Los restos del comunismo
ARTÍCULO DE ESPERANZA AGUIRRE
Día 06/01/2014 - 11.07h
«Cuba sigue siendo un modelo para muchos comunistas españoles. Hasta no hace demasiados años, la amistad que unía a Santiago Carrillo con Kim Il-sung, el dictador norcoreano, abuelo del actual, era fraternal»
PARA todos los amantes de la libertad (que, aunque parezca mentira, no lo son todos los hombres) el 1 de enero es siempre la fecha en la que recordamos cómo la república hermana de Cuba cumple un año más bajo una dictadura comunista que, desde hace 55, la tiene sojuzgada. Casi la mitad de la vida independiente de esa república, «la perla del Caribe» para los españoles, está transcurriendo sin que sus ciudadanos sepan lo que es la libertad. Recordar a Cuba va siempre unido al deseo de que este haya sido el último cumpleaños de esa dictadura comunista que ha arruinado a la isla y ha condenado a la miseria a sus habitantes.
Este año, al volver los ojos a los efectos del comunismo en Cuba, también nos hemos tropezado en las primeras páginas de los periódicos con otro siniestro ejemplo de los resultados a los que conduce esa ideología totalitaria que ya se puede calificar, con pocas dudas, como la más letal de todas las ideologías totalitarias que nacieron, crecieron, se reprodujeron y, desgraciadamente, no acabaron de morir en el pasado siglo. Me refiero a las noticias que llegan de Corea del Norte, donde otro dictador comunista, Kim Jong-un, acaba de fusilar (algunos dicen que lo que ha hecho es echárselo a unos perros hambrientos que lo han devorado) a su tío y mentor, un tal Jang Song-thaek, al que ha acusado de ser «escoria del partido», para aviso de navegantes, es decir, para aterrorizar a la población norcoreana.
Si no fuera una tragedia para los cubanos y para los norcoreanos, que tienen que soportar esas implacables, absurdas y asesinas dictaduras, el espectáculo que ofrecen todos esos sátrapas comunistas movería a risa. Pero la verdad es que no tiene la menor gracia contemplar cómo los regímenes comunistas acaban convertidos en monarquías tiránicas y hereditarias, donde los hijos suceden en el poder absoluto a los padres, como ha pasado en Corea del Norte, o donde el hermano pequeño sucede al hermano mayor, como pasa en Cuba.
También se podría decir que, si no fuera tan trágica para sus poblaciones, la existencia de estos dos regímenes constituye la mejor manera de demostrar el fracaso catastrófico a que están abocados los países cuando se ven privados de su libertad y caen en el colectivismo que impone la dictadura del partido comunista. Porque estos dos casos nos permiten comparar fácilmente la situación en que ahora se encuentran Cuba y Corea del Norte con la que disfrutan los cubanos de Miami o los surcoreanos de la República de Corea.
La energía, la inteligencia, el arrojo y la capacidad de trabajo que han demostrado los exiliados cubanos que, desde 1959, han ido llegando a Miami es, sin duda, una de las claves para comprender el impresionante crecimiento que esa ciudad y todo el estado de Florida han experimentado en las últimas décadas. Hoy Miami es uno de los grandes centros económicos, sociales y culturales de los Estados Unidos y su renta per cápita es de más de 43.000 dólares por habitante y año, mientras Cuba, de la que se han exiliado un 20 por ciento de sus ciudadanos, malvive a la sombra de la ayuda que le prestan los chavistas venezolanos con su petróleo.
Y Corea del Norte, sojuzgada por la dinastía de los Kim, apenas llega a los 1.600 dólares por habitante y año, mientras que sus hermanos del Sur ya han alcanzado los 21.000 dólares, al nivel de los países más desarrollados del planeta.
Estos dos buenos ejemplos deberían servir para que los ciudadanos aprendan a dónde conducen los programas políticos, puede que bienintencionados, de todos esos colectivistas que están en política y quepresumen de una superioridad moral que se ve desmentida con ejemplos como el de estos dictadores.
Y, desde luego, debería servir para que los comunistas españoles, que tan proclives son a exigir a otros que pidan perdón por errores o crímenes del pasado, expliquen cómo pueden defender una ideología que conduce a aberraciones políticas y humanas como estas. Y que nadie me diga que se trata de casos muy distantes de España, porque, primero, Cuba sigue siendo un modelo para muchos comunistas españoles. Y, además, hasta no hace demasiados años, la amistad que unía a Santiago Carrillo, secretario general del Partido Comunista de España, con Kim Il-sung, el dictador norcoreano, abuelo del actual, era fraternal.
Claro que Santiago Carrillo también mantenía otra fraternal amistad con Ceaucescu, otro sátrapa comunista, que también quiso instaurar una dinastía, hasta que el pueblo rumano se rebeló contra él y su terrorífica mujer.
Reflexionar sobre todo esto puede ser una buena manera de empezar un año en el que los españoles vamos a volver a las urnas.
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