Chris Bowlby
BBC
Los familiares quieren saber qué hizo la Stasi con sus seres queridos |
Más de 20 años después de la caída del Muro de Berlín, se podría pensar que el Ministerio para la Seguridad del Estado, más conocido por la abreviatura Stasi, sería únicamente una figura de la historia.
Pero una nueva generación quiere saber qué le hizo la policía secreta de Alemania Oriental a sus padres, y un ingenio informático está a punto de facilitarles la tarea.
La República Democrática de Alemania y sus agencias no desaparecieron inmediatamente después de la caída del Muro de Berlín.
Durante algunas semanas después, muchos miembros del personal de la Stasi permanecieron en sus oficinas, intentando destruir pruebas que podría llevarlos a la cárcel o exponer a sus espías en países extranjeros.
Pero se encontraron con dificultades técnicas.
"La Stasi era una organización a la que le encantaba guardar papeles", explica Joachim Haussler, que trabaja para la agencia que gestiona los archivos de la Stasi.
Poseía pocas trituradoras de papeles, y las que tenía eran de mala calidad, típica de Alemania Oriental, y rápidamente se rompían. Así que miles de documentos se rompían a mano a toda prisa y se metían en bolsas. El plan era quemarlos o destruirlos químicamente más tarde.
Pero los acontecimientos precipitaron un cambio de planes. La Stasi se disolvió según aumentó la presión de manifestantes indignados que se congregaron fuera de la sede e invadieron sus oficinas, y la nueva autoridad federal para los archivos de la Stasi heredó todo el papel roto.
Esto conforma, dice Haussler, "el mayor rompecabezas del mundo", calculado en entre cuatro y seis millones de trozos de papel, algunos no más grandes que el tamaño de una uña.
Computadoras más eficaces que los humanos
El organismo oficial ha contado con un pequeño equipo de personas en Bavaria que han ido reconstruyendo los documentos rotos a mano. Pero los humanos luchan para hacer frente a los fragmentos más pequeños.
Al ritmo actual, se necesitarían siglos para reconstruir los documentos.
Por lo tanto, las autoridades decidieron recurrir a la tecnología. Las computadoras, admite Haussler, "son más rápidas, más baratas y pueden relacionar y recordar cosas que los seres humanos no pueden".
La computadora que está asumiendo la tarea es la "ePuzzler", (puzzle significa rompecabezas en inglés) elaborada por las mismas personas que inventaron el mp3: expertos del Instituto Fraunhofer, en Berlín (Alemania).
Trozos de papel roto de todas las formas y tamaños se sacan de los sacos, los planchan y los escanean.
A cada pieza, por pequeña que sea, se le asigna un fichero de computadora en el que se adjunta cualquier tipo de información sobre, por ejemplo, el color del papel, escrituras a mano o a máquina impresas en él, y cualquier acrónimo que pueda ser significativo y permita que se lo pueda relacionar a una oficina concreta de la Stasi.
A partir de ahí se pone en funcionamiento un complejo programa matemático que relaciona esa información y la forma del papel con otros fragmentos entre los millones de ellos.
Un técnico me mostró una prueba, en la que las piezas se movían en una pantalla antes de formar un documento reconstruido de la Stasi.
Para Bertram Nickolay, que encabeza el equipo del Fraunhofer, este es un desafío altamente personal. Nickolay se hizo amigo de un exiliado de Alemania Oriental, Juergen Fuchs, quien se sospecha fue deliberadamente expuesto a radiación mientras estaba en una prisión de la Stasi. Murió de una extraña variante de leucemia.
El sonido de una campana puede facilitar la identificación de un audio. |
"Murió relativamente joven por su exposición… así que para mí, esto es una motivación más para este proyecto", señala Nickolay.
Grabaciones de audio difíciles de identificar
Pero no son sólo documentos de papel los que están develando los secretos de la Stasi. En una habitación de la antigua sede de la Stasi en Berlín, encontré un pequeño equipo que está digitalizando las miles de grabaciones que dejó la policía secreta.
