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domingo, 22 de abril de 2012

LOS INTELECTUALES Y LA LIBERTAD


Dr. Oscar Elías Biscet
Presidente de la Fundación Lawton de Derechos Humanos
Medalla Presidencial de la Libertad
 
 
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“Una lengua es una lógica. Se escribe bien, cuando se expresa una idea o una sensación con la palabra justa. Todo lo demás no es mas que pompones y faralaes”.

Esta frase escrita en la novela experimental de Emile Zola. Pero lo que en realidad cambió su vida y su obra fue su carta Yo Acuso, celebre alegato que publicó en la primera plana del diario francés  L’Aurore, el 13de enero de 1899.

Este manifiesto de condena por la injusta sanción en un juicio plagado de excentricidades y parcializado al capitán Alfred Dreyfus; un judío-alsaciano, miembro del Estado Mayor del Ejercito Francés. Dreyfus sirvió como chivo expiatorio, acusado de alta traición y condenado a cadena perpetua en la Isla del Diablo, en la Guayana Francesa.

El caso Dreyfus puso al descubierto el fiero clericalismo y antisemitismo en la cúpula de poderes de la sociedad francesa de fines de siglo XIX y principios del XX. Del mismo modo definió por primera vez en el mundo el concepto de intelectual. Este término designaba el conjunto de personajes de la ciencia, el arte y la cultura que apoyaban la inocencia  y la liberación de Dreyfus.

Adentrándonos en la semántica definitoria de intelectual, se dice, de la persona que realiza actividades en que predomina el empleo de la inteligencia y expone sus meditaciones críticas de la realidad. Las personas dedicadas a la actividad de pensamiento lideran, influyen y pueden cambiar conductas y patrones en la sociedad, incluso a la misma sociedad. Esta repercusión pública incrementa el valor prestigioso de esta categoría social.

Los derechos de estos creadores y de toda persona en general están garantizados en la Declaración Universal de Derechos Humanos (DUDH); que es el fundamento de una sociedad libre. Por consiguiente, la libertad intelectual es parte inquebrantable de libertad. Y como expresa, el artículo 19 de la DUDH: cualquier pensamiento, idea u opinión es para ser manifestado y disfrutado sin limitaciones externas.

El régimen castro-estalinista es una sociedad muy distante a la francesa de los siglos XIX y XX. Sin embargo, los graves problemas sociales de antisemitismo, juicios parcializados y politizados, y los prisioneros de conciencia se observan frecuentemente en la Cuba Castrista. La categoría de intelectual ha sido mutilada para aquellos creadores de pensamiento libre y sobre todos los contestatarios. Sus obras han sido condenadas al ostracismo y para muchos de estos intelectuales, el exilio ha sido su hogar. Algunos paradigmas de estas parafernalias son: el poeta, Gastón Baquero; el escritor, Cabrera Infante; la poetisa y escritora, Zoe Valdés; el poeta y periodista Raúl Rivero y otros igualmente merecedores pero que harían interminable esta lista.

En La Unión Soviética de Stalin se consideraba a los intelectuales que apoyaban al régimen como tontos útiles. Y esa es la sentencia verdadera que promueve Castro en su dictadura del proletariado, denigrándolos como voceros incondicionales de su autocracia. Aunque salvando la distancia en tiempo y creación representan el espíritu de profunda sumisión y apáticos a la libertad de Aristóteles y Virgilio.

En general, los intelectuales y sus obras ejercen una influencia importante en las letras y la sociedad; pero no siempre ocurre así. Algunos como Sócrates, sus diálogos se conocen a través de Platón; Antístenes,  fundador de la escuela cínica; Diógenes de Sinope, alumno más brillante de la escuela cínica, llevo al extremo el desprecio por la riquezas, vivió en un tonel; Jesús el Nazareno, un extremista del amor, la verdad, la justicia y la libertad. Ninguno dejo nada escrito de su autoría pero con su elocuencia y su integridad cambiaron profundamente al mundo.

En este mundo contemporáneo existen las facilidades para exponer públicamente las ideas tanto orales como escritas; gracias a que los medios masivos de comunicaciones se han hecho más  asequibles para el ciudadano común. Todo ello,  asociado a la hiperproducción, venta y abaratamiento de los precios de las computadora, la telefonía y el cada vez más creciente respeto a los derechos humanos básicos. 

En la Cuba tiránica existen violaciones flagrantes y sistemáticas de las libertades fundamentales: la libertad de expresión, de palabra, de prensa y de asociación, etc. La represión política va en incremento, las detenciones, encarcelamientos, golpizas y torturas son los instrumentos idóneos utilizados por el gobierno para impedir la conquista de la libertad por parte del pueblo cubano.

No obstante, los cubanos utilizan todas las vías posibles para hacer llegar su mansaje de libertad y denunciar a los organismos internacionales las violaciones de los derechos humanos.

Los teléfonos, las computadoras y las cámaras fotográficas, la televisión satelital son los instrumentos más odiados por la policía política castrista. Los Facebooks, las páginas webs, los blogs y los twitters, son  espacios  ideales para expresar las ideas disidentes y las denuncias al régimen a pesar del exceso de control por el estado policiaco.

Estos instrumentos y medios en poder  de la intelectualidad y, sobre todo, de las personas comunes en nuestra Isla han perforado los muros de la desinformación impuestos por el aparato represivo de la tiranía. Asimismo, se ha manifestado el espíritu independiente con un impacto crítico en la sociedad.

Cualquier frase lapidaria puede conmover el pensamiento y las actitudes de los ciudadanos y desembocar un nuevo enfoque en la sociedad.

Por esto, termino este artículo con una frase de Zola, en su carta abierta, Yo Acuso; que muy bien puedo divulgar como Tweet: “Mi deber es hablar, no quiero ser cómplice”.  

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