EL
FUNDAMENTALISMO ISLÁMICO,
como todas las doctrinas de ataque por la espalda, es pobre en conocimientos de
boxeo. Si algo puede hacer el castrismo en su asesoría de las hordas
fundamentalistas es explicarles, al menos en teoría, las nociones elementales
de la pelea de frente. Decirles, por ejemplo, que la defensa, la velocidad de
riposta, la pegada, el sentido de la distancia y la disposición para el
combate, son habilidades esenciales a la hora de ganar una pelea real. Hacerles
saber que cuando un contendiente aventaja a otro en alguna de esas habilidades,
el equilibrio de la pelea puede desplazarse a su favor; pero sin que eso
signifique, para nada, que el desenlace esté determinado de antemano.
Eso sí, deben
insistir hasta el rezo para hacerle entender a esos iraníes que cuando se da el
caso raro de que un contrincante supera a otro en todas y cada una de esas
habilidades, la pelea, por desgracia, pierde todo su equilibrio y pasa a ser
eso que en Cuba describimos con la imagen del león contra el mono… y el simio
amarrado.
Les harían un
gran favor, porque tal parece que el fundamentalismo iraní se apresta a ir a
una guerra en defensa de su agresivo programa nuclear; y lo hace sin tomar en
consideración, o sin que nadie le explique o recuerde, que esta vez su enemigo
lo supera en todas y cada una de las habilidades descritas. Veamos.
Defensa
Mahmoud y sus
Ayatolás confían en el alcance y poder destructivo de sus misiles
convencionales. “Que ya pueden llegar a Europa”, dicen los que saben, sin recordar
que aquellos cohetes interceptores Patriots —que le quitaron el sueño a Saddam—
ya van por una generación de desarrollo (Pac-3) que es mucho más efectiva que las
anteriores. A eso habría que sumar otros sistemas de defensa antimisiles que
hacen lucir a los Patriots como cosas del pasado. En febrero del año 2010 el
Pentágono anunció la destrucción de un misil balístico con un laser de alta
energía generado a partir de un avión en vuelo. Corre el riesgo Mahmoud que sus
cohetes terminen convertidos en simples supositorios.
Velocidad de
riposta
En un mundo de
misiles subsónicos, portaviones y bases de despliegue cercano, las aguerridas
milicias de Mahmoud podrían llegar a creerse, Dios mediante, que están
participando en uno de esos toma y daca que caracterizan a las peleas
tradicionales. La cosa, sin embargo, cambia completamente si empezamos a hablar
de un mundo con misiles capaces de viajar a cinco veces la velocidad del sonido,
y con una autonomía de vuelo que les permite alcanzar cualquier punto del planeta
en menos 30 minutos. Corren el riesgo los iraníes de ser golpeados sin ver venir
el golpe y —lo que es peor— sin saber de dónde salió ni cómo hizo para llegar.
Pegada
Mahmoud quiere
tener una pegada unclear; y para lograrlo decidió enterrar sus centrífugas
enriquecedoras de uranio —y otras parafernalias— a una profundidad que los
ingenieros iraníes calculan inalcanzables para las bombas de sus enemigos. Eso
podría cambiar si tomamos en consideración que en julio de este año el
Pentágono anunció la puesta a punto de una “superbomba” capaz de penetrar hasta
60 metros de concreto. Cuánto daño podría causar esa bomba —llamada MOP
(trapear) por las siglas en inglés de Artillería de Penetración Masiva— a las
instalaciones nucleares iraníes es algo que todavía está en discusión. Lo que
sí es cierto es que su creación significa un incremento de —al mínimo— seis
veces en el poder de fuego convencional del ejército estadounidense. Los
cautelosos topos iraníes, y sus homólogos habaneros, deben estar cavando más
muchos de sus túneles y búnkeres.
Sentido de la distancia
Este es, quizás,
el peor de los errores de cálculo del fundamentalismo iraní. Un error tan craso
que podría dar lugar a algo que cualquier antisemita medianamente inteligente
—si es que eso es posible— intentaría evitar a toda costa. Un error que parte
de la creencia de que los Estados Unidos, al estar tan lejos de Irán y haber
salido recientemente de las campañas en Iraq y Afganistán, dejarían por
inevitable el programa nuclear iraní.
