Darsi Ferrer
A los incredulos les comparto esta parte de la carta que me envio un amigo. Solo aclaro que la Covadonga esta en el municipio Cerro y es unos de los Hospitales mas grandes de la Habana, donde deben atenderse decenas de miles de personas:
Esta es la historia resumida de una compañera de trabajo, que tuvo un familiar cercano a ella muy enfermo de dengue. Esa persona fue remitida a la Covadonga (Hospital “Salvador Allende”), que es donde suelen atenderse todos los casos sospechosos de tal enfermedad. El estado del hospital es indescriptible. Pabellones enteros atendidos por un solo enfermero y sin la presencia de un médico; y no era fin de semana sino un común y corriente día laborable. En el cuerpo de guardia una verdadera multitud de personas se apelotonaba en el suelo por doquier. Se repartían tickets para recibir atención, a ella le tocó el ciento y pico largo. La cantidad de mosquitos era insoportable.
Ella llegó allí con su familiar a eso de las 6 de la tarde. Pasaron las horas y no recibía atención. Fue a quejarse y, al parecer gracias a ello, logró ser “atendida” finalmente: le dieron una silla dentro de un salón climatizado, donde su familiar pudo sentarse mientras ella permanecía de pie todo el tiempo. A altas horas de la madrugada se desocupó una cama y su familiar pudo acostarse por fin. Al otro día tuvo que sobornar a personal de laboratorio para que le hicieran rápido los análisis de ocasión a su familiar, pues la fecha tentativa para estos era dos días más tarde. No había agua. En un momento de la madrugada llegó alguien enfermo de cólera (no lo dijeron, por supuesto, pero ella está bien informada sobre las características de la enfermedad). En la sala había un hombre que no podía orinar y estaba solo, pues su familia sólo venía a traerle comida y luego se iban todos. El hombre tuvo que salir de la sala e ir por sus propios pies hasta el cuerpo de guardia a solicitar le pusieran una sonda, pues el enfermero de la sala estaba solo en la misma y de todas maneras no tenía sonda disponible.
Mi amiga dice que aún en la sala de observación había gente sin atención médica durante horas enteras (entiéndase con sueros, por ejemplo); allí llegó alguien con evidentes síntomas de leptospirosis. Un enfermero le dijo que llevaba 48 horas seguidas trabajando porque no había relevo y que el día antes sólo había comido arroz, calabaza y algo más. Mi amiga le tuvo que comprar algo de comer. Al final logró que se atendiera a su familiar gracias a una mezcla de presión y sobornos. Recalco que esta es una historia resumida de todos los horrores que vivió en carne propia o presenció. Hacinamiento, ausencia de higiene, falta de recursos elementales, desorganización, etc. Si la cosa no ha colapsado por completo es, según mi amiga, porque pudo constatar la presencia de algunas personas cuyo trabajo, entrega y sentido humano no hay manera de pagar.
Esta es la historia resumida de una compañera de trabajo, que tuvo un familiar cercano a ella muy enfermo de dengue. Esa persona fue remitida a la Covadonga (Hospital “Salvador Allende”), que es donde suelen atenderse todos los casos sospechosos de tal enfermedad. El estado del hospital es indescriptible. Pabellones enteros atendidos por un solo enfermero y sin la presencia de un médico; y no era fin de semana sino un común y corriente día laborable. En el cuerpo de guardia una verdadera multitud de personas se apelotonaba en el suelo por doquier. Se repartían tickets para recibir atención, a ella le tocó el ciento y pico largo. La cantidad de mosquitos era insoportable.
Ella llegó allí con su familiar a eso de las 6 de la tarde. Pasaron las horas y no recibía atención. Fue a quejarse y, al parecer gracias a ello, logró ser “atendida” finalmente: le dieron una silla dentro de un salón climatizado, donde su familiar pudo sentarse mientras ella permanecía de pie todo el tiempo. A altas horas de la madrugada se desocupó una cama y su familiar pudo acostarse por fin. Al otro día tuvo que sobornar a personal de laboratorio para que le hicieran rápido los análisis de ocasión a su familiar, pues la fecha tentativa para estos era dos días más tarde. No había agua. En un momento de la madrugada llegó alguien enfermo de cólera (no lo dijeron, por supuesto, pero ella está bien informada sobre las características de la enfermedad). En la sala había un hombre que no podía orinar y estaba solo, pues su familia sólo venía a traerle comida y luego se iban todos. El hombre tuvo que salir de la sala e ir por sus propios pies hasta el cuerpo de guardia a solicitar le pusieran una sonda, pues el enfermero de la sala estaba solo en la misma y de todas maneras no tenía sonda disponible.
Mi amiga dice que aún en la sala de observación había gente sin atención médica durante horas enteras (entiéndase con sueros, por ejemplo); allí llegó alguien con evidentes síntomas de leptospirosis. Un enfermero le dijo que llevaba 48 horas seguidas trabajando porque no había relevo y que el día antes sólo había comido arroz, calabaza y algo más. Mi amiga le tuvo que comprar algo de comer. Al final logró que se atendiera a su familiar gracias a una mezcla de presión y sobornos. Recalco que esta es una historia resumida de todos los horrores que vivió en carne propia o presenció. Hacinamiento, ausencia de higiene, falta de recursos elementales, desorganización, etc. Si la cosa no ha colapsado por completo es, según mi amiga, porque pudo constatar la presencia de algunas personas cuyo trabajo, entrega y sentido humano no hay manera de pagar.
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