Por: José Alberto Álvarez Bravo
La prosecución de sucesos, declaraciones y augurios en la aldea global se produce y difunde, gracias a las nuevas tecnologías, a una velocidad de vértigo, y llegamos a creernos tan informados que ya nada debiera sorprendernos. Sin embargo, me quedé atónito cuando leí sobre la preocupación de la relatora especial de la ONU sobre la independencia de jueces y abogados, en una comunicación enviada a las autoridades estadounidenses por esta respetable señora, Gabriela Knaul.
Mi primera reacción fue un coctel de indignación, sorpresa y humor, al enterarme del contenido de la carta de la Sra. Knaul, presentada nada menos que ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, instancia donde los cinco espías condenados en EU han tenido el privilegio de hacerse oír sobre la “injusticia” cometida en su contra. En un segundo aire, después de rumiar el asunto, asimilé las razones por las que la Sra. Knaul no viene a Cuba a cargar sus alforjas con incontables procesos penales donde los “tribunales” han ignorado por completo las pruebas que demuestren la inocencia de quien debe ser condenado indefectiblemente.
Creo comprender a la Sra. Knaul, pues ella deberá conocer cómo son las cosas en Gran Birán, donde los jueces, abogados, fiscales y policías conforman una intricada e inescrupulosa red concebida para triturar al ciudadano que caiga en sus garras, algo impensable en cualquier sociedad normal, donde el mecanismo judicial tiene en cuenta las pruebas disponibles.
Es una verdadera afrenta para los cubanos de la isla oír a esta señora quejarse de la falta de garantías en el proceso contra los espía castristas infiltrados en EU. Ojalá pudiera ella mirar “por un huequito” lo que sucede en los circos llamados en Cuba tribunales, en particular cuando los “juicios” tienen un trasfondo político. Entonces si valdría la pena oírle reclamar las pruebas disponibles.
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