismo.
La clase dominante castrista quiere tener el control de quienes son los cubanos que podrán trabajar en esas empresas extranjeras para excluir a los que se consideren enemigos o no simpatizantes del régimen. Será otra forma de reprimir la creciente oposición del pueblo cubano.
Al mismo tiempo los trabajadores que laboren en esa zona tendrán restringidos sus derechos laborales y sus salarios no serán ni parecidos a los que reciben trabajadores de otros países.
En otras palabras será una explotación organizada y regulada entre los capitalistas extranjeros y el castrismo. Exactamente como se hace con los empleados cubanos en las cadenas hoteleras españolas que operan en Cuba.
Pero hay otra dimensión de este asunto que fue expuesta por el ministro brasileño de Desarrollo, Industria y Comercio, Fernando Pimentel, quien declaro que: “Cuba está en un momento de transición y se está preparando para convertirse en una economía de mercado”.
Si ese es el caso porque el régimen castrista no lo dice claramente, acaso teme que la revuelta popular se acelere ante un reconocimiento público del fracaso del modelo de partido único y una economía centralizada.
O puede ser que los planes del régimen sean la apertura selecta y controlada de otras zonas especiales de desarrollo que no pongan en peligro la estabilidad de la dictadura.
Además así pueden tentar, comprometer y convertir en sus cómplices a las empresas capitalistas que quieran invertir en Cuba sin importarle el tipo de régimen político que exista en el país y la cantidad de atropellos que se cometan contra los cubanos.
Nadie debe confundirse ni dejarse confundir. Economía de mercado no es sinónimo de libertad, democracia ni respeto a los derechos humanos. Ni el capitalismo es la clave ni el camino de la libertad. En Rusia, en China y en Vietnam hay capitalismo pero no hay libertad ni respeto a los derechos humanos.
En realidad todos los pueblos de Cuba deberían tener la posibilidad de recibir inversiones extranjeras que den trabajo a los cubanos y canalicen el inmenso potencial de nuestra gente.
Pero aun más importante, todos los cubanos deberían tener la posibilidad de abrir sus empresas, contratar a sus empleados y vender sus productos o servicios al mejor postor con total garantía jurídica. Situación que solo puede ser posible en una democracia auténtica.
Lo que Raúl Castro clama como un paso al futuro es un reconocimiento desvergonzado del fracaso del castrismo en Cuba, es un ultraje a la dignidad nacional y una admisión desfachatada de hacia adonde se dirigen sus famosos cambios.
Fuente:
http://cubacid.blogspot.com.es/2013/09/raul-castro-aplaude-un-monumento-al.html
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