Por, José M. Izquierdo
Francisco, un cubano americano que reside en EEUU, acostumbraba regularmente viajar a Cuba a visitar a su madre hasta que un día, la “mala suerte” tocó a su puerta y Francisco, estuvo un año, cinco meses y diecisiete días, encerrado en las mazmorras del Combinado del Este.
Las primeras generaciones de cubanos que huyeron de los abusos del Régimen castrista, sabían que no podían regresar a ver a sus familiares, enviarles remesas, hablar con ellos por teléfono o sostener una correspondencia regular, al menos mientras los derechos de los cubanos estuvieran pisoteados por la bota castrista. Para los cubanos de esa generación, la esperanza de poder un día volver a su patria, estaba vinculada al fin del castrismo. Pero de eso, pocos se acuerdan. Poco a poco, el régimen castrista fue permitiendo según su interés y conveniencia, que los cubanos exiliados viajen a la isla como visitantes, imponiendo onerosas restricciones que los cubanos que van a Cuba aceptan.
La entrada y salida de los cubanos a su patria, es un lucrativo negocio y un efectivo mecanismo de represión y control político, controlado por el régimen con exclusiva patente de corso. Un negocio, que Castro ha usado con éxito para dividir al exilio, enfrentar a las diferentes generaciones de cubanos entre si y enfrentar a todos en conjunto con el gobierno de los EEUU. Mientras, “la Revolución” lucra con los sentimientos de los exiliados cubanos.
Las regulaciones para viajar desde y hacia la isla de Cuba, están fuera de todas las normas y derechos que establece la declaración universal de los derechos humanos en su Art, 13. Viajar a Cuba es también un probado y real peligro para los cubanos, que como el confiado Francisco un mal día descubren que la “mala suerte” lo acechaba. Sin embargo, a pesar del peligro, los abusos y las irregularidades, cientos de miles de cubanos viajan regularmente a la isla como “orgullosos” turistas.
El caso de Francisco no es único ni aislado, todos conocemos una historia similar entre amigos y familiares, la diferencia es que esta historia es real y narrada por el protagonista. Son muchos los cubanos que como Francisco fueron a Cuba de visita, y hoy guardan prisión injustamente en las cárceles del régimen, compartiendo una mazmorra con ratas, cucarachas, mosquitos y todo tipo de insectos tropicales. Disfrutando en el “Hotel cinco estrellas” del Combinado del Este, u otra conocida prisión cubana, el excelente y variado Menú que ofrecen las prisiones castristas, que a continuación detalla Francisco; Una cucharada de arroz sazonada con piedras, pajas e insectos y carente de sal a causa del “Bloqueo” de los EEUU, un pequeño cucharon de agua caliente que satíricamente los carceleros castristas llaman “Sopa”. Un día de suerte, la cena puede estar acompañada del mal oliente, acido, pero “Nutritivo” invento del Comandante conocido como; “picadillo de soya”.
Pero la odisea de Francisco no se limitó solo a las “comodidades” de alojamiento, la “variada, nutritiva y agradable” comida, o el tradicional trato “respetuoso y humano” que recibió en el Combinado del Este. Francisco, tuvo que pagar dólar sobre dólar al Régimen castrista su obligada estancia en el Combinado del Este; 7.50 CUC diarios por comida y servicios, 12,000 CUC por un abogado que no conoció, más otros gastos colaterales. Al final por suerte para Francisco, la sentencia del juez a cargo de su caso fue a su favor y Francisco fue liberado; “Lo sentimos, no tenemos ningún cargo en contra de usted, está libre y puede regresar de nuevo a Cuba cuando usted lo desee”. Le dijo el juez a Francisco.
Después de un año, cinco meses y siete días en el Combinado del Este, gracias a la eficacia de la justicia revolucionaria, Francisco y su familia tuvieron un gasto aproximado de; $ 30,000 USD, y estuvo año y medio separado de su familia. Esta es una experiencia real, que debe ser conocida por los que viajan regularmente a la Cuba de los Castro sin una causa consistente. Estos viajeros deben saber, que en la Cuba de los Castro, la “mala suerte” siempre está al acecho.
http://www.nuevoaccion.com/articulos/un-ano-cinco-meses-y-diecisiete-dias/
Francisco, un cubano americano que reside en EEUU, acostumbraba regularmente viajar a Cuba a visitar a su madre hasta que un día, la “mala suerte” tocó a su puerta y Francisco, estuvo un año, cinco meses y diecisiete días, encerrado en las mazmorras del Combinado del Este.