Sólo la miopía de
los fanáticos le impide ver a Mahmoud y compañía el hecho evidente de que los
Estados Unidos, además de tener a su disposición la posibilidad del golpe
rápido, certero, desde lejos y con pegada, ha decidido —por primera vez en
sesenta años— crear una verdadera coalición militar con Israel.
En mayo de este
año el congreso estadounidense aprobó por abrumadora mayoría el “Acta de
cooperación incrementada en materia de seguridad entre los Estados Unidos e
Israel”. Esa legislación, además de incrementar hasta niveles nunca antes
vistos la ayuda militar, económica y de inteligencia al Estado judío, la hace
obligatoria para la administración que sea elegida en los próximos comicios, y
la supedita a la verificación por parte del Congreso cada seis meses.
Ya por el
momento, y en lo que es sólo un inicio, esa legislación le ha dado acceso a los
israelíes a más de tres millardos de dólares americanos en financiación
militar; una cifra (la más alta en una larga historia de cooperación) que le
permite al Estado judío comprar los aviones KC135 —capaces de dar reabastecimiento
en vuelo a su flota aérea y absolutamente imprescindibles a la hora de una
campaña en territorio iraní—,tener acceso irrestricto a los satélites espaciales
norteamericanos y a tecnologías desarrolladas por el Pentágono que servirían,
entre otras cosas, para poner a punto el sistema de defensa israelí (Domo de
hierro) contra los misiles iraníes y los coheticos de Hamas.
Ese podría ser el
gran logro de los fundamentalistas iraníes: la creación de un ejército
conjunto, que combina el de un país —Israel— que lleva más de sesenta años peleando
sin parar, junto al de la potencia tecnológica y militar más importante en la
historia de la humanidad. Nadie puede saber de antemano cuál será el resultado
exacto de esa combinación; pero lo que sí es posible predecir es que nada bueno
augura para esos que sueñan con “borrar a Israel de la faz de la tierra”.
Disposición a pelear
Israel sabe que
cada día de su existencia es un día conquistado a sangre y fuego. Los israelíes
pueden estar agotados de tener que salir a pelear fuera de sus fronteras; pero
si se trata de garantizar esa existencia —por la que llevan más de sesenta años
peleando sin parar— a nadie le cabe la menor duda que van a hacer lo que sea
necesario para seguir ahí, en el mismo sitio donde están sus muertos.
Con los Estados
Unidos la cosa cambia; su ejército, después de dos largas campañas cazando
psicópatas por el mundo, da signos de estar agotado y de no querer implicarse
en nada que obligue a movilizar un gran número de tropas a través de los mares.
Eso no significa, sin embargo, que los estadounidenses no estén dispuestos a
aceptar las consecuencias de su ayuda irrestricta a Israel, quiero decir, las
bombas en las espaldas, los civiles masacrados y las banderas quemadas con
gasolina de la Exxon.
Una de las
consecuencias más esperadas del conflicto con Irán es, claro está, el aumento
exagerado de los precios del petróleo; algo que parece inevitable; pero que
podrá ser contrarrestado, en cierta medida, gracias al hecho de que hace unos
días los iraquíes ya lograron, por primera vez en muchos años, sobrepasar la
producción petrolera de Irán (alguien en Texas debe estar sonriendo).
El castrismo debe
saber, entonces, que una guerra contra Irán es casi inevitable; que basta con
mirar al calendario de las festividades judaicas en Israel para ponerse a
conjeturar sobre el día de su
inicio. ¿Antes,
durante o después de Janucá? La “fiesta de las luces”, la celebración del
aceite milagrosamente aparecido, la conmemoración de las nueve velas encendidas
para celebrar la victoria de unos Macabeos que deben su nombre, dicen algunos,
a la palabra martillo.
El castrismo sabe
que antes o después de Janucá, y en junio con en enero, a los iraníes los van a
trapear a martillazos. Si La Habana tuviera un ápice de solidaridad sincera con
el fundamentalismo iraní, estaría enviando ahora mismo una delegación de alto
nivel a Teherán con dos mensajes muy claros. Uno, con las famosas palabras de
Teófilo Stevenson: “la técnica es la técnica y sin técnica no hay técnica”. Y
el otro con la lapidaria frase de Mike Tyson: “todo el mundo tiene un plan de
pelea hasta que lo suenan”.
http://translatingcuba.com/wp-content/uploads/2012/11/Voces17.pdf
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