Este material también puede revelar información vital sobre lo que hizo la Stasi. La mayor parte de las grabaciones está sin etiquetar, así que los trabajadores aquí nunca saben qué es lo que van a escuchar.
Algunas son extrañas. Está Erich Mielke, un jefe de avanzada edad de la Stasi en el momento en que se acercaba la revolución contra el comunismo, grabado en una reunión secreta intentando explicar a sus colegas los peligros corruptores que sufría la juventud de Alemania Oriental por parte del punk, los cabezas rapadas y la música heavy metal.
Otra grabación es de dos agentes que, torpemente, intentan poner un micrófono de espionaje en un apartamento. Se oye cómo rompen un florero, sin darse cuenta de que sus colegas ya habían conseguido instalar un micrófono y los están escuchando.
En Alemania Oriental a veces parece que todos espiaban a todos. Otras grabaciones son trágicas. Una mujer en un juicio secreto de la Stasi en los años 50 llora desesperadamente cuando la condenan a muerte.
Katri Jurichs, que lidera este equipo, me contó que intentar entender estas grabaciones a menudo implica un trabajo extraordinario propio de detectives, algo que ninguna computadora podría emular.
Sus colegas comienzan el trabajo sin tener idea de qué o a quién escuchan. Si es una grabación hecha en casa de alguien, a veces la única pista es, digamos, un comentario sobre fútbol en una televisión que se oye de fondo.
Los investigadores logran averiguar quién está disputando el partido, cuándo y dónde se jugó, y de ahí empiezan a atar cabos para saber a quién estaban grabando.
En otros casos, las campanadas de una iglesia se analizan minuciosamente para ver si encajan con las campanas de una ciudad o pueblo en particular.
¿Es necesario remover el pasado?
Pero, ¿por qué esforzarse tanto por investigar y reconstruir tantos eventos? En parte, porque el gobierno alemán cree que el país tiene el deber de asumir esta parte de su pasado totalitario.
Y también porque muchos individuos esperan que los documentos de la Stasi expliquen misterios, permitan que las personas y las familias entiendan y superen lo que les sucedió.
En otro lugar de la antigua sede de la Stasi conocí a Katrin Behr, que dirige una organización que ayuda a víctimas de adopción forzada en Alemania Oriental –los niños fueron retirados por la Stasi de padres considerados, políticamente, de poca confianza.
En el caso de Katrin, ella tenía 4 años cuando vinieron a buscar a su madre.
"Cuando mi madre soltó el cerrojo de la puerta, la abrieron de par en par. Nos llevaron por una calle muy estrecha a la plaza del mercado en Gera, donde nos separaron", narra.
"Durante muchos años tenía miedo de que cualquiera en la calle me pudiera llevar", añade.
No volvió a ver a su madre durante 19 años, hasta después de la caída del Muro. Pero ahora espera que los documentos reconstruidos expliquen mejor cómo era posible que sucedieran estas cosas.
"Todo el mundo espera de verdad que haya información en estos documentos. Por supuesto, no podemos decir cuánto tiempo se necesitará", señala.
"Incluso si la computadora trabaja rápidamente, llevará tiempo que los documentalistas puedan ordenarlo todo, pero desde luego tengo mucha esperanza".
¿Y qué pasa con aquellos que trabajaron para la Stasi? Conforme se sabe más sobre sus actividades, y la cantidad de información que guardaban, ¿se arrepiente el coronel Gotthold Schramm?
Por momentos, es desafiante. "No puede haber una culpa colectiva", dice. "La culpa es algo individual".
"Mirándolo a posteriori, no necesitábamos esta red gigantesca de colaboradores no oficiales", agrega. "Estábamos demasiado preocupados por lo que pudiera pasar. Debíamos haber confiado más en la gente".
Pero no confiaron en la gente cuando estuvieron en el poder.
Y miles de vidas y documentos fragmentados todavía son poderosos testigos de cómo una fuerza de la policía secreta se extendió por toda una sociedad.
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