Por : Jose Alberto Alvarez Bravo
El oficio mas antiguo. No tengo idea de cuanto hace que oi –olei- ese eufemismo para referirse a la prostitucion. Sin animo de profanar creencias, ni lastimar a nadie, quizas el primer acto de prostitucion conocido sea el canje de una manzana por un rato de placer, en un remoto lugar conocido como Eden.
Tampoco la rifa, donde avispados vendedores le sacan varias veces el valor al objeto que ofrecen, debe ser algo nuevo bajo el sol, pero a mi en lo personal me dejo estupefacto la combinacion de estas dos variantes comerciales.
Lo escuche hace muy poco, de labios de mi amigo y hermano de ideales, el intrepido Yoan David Gonzalez Milanes; en su pueblo de residencia, Santa Cruz del Sur, en Camaguey, algunas feminas, aprovechando la quiebra moral de la sociedad cubana, empecinada en sobrevivir en medio del inusitado desamparo gubernamental, rifan su cuerpo entre aprovechados de la mendicidad general que nos envuelve.
Cinco, diez o veinte pesos, segun la “calidad” de la “mercancia” en oferta, allanan el transito por un placentero instante, condimentado con el amargo sabor de un acto que de sublime, deviene en sacrificio si no se sustenta en amor y reciproca atraccion.
Esto sucede en medio de los escombros de una revolucion gatopardeana, mientras continuan detentando el poder unos ancianos que tiempo atras profetizaron el paraiso, siendo uno de sus principales vectores la presunta “liberacion de la mujer”, erradicando el infame comercio carnal con la incorporacion de estas al trabajo socialmente util.
En medio del desparpajo irreponsable y la precariedad moral devenida en politica de gobierno, la gerontocracia castrista esta rifando la isla al mejor postor; no es de extrañar que humildes y desesperadas mujeres cubanas rifen sus cuerpos para alimentar a sus hijos, o sobrevivir en el caos, refrendando la observacion de Dagoberto Valdes sobre el ingente daño antropologico sufrido por quienes hemos tenido el “privilegio” de agotar nuestras vidas en el paraiso del proletariado.
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