Las primeras generaciones de cubanos que huyeron de los abusos del Régimen castrista, sabían que no podían regresar a ver a sus familiares, enviarles remesas, hablar con ellos por teléfono o sostener una correspondencia regular, al menos mientras los derechos de los cubanos estuvieran pisoteados por la bota castrista. Para los cubanos de esa generación, la esperanza de poder un día volver a su patria, estaba vinculada al fin del castrismo. Pero de eso, pocos se acuerdan. Poco a poco, el régimen castrista fue permitiendo según su interés y conveniencia, que los cubanos exiliados viajen a la isla como visitantes, imponiendo onerosas restricciones que los cubanos que van a Cuba aceptan.
La entrada y salida de los cubanos a su patria, es un lucrativo negocio y un efectivo mecanismo de represión y control político, controlado por el régimen con exclusiva patente de corso. Un negocio, que Castro ha usado con éxito para dividir al exilio, enfrentar a las diferentes generaciones de cubanos entre si y enfrentar a todos en conjunto con el gobierno de los EEUU. Mientras, “la Revolución” lucra con los sentimientos de los exiliados cubanos.
Las regulaciones para viajar desde y hacia la isla de Cuba, están fuera de todas las normas y derechos que establece la declaración universal de los derechos humanos en su Art, 13. Viajar a Cuba es también un probado y real peligro para los cubanos, que como el confiado Francisco un mal día descubren que la “mala suerte” lo acechaba. Sin embargo, a pesar del peligro, los abusos y las irregularidades, cientos de miles de cubanos viajan regularmente a la isla como “orgullosos” turistas.
El caso de Francisco no es único ni aislado, todos conocemos una historia similar entre amigos y familiares, la diferencia es que esta historia es real y narrada por el protagonista. Son muchos los cubanos que como Francisco fueron a Cuba de visita, y hoy guardan prisión injustamente en las cárceles del régimen, compartiendo una mazmorra con ratas, cucarachas, mosquitos y todo tipo de insectos tropicales. Disfrutando en el “Hotel cinco estrellas” del Combinado del Este, u otra conocida prisión cubana, el excelente y variado Menú que ofrecen las prisiones castristas, que a continuación detalla Francisco; Una cucharada de arroz sazonada con piedras, pajas e insectos y carente de sal a causa del “Bloqueo” de los EEUU, un pequeño cucharon de agua caliente que satíricamente los carceleros castristas llaman “Sopa”. Un día de suerte, la cena puede estar acompañada del mal oliente, acido, pero “Nutritivo” invento del Comandante conocido como; “picadillo de soya”.
Pero la odisea de Francisco no se limitó solo a las “comodidades” de alojamiento, la “variada, nutritiva y agradable” comida, o el tradicional trato “respetuoso y humano” que recibió en el Combinado del Este. Francisco, tuvo que pagar dólar sobre dólar al Régimen castrista su obligada estancia en el Combinado del Este; 7.50 CUC diarios por comida y servicios, 12,000 CUC por un abogado que no conoció, más otros gastos colaterales. Al final por suerte para Francisco, la sentencia del juez a cargo de su caso fue a su favor y Francisco fue liberado; “Lo sentimos, no tenemos ningún cargo en contra de usted, está libre y puede regresar de nuevo a Cuba cuando usted lo desee”. Le dijo el juez a Francisco.
Después de un año, cinco meses y siete días en el Combinado del Este, gracias a la eficacia de la justicia revolucionaria, Francisco y su familia tuvieron un gasto aproximado de; $ 30,000 USD, y estuvo año y medio separado de su familia. Esta es una experiencia real, que debe ser conocida por los que viajan regularmente a la Cuba de los Castro sin una causa consistente. Estos viajeros deben saber, que en la Cuba de los Castro, la “mala suerte” siempre está al acecho.
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