El suicidio de Chacumbele
Eduardo Casanova
Sábado, 22 de diciembre de 2012
Chávez se suicidó. Él mismito se mató, y con su muerte mató su propio engaño, mató las falsas esperanzas de millones de seres humanos y, paradójicamente, es posible que le haya dado vida a una verdadera esperanza: la del país liberado de Chacumbele y toda su perversidad
Foto: Google
Cuando Teodoro Petkoff empezó a llamar “Chacumbele” a Hugo Chávez, no podía imaginarse que en poco tiempo esa ocurrencia se iba a convertir en profecía. “Chacumbele” es el personaje de una guaracha del cubano Alejandro Mustellier, que se dio a conocer en 1941, y en la cual hablaba de un policía de La Habana que “ya estaba aburrido de sufrir” y “Él mismito se mató.”
Y el nuevo Chacumbele, Hugo Chávez, también se mató. No aburrido de sufrir, sino después de haber hecho sufrir hasta lo imposible a su país, después de haber abusado del poder hasta lo inaceptable, terminó matándose, pero por irresponsable y aberrado. Por lo general, un cáncer tratado a tiempo es curable. Y cuando no se trata a tiempo, salvo que se trate de una forma indetectable o de un tipo de enfermedad que sí se pueda considerar incurable, es por descuido o irresponsabilidad de quien lo padece. Muchas veces se trata de cobardía: el paciente tiene miedo de afrontar la realidad y va posponiendo su visita al médico hasta que es muy tarde.
Según su propia confesión ese fue el caso del nuevo Chacumbele. “Me descuidé,” afirmó en su muy tardía confesión pública, con lo que admitió su irresponsabilidad. Y para colmo, cuando por fin ni lo quedó más remedio que admitir su enfermedad, en lugar de tratarse en Venezuela, en donde hay oncólogos de primera categoría, por soberbia y desprecio a Venezuela, se fue a tratar a Cuba, cuya medicina tiene décadas de atraso a causa de su aislamiento y de su pleito con el país en donde la medicina está más avanzada en el mundo, duélale a quien le duela.
Esa combinación de irresponsabilidad, soberbia y ceguera, resultó letal, y hoy está pagando las consecuencias. Pero su soberbia y, hay que decirlo, su maldad, no se limitó a castigarse a sí mismo, sino que ha afectado y ha dañado al país entero: engañó a Venezuela, deliberadamente, al decir que ya estaba curado, cuando sabía perfectamente que estaba condenado a morir muy pronto.
Ese engaño, que a muchas mentes simples hizo creer que el nuevo Chacumbele en verdad estaba protegido por Dios y por lo tanto había que seguirlo, fue determinante en su falso triunfo en las elecciones de octubre de 2012, y es algo más que hay que agregar a su catálogo de maldades. No conforme con suicidarse, quiere que el país se suicide con él. Pues sería bueno que tanto él como sus seguidores entendieran que se les acabó la suerte. Venezuela se dejó engañar, vilmente, por demasiado tiempo, y perdió la oportunidad única de dejar el atraso y la barbarie mediante la buena utilización de los inmensos recursos que recibió gracias a los precios altísimos del petróleo. Pero parecería que las cosas empiezan a cambiar y ya no pueden los chavistas hacer tanto daño.
Chávez se suicidó. Él mismito se mató, y con su muerte mató su propio engaño, mató las falsas esperanzas de millones de seres humanos y, paradójicamente, es posible que le haya dado vida a una verdadera esperanza: la del país liberado de Chacumbele y toda su perversidad.
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